Jorge Luis Borges
Del libro "El oro de los tigres" 1972
Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
De que me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que uso, el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca,las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas,pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo se, el amor, la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.
El nombre de una mujer me delata.Me duele una mujer en todo el cuerpo.
viernes, febrero 09, 2007
miércoles, febrero 07, 2007
Internet lectores y monetización
Los consumidores lentamente se harán menos reticentes a pagar por contenido especializado online, permitiendo a los sitios web ofrecer complementariamente servicios pagos y gratuitos.
Las noticias generales deberán permanecer gratis mientras que las ofertas de nicho pueden ser susceptibles de que se les aplique una tarifa.
En cualquier caso, ningún medio se construyó en un día.
Las ediciones digitales de medios gráficos, gracias a que la mayoría de sus ediciones de papel son rentables, aún disponen de tiempo para aumentar los ingresos de sus versiones digitales, aunque a costa de financiar su estratégico posicionamiento en Internet.
Analistas europeos estiman que la gran mayoría de Internet permanecerá gratis y el único sector que generará ingresos por contenido pago será el entretenimiento.
Muchas investigaciones también muestran que los consumidores europeos se muestran más propensos a pagar por acceder a contenidos desde sus teléfonos móviles o celulares, otra vía potencial a explorar, sobre todo en aquellos mercados donde la penetración de la telefonía celular resulte manifiestamente alta.
Encuestas en Estados Unidos y Europa muestran que los periódicos con sitios en Internet causan un impacto positivo en su base de suscriptores y en la frecuencia con que el público los lee.
En Francia se estima que un periódico con 100.000 ejemplares de circulación diaria promedio suma 10.000 lectores más a través de su edición electrónica.
Sin embargo, los anunciantes no destinan el 10% de sus inversiones publicitarias a la red.
Las noticias generales deberán permanecer gratis mientras que las ofertas de nicho pueden ser susceptibles de que se les aplique una tarifa.
En cualquier caso, ningún medio se construyó en un día.
Las ediciones digitales de medios gráficos, gracias a que la mayoría de sus ediciones de papel son rentables, aún disponen de tiempo para aumentar los ingresos de sus versiones digitales, aunque a costa de financiar su estratégico posicionamiento en Internet.
Analistas europeos estiman que la gran mayoría de Internet permanecerá gratis y el único sector que generará ingresos por contenido pago será el entretenimiento.
Muchas investigaciones también muestran que los consumidores europeos se muestran más propensos a pagar por acceder a contenidos desde sus teléfonos móviles o celulares, otra vía potencial a explorar, sobre todo en aquellos mercados donde la penetración de la telefonía celular resulte manifiestamente alta.
Encuestas en Estados Unidos y Europa muestran que los periódicos con sitios en Internet causan un impacto positivo en su base de suscriptores y en la frecuencia con que el público los lee.
En Francia se estima que un periódico con 100.000 ejemplares de circulación diaria promedio suma 10.000 lectores más a través de su edición electrónica.
Sin embargo, los anunciantes no destinan el 10% de sus inversiones publicitarias a la red.
lunes, enero 15, 2007
domingo, enero 07, 2007
El futuro de los medios en Internet
Los medios digitales deben definir su perfil futuro, siendo esta decisión determinante para la elección e implementación de un modelo de negocio apropiado, que en lamayoría de los casos debería encaminarse hacia un profundo proceso de segmentación.
Este proceso de segmentación, el cual se espera reditúe comercialmente, deberá ser legitimado a través de la fidelización de sus lectores.
Para ello, resulta excluyente contar con mecanismos apropiados, herramientas que en algunos casos podrán valerse de creatividad y en otros de tecnología específica.
Pretender que un medio digital ¨promedio¨ con algún grado de spewcialización en sus contenidos, se convierta en un medio masivo capaz asimilar parte de las campañas de los anunciantes que buscan para sus productos esta proyección, implicaría desnaturalizar totalmente su actual perfil, modificar la especificidad de sus contenidos e incurrir en inversiones acordes con dicho objetivo, que como para todo proyecto de penetración masiva resultarían exorbitantes.
Debe capitalizarse la experiencia previa realizada por cientos de medios digitales en todo el mundo, entendiendo que deben sustentarse con el ofrecimiento de un valor agregado sobresaliente, producto de su propia producción más el intercambio con sus lectores, hasta iniciar un proceso de individualización de usuarios y contar con una comunidad-producto deseable para terceros.
Comunidad no es simplemente un término de moda en el ámbito de la red. Comunidad es sinónimo de ¨clientes¨, ¨consumidores¨, ¨usuarios¨, ¨socios¨, ¨abonados¨, etc.
De no definirse en tiempo y forma un modelo orientado a conformar una comunidad apetecible tanto para anunciantes como para las prestaciones y los productos propios del diario, un gran número de medios digitales informativos corren el riesgo de resultar aplastados como consecuencia de un crecimiento compulsivo, no relacionado con otro objetivo que expandirse numéricamente.
Para entender las posibles consecuencias de participar en una carrera cuyo objeto excluyente es obtener más y más visitas mensuales, puede trazarse un paralelo con una carrera de autos en la cual se tenga por único objetivo lograr más y más velocidad.
Se obtendrá un auto rápido pero descontrolado, incapaz de maniobrar, doblar o frenar, destinado a impactar violentamente, tarde o temprano, con un obstáculo (claro que esto podría prevenirse invirtiendo cuantiosas sumas en la escudería, pero de esta manera se aseguraría que participar en la carrera no fuera nada rentable).
Lo dicho hasta aquí no invalida la captación cada vez mayor de visitas a través de TAGS, pero deben implementarse acciones concretas sobre dichas visitas, que permitan individualizar comunidades activas sobre las cuales desarrollar productos propios y de terceros.
Internet no escapa al viejo adagio de la publicidad que reza: ¨todo producto necesita un consumidor, y todo consumidor necesita un producto¨. El desafío que parecen tener por delante los medios digitales es identificar, interactuar e integrar en comunidad a sus lectores hasta poder definirlos como consumidores, para consolidarse ante ellos como un producto.
Este proceso de segmentación, el cual se espera reditúe comercialmente, deberá ser legitimado a través de la fidelización de sus lectores.
Para ello, resulta excluyente contar con mecanismos apropiados, herramientas que en algunos casos podrán valerse de creatividad y en otros de tecnología específica.
Pretender que un medio digital ¨promedio¨ con algún grado de spewcialización en sus contenidos, se convierta en un medio masivo capaz asimilar parte de las campañas de los anunciantes que buscan para sus productos esta proyección, implicaría desnaturalizar totalmente su actual perfil, modificar la especificidad de sus contenidos e incurrir en inversiones acordes con dicho objetivo, que como para todo proyecto de penetración masiva resultarían exorbitantes.
Debe capitalizarse la experiencia previa realizada por cientos de medios digitales en todo el mundo, entendiendo que deben sustentarse con el ofrecimiento de un valor agregado sobresaliente, producto de su propia producción más el intercambio con sus lectores, hasta iniciar un proceso de individualización de usuarios y contar con una comunidad-producto deseable para terceros.
Comunidad no es simplemente un término de moda en el ámbito de la red. Comunidad es sinónimo de ¨clientes¨, ¨consumidores¨, ¨usuarios¨, ¨socios¨, ¨abonados¨, etc.
De no definirse en tiempo y forma un modelo orientado a conformar una comunidad apetecible tanto para anunciantes como para las prestaciones y los productos propios del diario, un gran número de medios digitales informativos corren el riesgo de resultar aplastados como consecuencia de un crecimiento compulsivo, no relacionado con otro objetivo que expandirse numéricamente.
Para entender las posibles consecuencias de participar en una carrera cuyo objeto excluyente es obtener más y más visitas mensuales, puede trazarse un paralelo con una carrera de autos en la cual se tenga por único objetivo lograr más y más velocidad.
Se obtendrá un auto rápido pero descontrolado, incapaz de maniobrar, doblar o frenar, destinado a impactar violentamente, tarde o temprano, con un obstáculo (claro que esto podría prevenirse invirtiendo cuantiosas sumas en la escudería, pero de esta manera se aseguraría que participar en la carrera no fuera nada rentable).
Lo dicho hasta aquí no invalida la captación cada vez mayor de visitas a través de TAGS, pero deben implementarse acciones concretas sobre dichas visitas, que permitan individualizar comunidades activas sobre las cuales desarrollar productos propios y de terceros.
Internet no escapa al viejo adagio de la publicidad que reza: ¨todo producto necesita un consumidor, y todo consumidor necesita un producto¨. El desafío que parecen tener por delante los medios digitales es identificar, interactuar e integrar en comunidad a sus lectores hasta poder definirlos como consumidores, para consolidarse ante ellos como un producto.
El futuro de los medios en Internet
Los medios digitales deben definir su perfil futuro, siendo esta decisión determinante para la elección e implementación de un modelo de negocio apropiado, que en lamayoría de los casos debería encaminarse hacia un profundo proceso de segmentación.
Este proceso de segmentación, el cual se espera reditúe comercialmente, deberá ser legitimado a través de la fidelización de sus lectores.
Para ello, resulta excluyente contar con mecanismos apropiados, herramientas que en algunos casos podrán valerse de creatividad y en otros de tecnología específica.
Pretender que un medio digital ¨promedio¨ con algún grado de spewcialización en sus contenidos, se convierta en un medio masivo capaz asimilar parte de las campañas de los anunciantes que buscan para sus productos esta proyección, implicaría desnaturalizar totalmente su actual perfil, modificar la especificidad de sus contenidos e incurrir en inversiones acordes con dicho objetivo, que como para todo proyecto de penetración masiva resultarían exorbitantes.
Debe capitalizarse la experiencia previa realizada por cientos de medios digitales en todo el mundo, entendiendo que deben sustentarse con el ofrecimiento de un valor agregado sobresaliente, producto de su propia producción más el intercambio con sus lectores, hasta iniciar un proceso de individualización de usuarios y contar con una comunidad-producto deseable para terceros.
Comunidad no es simplemente un término de moda en el ámbito de la red. Comunidad es sinónimo de ¨clientes¨, ¨consumidores¨, ¨usuarios¨, ¨socios¨, ¨abonados¨, etc.
De no definirse en tiempo y forma un modelo orientado a conformar una comunidad apetecible tanto para anunciantes como para las prestaciones y los productos propios del diario, un gran número de medios digitales informativos corren el riesgo de resultar aplastados como consecuencia de un crecimiento compulsivo, no relacionado con otro objetivo que expandirse numéricamente.
Para entender las posibles consecuencias de participar en una carrera cuyo objeto excluyente es obtener más y más visitas mensuales, puede trazarse un paralelo con una carrera de autos en la cual se tenga por único objetivo lograr más y más velocidad.
Se obtendrá un auto rápido pero descontrolado, incapaz de maniobrar, doblar o frenar, destinado a impactar violentamente, tarde o temprano, con un obstáculo (claro que esto podría prevenirse invirtiendo cuantiosas sumas en la escudería, pero de esta manera se aseguraría que participar en la carrera no fuera nada rentable).
Lo dicho hasta aquí no invalida la captación cada vez mayor de visitas a través de TAGS, pero deben implementarse acciones concretas sobre dichas visitas, que permitan individualizar comunidades activas sobre las cuales desarrollar productos propios y de terceros.
Internet no escapa al viejo adagio de la publicidad que reza: ¨todo producto necesita un consumidor, y todo consumidor necesita un producto¨. El desafío que parecen tener por delante los medios digitales es identificar, interactuar e integrar en comunidad a sus lectores hasta poder definirlos como consumidores, para consolidarse ante ellos como un producto.
Este proceso de segmentación, el cual se espera reditúe comercialmente, deberá ser legitimado a través de la fidelización de sus lectores.
Para ello, resulta excluyente contar con mecanismos apropiados, herramientas que en algunos casos podrán valerse de creatividad y en otros de tecnología específica.
Pretender que un medio digital ¨promedio¨ con algún grado de spewcialización en sus contenidos, se convierta en un medio masivo capaz asimilar parte de las campañas de los anunciantes que buscan para sus productos esta proyección, implicaría desnaturalizar totalmente su actual perfil, modificar la especificidad de sus contenidos e incurrir en inversiones acordes con dicho objetivo, que como para todo proyecto de penetración masiva resultarían exorbitantes.
Debe capitalizarse la experiencia previa realizada por cientos de medios digitales en todo el mundo, entendiendo que deben sustentarse con el ofrecimiento de un valor agregado sobresaliente, producto de su propia producción más el intercambio con sus lectores, hasta iniciar un proceso de individualización de usuarios y contar con una comunidad-producto deseable para terceros.
Comunidad no es simplemente un término de moda en el ámbito de la red. Comunidad es sinónimo de ¨clientes¨, ¨consumidores¨, ¨usuarios¨, ¨socios¨, ¨abonados¨, etc.
De no definirse en tiempo y forma un modelo orientado a conformar una comunidad apetecible tanto para anunciantes como para las prestaciones y los productos propios del diario, un gran número de medios digitales informativos corren el riesgo de resultar aplastados como consecuencia de un crecimiento compulsivo, no relacionado con otro objetivo que expandirse numéricamente.
Para entender las posibles consecuencias de participar en una carrera cuyo objeto excluyente es obtener más y más visitas mensuales, puede trazarse un paralelo con una carrera de autos en la cual se tenga por único objetivo lograr más y más velocidad.
Se obtendrá un auto rápido pero descontrolado, incapaz de maniobrar, doblar o frenar, destinado a impactar violentamente, tarde o temprano, con un obstáculo (claro que esto podría prevenirse invirtiendo cuantiosas sumas en la escudería, pero de esta manera se aseguraría que participar en la carrera no fuera nada rentable).
Lo dicho hasta aquí no invalida la captación cada vez mayor de visitas a través de TAGS, pero deben implementarse acciones concretas sobre dichas visitas, que permitan individualizar comunidades activas sobre las cuales desarrollar productos propios y de terceros.
Internet no escapa al viejo adagio de la publicidad que reza: ¨todo producto necesita un consumidor, y todo consumidor necesita un producto¨. El desafío que parecen tener por delante los medios digitales es identificar, interactuar e integrar en comunidad a sus lectores hasta poder definirlos como consumidores, para consolidarse ante ellos como un producto.
viernes, enero 05, 2007
Joseph Stiglitz: "Making Globalization Work"
Nobel Prize-winning economist Joseph Stiglitz speaks about his book, "Making Globalization Work" . This event took place on October 13, 2006, at Google's Mountain View, CA,
Etiquetas:
Economía,
Globalización,
Stiglitz
lunes, diciembre 04, 2006
Justicia y seguridad: escenario actual
La principal demanda de la sociedad hoy, con el análisis y los testimonios de Juan Carlos Blumberg, Gabriel Magni, Roberto Siminian y Rubén Weinsteiner: http://www.mediafire.com/?c6oq2ghztyj
jueves, noviembre 16, 2006
Egipto anuncia la construcción de una central nuclear
Por Rubén Weinsteiner
Esta semana comenzó con un anuncio bastante particular para Egipto: luego de meses en los que habían circulado varias declaraciones de las autoridades del país africano sobre la intención de avanzar hacia la proliferación de energía nuclear, el ministro egipcio de Cooperación Internacional, Faiza Aboul Naga, informó que se habían comenzado a transitar las primeras etapas para la construcción de la primera planta nuclear de Egipto.
Ya el pasado 19 de septiembre, Gamal Mubarak, hijo menor del presidente egipcio, había afirmado durante la apertura de la conferencia anual del gobernante Partido Nacional Democrático, que era necesario avanzar hacia la energía nuclear.“Ha llegado el momento de que Egipto considere fuentes de energía alternativas, entre ellas la nuclear”, declaró Mubarak, arrancando así un cerrado aplauso por parte de los asistentes a la conferencia.
Entre las razones que se empezaron a señalar para respaldar la construcción de una planta nuclear se esgrimía la necesidad del país de lograr fuentes de energía alternativas al petróleo y al gas natural, que constituyen la principal fuente de generación de electricidad.“Se nos está acabando el petróleo y los subsidios a los carburantes nos han costado 42.000 millones de libras egipcias (5.750 millones de euros) el último año.
Necesitamos una fuente alternativa de energía, no se trata de una cuestión de política exterior ni de búsqueda de popularidad interna”, afirmó al diario español El País Mohamed Kamal, miembro de la secretaría general del Partido Nacional Democrático.
En el anuncio que realizó esta semana el ministro egipcio de Cooperación Internacional ante un comité del Parlamento estuvieron presentes estos argumentos. Según el ministro, la energía nuclear asegura el futuro del país, debido a que las previsiones indican que el petróleo y el gas natural se agotarán dentro de 17 y 34 años respectivamente.
En base a afirmaciones del ministro, para cubrir la futura escasez de energía Egipto debe construir ocho plantas nucleares, de las cuales en un principio construirá cuatro.Y pese a que desde el gobierno egipcio se señala la necesidad de reevaluar la utilización de energías renovables, hasta el momento la única fuente de energía hacia la que parece avanzar el país africano es la nuclear.
Rubén Weinsteiner
Esta semana comenzó con un anuncio bastante particular para Egipto: luego de meses en los que habían circulado varias declaraciones de las autoridades del país africano sobre la intención de avanzar hacia la proliferación de energía nuclear, el ministro egipcio de Cooperación Internacional, Faiza Aboul Naga, informó que se habían comenzado a transitar las primeras etapas para la construcción de la primera planta nuclear de Egipto.
Ya el pasado 19 de septiembre, Gamal Mubarak, hijo menor del presidente egipcio, había afirmado durante la apertura de la conferencia anual del gobernante Partido Nacional Democrático, que era necesario avanzar hacia la energía nuclear.“Ha llegado el momento de que Egipto considere fuentes de energía alternativas, entre ellas la nuclear”, declaró Mubarak, arrancando así un cerrado aplauso por parte de los asistentes a la conferencia.
Entre las razones que se empezaron a señalar para respaldar la construcción de una planta nuclear se esgrimía la necesidad del país de lograr fuentes de energía alternativas al petróleo y al gas natural, que constituyen la principal fuente de generación de electricidad.“Se nos está acabando el petróleo y los subsidios a los carburantes nos han costado 42.000 millones de libras egipcias (5.750 millones de euros) el último año.
Necesitamos una fuente alternativa de energía, no se trata de una cuestión de política exterior ni de búsqueda de popularidad interna”, afirmó al diario español El País Mohamed Kamal, miembro de la secretaría general del Partido Nacional Democrático.
En el anuncio que realizó esta semana el ministro egipcio de Cooperación Internacional ante un comité del Parlamento estuvieron presentes estos argumentos. Según el ministro, la energía nuclear asegura el futuro del país, debido a que las previsiones indican que el petróleo y el gas natural se agotarán dentro de 17 y 34 años respectivamente.
En base a afirmaciones del ministro, para cubrir la futura escasez de energía Egipto debe construir ocho plantas nucleares, de las cuales en un principio construirá cuatro.Y pese a que desde el gobierno egipcio se señala la necesidad de reevaluar la utilización de energías renovables, hasta el momento la única fuente de energía hacia la que parece avanzar el país africano es la nuclear.
Rubén Weinsteiner
domingo, noviembre 12, 2006
Rubén Weinsteiner Director Adnmundo
Rubén Weinsteiner Director Adnmundo
www.adnmundo.com
http://www.adnmundo.com/contenidos/quienessomos.html
Jefe de Redacción de www.adnmundo.com y Director de Contenidos de la Agencia
Lic. Rubén Weinsteiner rhw@adnmundo.com
Licenciado en Economía, Universidad de Tel Aviv
Licenciado en Comunicación, Universidad de Tel Aviv
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miércoles, octubre 25, 2006
Corea del norte y los límites del multilateralismo
El enfoque de Estados Unidos con respecto a Corea del Norte ha sido opuesto al de Iraq. Corea del Norte es ejemplo de multilateralismo en la búsqueda de la estabilidad como fin.
Por Rubén Weinsteiner
Una de las principales críticas que se le hacen a la administración Bush en relación con su manejo de la situación en Iraq ha sido que los Estados Unidos emprendieron la guerra unilateralmente, sin consultar o discutir el problema con los aliados y la comunidad internacional. Las críticas siempre exageraron el aislamiento de los Estados Unidos entre los aliados tradicionales: Francia y Alemania se opusieron a la invasión de 2003, pero los Estados Unidos tuvieron más apoyo de la OTÁN que el que recibieron París y Berlín. Sin embargo, había un principio arraigado en la política estadounidense que era real y podía ser cuestionado. George W. Bush adoptó la posición de que los Estados Unidos tenían que elaborar su propia estrategia luego de los ataques del 11 de septiembre –y que, mientras esta posición contara con apoyo, las acciones de la nación no se verían limitadas por esas consideraciones.
La justificación para una coalición era que ésta haría posible la política de los Estados Unidos; esta política no tenía que justificarse recurriendo a una coalición.
Este fue un cambio conceptual en la política exterior de los Estados Unidos La alianza como una solución Una generación atrás, existía consenso sobre las causas de la Segunda Guerra Mundial, las razones por las cuales los aliados habían ganado y el modo de proseguir con la Guerra Fría. Según esta lectura, la Segunda Guerra Mundial se produjo porque la comunidad internacional no quiso tomar acción contra Hitler en el momento adecuado, a tiempo para evitar una guerra.
Los británicos y los franceses, cada uno en pos de sus propias políticas –no dispuestos a unirse con la Unión Soviética contra la amenaza mayor de la Alemania nazi y sin poder utilizar el recurso moribundo de la Liga de las Naciones– fracasaron en liderar una coalición decisiva en contra de Hitler. Cuando ya era imposible evitar la guerra, se formó una coalición para luchar contra Hitler y los japoneses. Con la rúbrica de las Naciones Unidas, la coalición estaba integrada por un grupo de naciones, preparadas para subordinar sus intereses nacionales particulares en aras del interés mayor de derrotar a las naciones del eje. El éxito militar de la guerra se basaba en la habilidad de la coalición de mantenerse unida. Y, retrocediendo en el tiempo, si esta coalición hubiera existido antes del golpe de Munich, probablemente la Segunda Guerra Mundial nunca habría comenzado.
Para mantener la estabilidad del mundo se requería una coalición de estados que compartieran el interés común en la estabilidad y eliminaran, cuando antes, las naciones que quisieran perturbar esa estabilidad.
La Guerra Fría se basó en los mismos principios. Una vez que se aceptó el hecho de que los soviéticos constituían un factor desestabilizador, los Estados Unidos se concentraron en crear un sistema de alianzas para contenerlos. Los estadounidenses vieron en la rápida creación de una alianza contra la Unión Soviética los cimientos de una política exterior exitosa; sin esta alianza, los soviéticos saldrían victoriosos. Dejando a un lado la retórica, esto tiene mucho sentido.
La Unión Soviética emergió de la Segunda Guerra Mundial como la principal potencia terrestre en Eurasia. Los Estados Unidos, por tamaño y geografía, no podían, unilateralmente, contener a los soviéticos. En el mejor de los casos, podían embarcarse en una catastrófica guerra nuclear con ellos, Con el objeto de tener una opción convencional efectiva, los Estados Unidos tenían que contar con aliados en las periferias de la Unión Soviética. El sistema de alianzas tenía un excelente sentido geopolítico.
La Alianza como estabilidad
Pero los Estados Unidos emergieron de todo esto con una obsesión por los sistemas de alianza, independientemente de su objetivo. La coalición de la Segunda Guerra Mundial tenía un objetivo claro: la derrota de las potencias del eje. La coalición de la Guerra Fría tenía también un propósito claro: la derrota de la Unión Soviética. Sin embargo, lo que surgió en la década de los 1990s fue la idea de alianzas con un fin en sí mismas. La idea básica era que el sistema de alianzas que los Estados Unidos presidieron durante la Guerra Fría seguiría existiendo –no con la finalidad de oponerse a los soviéticos, sino de mantener la estabilidad mundial.
Se presumía que el único desafío que este sistema enfrentaría, sería la existencia de potencias abusivas –de las cuales se ocuparía la comunidad internacional (un término que extendió su significado para poder incluir a Rusia y a China) que compartía el interés común por la estabilidad. En lugar de oponerse a un enemigo, el objetivo era positivo: mantener la estabilidad. Si el objetivo era la estabilidad, y si todos compartían ese objetivo, el sólo hecho de tener una coalición se convertía, entonces, en la solución, en lugar del medio para lograr la solución. El fundamento central del cual partía este enfoque era que todos los países con cierto peso compartían ahora un interés común –la estabilidad– y que las únicas potencias desestabilizadoras serían los estados abusivos, contra los cuales la comunidad internacional uniría sus fuerzas.
Tormenta del Desierto fue el modelo: una gran coalición reconquistó Kuwait, donde hasta quienes no participaron en la guerra dieron, al menos, su aprobación tácita.
Este principio se mantuvo hasta Kosovo. Por eso, la política de Bush en Iraq se convirtió en un campo de batalla para aquellos que sostenían que mantener el sistema de alianzas era un principio que debía prevalecer sobre la búsqueda de los intereses nacionales. Dejando de lado la importante cuestión de si la invasión de Iraq tenía sentido desde el punto de vista estadounidense, un argumento fue que todo lo que aleje la coalición –independientemente de que sea una buena o mala idea– es extremadamente peligroso porque este alejamiento debilita la estabilidad internacional.
Más aún, debilita los fundamentos de lo que ha sido la política exterior de los Estados Unidos desde 1941 –una política exterior que fue exitosa. Corea del Norte y el multilateralismoLa historia, por supuesto, es la encargada de proporcionar el contraargumento. Las alianzas exitosas se conciertan con el fin de enfrentar las amenazas. Las alianzas que se conciertan en función de principios como la estabilidad, están condenadas al fracaso, por varias razones.
En primer lugar, desde siempre, el status quo resulta atractivo a algunas potencias pero no a otras. La estabilidad es otra forma de argumentar que el orden internacional debería mantenerse tal cual está, ignorando el hecho de que algunas potencias quedan, por lo tanto, en una posición de gran desventaja. Además de cualquier argumento moral, el razonamiento que sigue es que, con el compromiso universal de la estabilidad, las potencias subordinadas aceptarán sus posiciones de manera permanente, o que los países líderes renunciarán a sus posiciones calladamente, sin desestabilizar el sistema, Así, la idea de mantener alianzas con el fin de preservar la estabilidad se apoya en un presupuesto poco probable: que la estabilidad responde al interés universal de la comunidad internacional. Y esto nos lleva a Corea del Norte.
El enfoque de los Estados Unidos con respecto a Corea del Norte –y esto incluye el enfoque de la administración Bush– ha sido, en forma sistemática, diametralmente opuesto al método empleado en Iraq. Corea del Norte es el clásico ejemplo de multilateralismo a la búsqueda de la estabilidad como un fin en sí misma. Los Estados Unidos no quieren que Corea del Norte tenga acceso a armas nucleares porque esto desestabilizaría el sistema internacional. Sin embargo, cualquiera sea su retórica, Washington no ha tomado medidas para tratar de desestabilizar a Corea del Norte, sino que se ha concentrado, en cambio, en modificar su comportamiento mediante un enfoque multilateral.
En Corea del Norte, entonces, los Estados Unidos han seguido escrupulosamente la política exterior tradicional de los Estados Unidos, Primero, Washington ha aceptado, en forma sistemática, la idea de que tiene la responsabilidad primaria de ocuparse de Corea del Norte, aun cuando haya potencias regionales que están en posición de hacerlo.
Los Estados Unidos han seguido el principio de que, como líderes del mundo, tienen obligaciones y derechos que les son exclusivos en su trato con las potencias desestabilizadoras. Segundo, los Estados Unidos han utilizado su posición no para llevar adelante un accionar unilateral, sino un accionar multilateral.
Washington se ha visto presionada por Corea del Norte a entablar conversaciones y ha sido criticada por otros países por negarse a hacerlo directamente con Pyongyang. En lugar de esto, los Estados Unidos han insistido en el principio de la autoridad y responsabilidad compartidas, y ha trabajado dentro del marco de las potencias regionales que tienen intereses en Corea del Norte: Corea del Sur, China, Rusia y Japón. Finalmente, han dejado en claro que no emprenderán acciones militares unilaterales contra Corea del Norte.
Sin embargo el enfoque multilateral tanto de la administración Clinton como de la de Bush ha fracasado, si consideramos que la detonación de un pequeño artefacto nuclear constituye un fracaso. Este es un hecho importante porque es totalmente opuesto al caso de Iraq, donde se ha argumentado que el fracaso es el resultado del enfoque unilateral de la administración Bush. En un caso, terminamos atrapados en una guerra inmanejable; en el otro, con la posibilidad de una amenaza nuclear en toda la región.
Responsabilidad compartida e inacción
En el caso de Corea del Norte, el razonamiento impulsor fue que todas las potencias involucradas tenían el compromiso de la estabilidad regional, entendían los riesgos de la inacción y estaban preparadas para correr riesgos con el fin de mantener la estabilidad y el status quo. Pero eso no era verdad. Había ideas de estabilidad muy diferentes, y en competencia; la idea de la inacción parecía atractiva y la de asumir riesgos no. No hubo acción multilateral porque la coalición era una ilusión. Analicemos la lista:
• Corea del Sur:
Seúl no quiere que Pyongyang disponga de armas nucleares, pero tampoco quiere ni una mínima posibilidad de guerra con Corea del Norte –el corazón industrial de Corea del Sur está demasiado cerca de la frontera. Seúl tampoco quiere que caiga el régimen en Pyongyang; la idea de que el Sur tenga alguna responsabilidad en la reconstrucción de una Corea del Norte destruida no resulta atractiva. Los surcoreanos no querían que el norte contara con armas nucleares, pero no estaban preparados para actuar y detener a Pyongyang, o para desestabilizar el régimen.
• Japón:
Japón no quiere que Corea del Norte disponga de armas nucleares, pero no está preparada ni para tomar acción militar por su cuenta ni para endosar la acción militar de los Estados Unidos. Japón tendría que resolver cuestiones internas importantes relacionadas con la guerra antes de actuar en este sentido, y no tiene apuro en resolver esos problemas. Por otra parte, Tokio tiene poco interés en erigirse abiertamente en una amenaza por temor a que las dos Coreas, tradicionales enemigas de Japón, se unan (como un gigante industrial) en su contra. A los japoneses no les importa imponer sanciones, pero esperan que no den resultado.
• Rusia:
A Rusia le preocupa tanto la posibilidad de un ataque nuclear de Corea del Norte sobre su territorio como a los Estados Unidos un ataque francés. Es posible que los dos países no simpaticen, pero esto no va a suceder. Rusia aplastaría a Corea del Norte sin preocuparse de las secuelas. Pero al mismo tiempo, Moscú quiere que los Estados Unidos sigan complicándose.
Rusia tiene serias cuestiones pendientes con los Estados Unidos por su invasión de la esfera de influencia rusa en los territorios de la ex Unión Soviética. A Rusia le encanta ver que los Estados Unidos están atados en Iraq y luchando con Irán, y la hace feliz que los estadounidenses se muestren impotentes ante el problema de Corea del Norte.
Los rusos aceptarán algunas sanciones no demasiado significativas, para mantener las apariencias, pero no van a hacer que los estadounidenses se vean como los grandes estadistas.
• China:
China tiene problemas internos importantes, tanto económicos como políticos. Los chinos no desean hacer enojar a los Estados Unidos, pero no quieren que este país dependa de ellos para nada.
El ensayo nuclear de Corea del Norte le dio a China una oportunidad de aparentar ser enormemente útil sin hacer, en realidad, nada significativo, Dicho de otro modo, si China realmente quiso detener la explosión, resulta claro que no tiene influencia sobre Corea del Norte. Y si efectivamente tiene influencia –como lo sospechamos– se las arregló para jugar un complejo doble juego y aparecer oponiéndose a la explosión mientras aprovechaba su habilidad para “ayudar” a los Estados Unidos. China, lo mismo que Rusia, no tiene interés en sanciones serias. Aquí la cuestión no pasa por la letra chica de la política exterior de estas naciones, sino por el hecho de que ninguna tiene un interés global en “hacer algo” sobre Corea del Norte. Cada uno de estos estados tiene problemas internos y externos que, en su opinión, son más prioritarios que la capacidad nuclear de Corea del Norte.
Ninguno de ellos está en busca de la estabilidad, en el sentido de estar preparado para subordinar los intereses nacionales a la estabilización de la región. El resultado es que el proceso diplomático ha fallado.
Multilateralismo: promesa y limitaciones En este caso, el multilateralismo fue el problema.
Al formar una coalición de naciones de naturaleza e intereses tan diversos, los Estados Unidos se garantizaron la parálisis. No había compromiso por ningún principio global, y los intereses particulares de las naciones evitaron la acción decisiva tanto antes como después del ensayo nuclear. El multilateralismo brindó una ilusión de acción efectiva en una situación donde la intención era no actuar –incluida la inacción por parte de los Estados Unidos. Nadie hizo nada porque nadie quería hacer nada, y esto se encubrió con la actividad –innecesaria– de la diplomacia multilateral. No estamos diciendo que la acción multilateral es inútil.
Por el contrario, fue el fundamento del éxito de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría. Cuando está presente un claro y abrumador interés o temor, la acción multilateral es esencial. Pero invocar el multilateralismo como una solución por sí solo es no captar que debe haber en juego algo mucho más apremiante que la abstracta noción de estabilidad. Ni el unilateralismo ni el multilateralismo son principios morales.
Cada uno de ellos es un medio de alcanzar el interés nacional. El desastre de los Estados Unidos en Iraq es menos el resultado de buscar fines unilaterales que el de una catastrófica conducción de la guerra. El surgimiento de Corea del Norte como una potencia nuclear no es el resultado de debilidades inherentes a un enfoque multilateral, sino de usar el multilateralismo como un sustituto del interés común. Si para algunos Iraq es un ejemplo contra el unilateralismo, Corea del Norte debería aportar serias cuestiones acerca de los límites del multilateralismo.
Rubén Weinsteiner
Por Rubén Weinsteiner
Una de las principales críticas que se le hacen a la administración Bush en relación con su manejo de la situación en Iraq ha sido que los Estados Unidos emprendieron la guerra unilateralmente, sin consultar o discutir el problema con los aliados y la comunidad internacional. Las críticas siempre exageraron el aislamiento de los Estados Unidos entre los aliados tradicionales: Francia y Alemania se opusieron a la invasión de 2003, pero los Estados Unidos tuvieron más apoyo de la OTÁN que el que recibieron París y Berlín. Sin embargo, había un principio arraigado en la política estadounidense que era real y podía ser cuestionado. George W. Bush adoptó la posición de que los Estados Unidos tenían que elaborar su propia estrategia luego de los ataques del 11 de septiembre –y que, mientras esta posición contara con apoyo, las acciones de la nación no se verían limitadas por esas consideraciones.
La justificación para una coalición era que ésta haría posible la política de los Estados Unidos; esta política no tenía que justificarse recurriendo a una coalición.
Este fue un cambio conceptual en la política exterior de los Estados Unidos La alianza como una solución Una generación atrás, existía consenso sobre las causas de la Segunda Guerra Mundial, las razones por las cuales los aliados habían ganado y el modo de proseguir con la Guerra Fría. Según esta lectura, la Segunda Guerra Mundial se produjo porque la comunidad internacional no quiso tomar acción contra Hitler en el momento adecuado, a tiempo para evitar una guerra.
Los británicos y los franceses, cada uno en pos de sus propias políticas –no dispuestos a unirse con la Unión Soviética contra la amenaza mayor de la Alemania nazi y sin poder utilizar el recurso moribundo de la Liga de las Naciones– fracasaron en liderar una coalición decisiva en contra de Hitler. Cuando ya era imposible evitar la guerra, se formó una coalición para luchar contra Hitler y los japoneses. Con la rúbrica de las Naciones Unidas, la coalición estaba integrada por un grupo de naciones, preparadas para subordinar sus intereses nacionales particulares en aras del interés mayor de derrotar a las naciones del eje. El éxito militar de la guerra se basaba en la habilidad de la coalición de mantenerse unida. Y, retrocediendo en el tiempo, si esta coalición hubiera existido antes del golpe de Munich, probablemente la Segunda Guerra Mundial nunca habría comenzado.
Para mantener la estabilidad del mundo se requería una coalición de estados que compartieran el interés común en la estabilidad y eliminaran, cuando antes, las naciones que quisieran perturbar esa estabilidad.
La Guerra Fría se basó en los mismos principios. Una vez que se aceptó el hecho de que los soviéticos constituían un factor desestabilizador, los Estados Unidos se concentraron en crear un sistema de alianzas para contenerlos. Los estadounidenses vieron en la rápida creación de una alianza contra la Unión Soviética los cimientos de una política exterior exitosa; sin esta alianza, los soviéticos saldrían victoriosos. Dejando a un lado la retórica, esto tiene mucho sentido.
La Unión Soviética emergió de la Segunda Guerra Mundial como la principal potencia terrestre en Eurasia. Los Estados Unidos, por tamaño y geografía, no podían, unilateralmente, contener a los soviéticos. En el mejor de los casos, podían embarcarse en una catastrófica guerra nuclear con ellos, Con el objeto de tener una opción convencional efectiva, los Estados Unidos tenían que contar con aliados en las periferias de la Unión Soviética. El sistema de alianzas tenía un excelente sentido geopolítico.
La Alianza como estabilidad
Pero los Estados Unidos emergieron de todo esto con una obsesión por los sistemas de alianza, independientemente de su objetivo. La coalición de la Segunda Guerra Mundial tenía un objetivo claro: la derrota de las potencias del eje. La coalición de la Guerra Fría tenía también un propósito claro: la derrota de la Unión Soviética. Sin embargo, lo que surgió en la década de los 1990s fue la idea de alianzas con un fin en sí mismas. La idea básica era que el sistema de alianzas que los Estados Unidos presidieron durante la Guerra Fría seguiría existiendo –no con la finalidad de oponerse a los soviéticos, sino de mantener la estabilidad mundial.
Se presumía que el único desafío que este sistema enfrentaría, sería la existencia de potencias abusivas –de las cuales se ocuparía la comunidad internacional (un término que extendió su significado para poder incluir a Rusia y a China) que compartía el interés común por la estabilidad. En lugar de oponerse a un enemigo, el objetivo era positivo: mantener la estabilidad. Si el objetivo era la estabilidad, y si todos compartían ese objetivo, el sólo hecho de tener una coalición se convertía, entonces, en la solución, en lugar del medio para lograr la solución. El fundamento central del cual partía este enfoque era que todos los países con cierto peso compartían ahora un interés común –la estabilidad– y que las únicas potencias desestabilizadoras serían los estados abusivos, contra los cuales la comunidad internacional uniría sus fuerzas.
Tormenta del Desierto fue el modelo: una gran coalición reconquistó Kuwait, donde hasta quienes no participaron en la guerra dieron, al menos, su aprobación tácita.
Este principio se mantuvo hasta Kosovo. Por eso, la política de Bush en Iraq se convirtió en un campo de batalla para aquellos que sostenían que mantener el sistema de alianzas era un principio que debía prevalecer sobre la búsqueda de los intereses nacionales. Dejando de lado la importante cuestión de si la invasión de Iraq tenía sentido desde el punto de vista estadounidense, un argumento fue que todo lo que aleje la coalición –independientemente de que sea una buena o mala idea– es extremadamente peligroso porque este alejamiento debilita la estabilidad internacional.
Más aún, debilita los fundamentos de lo que ha sido la política exterior de los Estados Unidos desde 1941 –una política exterior que fue exitosa. Corea del Norte y el multilateralismoLa historia, por supuesto, es la encargada de proporcionar el contraargumento. Las alianzas exitosas se conciertan con el fin de enfrentar las amenazas. Las alianzas que se conciertan en función de principios como la estabilidad, están condenadas al fracaso, por varias razones.
En primer lugar, desde siempre, el status quo resulta atractivo a algunas potencias pero no a otras. La estabilidad es otra forma de argumentar que el orden internacional debería mantenerse tal cual está, ignorando el hecho de que algunas potencias quedan, por lo tanto, en una posición de gran desventaja. Además de cualquier argumento moral, el razonamiento que sigue es que, con el compromiso universal de la estabilidad, las potencias subordinadas aceptarán sus posiciones de manera permanente, o que los países líderes renunciarán a sus posiciones calladamente, sin desestabilizar el sistema, Así, la idea de mantener alianzas con el fin de preservar la estabilidad se apoya en un presupuesto poco probable: que la estabilidad responde al interés universal de la comunidad internacional. Y esto nos lleva a Corea del Norte.
El enfoque de los Estados Unidos con respecto a Corea del Norte –y esto incluye el enfoque de la administración Bush– ha sido, en forma sistemática, diametralmente opuesto al método empleado en Iraq. Corea del Norte es el clásico ejemplo de multilateralismo a la búsqueda de la estabilidad como un fin en sí misma. Los Estados Unidos no quieren que Corea del Norte tenga acceso a armas nucleares porque esto desestabilizaría el sistema internacional. Sin embargo, cualquiera sea su retórica, Washington no ha tomado medidas para tratar de desestabilizar a Corea del Norte, sino que se ha concentrado, en cambio, en modificar su comportamiento mediante un enfoque multilateral.
En Corea del Norte, entonces, los Estados Unidos han seguido escrupulosamente la política exterior tradicional de los Estados Unidos, Primero, Washington ha aceptado, en forma sistemática, la idea de que tiene la responsabilidad primaria de ocuparse de Corea del Norte, aun cuando haya potencias regionales que están en posición de hacerlo.
Los Estados Unidos han seguido el principio de que, como líderes del mundo, tienen obligaciones y derechos que les son exclusivos en su trato con las potencias desestabilizadoras. Segundo, los Estados Unidos han utilizado su posición no para llevar adelante un accionar unilateral, sino un accionar multilateral.
Washington se ha visto presionada por Corea del Norte a entablar conversaciones y ha sido criticada por otros países por negarse a hacerlo directamente con Pyongyang. En lugar de esto, los Estados Unidos han insistido en el principio de la autoridad y responsabilidad compartidas, y ha trabajado dentro del marco de las potencias regionales que tienen intereses en Corea del Norte: Corea del Sur, China, Rusia y Japón. Finalmente, han dejado en claro que no emprenderán acciones militares unilaterales contra Corea del Norte.
Sin embargo el enfoque multilateral tanto de la administración Clinton como de la de Bush ha fracasado, si consideramos que la detonación de un pequeño artefacto nuclear constituye un fracaso. Este es un hecho importante porque es totalmente opuesto al caso de Iraq, donde se ha argumentado que el fracaso es el resultado del enfoque unilateral de la administración Bush. En un caso, terminamos atrapados en una guerra inmanejable; en el otro, con la posibilidad de una amenaza nuclear en toda la región.
Responsabilidad compartida e inacción
En el caso de Corea del Norte, el razonamiento impulsor fue que todas las potencias involucradas tenían el compromiso de la estabilidad regional, entendían los riesgos de la inacción y estaban preparadas para correr riesgos con el fin de mantener la estabilidad y el status quo. Pero eso no era verdad. Había ideas de estabilidad muy diferentes, y en competencia; la idea de la inacción parecía atractiva y la de asumir riesgos no. No hubo acción multilateral porque la coalición era una ilusión. Analicemos la lista:
• Corea del Sur:
Seúl no quiere que Pyongyang disponga de armas nucleares, pero tampoco quiere ni una mínima posibilidad de guerra con Corea del Norte –el corazón industrial de Corea del Sur está demasiado cerca de la frontera. Seúl tampoco quiere que caiga el régimen en Pyongyang; la idea de que el Sur tenga alguna responsabilidad en la reconstrucción de una Corea del Norte destruida no resulta atractiva. Los surcoreanos no querían que el norte contara con armas nucleares, pero no estaban preparados para actuar y detener a Pyongyang, o para desestabilizar el régimen.
• Japón:
Japón no quiere que Corea del Norte disponga de armas nucleares, pero no está preparada ni para tomar acción militar por su cuenta ni para endosar la acción militar de los Estados Unidos. Japón tendría que resolver cuestiones internas importantes relacionadas con la guerra antes de actuar en este sentido, y no tiene apuro en resolver esos problemas. Por otra parte, Tokio tiene poco interés en erigirse abiertamente en una amenaza por temor a que las dos Coreas, tradicionales enemigas de Japón, se unan (como un gigante industrial) en su contra. A los japoneses no les importa imponer sanciones, pero esperan que no den resultado.
• Rusia:
A Rusia le preocupa tanto la posibilidad de un ataque nuclear de Corea del Norte sobre su territorio como a los Estados Unidos un ataque francés. Es posible que los dos países no simpaticen, pero esto no va a suceder. Rusia aplastaría a Corea del Norte sin preocuparse de las secuelas. Pero al mismo tiempo, Moscú quiere que los Estados Unidos sigan complicándose.
Rusia tiene serias cuestiones pendientes con los Estados Unidos por su invasión de la esfera de influencia rusa en los territorios de la ex Unión Soviética. A Rusia le encanta ver que los Estados Unidos están atados en Iraq y luchando con Irán, y la hace feliz que los estadounidenses se muestren impotentes ante el problema de Corea del Norte.
Los rusos aceptarán algunas sanciones no demasiado significativas, para mantener las apariencias, pero no van a hacer que los estadounidenses se vean como los grandes estadistas.
• China:
China tiene problemas internos importantes, tanto económicos como políticos. Los chinos no desean hacer enojar a los Estados Unidos, pero no quieren que este país dependa de ellos para nada.
El ensayo nuclear de Corea del Norte le dio a China una oportunidad de aparentar ser enormemente útil sin hacer, en realidad, nada significativo, Dicho de otro modo, si China realmente quiso detener la explosión, resulta claro que no tiene influencia sobre Corea del Norte. Y si efectivamente tiene influencia –como lo sospechamos– se las arregló para jugar un complejo doble juego y aparecer oponiéndose a la explosión mientras aprovechaba su habilidad para “ayudar” a los Estados Unidos. China, lo mismo que Rusia, no tiene interés en sanciones serias. Aquí la cuestión no pasa por la letra chica de la política exterior de estas naciones, sino por el hecho de que ninguna tiene un interés global en “hacer algo” sobre Corea del Norte. Cada uno de estos estados tiene problemas internos y externos que, en su opinión, son más prioritarios que la capacidad nuclear de Corea del Norte.
Ninguno de ellos está en busca de la estabilidad, en el sentido de estar preparado para subordinar los intereses nacionales a la estabilización de la región. El resultado es que el proceso diplomático ha fallado.
Multilateralismo: promesa y limitaciones En este caso, el multilateralismo fue el problema.
Al formar una coalición de naciones de naturaleza e intereses tan diversos, los Estados Unidos se garantizaron la parálisis. No había compromiso por ningún principio global, y los intereses particulares de las naciones evitaron la acción decisiva tanto antes como después del ensayo nuclear. El multilateralismo brindó una ilusión de acción efectiva en una situación donde la intención era no actuar –incluida la inacción por parte de los Estados Unidos. Nadie hizo nada porque nadie quería hacer nada, y esto se encubrió con la actividad –innecesaria– de la diplomacia multilateral. No estamos diciendo que la acción multilateral es inútil.
Por el contrario, fue el fundamento del éxito de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría. Cuando está presente un claro y abrumador interés o temor, la acción multilateral es esencial. Pero invocar el multilateralismo como una solución por sí solo es no captar que debe haber en juego algo mucho más apremiante que la abstracta noción de estabilidad. Ni el unilateralismo ni el multilateralismo son principios morales.
Cada uno de ellos es un medio de alcanzar el interés nacional. El desastre de los Estados Unidos en Iraq es menos el resultado de buscar fines unilaterales que el de una catastrófica conducción de la guerra. El surgimiento de Corea del Norte como una potencia nuclear no es el resultado de debilidades inherentes a un enfoque multilateral, sino de usar el multilateralismo como un sustituto del interés común. Si para algunos Iraq es un ejemplo contra el unilateralismo, Corea del Norte debería aportar serias cuestiones acerca de los límites del multilateralismo.
Rubén Weinsteiner
jueves, octubre 12, 2006
Giddens cree que los cambios pequeños son los mas importantes
Es el teórico social más importante de su generación. Anthony Giddens (Reino Unido, 1938) ha agitado el debate y la renovación de las ideas políticas. Ha escrito un capítulo de la historia como inventor de la ‘tercera vía’ –acercar la izquierda al centro–, que llevó a Tony Blair al poder
La cita es en un café, en una céntrica plaza de Londres. Hace un calor húmedo, y Anthony Giddens llega a la hora prevista, con un atuendo informal. Al ver al fotógrafo se sorprende, pero acepta posar sin objeciones. El café se llena para el lunch, y el murmullo de las conversaciones impide hablar con reposo. Giddens propone entonces continuar en su casa, a pocas manzanas de allí. En el camino posa nuevamente para el fotógrafo. Le saluda con familiaridad el conserje de un edificio cercano, y da su opinión sobre los mejores encuadres. Nada más entrar en casa de Giddens, un piano de media cola con partituras desordenadas encima; un poco más lejos, su escritorio, el desorden relativo de una jornada de trabajo momentáneamente interrumpida.
Usted pasa por ser uno de los intelectuales más escuchados por el poder.
Creo en el papel público del intelectual, aunque genere ciertas ambigüedades. Los académicos te consideran un político, alguien que renuncia a los ideales de su medio, y los políticos, un académico. En cualquier caso, vale la pena. Nunca he lamentado esta ambivalencia.
Recuerda la idea de compromiso.
No se trata de algo muy elaborado. En realidad, sólo pretendo mantener esa ambigüedad, esa ambivalencia. No ser una cosa ni la otra, sino colocar un pie en cada campo. Desde luego, no veo el papel del intelectual en los términos de Sartre. No pienso que se deba perseguir una transformación completa del mundo o de la sociedad. Es preferible limitarse a una pequeña porción. Por lo que a mí respecta, intento conseguir un impacto práctico, aunque manteniendo la independencia y la distancia.
¿Sobrevivirá la ‘tercera vía’ a Tony Blair?
Quizá la expresión tercera vía haya generado cierta confusión, porque permite asociarla a una política particular o a un Gobierno determinado. Pero la tercera vía es para mí algo más amplio: es un intento constante de llevar la izquierda hacia el centro, adaptándola a los cambios que vive el mundo. Cambios provocados por la globalización, y que están conduciendo a una economía más basada en los servicios, a un nuevo individualismo.
Se trataría de una actitud, más que de un sistema.
Es una manera de consolidar ciertos valores políticos en un mundo en el que han cambiado muchas cosas. El marxismo era el núcleo de las doctrinas políticas que se situaban entre el centro y la izquierda, pero el marxismo desapareció a partir de 1989. Lo mismo puede decirse del keynesianismo, que era la versión liberal y democrática del marxismo. Se puede ser un conservador de izquierdas si se rechazan los cambios y se opta por mantener las antiguas creencias. Pero eso ya no funciona, y de ahí que haya que apostar por las innovaciones radicales.
¿Cuál es la relación de la ‘tercera vía’ con el liberalismo?
Trato de no usar el término liberalismo porque significa cosas distintas. En Estados Unidos se entiende por liberalismo lo que nosotros llamamos socialismo. En el Reino Unido, liberalismo significa libertad individual. En España o en Francia tiende a significar libre mercado. Habría otra acepción, que es la que prefiero. Existen áreas en las que debe funcionar el libre mercado, con relaciones de competencia. Por otra parte, deben establecerse políticas democráticas eficaces. La cuestión es fijar los límites. Por ejemplo, ¿cuánta organización comercial se puede introducir en las escuelas o cuánto del sector privado puede operar en la sanidad? Hay que experimentar con estas aproximaciones para ver lo que funciona mejor. Los partidarios de un izquierdismo tradicional aseguran defender los servicios públicos, pero a menudo confunden servicio público con servicio estatal. Con frecuencia, el Estado es ineficaz, está dominado por la burocracia.
¿Cuál es el papel del Estado, entonces?
Debe concentrarse en áreas en las que no conviene que el mercado se introduzca demasiado, y esto incluye una parte importante de la educación, de la sanidad, de las infraestructuras. Pero no tendría sentido tampoco que un monopolio público se sustituyese por un monopolio privado, o al contrario.
Pero eso acabaría afectando, tal vez, al Estado mismo.
En efecto, habría que reformarlo. Los ciudadanos deben tener una mayor responsabilidad al recurrir a sus servicios, no limitarse a la condición de usuarios pasivos. En la sanidad, por ejemplo, es necesario ofrecer la posibilidad de elegir. Y lo mismo en la educación. Se precisa una reforma del Estado, no la simple continuidad.
Si no le he entendido mal, desligar el Estado y la idea de interés público.
El Estado no siempre representa el interés público. Puede verlo en los supermercados, si se me permite la comparación. Todo el mundo debe tener acceso a la comida. Pero nadie, que yo sepa, pretende que el Estado se lo garantice. Los supermercados lo hacen bien y con eficacia, dentro de unas normas sanitarias. El Estado se limita a establecer esas normas.
¿Y por lo que respecta a la seguridad?
La izquierda no puede dejar este asunto en manos de la derecha. Tiene que ofrecer respuestas adecuadas para hacer frente a la delincuencia; reconocer que la delincuencia es un asunto que preocupa a los ciudadanos, sobre todo donde el desempleo es elevado. Y tienen que ser respuestas para aquí y ahora, no limitarse a pronosticar que la delincuencia se resolverá cuando la sociedad sea más igualitaria.
Aparte de la delincuencia, la seguridad debe hacer frente al terrorismo.
No podemos conformarnos con la idea de que estamos familiarizados con el terrorismo, porque el nuevo terrorismo es más peligroso. Es preciso encararlo, y en la mayoría de los países europeos se ha rechazado hacerlo. En Holanda, por ejemplo, los socialdemócratas lo descubrieron demasiado tarde, y la situación llegó a ser muy difícil. Jospin cayó ante Le Pen porque prefirió ignorar el debate. Lo mismo ocurrió en Dinamarca, y avanzó el populismo.
¿Y en el Reino Unido?
Hay que reconocerle al Gobierno de Tony Blair que consideró la seguridad como una de sus principales preocupaciones, tratando de encontrar soluciones eficaces. Hay quien piensa que fue una traición a las esencias. Pero esa actitud es peor. La izquierda está obligada a ofrecer respuestas para asuntos que, como la seguridad, pertenecían tradicionalmente a la derecha.
Pero después de los atentados de Londres, muchos consideraron que el sistema multicultural británico había fracasado.
En mi opinión, es absolutamente falso. Lo que sucede es que no se entiende lo que es el multiculturalismo. No se trata, simplemente, de yuxtaponer comunidades distintas. Canadá ha sido uno de los países que más han elaborado sobre la cuestión. Y en Canadá, el multiculturalismo se concibe como un diálogo entre culturas, y eso significa reconocer normas y valores que están por encima de cada grupo y que se comparten. Ésta es la idea del multiculturalismo con la que coincido: culturas diferentes, pero en un marco de compromiso, compuesto por normas, valores, ideales democráticos… Desde esta perspectiva, pienso que el Reino Unido es la sociedad multicultural más exitosa de Europa.
Entonces, ¿cuál podría ser la explicación de los atentados?
Hay que distinguir los problemas del multiculturalismo del terrorismo. El terrorismo de hoy es un terrorismo internacional. Los jóvenes que adoptan las posiciones del islam radical no lo hacen como expresión de desagrado con la sociedad en la que viven. No creo que sea una simple extensión de las dificultades étnicas. En Francia, en Holanda… existen divisiones étnicas mucho más profundas y no han padecido atentados como los de Londres.
La idea de multiculturalismo que usted defiende parece próxima a lo que en Francia se considera el ideal republicano.
Hay una diferencia. Multiculturalismo significa dos cosas. Integración en un marco más amplio, pero, también, aceptación de las diferencias culturales. Eso no es lo que el multiculturalismo significa en Francia, un mero compromiso formal con una igualdad genérica dentro del Estado, aunque sin ninguna atención real a los mecanismos para conectar las diversas comunidades.
¿Qué ha cambiado después de los atentados de Nueva York, Madrid o Londres?
Hay que distinguir entre el viejo terrorismo y el nuevo. El viejo terrorismo tenía que ver, por lo general, con las aspiraciones nacionales dentro de Estados ya establecidos. El terrorismo nuevo es un producto de la globalización, es una red que se extiende por varios países, y que tiene ambiciones geopolíticas, más que simples ambiciones nacionales. Usa los medios de comunicación y está dispuesto a provocar mayores daños que las formas tradicionales de terrorismo. Si se analizan los atentados del 11 de septiembre de 2001, se observa que los terroristas atacaron símbolos del poder económico, militar y político en Estados Unidos. Quizá lo más preocupante es que algún día puedan tener acceso a otro tipo de armas. Porque en los atentados del 11-S no emplearon armas, sino aviones.
¿Cree que los terroristas pueden tener acceso a esas otras armas?
Por supuesto que pueden. Lo que los norteamericanos hicieron en Afganistán fue destruir el núcleo central de Al Qaeda. El coste ha sido, sin duda, que Al Qaeda es ahora una red que se extiende por diversos países, sin una estructura central. Pero en Afganistán tenía planes para utilizar materiales nucleares en ataques terroristas. En cualquier caso, la posibilidad del terrorismo nuclear no es en estos momentos la principal preocupación.
La impresión que se tiene es que en el Reino Unido se han restringido libertades como reacción al terrorismo.
Se produce una paradoja cuando un Gobierno debe manejar los riesgos de atentado. Cuanto más se dan a conocer esos riesgos, más posibilidades hay de prevenir los atentados; pero cuantos más atentados se previenen, más se preguntan los ciudadanos: ¿por qué nos asustan si, como se ve, no pasa nada? No hay que minusvalorar el nuevo terrorismo. En algunos países puede que la posibilidad de atentado sea pequeña, pero las consecuencias de un error de apreciación serían catastróficas. Ocurre lo mismo, por ejemplo, con la gripe aviar y también con otros riesgos presentes en la sociedad globalizada.
Nos enfrentamos, pues, a efectos indeseados de la globalización.
Muchos de los problemas que vivimos hoy proceden del mundo bipolar, no de la globalización. Problemas en África, problemas en Oriente Próximo, problemas en Afganistán. Se trataba de áreas en las que las superpotencias resolvían sus propios conflictos y apoyaban a unos grupos o a otros. Después de 1989, el caso de Afganistán es muy obvio.
¿Los atentados son terrorismo o actos de guerra?
Se trata de un debate que tuvo lugar en muchos países, y que luego ha continuado referido a la expresión “guerra contra el terrorismo”. Algunos líderes se han valido de la indefinición que encierra para aplicarla a sus propios objetivos, como Vladímir Putin en Chechenia o los israelíes en su guerra con los palestinos. Es una expresión que provoca consecuencias indeseables, y, por tanto, la veo con muchas reservas. Pero, al mismo tiempo, hay un aspecto militar en el nuevo terrorismo. Porque no creo que el nuevo terrorismo se limite a los grupos yihadistas. Puede también ejercerse por parte de organizaciones de extrema derecha, como ocurrió en Oklahoma.
¿Por qué apoyó Tony Blair la “guerra contra el terrorismo” de Bush?
Pese a todo, Tony Blair mantiene posiciones diferentes de las de Bush en materia internacional. Él cree en las intervenciones por razones humanitarias, pero en un marco multilateral más sistemático del que la Administración de Bush ha aceptado. En Kosovo, Blair tuvo éxito a la hora de convencer al presidente Clinton de que los bombardeos aéreos no eran suficientes y había que emplear tropas terrestres.
Luego vino Afganistán.
También aquí apoyó a los norteamericanos. Hacer algo en Afganistán era crucial en aquellos momentos, porque se había convertido en una base territorial para el nuevo terrorismo.
Y de Afganistán a Irak. ¿Por qué este paso?
Blair estaba empeñado en dos cosas que no llegaron a materializarse: una segunda resolución de Naciones Unidas y la idea de que Bush se valdría de la guerra de Irak para impulsar una solución al conflicto entre israelíes y palestinos. Cuando la segunda resolución no llegó, Blair se enfrentó con la decisión de abandonar o no a Bush. El argumento que más debió de pesar en su ánimo fue que, si los abandonaba entonces, ya nadie podría contenerlos. Por otra parte, existían numerosas razones por las que Sadam representaba una amenaza para la región y para todo el mundo. Sin intervención no había una solución fácil. Y Tony Blair asumió el riesgo. Los problemas comenzaron después de la invasión, porque los norteamericanos optaron por construir en Irak una especie de Estado clientelar en lugar de facilitar una transición pacífica.
Pero Tony Blair ha vuelto a alinearse con Estados Unidos en la reciente crisis de Líbano.
No me gustó su posición. En cualquier caso, Blair creía que no tenía sentido un simple alto el fuego, que lo importante era alcanzar una solución duradera. Soy un firme partidario de Blair, pero pienso que no debía haberse mantenido tan cerca de Bush en todas estas decisiones internacionales. La Administración de Bush es derechista y unilateralista. No es lo que requiere una situación como la que vivimos.
Esto es lo que dice David Cameron.
Todavía soy partidario del laborismo, y una vez que Tony Blair sea reemplazado, espero que se introduzcan algunos cambios en la política exterior.
Decía usted que Blair pensaba que la guerra de Irak podía haber contribuido, en último extremo, a resolver el conflicto entre israelíes y palestinos. ¿Se ha avanzado algo?
No veo razones para el optimismo. No da la impresión de que la solución de los dos Estados esté hoy más cerca que hace 15 años. No parece que las partes vayan a llegar a un acuerdo. Ni tampoco creo que los norteamericanos puedan hacer que surja por arte de magia.
¿Tienen la voluntad?
Han asumido la solución basada en dos Estados, pero se trata de que las partes la acepten.
Y entre tanto, se ha cruzado la crisis nuclear con Irán.
Los norteamericanos consideran que la estrategia de los europeos consiste en decirle a los iraníes: les advertimos que paren; si continúan, se les advierte otra vez. Los iraníes están acostumbrados a este juego. Una intervención no es posible, y los iraníes parecen determinados a obtener capacidad nuclear. Tuve ocasión de asistir a una reunión con Putin, y su mensaje era claro: hay un largo camino que recorrer antes de que Rusia apoye las sanciones contra Irán. Los chinos están en una posición semejante, dependen del petróleo iraní. En estas circunstancias, hay que estar preparados para que los iraníes logren sus propósitos.
¿Y después?
Todo el mundo debería estar preocupado con que Irán llegue a tener armas nucleares. No por la naturaleza del régimen, sino por el hecho de que eso puede desencadenar una proliferación sin precedentes. Los países que disponen del arma nuclear están atrapados en una contradicción. ¿Con qué autoridad pueden decir a otros que no la tengan?
En cualquier caso, es una de las pocas políticas en las que Europa está teniendo un cierto protagonismo, pese a las reticencias de Estados Unidos y del propio Blair. ¿Cuál es su posición sobre el proyecto europeo?
El año 1989 supuso un cambio esencial en Europa; un cambio acerca de lo que Europa es o no es, que obligaba a redefinir la frontera con el Este. La cuestión de la identidad tenía que ser revisada en este contexto. Tony Blair no consiguió colocar al Reino Unido en la posición europea central que él quería. En parte, por la resistencia a entrar en el euro; en parte, porque se encontró con dificultades para hacer política con Chirac, y en parte también, porque el Reino Unido sigue siendo un país euroescéptico. El liderazgo de Tony Blair no ha conseguido cambiar, en cualquier caso, la posición de los británicos hacia Europa. Nunca habló, por ejemplo, de una Europa política, porque aquí se ve como un proyecto económico, un simple mercado. Creo que debería haberlo hecho. Pero estas indefiniciones continuarán.
¿Qué habría que hacer con la Constitución Europea?
No veo otra salida que elaborar un texto más breve que recoja la parte sustancial del proyecto.
¿Se reconoce usted en las últimas políticas de Tony Blair?
Nunca he sido consejero de Tony Blair en sentido formal. Mi trabajo en la London School of Economics era un trabajo a tiempo completo. Lo único que podía hacer era ofrecer un marco conceptual que pudiese ayudar.
¿Qué siente ante el hecho de que Tony Blair abandone el poder con un grado tan alto de contestación entre sus propias filas?
Preferiría que tuviera otra salida más adecuada y más digna. Ha sido un político excepcional en muchos aspectos. Tony Blair, se piense lo que se piense de sus medidas internas o de su política exterior, es una figura de impacto global. No hay muchos políticos de los que se pueda decir lo mismo. Tony Blair es uno de los dirigentes capitales de finales del siglo XX. Creo que se merece una despedida política que permita reconocer el valor de su trabajo. Confío en que la tendrá.
2002: Premio de Ciencias Sociales
Renovación de las ideas políticas. El jurado del Premio Príncipe de Asturias reconoció en el sociólogo británico Anthony Giddens la “continuada contribución al conocimiento y desarrollo de la estructura de las sociedades avanzadas, de las consecuencias de la modernidad y del papel de las clases y de las élites en la sociedad del bienestar”.
Usted pasa por ser uno de los intelectuales más escuchados por el poder.
Creo en el papel público del intelectual, aunque genere ciertas ambigüedades. Los académicos te consideran un político, alguien que renuncia a los ideales de su medio, y los políticos, un académico. En cualquier caso, vale la pena. Nunca he lamentado esta ambivalencia.
Recuerda la idea de compromiso.
No se trata de algo muy elaborado. En realidad, sólo pretendo mantener esa ambigüedad, esa ambivalencia. No ser una cosa ni la otra, sino colocar un pie en cada campo. Desde luego, no veo el papel del intelectual en los términos de Sartre. No pienso que se deba perseguir una transformación completa del mundo o de la sociedad. Es preferible limitarse a una pequeña porción. Por lo que a mí respecta, intento conseguir un impacto práctico, aunque manteniendo la independencia y la distancia.
¿Sobrevivirá la ‘tercera vía’ a Tony Blair?
Quizá la expresión tercera vía haya generado cierta confusión, porque permite asociarla a una política particular o a un Gobierno determinado. Pero la tercera vía es para mí algo más amplio: es un intento constante de llevar la izquierda hacia el centro, adaptándola a los cambios que vive el mundo. Cambios provocados por la globalización, y que están conduciendo a una economía más basada en los servicios, a un nuevo individualismo.
Se trataría de una actitud, más que de un sistema.
Es una manera de consolidar ciertos valores políticos en un mundo en el que han cambiado muchas cosas. El marxismo era el núcleo de las doctrinas políticas que se situaban entre el centro y la izquierda, pero el marxismo desapareció a partir de 1989. Lo mismo puede decirse del keynesianismo, que era la versión liberal y democrática del marxismo. Se puede ser un conservador de izquierdas si se rechazan los cambios y se opta por mantener las antiguas creencias. Pero eso ya no funciona, y de ahí que haya que apostar por las innovaciones radicales.
¿Cuál es la relación de la ‘tercera vía’ con el liberalismo?
Trato de no usar el término liberalismo porque significa cosas distintas. En Estados Unidos se entiende por liberalismo lo que nosotros llamamos socialismo. En el Reino Unido, liberalismo significa libertad individual. En España o en Francia tiende a significar libre mercado. Habría otra acepción, que es la que prefiero. Existen áreas en las que debe funcionar el libre mercado, con relaciones de competencia. Por otra parte, deben establecerse políticas democráticas eficaces. La cuestión es fijar los límites. Por ejemplo, ¿cuánta organización comercial se puede introducir en las escuelas o cuánto del sector privado puede operar en la sanidad? Hay que experimentar con estas aproximaciones para ver lo que funciona mejor. Los partidarios de un izquierdismo tradicional aseguran defender los servicios públicos, pero a menudo confunden servicio público con servicio estatal. Con frecuencia, el Estado es ineficaz, está dominado por la burocracia.
¿Cuál es el papel del Estado, entonces?
Debe concentrarse en áreas en las que no conviene que el mercado se introduzca demasiado, y esto incluye una parte importante de la educación, de la sanidad, de las infraestructuras. Pero no tendría sentido tampoco que un monopolio público se sustituyese por un monopolio privado, o al contrario.
Pero eso acabaría afectando, tal vez, al Estado mismo.
En efecto, habría que reformarlo. Los ciudadanos deben tener una mayor responsabilidad al recurrir a sus servicios, no limitarse a la condición de usuarios pasivos. En la sanidad, por ejemplo, es necesario ofrecer la posibilidad de elegir. Y lo mismo en la educación. Se precisa una reforma del Estado, no la simple continuidad.
Si no le he entendido mal, desligar el Estado y la idea de interés público.
El Estado no siempre representa el interés público. Puede verlo en los supermercados, si se me permite la comparación. Todo el mundo debe tener acceso a la comida. Pero nadie, que yo sepa, pretende que el Estado se lo garantice. Los supermercados lo hacen bien y con eficacia, dentro de unas normas sanitarias. El Estado se limita a establecer esas normas.
¿Y por lo que respecta a la seguridad?
La izquierda no puede dejar este asunto en manos de la derecha. Tiene que ofrecer respuestas adecuadas para hacer frente a la delincuencia; reconocer que la delincuencia es un asunto que preocupa a los ciudadanos, sobre todo donde el desempleo es elevado. Y tienen que ser respuestas para aquí y ahora, no limitarse a pronosticar que la delincuencia se resolverá cuando la sociedad sea más igualitaria.
Aparte de la delincuencia, la seguridad debe hacer frente al terrorismo.
No podemos conformarnos con la idea de que estamos familiarizados con el terrorismo, porque el nuevo terrorismo es más peligroso. Es preciso encararlo, y en la mayoría de los países europeos se ha rechazado hacerlo. En Holanda, por ejemplo, los socialdemócratas lo descubrieron demasiado tarde, y la situación llegó a ser muy difícil. Jospin cayó ante Le Pen porque prefirió ignorar el debate. Lo mismo ocurrió en Dinamarca, y avanzó el populismo.
¿Y en el Reino Unido?
Hay que reconocerle al Gobierno de Tony Blair que consideró la seguridad como una de sus principales preocupaciones, tratando de encontrar soluciones eficaces. Hay quien piensa que fue una traición a las esencias. Pero esa actitud es peor. La izquierda está obligada a ofrecer respuestas para asuntos que, como la seguridad, pertenecían tradicionalmente a la derecha.
Pero después de los atentados de Londres, muchos consideraron que el sistema multicultural británico había fracasado.
En mi opinión, es absolutamente falso. Lo que sucede es que no se entiende lo que es el multiculturalismo. No se trata, simplemente, de yuxtaponer comunidades distintas. Canadá ha sido uno de los países que más han elaborado sobre la cuestión. Y en Canadá, el multiculturalismo se concibe como un diálogo entre culturas, y eso significa reconocer normas y valores que están por encima de cada grupo y que se comparten. Ésta es la idea del multiculturalismo con la que coincido: culturas diferentes, pero en un marco de compromiso, compuesto por normas, valores, ideales democráticos… Desde esta perspectiva, pienso que el Reino Unido es la sociedad multicultural más exitosa de Europa.
Entonces, ¿cuál podría ser la explicación de los atentados?
Hay que distinguir los problemas del multiculturalismo del terrorismo. El terrorismo de hoy es un terrorismo internacional. Los jóvenes que adoptan las posiciones del islam radical no lo hacen como expresión de desagrado con la sociedad en la que viven. No creo que sea una simple extensión de las dificultades étnicas. En Francia, en Holanda… existen divisiones étnicas mucho más profundas y no han padecido atentados como los de Londres.
La idea de multiculturalismo que usted defiende parece próxima a lo que en Francia se considera el ideal republicano.
Hay una diferencia. Multiculturalismo significa dos cosas. Integración en un marco más amplio, pero, también, aceptación de las diferencias culturales. Eso no es lo que el multiculturalismo significa en Francia, un mero compromiso formal con una igualdad genérica dentro del Estado, aunque sin ninguna atención real a los mecanismos para conectar las diversas comunidades.
¿Qué ha cambiado después de los atentados de Nueva York, Madrid o Londres?
Hay que distinguir entre el viejo terrorismo y el nuevo. El viejo terrorismo tenía que ver, por lo general, con las aspiraciones nacionales dentro de Estados ya establecidos. El terrorismo nuevo es un producto de la globalización, es una red que se extiende por varios países, y que tiene ambiciones geopolíticas, más que simples ambiciones nacionales. Usa los medios de comunicación y está dispuesto a provocar mayores daños que las formas tradicionales de terrorismo. Si se analizan los atentados del 11 de septiembre de 2001, se observa que los terroristas atacaron símbolos del poder económico, militar y político en Estados Unidos. Quizá lo más preocupante es que algún día puedan tener acceso a otro tipo de armas. Porque en los atentados del 11-S no emplearon armas, sino aviones.
¿Cree que los terroristas pueden tener acceso a esas otras armas?
Por supuesto que pueden. Lo que los norteamericanos hicieron en Afganistán fue destruir el núcleo central de Al Qaeda. El coste ha sido, sin duda, que Al Qaeda es ahora una red que se extiende por diversos países, sin una estructura central. Pero en Afganistán tenía planes para utilizar materiales nucleares en ataques terroristas. En cualquier caso, la posibilidad del terrorismo nuclear no es en estos momentos la principal preocupación.
La impresión que se tiene es que en el Reino Unido se han restringido libertades como reacción al terrorismo.
Se produce una paradoja cuando un Gobierno debe manejar los riesgos de atentado. Cuanto más se dan a conocer esos riesgos, más posibilidades hay de prevenir los atentados; pero cuantos más atentados se previenen, más se preguntan los ciudadanos: ¿por qué nos asustan si, como se ve, no pasa nada? No hay que minusvalorar el nuevo terrorismo. En algunos países puede que la posibilidad de atentado sea pequeña, pero las consecuencias de un error de apreciación serían catastróficas. Ocurre lo mismo, por ejemplo, con la gripe aviar y también con otros riesgos presentes en la sociedad globalizada.
Nos enfrentamos, pues, a efectos indeseados de la globalización.
Muchos de los problemas que vivimos hoy proceden del mundo bipolar, no de la globalización. Problemas en África, problemas en Oriente Próximo, problemas en Afganistán. Se trataba de áreas en las que las superpotencias resolvían sus propios conflictos y apoyaban a unos grupos o a otros. Después de 1989, el caso de Afganistán es muy obvio.
¿Los atentados son terrorismo o actos de guerra?
Se trata de un debate que tuvo lugar en muchos países, y que luego ha continuado referido a la expresión “guerra contra el terrorismo”. Algunos líderes se han valido de la indefinición que encierra para aplicarla a sus propios objetivos, como Vladímir Putin en Chechenia o los israelíes en su guerra con los palestinos. Es una expresión que provoca consecuencias indeseables, y, por tanto, la veo con muchas reservas. Pero, al mismo tiempo, hay un aspecto militar en el nuevo terrorismo. Porque no creo que el nuevo terrorismo se limite a los grupos yihadistas. Puede también ejercerse por parte de organizaciones de extrema derecha, como ocurrió en Oklahoma.
¿Por qué apoyó Tony Blair la “guerra contra el terrorismo” de Bush?
Pese a todo, Tony Blair mantiene posiciones diferentes de las de Bush en materia internacional. Él cree en las intervenciones por razones humanitarias, pero en un marco multilateral más sistemático del que la Administración de Bush ha aceptado. En Kosovo, Blair tuvo éxito a la hora de convencer al presidente Clinton de que los bombardeos aéreos no eran suficientes y había que emplear tropas terrestres.
Luego vino Afganistán.
También aquí apoyó a los norteamericanos. Hacer algo en Afganistán era crucial en aquellos momentos, porque se había convertido en una base territorial para el nuevo terrorismo.
Y de Afganistán a Irak. ¿Por qué este paso?
Blair estaba empeñado en dos cosas que no llegaron a materializarse: una segunda resolución de Naciones Unidas y la idea de que Bush se valdría de la guerra de Irak para impulsar una solución al conflicto entre israelíes y palestinos. Cuando la segunda resolución no llegó, Blair se enfrentó con la decisión de abandonar o no a Bush. El argumento que más debió de pesar en su ánimo fue que, si los abandonaba entonces, ya nadie podría contenerlos. Por otra parte, existían numerosas razones por las que Sadam representaba una amenaza para la región y para todo el mundo. Sin intervención no había una solución fácil. Y Tony Blair asumió el riesgo. Los problemas comenzaron después de la invasión, porque los norteamericanos optaron por construir en Irak una especie de Estado clientelar en lugar de facilitar una transición pacífica.
Pero Tony Blair ha vuelto a alinearse con Estados Unidos en la reciente crisis de Líbano.
No me gustó su posición. En cualquier caso, Blair creía que no tenía sentido un simple alto el fuego, que lo importante era alcanzar una solución duradera. Soy un firme partidario de Blair, pero pienso que no debía haberse mantenido tan cerca de Bush en todas estas decisiones internacionales. La Administración de Bush es derechista y unilateralista. No es lo que requiere una situación como la que vivimos.
Esto es lo que dice David Cameron.
Todavía soy partidario del laborismo, y una vez que Tony Blair sea reemplazado, espero que se introduzcan algunos cambios en la política exterior.
Decía usted que Blair pensaba que la guerra de Irak podía haber contribuido, en último extremo, a resolver el conflicto entre israelíes y palestinos. ¿Se ha avanzado algo?
No veo razones para el optimismo. No da la impresión de que la solución de los dos Estados esté hoy más cerca que hace 15 años. No parece que las partes vayan a llegar a un acuerdo. Ni tampoco creo que los norteamericanos puedan hacer que surja por arte de magia.
¿Tienen la voluntad?
Han asumido la solución basada en dos Estados, pero se trata de que las partes la acepten.
Y entre tanto, se ha cruzado la crisis nuclear con Irán.
Los norteamericanos consideran que la estrategia de los europeos consiste en decirle a los iraníes: les advertimos que paren; si continúan, se les advierte otra vez. Los iraníes están acostumbrados a este juego. Una intervención no es posible, y los iraníes parecen determinados a obtener capacidad nuclear. Tuve ocasión de asistir a una reunión con Putin, y su mensaje era claro: hay un largo camino que recorrer antes de que Rusia apoye las sanciones contra Irán. Los chinos están en una posición semejante, dependen del petróleo iraní. En estas circunstancias, hay que estar preparados para que los iraníes logren sus propósitos.
¿Y después?
Todo el mundo debería estar preocupado con que Irán llegue a tener armas nucleares. No por la naturaleza del régimen, sino por el hecho de que eso puede desencadenar una proliferación sin precedentes. Los países que disponen del arma nuclear están atrapados en una contradicción. ¿Con qué autoridad pueden decir a otros que no la tengan?
En cualquier caso, es una de las pocas políticas en las que Europa está teniendo un cierto protagonismo, pese a las reticencias de Estados Unidos y del propio Blair. ¿Cuál es su posición sobre el proyecto europeo?
El año 1989 supuso un cambio esencial en Europa; un cambio acerca de lo que Europa es o no es, que obligaba a redefinir la frontera con el Este. La cuestión de la identidad tenía que ser revisada en este contexto. Tony Blair no consiguió colocar al Reino Unido en la posición europea central que él quería. En parte, por la resistencia a entrar en el euro; en parte, porque se encontró con dificultades para hacer política con Chirac, y en parte también, porque el Reino Unido sigue siendo un país euroescéptico. El liderazgo de Tony Blair no ha conseguido cambiar, en cualquier caso, la posición de los británicos hacia Europa. Nunca habló, por ejemplo, de una Europa política, porque aquí se ve como un proyecto económico, un simple mercado. Creo que debería haberlo hecho. Pero estas indefiniciones continuarán.
¿Qué habría que hacer con la Constitución Europea?
No veo otra salida que elaborar un texto más breve que recoja la parte sustancial del proyecto.
¿Se reconoce usted en las últimas políticas de Tony Blair?
Nunca he sido consejero de Tony Blair en sentido formal. Mi trabajo en la London School of Economics era un trabajo a tiempo completo. Lo único que podía hacer era ofrecer un marco conceptual que pudiese ayudar.
¿Qué siente ante el hecho de que Tony Blair abandone el poder con un grado tan alto de contestación entre sus propias filas?
Preferiría que tuviera otra salida más adecuada y más digna. Ha sido un político excepcional en muchos aspectos. Tony Blair, se piense lo que se piense de sus medidas internas o de su política exterior, es una figura de impacto global. No hay muchos políticos de los que se pueda decir lo mismo. Tony Blair es uno de los dirigentes capitales de finales del siglo XX. Creo que se merece una despedida política que permita reconocer el valor de su trabajo. Confío en que la tendrá.
2002: Premio de Ciencias Sociales
Renovación de las ideas políticas. El jurado del Premio Príncipe de Asturias reconoció en el sociólogo británico Anthony Giddens la “continuada contribución al conocimiento y desarrollo de la estructura de las sociedades avanzadas, de las consecuencias de la modernidad y del papel de las clases y de las élites en la sociedad del bienestar”.
Giddens cree que los cambios pequeños son los mas importantes
Es el teórico social más importante de su generación. Anthony Giddens (Reino Unido, 1938) ha agitado el debate y la renovación de las ideas políticas. Ha escrito un capítulo de la historia como inventor de la ‘tercera vía’ –acercar la izquierda al centro–, que llevó a Tony Blair al poder
La cita es en un café, en una céntrica plaza de Londres. Hace un calor húmedo, y Anthony Giddens llega a la hora prevista, con un atuendo informal. Al ver al fotógrafo se sorprende, pero acepta posar sin objeciones. El café se llena para el lunch, y el murmullo de las conversaciones impide hablar con reposo. Giddens propone entonces continuar en su casa, a pocas manzanas de allí. En el camino posa nuevamente para el fotógrafo. Le saluda con familiaridad el conserje de un edificio cercano, y da su opinión sobre los mejores encuadres. Nada más entrar en casa de Giddens, un piano de media cola con partituras desordenadas encima; un poco más lejos, su escritorio, el desorden relativo de una jornada de trabajo momentáneamente interrumpida.
Usted pasa por ser uno de los intelectuales más escuchados por el poder.
Creo en el papel público del intelectual, aunque genere ciertas ambigüedades. Los académicos te consideran un político, alguien que renuncia a los ideales de su medio, y los políticos, un académico. En cualquier caso, vale la pena. Nunca he lamentado esta ambivalencia.
Recuerda la idea de compromiso.
No se trata de algo muy elaborado. En realidad, sólo pretendo mantener esa ambigüedad, esa ambivalencia. No ser una cosa ni la otra, sino colocar un pie en cada campo. Desde luego, no veo el papel del intelectual en los términos de Sartre. No pienso que se deba perseguir una transformación completa del mundo o de la sociedad. Es preferible limitarse a una pequeña porción. Por lo que a mí respecta, intento conseguir un impacto práctico, aunque manteniendo la independencia y la distancia.
¿Sobrevivirá la ‘tercera vía’ a Tony Blair?
Quizá la expresión tercera vía haya generado cierta confusión, porque permite asociarla a una política particular o a un Gobierno determinado. Pero la tercera vía es para mí algo más amplio: es un intento constante de llevar la izquierda hacia el centro, adaptándola a los cambios que vive el mundo. Cambios provocados por la globalización, y que están conduciendo a una economía más basada en los servicios, a un nuevo individualismo.
Se trataría de una actitud, más que de un sistema.
Es una manera de consolidar ciertos valores políticos en un mundo en el que han cambiado muchas cosas. El marxismo era el núcleo de las doctrinas políticas que se situaban entre el centro y la izquierda, pero el marxismo desapareció a partir de 1989. Lo mismo puede decirse del keynesianismo, que era la versión liberal y democrática del marxismo. Se puede ser un conservador de izquierdas si se rechazan los cambios y se opta por mantener las antiguas creencias. Pero eso ya no funciona, y de ahí que haya que apostar por las innovaciones radicales.
¿Cuál es la relación de la ‘tercera vía’ con el liberalismo?
Trato de no usar el término liberalismo porque significa cosas distintas. En Estados Unidos se entiende por liberalismo lo que nosotros llamamos socialismo. En el Reino Unido, liberalismo significa libertad individual. En España o en Francia tiende a significar libre mercado. Habría otra acepción, que es la que prefiero. Existen áreas en las que debe funcionar el libre mercado, con relaciones de competencia. Por otra parte, deben establecerse políticas democráticas eficaces. La cuestión es fijar los límites. Por ejemplo, ¿cuánta organización comercial se puede introducir en las escuelas o cuánto del sector privado puede operar en la sanidad? Hay que experimentar con estas aproximaciones para ver lo que funciona mejor. Los partidarios de un izquierdismo tradicional aseguran defender los servicios públicos, pero a menudo confunden servicio público con servicio estatal. Con frecuencia, el Estado es ineficaz, está dominado por la burocracia.
¿Cuál es el papel del Estado, entonces?
Debe concentrarse en áreas en las que no conviene que el mercado se introduzca demasiado, y esto incluye una parte importante de la educación, de la sanidad, de las infraestructuras. Pero no tendría sentido tampoco que un monopolio público se sustituyese por un monopolio privado, o al contrario.
Pero eso acabaría afectando, tal vez, al Estado mismo.
En efecto, habría que reformarlo. Los ciudadanos deben tener una mayor responsabilidad al recurrir a sus servicios, no limitarse a la condición de usuarios pasivos. En la sanidad, por ejemplo, es necesario ofrecer la posibilidad de elegir. Y lo mismo en la educación. Se precisa una reforma del Estado, no la simple continuidad.
Si no le he entendido mal, desligar el Estado y la idea de interés público.
El Estado no siempre representa el interés público. Puede verlo en los supermercados, si se me permite la comparación. Todo el mundo debe tener acceso a la comida. Pero nadie, que yo sepa, pretende que el Estado se lo garantice. Los supermercados lo hacen bien y con eficacia, dentro de unas normas sanitarias. El Estado se limita a establecer esas normas.
¿Y por lo que respecta a la seguridad?
La izquierda no puede dejar este asunto en manos de la derecha. Tiene que ofrecer respuestas adecuadas para hacer frente a la delincuencia; reconocer que la delincuencia es un asunto que preocupa a los ciudadanos, sobre todo donde el desempleo es elevado. Y tienen que ser respuestas para aquí y ahora, no limitarse a pronosticar que la delincuencia se resolverá cuando la sociedad sea más igualitaria.
Aparte de la delincuencia, la seguridad debe hacer frente al terrorismo.
No podemos conformarnos con la idea de que estamos familiarizados con el terrorismo, porque el nuevo terrorismo es más peligroso. Es preciso encararlo, y en la mayoría de los países europeos se ha rechazado hacerlo. En Holanda, por ejemplo, los socialdemócratas lo descubrieron demasiado tarde, y la situación llegó a ser muy difícil. Jospin cayó ante Le Pen porque prefirió ignorar el debate. Lo mismo ocurrió en Dinamarca, y avanzó el populismo.
¿Y en el Reino Unido?
Hay que reconocerle al Gobierno de Tony Blair que consideró la seguridad como una de sus principales preocupaciones, tratando de encontrar soluciones eficaces. Hay quien piensa que fue una traición a las esencias. Pero esa actitud es peor. La izquierda está obligada a ofrecer respuestas para asuntos que, como la seguridad, pertenecían tradicionalmente a la derecha.
Pero después de los atentados de Londres, muchos consideraron que el sistema multicultural británico había fracasado.
En mi opinión, es absolutamente falso. Lo que sucede es que no se entiende lo que es el multiculturalismo. No se trata, simplemente, de yuxtaponer comunidades distintas. Canadá ha sido uno de los países que más han elaborado sobre la cuestión. Y en Canadá, el multiculturalismo se concibe como un diálogo entre culturas, y eso significa reconocer normas y valores que están por encima de cada grupo y que se comparten. Ésta es la idea del multiculturalismo con la que coincido: culturas diferentes, pero en un marco de compromiso, compuesto por normas, valores, ideales democráticos… Desde esta perspectiva, pienso que el Reino Unido es la sociedad multicultural más exitosa de Europa.
Entonces, ¿cuál podría ser la explicación de los atentados?
Hay que distinguir los problemas del multiculturalismo del terrorismo. El terrorismo de hoy es un terrorismo internacional. Los jóvenes que adoptan las posiciones del islam radical no lo hacen como expresión de desagrado con la sociedad en la que viven. No creo que sea una simple extensión de las dificultades étnicas. En Francia, en Holanda… existen divisiones étnicas mucho más profundas y no han padecido atentados como los de Londres.
La idea de multiculturalismo que usted defiende parece próxima a lo que en Francia se considera el ideal republicano.
Hay una diferencia. Multiculturalismo significa dos cosas. Integración en un marco más amplio, pero, también, aceptación de las diferencias culturales. Eso no es lo que el multiculturalismo significa en Francia, un mero compromiso formal con una igualdad genérica dentro del Estado, aunque sin ninguna atención real a los mecanismos para conectar las diversas comunidades.
¿Qué ha cambiado después de los atentados de Nueva York, Madrid o Londres?
Hay que distinguir entre el viejo terrorismo y el nuevo. El viejo terrorismo tenía que ver, por lo general, con las aspiraciones nacionales dentro de Estados ya establecidos. El terrorismo nuevo es un producto de la globalización, es una red que se extiende por varios países, y que tiene ambiciones geopolíticas, más que simples ambiciones nacionales. Usa los medios de comunicación y está dispuesto a provocar mayores daños que las formas tradicionales de terrorismo. Si se analizan los atentados del 11 de septiembre de 2001, se observa que los terroristas atacaron símbolos del poder económico, militar y político en Estados Unidos. Quizá lo más preocupante es que algún día puedan tener acceso a otro tipo de armas. Porque en los atentados del 11-S no emplearon armas, sino aviones.
¿Cree que los terroristas pueden tener acceso a esas otras armas?
Por supuesto que pueden. Lo que los norteamericanos hicieron en Afganistán fue destruir el núcleo central de Al Qaeda. El coste ha sido, sin duda, que Al Qaeda es ahora una red que se extiende por diversos países, sin una estructura central. Pero en Afganistán tenía planes para utilizar materiales nucleares en ataques terroristas. En cualquier caso, la posibilidad del terrorismo nuclear no es en estos momentos la principal preocupación.
La impresión que se tiene es que en el Reino Unido se han restringido libertades como reacción al terrorismo.
Se produce una paradoja cuando un Gobierno debe manejar los riesgos de atentado. Cuanto más se dan a conocer esos riesgos, más posibilidades hay de prevenir los atentados; pero cuantos más atentados se previenen, más se preguntan los ciudadanos: ¿por qué nos asustan si, como se ve, no pasa nada? No hay que minusvalorar el nuevo terrorismo. En algunos países puede que la posibilidad de atentado sea pequeña, pero las consecuencias de un error de apreciación serían catastróficas. Ocurre lo mismo, por ejemplo, con la gripe aviar y también con otros riesgos presentes en la sociedad globalizada.
Nos enfrentamos, pues, a efectos indeseados de la globalización.
Muchos de los problemas que vivimos hoy proceden del mundo bipolar, no de la globalización. Problemas en África, problemas en Oriente Próximo, problemas en Afganistán. Se trataba de áreas en las que las superpotencias resolvían sus propios conflictos y apoyaban a unos grupos o a otros. Después de 1989, el caso de Afganistán es muy obvio.
¿Los atentados son terrorismo o actos de guerra?
Se trata de un debate que tuvo lugar en muchos países, y que luego ha continuado referido a la expresión “guerra contra el terrorismo”. Algunos líderes se han valido de la indefinición que encierra para aplicarla a sus propios objetivos, como Vladímir Putin en Chechenia o los israelíes en su guerra con los palestinos. Es una expresión que provoca consecuencias indeseables, y, por tanto, la veo con muchas reservas. Pero, al mismo tiempo, hay un aspecto militar en el nuevo terrorismo. Porque no creo que el nuevo terrorismo se limite a los grupos yihadistas. Puede también ejercerse por parte de organizaciones de extrema derecha, como ocurrió en Oklahoma.
¿Por qué apoyó Tony Blair la “guerra contra el terrorismo” de Bush?
Pese a todo, Tony Blair mantiene posiciones diferentes de las de Bush en materia internacional. Él cree en las intervenciones por razones humanitarias, pero en un marco multilateral más sistemático del que la Administración de Bush ha aceptado. En Kosovo, Blair tuvo éxito a la hora de convencer al presidente Clinton de que los bombardeos aéreos no eran suficientes y había que emplear tropas terrestres.
Luego vino Afganistán.
También aquí apoyó a los norteamericanos. Hacer algo en Afganistán era crucial en aquellos momentos, porque se había convertido en una base territorial para el nuevo terrorismo.
Y de Afganistán a Irak. ¿Por qué este paso?
Blair estaba empeñado en dos cosas que no llegaron a materializarse: una segunda resolución de Naciones Unidas y la idea de que Bush se valdría de la guerra de Irak para impulsar una solución al conflicto entre israelíes y palestinos. Cuando la segunda resolución no llegó, Blair se enfrentó con la decisión de abandonar o no a Bush. El argumento que más debió de pesar en su ánimo fue que, si los abandonaba entonces, ya nadie podría contenerlos. Por otra parte, existían numerosas razones por las que Sadam representaba una amenaza para la región y para todo el mundo. Sin intervención no había una solución fácil. Y Tony Blair asumió el riesgo. Los problemas comenzaron después de la invasión, porque los norteamericanos optaron por construir en Irak una especie de Estado clientelar en lugar de facilitar una transición pacífica.
Pero Tony Blair ha vuelto a alinearse con Estados Unidos en la reciente crisis de Líbano.
No me gustó su posición. En cualquier caso, Blair creía que no tenía sentido un simple alto el fuego, que lo importante era alcanzar una solución duradera. Soy un firme partidario de Blair, pero pienso que no debía haberse mantenido tan cerca de Bush en todas estas decisiones internacionales. La Administración de Bush es derechista y unilateralista. No es lo que requiere una situación como la que vivimos.
Esto es lo que dice David Cameron.
Todavía soy partidario del laborismo, y una vez que Tony Blair sea reemplazado, espero que se introduzcan algunos cambios en la política exterior.
Decía usted que Blair pensaba que la guerra de Irak podía haber contribuido, en último extremo, a resolver el conflicto entre israelíes y palestinos. ¿Se ha avanzado algo?
No veo razones para el optimismo. No da la impresión de que la solución de los dos Estados esté hoy más cerca que hace 15 años. No parece que las partes vayan a llegar a un acuerdo. Ni tampoco creo que los norteamericanos puedan hacer que surja por arte de magia.
¿Tienen la voluntad?
Han asumido la solución basada en dos Estados, pero se trata de que las partes la acepten.
Y entre tanto, se ha cruzado la crisis nuclear con Irán.
Los norteamericanos consideran que la estrategia de los europeos consiste en decirle a los iraníes: les advertimos que paren; si continúan, se les advierte otra vez. Los iraníes están acostumbrados a este juego. Una intervención no es posible, y los iraníes parecen determinados a obtener capacidad nuclear. Tuve ocasión de asistir a una reunión con Putin, y su mensaje era claro: hay un largo camino que recorrer antes de que Rusia apoye las sanciones contra Irán. Los chinos están en una posición semejante, dependen del petróleo iraní. En estas circunstancias, hay que estar preparados para que los iraníes logren sus propósitos.
¿Y después?
Todo el mundo debería estar preocupado con que Irán llegue a tener armas nucleares. No por la naturaleza del régimen, sino por el hecho de que eso puede desencadenar una proliferación sin precedentes. Los países que disponen del arma nuclear están atrapados en una contradicción. ¿Con qué autoridad pueden decir a otros que no la tengan?
En cualquier caso, es una de las pocas políticas en las que Europa está teniendo un cierto protagonismo, pese a las reticencias de Estados Unidos y del propio Blair. ¿Cuál es su posición sobre el proyecto europeo?
El año 1989 supuso un cambio esencial en Europa; un cambio acerca de lo que Europa es o no es, que obligaba a redefinir la frontera con el Este. La cuestión de la identidad tenía que ser revisada en este contexto. Tony Blair no consiguió colocar al Reino Unido en la posición europea central que él quería. En parte, por la resistencia a entrar en el euro; en parte, porque se encontró con dificultades para hacer política con Chirac, y en parte también, porque el Reino Unido sigue siendo un país euroescéptico. El liderazgo de Tony Blair no ha conseguido cambiar, en cualquier caso, la posición de los británicos hacia Europa. Nunca habló, por ejemplo, de una Europa política, porque aquí se ve como un proyecto económico, un simple mercado. Creo que debería haberlo hecho. Pero estas indefiniciones continuarán.
¿Qué habría que hacer con la Constitución Europea?
No veo otra salida que elaborar un texto más breve que recoja la parte sustancial del proyecto.
¿Se reconoce usted en las últimas políticas de Tony Blair?
Nunca he sido consejero de Tony Blair en sentido formal. Mi trabajo en la London School of Economics era un trabajo a tiempo completo. Lo único que podía hacer era ofrecer un marco conceptual que pudiese ayudar.
¿Qué siente ante el hecho de que Tony Blair abandone el poder con un grado tan alto de contestación entre sus propias filas?
Preferiría que tuviera otra salida más adecuada y más digna. Ha sido un político excepcional en muchos aspectos. Tony Blair, se piense lo que se piense de sus medidas internas o de su política exterior, es una figura de impacto global. No hay muchos políticos de los que se pueda decir lo mismo. Tony Blair es uno de los dirigentes capitales de finales del siglo XX. Creo que se merece una despedida política que permita reconocer el valor de su trabajo. Confío en que la tendrá.
2002: Premio de Ciencias Sociales
Renovación de las ideas políticas. El jurado del Premio Príncipe de Asturias reconoció en el sociólogo británico Anthony Giddens la “continuada contribución al conocimiento y desarrollo de la estructura de las sociedades avanzadas, de las consecuencias de la modernidad y del papel de las clases y de las élites en la sociedad del bienestar”.
Usted pasa por ser uno de los intelectuales más escuchados por el poder.
Creo en el papel público del intelectual, aunque genere ciertas ambigüedades. Los académicos te consideran un político, alguien que renuncia a los ideales de su medio, y los políticos, un académico. En cualquier caso, vale la pena. Nunca he lamentado esta ambivalencia.
Recuerda la idea de compromiso.
No se trata de algo muy elaborado. En realidad, sólo pretendo mantener esa ambigüedad, esa ambivalencia. No ser una cosa ni la otra, sino colocar un pie en cada campo. Desde luego, no veo el papel del intelectual en los términos de Sartre. No pienso que se deba perseguir una transformación completa del mundo o de la sociedad. Es preferible limitarse a una pequeña porción. Por lo que a mí respecta, intento conseguir un impacto práctico, aunque manteniendo la independencia y la distancia.
¿Sobrevivirá la ‘tercera vía’ a Tony Blair?
Quizá la expresión tercera vía haya generado cierta confusión, porque permite asociarla a una política particular o a un Gobierno determinado. Pero la tercera vía es para mí algo más amplio: es un intento constante de llevar la izquierda hacia el centro, adaptándola a los cambios que vive el mundo. Cambios provocados por la globalización, y que están conduciendo a una economía más basada en los servicios, a un nuevo individualismo.
Se trataría de una actitud, más que de un sistema.
Es una manera de consolidar ciertos valores políticos en un mundo en el que han cambiado muchas cosas. El marxismo era el núcleo de las doctrinas políticas que se situaban entre el centro y la izquierda, pero el marxismo desapareció a partir de 1989. Lo mismo puede decirse del keynesianismo, que era la versión liberal y democrática del marxismo. Se puede ser un conservador de izquierdas si se rechazan los cambios y se opta por mantener las antiguas creencias. Pero eso ya no funciona, y de ahí que haya que apostar por las innovaciones radicales.
¿Cuál es la relación de la ‘tercera vía’ con el liberalismo?
Trato de no usar el término liberalismo porque significa cosas distintas. En Estados Unidos se entiende por liberalismo lo que nosotros llamamos socialismo. En el Reino Unido, liberalismo significa libertad individual. En España o en Francia tiende a significar libre mercado. Habría otra acepción, que es la que prefiero. Existen áreas en las que debe funcionar el libre mercado, con relaciones de competencia. Por otra parte, deben establecerse políticas democráticas eficaces. La cuestión es fijar los límites. Por ejemplo, ¿cuánta organización comercial se puede introducir en las escuelas o cuánto del sector privado puede operar en la sanidad? Hay que experimentar con estas aproximaciones para ver lo que funciona mejor. Los partidarios de un izquierdismo tradicional aseguran defender los servicios públicos, pero a menudo confunden servicio público con servicio estatal. Con frecuencia, el Estado es ineficaz, está dominado por la burocracia.
¿Cuál es el papel del Estado, entonces?
Debe concentrarse en áreas en las que no conviene que el mercado se introduzca demasiado, y esto incluye una parte importante de la educación, de la sanidad, de las infraestructuras. Pero no tendría sentido tampoco que un monopolio público se sustituyese por un monopolio privado, o al contrario.
Pero eso acabaría afectando, tal vez, al Estado mismo.
En efecto, habría que reformarlo. Los ciudadanos deben tener una mayor responsabilidad al recurrir a sus servicios, no limitarse a la condición de usuarios pasivos. En la sanidad, por ejemplo, es necesario ofrecer la posibilidad de elegir. Y lo mismo en la educación. Se precisa una reforma del Estado, no la simple continuidad.
Si no le he entendido mal, desligar el Estado y la idea de interés público.
El Estado no siempre representa el interés público. Puede verlo en los supermercados, si se me permite la comparación. Todo el mundo debe tener acceso a la comida. Pero nadie, que yo sepa, pretende que el Estado se lo garantice. Los supermercados lo hacen bien y con eficacia, dentro de unas normas sanitarias. El Estado se limita a establecer esas normas.
¿Y por lo que respecta a la seguridad?
La izquierda no puede dejar este asunto en manos de la derecha. Tiene que ofrecer respuestas adecuadas para hacer frente a la delincuencia; reconocer que la delincuencia es un asunto que preocupa a los ciudadanos, sobre todo donde el desempleo es elevado. Y tienen que ser respuestas para aquí y ahora, no limitarse a pronosticar que la delincuencia se resolverá cuando la sociedad sea más igualitaria.
Aparte de la delincuencia, la seguridad debe hacer frente al terrorismo.
No podemos conformarnos con la idea de que estamos familiarizados con el terrorismo, porque el nuevo terrorismo es más peligroso. Es preciso encararlo, y en la mayoría de los países europeos se ha rechazado hacerlo. En Holanda, por ejemplo, los socialdemócratas lo descubrieron demasiado tarde, y la situación llegó a ser muy difícil. Jospin cayó ante Le Pen porque prefirió ignorar el debate. Lo mismo ocurrió en Dinamarca, y avanzó el populismo.
¿Y en el Reino Unido?
Hay que reconocerle al Gobierno de Tony Blair que consideró la seguridad como una de sus principales preocupaciones, tratando de encontrar soluciones eficaces. Hay quien piensa que fue una traición a las esencias. Pero esa actitud es peor. La izquierda está obligada a ofrecer respuestas para asuntos que, como la seguridad, pertenecían tradicionalmente a la derecha.
Pero después de los atentados de Londres, muchos consideraron que el sistema multicultural británico había fracasado.
En mi opinión, es absolutamente falso. Lo que sucede es que no se entiende lo que es el multiculturalismo. No se trata, simplemente, de yuxtaponer comunidades distintas. Canadá ha sido uno de los países que más han elaborado sobre la cuestión. Y en Canadá, el multiculturalismo se concibe como un diálogo entre culturas, y eso significa reconocer normas y valores que están por encima de cada grupo y que se comparten. Ésta es la idea del multiculturalismo con la que coincido: culturas diferentes, pero en un marco de compromiso, compuesto por normas, valores, ideales democráticos… Desde esta perspectiva, pienso que el Reino Unido es la sociedad multicultural más exitosa de Europa.
Entonces, ¿cuál podría ser la explicación de los atentados?
Hay que distinguir los problemas del multiculturalismo del terrorismo. El terrorismo de hoy es un terrorismo internacional. Los jóvenes que adoptan las posiciones del islam radical no lo hacen como expresión de desagrado con la sociedad en la que viven. No creo que sea una simple extensión de las dificultades étnicas. En Francia, en Holanda… existen divisiones étnicas mucho más profundas y no han padecido atentados como los de Londres.
La idea de multiculturalismo que usted defiende parece próxima a lo que en Francia se considera el ideal republicano.
Hay una diferencia. Multiculturalismo significa dos cosas. Integración en un marco más amplio, pero, también, aceptación de las diferencias culturales. Eso no es lo que el multiculturalismo significa en Francia, un mero compromiso formal con una igualdad genérica dentro del Estado, aunque sin ninguna atención real a los mecanismos para conectar las diversas comunidades.
¿Qué ha cambiado después de los atentados de Nueva York, Madrid o Londres?
Hay que distinguir entre el viejo terrorismo y el nuevo. El viejo terrorismo tenía que ver, por lo general, con las aspiraciones nacionales dentro de Estados ya establecidos. El terrorismo nuevo es un producto de la globalización, es una red que se extiende por varios países, y que tiene ambiciones geopolíticas, más que simples ambiciones nacionales. Usa los medios de comunicación y está dispuesto a provocar mayores daños que las formas tradicionales de terrorismo. Si se analizan los atentados del 11 de septiembre de 2001, se observa que los terroristas atacaron símbolos del poder económico, militar y político en Estados Unidos. Quizá lo más preocupante es que algún día puedan tener acceso a otro tipo de armas. Porque en los atentados del 11-S no emplearon armas, sino aviones.
¿Cree que los terroristas pueden tener acceso a esas otras armas?
Por supuesto que pueden. Lo que los norteamericanos hicieron en Afganistán fue destruir el núcleo central de Al Qaeda. El coste ha sido, sin duda, que Al Qaeda es ahora una red que se extiende por diversos países, sin una estructura central. Pero en Afganistán tenía planes para utilizar materiales nucleares en ataques terroristas. En cualquier caso, la posibilidad del terrorismo nuclear no es en estos momentos la principal preocupación.
La impresión que se tiene es que en el Reino Unido se han restringido libertades como reacción al terrorismo.
Se produce una paradoja cuando un Gobierno debe manejar los riesgos de atentado. Cuanto más se dan a conocer esos riesgos, más posibilidades hay de prevenir los atentados; pero cuantos más atentados se previenen, más se preguntan los ciudadanos: ¿por qué nos asustan si, como se ve, no pasa nada? No hay que minusvalorar el nuevo terrorismo. En algunos países puede que la posibilidad de atentado sea pequeña, pero las consecuencias de un error de apreciación serían catastróficas. Ocurre lo mismo, por ejemplo, con la gripe aviar y también con otros riesgos presentes en la sociedad globalizada.
Nos enfrentamos, pues, a efectos indeseados de la globalización.
Muchos de los problemas que vivimos hoy proceden del mundo bipolar, no de la globalización. Problemas en África, problemas en Oriente Próximo, problemas en Afganistán. Se trataba de áreas en las que las superpotencias resolvían sus propios conflictos y apoyaban a unos grupos o a otros. Después de 1989, el caso de Afganistán es muy obvio.
¿Los atentados son terrorismo o actos de guerra?
Se trata de un debate que tuvo lugar en muchos países, y que luego ha continuado referido a la expresión “guerra contra el terrorismo”. Algunos líderes se han valido de la indefinición que encierra para aplicarla a sus propios objetivos, como Vladímir Putin en Chechenia o los israelíes en su guerra con los palestinos. Es una expresión que provoca consecuencias indeseables, y, por tanto, la veo con muchas reservas. Pero, al mismo tiempo, hay un aspecto militar en el nuevo terrorismo. Porque no creo que el nuevo terrorismo se limite a los grupos yihadistas. Puede también ejercerse por parte de organizaciones de extrema derecha, como ocurrió en Oklahoma.
¿Por qué apoyó Tony Blair la “guerra contra el terrorismo” de Bush?
Pese a todo, Tony Blair mantiene posiciones diferentes de las de Bush en materia internacional. Él cree en las intervenciones por razones humanitarias, pero en un marco multilateral más sistemático del que la Administración de Bush ha aceptado. En Kosovo, Blair tuvo éxito a la hora de convencer al presidente Clinton de que los bombardeos aéreos no eran suficientes y había que emplear tropas terrestres.
Luego vino Afganistán.
También aquí apoyó a los norteamericanos. Hacer algo en Afganistán era crucial en aquellos momentos, porque se había convertido en una base territorial para el nuevo terrorismo.
Y de Afganistán a Irak. ¿Por qué este paso?
Blair estaba empeñado en dos cosas que no llegaron a materializarse: una segunda resolución de Naciones Unidas y la idea de que Bush se valdría de la guerra de Irak para impulsar una solución al conflicto entre israelíes y palestinos. Cuando la segunda resolución no llegó, Blair se enfrentó con la decisión de abandonar o no a Bush. El argumento que más debió de pesar en su ánimo fue que, si los abandonaba entonces, ya nadie podría contenerlos. Por otra parte, existían numerosas razones por las que Sadam representaba una amenaza para la región y para todo el mundo. Sin intervención no había una solución fácil. Y Tony Blair asumió el riesgo. Los problemas comenzaron después de la invasión, porque los norteamericanos optaron por construir en Irak una especie de Estado clientelar en lugar de facilitar una transición pacífica.
Pero Tony Blair ha vuelto a alinearse con Estados Unidos en la reciente crisis de Líbano.
No me gustó su posición. En cualquier caso, Blair creía que no tenía sentido un simple alto el fuego, que lo importante era alcanzar una solución duradera. Soy un firme partidario de Blair, pero pienso que no debía haberse mantenido tan cerca de Bush en todas estas decisiones internacionales. La Administración de Bush es derechista y unilateralista. No es lo que requiere una situación como la que vivimos.
Esto es lo que dice David Cameron.
Todavía soy partidario del laborismo, y una vez que Tony Blair sea reemplazado, espero que se introduzcan algunos cambios en la política exterior.
Decía usted que Blair pensaba que la guerra de Irak podía haber contribuido, en último extremo, a resolver el conflicto entre israelíes y palestinos. ¿Se ha avanzado algo?
No veo razones para el optimismo. No da la impresión de que la solución de los dos Estados esté hoy más cerca que hace 15 años. No parece que las partes vayan a llegar a un acuerdo. Ni tampoco creo que los norteamericanos puedan hacer que surja por arte de magia.
¿Tienen la voluntad?
Han asumido la solución basada en dos Estados, pero se trata de que las partes la acepten.
Y entre tanto, se ha cruzado la crisis nuclear con Irán.
Los norteamericanos consideran que la estrategia de los europeos consiste en decirle a los iraníes: les advertimos que paren; si continúan, se les advierte otra vez. Los iraníes están acostumbrados a este juego. Una intervención no es posible, y los iraníes parecen determinados a obtener capacidad nuclear. Tuve ocasión de asistir a una reunión con Putin, y su mensaje era claro: hay un largo camino que recorrer antes de que Rusia apoye las sanciones contra Irán. Los chinos están en una posición semejante, dependen del petróleo iraní. En estas circunstancias, hay que estar preparados para que los iraníes logren sus propósitos.
¿Y después?
Todo el mundo debería estar preocupado con que Irán llegue a tener armas nucleares. No por la naturaleza del régimen, sino por el hecho de que eso puede desencadenar una proliferación sin precedentes. Los países que disponen del arma nuclear están atrapados en una contradicción. ¿Con qué autoridad pueden decir a otros que no la tengan?
En cualquier caso, es una de las pocas políticas en las que Europa está teniendo un cierto protagonismo, pese a las reticencias de Estados Unidos y del propio Blair. ¿Cuál es su posición sobre el proyecto europeo?
El año 1989 supuso un cambio esencial en Europa; un cambio acerca de lo que Europa es o no es, que obligaba a redefinir la frontera con el Este. La cuestión de la identidad tenía que ser revisada en este contexto. Tony Blair no consiguió colocar al Reino Unido en la posición europea central que él quería. En parte, por la resistencia a entrar en el euro; en parte, porque se encontró con dificultades para hacer política con Chirac, y en parte también, porque el Reino Unido sigue siendo un país euroescéptico. El liderazgo de Tony Blair no ha conseguido cambiar, en cualquier caso, la posición de los británicos hacia Europa. Nunca habló, por ejemplo, de una Europa política, porque aquí se ve como un proyecto económico, un simple mercado. Creo que debería haberlo hecho. Pero estas indefiniciones continuarán.
¿Qué habría que hacer con la Constitución Europea?
No veo otra salida que elaborar un texto más breve que recoja la parte sustancial del proyecto.
¿Se reconoce usted en las últimas políticas de Tony Blair?
Nunca he sido consejero de Tony Blair en sentido formal. Mi trabajo en la London School of Economics era un trabajo a tiempo completo. Lo único que podía hacer era ofrecer un marco conceptual que pudiese ayudar.
¿Qué siente ante el hecho de que Tony Blair abandone el poder con un grado tan alto de contestación entre sus propias filas?
Preferiría que tuviera otra salida más adecuada y más digna. Ha sido un político excepcional en muchos aspectos. Tony Blair, se piense lo que se piense de sus medidas internas o de su política exterior, es una figura de impacto global. No hay muchos políticos de los que se pueda decir lo mismo. Tony Blair es uno de los dirigentes capitales de finales del siglo XX. Creo que se merece una despedida política que permita reconocer el valor de su trabajo. Confío en que la tendrá.
2002: Premio de Ciencias Sociales
Renovación de las ideas políticas. El jurado del Premio Príncipe de Asturias reconoció en el sociólogo británico Anthony Giddens la “continuada contribución al conocimiento y desarrollo de la estructura de las sociedades avanzadas, de las consecuencias de la modernidad y del papel de las clases y de las élites en la sociedad del bienestar”.
sábado, septiembre 30, 2006
Escenarios ante un posible recorte de producción de la OPEP
Este jueves, los precios del petróleo cayeron debajo de 63 dólares el barril después aumentar a 64 dólares; por este motivo, se teme los integrantes de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) realicen un corte en la producción.
Por Rubén Weinsteiner
Los precios del petróleo bajaron aproximadamente 20% desde el récord superior a 78 dólares el barril en julio, muchos temen que la OPEP quiera reducir el suministro para evitar una caída mayor. De todos modos, todavía nadie sabe si se tomará esta decisión.
Hasta el momento sólo Venezuela y Nigeria admitieron que recortarán su producción de petróleo ante la caída de la cotización. Pero también aseguraron que la medida es unilateral y no sigue al resto de la Organización. Se espera que Caracas reduzca su producción en 50.000 barriles diarios y Abuya entre 120.000 y 150.000 barriles diarios.
El resto de la organización, incluyendo a Arabia Saudita y a otros países clave, como Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, no se sumarán al recorte, dijo una fuente bajo condición de anonimato. “Era un rumor que se escuchó todo el día”, dijo el analista John Kilduff de Fimat USA. Kilduff notó que el presidente de la OPEP, Edmund Daukoru, rechazó informes que aseguraban que el grupo de 11 países realizaría cortes, pero informes más recientes sugirieron una leve disminución en la producción y exportaciones de Nigeria.
Ese rumor se volvió realidad y Nigeria redujo su producción. Nigeria, el exportador de petróleo más grande del África, mantuvo bloqueada la mayor parte de su producción este año debido a ataques militantes sobre instalaciones y secuestros de trabajadores petroleros. Hasta el momento, vez de un corte de producción oficial la OPEP decidió que algunos países miembros de la unión pueden hacer reducciones no oficiales, dijo Kilduff.
“Hay un verdadero sentimiento de que el mercado podría derrumbarse, del mismo modo en el que el gas natural se derrumbó, por ejemplo.
Pero una defensa rotunda del barril de petróleo por encima de los 60 dólares es políticamente imposible”, agregó. “La especulación que la OPEP corte la producción empujó los precios más arriba, pero todavía tenemos que confirmar si hay una reducción real física”, dijo Jason Schenker, un economista del Corp. Wachovia en Charlotte, Carolina del Norte. Daukoru dijo a Reuters el martes que se debe tomar alguna medida para estabilizar el precio. Sin embargo, el ministro de Petróleo kuwaití Ali al-Jarrah al-Sabah dijo el miércoles que con el crudo estadounidense encima de 61 dólares, la mayor parte de ministros de OPEP están contentos con el precio y no realizarían cortes por el momento.
La semana pasada, Ali al-Naimi, el ministro de petróleo de Arabia Saudita, también comentó que el precio del petróleo estadounidense a 62 dólares es un precio razonable.
“Hemos visto una caída tan continua en los precios, que en alguna etapa era obvio que veríamos algún rebote”, dijo Federico Lasserre, jefe de investigación en materias primas de Societe Generale. “Es puramente técnico.”
Rubén Weinsteiner
Por Rubén Weinsteiner
Los precios del petróleo bajaron aproximadamente 20% desde el récord superior a 78 dólares el barril en julio, muchos temen que la OPEP quiera reducir el suministro para evitar una caída mayor. De todos modos, todavía nadie sabe si se tomará esta decisión.
Hasta el momento sólo Venezuela y Nigeria admitieron que recortarán su producción de petróleo ante la caída de la cotización. Pero también aseguraron que la medida es unilateral y no sigue al resto de la Organización. Se espera que Caracas reduzca su producción en 50.000 barriles diarios y Abuya entre 120.000 y 150.000 barriles diarios.
El resto de la organización, incluyendo a Arabia Saudita y a otros países clave, como Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, no se sumarán al recorte, dijo una fuente bajo condición de anonimato. “Era un rumor que se escuchó todo el día”, dijo el analista John Kilduff de Fimat USA. Kilduff notó que el presidente de la OPEP, Edmund Daukoru, rechazó informes que aseguraban que el grupo de 11 países realizaría cortes, pero informes más recientes sugirieron una leve disminución en la producción y exportaciones de Nigeria.
Ese rumor se volvió realidad y Nigeria redujo su producción. Nigeria, el exportador de petróleo más grande del África, mantuvo bloqueada la mayor parte de su producción este año debido a ataques militantes sobre instalaciones y secuestros de trabajadores petroleros. Hasta el momento, vez de un corte de producción oficial la OPEP decidió que algunos países miembros de la unión pueden hacer reducciones no oficiales, dijo Kilduff.
“Hay un verdadero sentimiento de que el mercado podría derrumbarse, del mismo modo en el que el gas natural se derrumbó, por ejemplo.
Pero una defensa rotunda del barril de petróleo por encima de los 60 dólares es políticamente imposible”, agregó. “La especulación que la OPEP corte la producción empujó los precios más arriba, pero todavía tenemos que confirmar si hay una reducción real física”, dijo Jason Schenker, un economista del Corp. Wachovia en Charlotte, Carolina del Norte. Daukoru dijo a Reuters el martes que se debe tomar alguna medida para estabilizar el precio. Sin embargo, el ministro de Petróleo kuwaití Ali al-Jarrah al-Sabah dijo el miércoles que con el crudo estadounidense encima de 61 dólares, la mayor parte de ministros de OPEP están contentos con el precio y no realizarían cortes por el momento.
La semana pasada, Ali al-Naimi, el ministro de petróleo de Arabia Saudita, también comentó que el precio del petróleo estadounidense a 62 dólares es un precio razonable.
“Hemos visto una caída tan continua en los precios, que en alguna etapa era obvio que veríamos algún rebote”, dijo Federico Lasserre, jefe de investigación en materias primas de Societe Generale. “Es puramente técnico.”
Rubén Weinsteiner
viernes, septiembre 08, 2006
El amigo árabe para controlar a Irán
Según un informe publicado por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, Estados Unidos debería buscar la ayuda Árabe para neutralizar a Irán, antes de ir por la opción militar.
Por Rubén Weinsteiner
El martes, el responsable del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres dijo que Estados Unidos debería buscar el apoyo de los estados del Golfo Árabe, en un esfuerzo por contener a Irán si no logra que este país suspenda su programa nuclear.
John Chipman, Director general del comité consultor con sede en Londres, dijo que Estados Unidos debería asegurarse de que los miembros del Consejo del Golfo para la Cooperación se interesen en una relación más estrecha con Estados Unidos en materia de seguridad y, si fuera necesario, en una política más abierta destinada a contener a Irán.
En el lanzamiento del Informe Estratégico anual del grupo, el Sr. Chipman expresó que lazos más estrechos entre Estados Unidos y los gobiernos del Golfo árabe podrían llevar a Irán a pensar que su negativa a suspender el enriquecimiento de uranio tenía éxito en alentar una mayor presencia militar de Estados Unidos en la región.
Chipman agregó que EE.UU. no había descartado las opciones militares para enfrentar el problema de Irán, una decisión que, en teoría, podría influir en los cálculos iraníes. “Tal vez, de una manera más persuasiva, esgrimir la opción de contención podría cambiar el análisis costo-beneficio en Teherán.
Y si la diplomacia fallara, Estados Unidos al menos habrá preparado el terreno regional para disuadir a Irán de iniciar acciones de otra índole.”
- Estados Unidos necesitaría más que el apoyo tácito de los países del golfo para una política de contención. “Necesita aliados que públicamente apoyen esa política”, siguió diciendo el Sr. Chipman. Los funcionarios de Estados Unidos dicen que ya comenzaron conversaciones con los gobiernos de la región sobre una posible iniciativa de seguridad en el Golfo, con el objeto de mejorar la cooperación en defensa con Estados Unidos.
Un funcionario estadounidense declaró, este verano, que resultaba claro que los gobiernos de la región compartían la preocupación de los Estados Unidos con respecto a “un Irán nuclear, expansionista, que prestaba apoyo al terrorismo” o que creaba problemas en Iraq. “No se trata tanto de nuestra evaluación de la amenaza, es la evaluación de nuestros amigos de la región”, señaló.
Agregó que las conversaciones buscarían cubrir la cooperación para la defensa, la seguridad de la energía, el contra terrorismo y la seguridad interna. Esto podría combinarse con los esfuerzos diplomáticos internacionales para terminar con los intentos de Irán de producir material nuclear y los esfuerzos para “promover la sociedad civil en Irán”, para lo cual se ha destinado un presupuesto de USD 75 millones (€59m, &40m) Chipman dijo que era probable que Estados Unidos buscara sanciones económicas internacionales de modo gradual; comenzando con medidas limitadas para detener la venta de equipo nuclear, poniendo trabas a los viajes de funcionarios iraníes y embargando sus bienes en el extranjero.
Rubén Weinsteiner
jueves, septiembre 07, 2006
China interviene en la elección de Zambia
China, ávida de materias primas, juega cada vez más fuerte en África. El Embajador de China en Lusaka, dijo que Beijing podría interrumpir relaciones diplomáticas con Zambia, si los votantes elegían a Michael Sata, candidato a Presidente por la oposición.
Por Rubén Weinsteiner
El Gobierno chino está interviniendo claramente en el proceso electoral presidencial de Zambia, en un gesto contundente de la creciente influencia económica y política que este país, ávido de productos básicos, tiene en África. Li Baodong, Embajador de China en Lusaka, dijo que Beijing podría interrumpir relaciones diplomáticas con Zambia si los votantes elegían a Michael Sata, candidato a Presidente por la oposición.
Sus comentarios realizados en ámbito políticos y que llegaron a la prensa Zambiana, son la primera señal en décadas de interferencia política manifiesta de China en los asuntos africanos, lo cual refleja cómo Beijing ha extendido rápidamente su papel de inversor en el continente y de comprador de materias primas.
China es un importante inversor en cobre en Zambia, el producto de exportación de mayor valor del país. China ha invertido miles de millones de dólares en África en los últimos años, compitiendo con Estados Unidos, y el comercio chino con el continente se ha cuadruplicado desde el comienzo de la década, principalmente a través de las compras de petróleo. Se cree que sólo en Zambia, las empresas chinas han invertido más de 300 millones de dólares en cobre y otras industrias. Michael Sata compite con Levy Mwanawasa, el Presidente en ejercicio, en la elección del 28 de septiembre. Se han citado expresiones de Sata en las que se refiere a Taiwán como un “estado soberano”, lo que enfureció a China, y también se ha manifestado en contra de las prácticas laborales de China en Zambia.
El reconocimiento de Taiwán significaría darle la espalda a los lazos del país con Beijing. La mayoría de los países africanos se han unido a China, y sólo queda un puñado de gobiernos que mantienen relaciones oficiales con Taiwán. Los medios de Zambia también informaron que Sata, a quienes las encuestas de opinión le dan el segundo lugar después de Mwanawasa, se había reunido con empresarios taiwaneses.
El Times de Zambia citó, el martes, a Li, quien expresó que los inversores chinos tenían temor de venir a Zambia debido a los “desafortunados” comentarios del Sr. Sata. Siempre según el citado períodico, si Sata ganara y estableciera relaciones con Taiwán, Beijing podría pensar en interrumpir las suyas. “Los inversores chinos en minería, construcción y turismo han dejado en suspenso algunas inversiones hasta que se aclare la incertidumbre que rodea nuestras relaciones bilaterales con Zambia”, expresó el Zambia Daily Mail, propiedad del Gobierno de Zambia, citando al Sr. Li.
En Zambia, en julio, varios mineros fueron atacados a tiros y sufrieron lesiones, luego de una violenta protesta en Chambishi Mining, empresa de propiedad china. No está claro si los gerentes chinos o la policía de Zambia dispararon contra los trabajadores, ya que las noticias en este aspecto son contradictorias.
Por Rubén Weinsteiner
El Gobierno chino está interviniendo claramente en el proceso electoral presidencial de Zambia, en un gesto contundente de la creciente influencia económica y política que este país, ávido de productos básicos, tiene en África. Li Baodong, Embajador de China en Lusaka, dijo que Beijing podría interrumpir relaciones diplomáticas con Zambia si los votantes elegían a Michael Sata, candidato a Presidente por la oposición.
Sus comentarios realizados en ámbito políticos y que llegaron a la prensa Zambiana, son la primera señal en décadas de interferencia política manifiesta de China en los asuntos africanos, lo cual refleja cómo Beijing ha extendido rápidamente su papel de inversor en el continente y de comprador de materias primas.
China es un importante inversor en cobre en Zambia, el producto de exportación de mayor valor del país. China ha invertido miles de millones de dólares en África en los últimos años, compitiendo con Estados Unidos, y el comercio chino con el continente se ha cuadruplicado desde el comienzo de la década, principalmente a través de las compras de petróleo. Se cree que sólo en Zambia, las empresas chinas han invertido más de 300 millones de dólares en cobre y otras industrias. Michael Sata compite con Levy Mwanawasa, el Presidente en ejercicio, en la elección del 28 de septiembre. Se han citado expresiones de Sata en las que se refiere a Taiwán como un “estado soberano”, lo que enfureció a China, y también se ha manifestado en contra de las prácticas laborales de China en Zambia.
El reconocimiento de Taiwán significaría darle la espalda a los lazos del país con Beijing. La mayoría de los países africanos se han unido a China, y sólo queda un puñado de gobiernos que mantienen relaciones oficiales con Taiwán. Los medios de Zambia también informaron que Sata, a quienes las encuestas de opinión le dan el segundo lugar después de Mwanawasa, se había reunido con empresarios taiwaneses.
El Times de Zambia citó, el martes, a Li, quien expresó que los inversores chinos tenían temor de venir a Zambia debido a los “desafortunados” comentarios del Sr. Sata. Siempre según el citado períodico, si Sata ganara y estableciera relaciones con Taiwán, Beijing podría pensar en interrumpir las suyas. “Los inversores chinos en minería, construcción y turismo han dejado en suspenso algunas inversiones hasta que se aclare la incertidumbre que rodea nuestras relaciones bilaterales con Zambia”, expresó el Zambia Daily Mail, propiedad del Gobierno de Zambia, citando al Sr. Li.
En Zambia, en julio, varios mineros fueron atacados a tiros y sufrieron lesiones, luego de una violenta protesta en Chambishi Mining, empresa de propiedad china. No está claro si los gerentes chinos o la policía de Zambia dispararon contra los trabajadores, ya que las noticias en este aspecto son contradictorias.
miércoles, septiembre 06, 2006
El Retorno de los Talibanes
Según un informe reservado preparado por el MI6 (Servicio de Inteligencia Exterior de Gran Bretaña), los esfuerzos británicos y estadounidenses para terminar con la industria del opio en Afganistán genera considerables resistencias entre la población, creciendo el apoyo, sobretodo en sectores bajos esencialmente menos politizados, hacia los talibanes.
Por Rubén Weinsteiner
El informe, un estudio muy crítico de los cinco años desde la invasión liderada por los Estados Unidos, revela va creciendo el hambre entre los afganos, a pesar del compromiso de los donantes internacionales y que la presencia militar extranjera está “alimentando el resentimiento y el temor”. El informe afirma que, la comunidad internacional, con los Estados Unidos a la cabeza, había “•fracasado en su intento de lograr estabilidad y seguridad” en el país, destruido por la guerra, y que los ataques se producían diariamente.
Según el informe, “Los Estados Unidos y el Reino Unido dan prioridad a la seguridad basada en criterios militares y se concentran en iniciativas de contra terrorismo y respuestas militaristas a la crisis del opio de Afganistán, lo cual ha debilitado la capacidad de la comunidad local e internacional de responder a los múltiples problemas relacionados con la pobreza que aqueja a este país”. “Al desviar los fondos de ayuda de su finalidad de asistir en el desarrollo y aliviar la pobreza, las fracasadas políticas anti-narcóticos se han apropiado de los esfuerzos de la comunidad internacional de construir la nación y han debilitado el gobierno democráticamente elegido de Afganistán.
El cultivo de amapolas es una estrategia de subsistencia para millones de afganos que de esta forma pueden al menos alimentarse, y las políticas de erradicación de cultivos de los Estados Unidos y del Reino Unido están exacerbando la violencia y la inseguridad”. La conclusión del informe es que la pobreza estaba empujando a la gente a apoyar a los talibanes, que ahora tenían un “control psicológico y militar de facto” sobre la mitad de Afganistán. En él también se afirma que las coaliciones militares internacionales en Afganistán –la Operación Libertad Duradera, al mando de los Estados, y la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés) al mando de la OTÁN– estaban alimentando el resentimiento y el temor. Las distinciones entre ellas son extremadamente borrosas, y la ISAF, bajo el mando de la OTÁN está constantemente envuelta en operaciones de guerra.
Los afganos tienen la impresión de que las coaliciones militares internacionales toman partido en una situación de guerra civil, y mientras las tropas de OTÁN-ISAF se retiran a sus barracas en el sur de Afganistán, los habitantes locales perciben que los insurgentes, guiados por talibanes, están derrotando una vez más a las potencias militares internacionales. El informe, titulado Afganistán Cinco Años Después: el Regreso de los Talibanes, se publica luego de que las fuerzas británicas experimentaron sus días más sangrientos en el país, con 15 militares muertos en un accidente aéreo cerca de Kandahar y un ataque suicida en Kabul.
El nuevo Jefe de Estado Mayor, General Sir Richard Dannatt, también dijo que el ejército apenas puede hacer frente a las demandas que el gobierno le impone. El informe también expresó los temores acerca del “escepticismo cada vez mayor” con que los afganos ven su gobierno, y perciben que su deber es responder a los donantes internacionales y no a los votantes locales.
El Consejo afirmó que el gasto militar dejó atrás el gasto de desarrollo y reconstrucción por una diferencia de 900% y que, debido a que no se ha dado prioridad a la lucha contra la pobreza, “los esfuerzos de la comunidad internacional para construir la democracia están colapsando mientras los afganos se mueren de hambre”. Tres factores contribuyeron a la situación actual, según el informe.
La presencia militar internacional, que se percibe como una fuerza invasora más que como una fuerza de estabilización, la “fracasada” política anti-opio, y la falta de una “agenda de reconstrucción artificial” para abordar las necesidades reales de los habitantes del lugar. En el informe, que consta de 248 páginas, se hacen tres recomendaciones, especialmente que se dé alta prioridad al alivio de emergencia de la pobreza, que se proceda a una “completa revisión” de las estrategias antinarcóticos y que las operaciones militares se pongan en segundo plano y brinden apoyo a intervenciones en el desarrollo.
Por Rubén Weinsteiner
Por Rubén Weinsteiner
El informe, un estudio muy crítico de los cinco años desde la invasión liderada por los Estados Unidos, revela va creciendo el hambre entre los afganos, a pesar del compromiso de los donantes internacionales y que la presencia militar extranjera está “alimentando el resentimiento y el temor”. El informe afirma que, la comunidad internacional, con los Estados Unidos a la cabeza, había “•fracasado en su intento de lograr estabilidad y seguridad” en el país, destruido por la guerra, y que los ataques se producían diariamente.
Según el informe, “Los Estados Unidos y el Reino Unido dan prioridad a la seguridad basada en criterios militares y se concentran en iniciativas de contra terrorismo y respuestas militaristas a la crisis del opio de Afganistán, lo cual ha debilitado la capacidad de la comunidad local e internacional de responder a los múltiples problemas relacionados con la pobreza que aqueja a este país”. “Al desviar los fondos de ayuda de su finalidad de asistir en el desarrollo y aliviar la pobreza, las fracasadas políticas anti-narcóticos se han apropiado de los esfuerzos de la comunidad internacional de construir la nación y han debilitado el gobierno democráticamente elegido de Afganistán.
El cultivo de amapolas es una estrategia de subsistencia para millones de afganos que de esta forma pueden al menos alimentarse, y las políticas de erradicación de cultivos de los Estados Unidos y del Reino Unido están exacerbando la violencia y la inseguridad”. La conclusión del informe es que la pobreza estaba empujando a la gente a apoyar a los talibanes, que ahora tenían un “control psicológico y militar de facto” sobre la mitad de Afganistán. En él también se afirma que las coaliciones militares internacionales en Afganistán –la Operación Libertad Duradera, al mando de los Estados, y la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF, por sus siglas en inglés) al mando de la OTÁN– estaban alimentando el resentimiento y el temor. Las distinciones entre ellas son extremadamente borrosas, y la ISAF, bajo el mando de la OTÁN está constantemente envuelta en operaciones de guerra.
Los afganos tienen la impresión de que las coaliciones militares internacionales toman partido en una situación de guerra civil, y mientras las tropas de OTÁN-ISAF se retiran a sus barracas en el sur de Afganistán, los habitantes locales perciben que los insurgentes, guiados por talibanes, están derrotando una vez más a las potencias militares internacionales. El informe, titulado Afganistán Cinco Años Después: el Regreso de los Talibanes, se publica luego de que las fuerzas británicas experimentaron sus días más sangrientos en el país, con 15 militares muertos en un accidente aéreo cerca de Kandahar y un ataque suicida en Kabul.
El nuevo Jefe de Estado Mayor, General Sir Richard Dannatt, también dijo que el ejército apenas puede hacer frente a las demandas que el gobierno le impone. El informe también expresó los temores acerca del “escepticismo cada vez mayor” con que los afganos ven su gobierno, y perciben que su deber es responder a los donantes internacionales y no a los votantes locales.
El Consejo afirmó que el gasto militar dejó atrás el gasto de desarrollo y reconstrucción por una diferencia de 900% y que, debido a que no se ha dado prioridad a la lucha contra la pobreza, “los esfuerzos de la comunidad internacional para construir la democracia están colapsando mientras los afganos se mueren de hambre”. Tres factores contribuyeron a la situación actual, según el informe.
La presencia militar internacional, que se percibe como una fuerza invasora más que como una fuerza de estabilización, la “fracasada” política anti-opio, y la falta de una “agenda de reconstrucción artificial” para abordar las necesidades reales de los habitantes del lugar. En el informe, que consta de 248 páginas, se hacen tres recomendaciones, especialmente que se dé alta prioridad al alivio de emergencia de la pobreza, que se proceda a una “completa revisión” de las estrategias antinarcóticos y que las operaciones militares se pongan en segundo plano y brinden apoyo a intervenciones en el desarrollo.
Por Rubén Weinsteiner
viernes, septiembre 01, 2006
miércoles, agosto 16, 2006
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