Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo.
Un día el hijo le dijo:
-Padre, que desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre- veremos lo que trae el tiempo...
A los pocos días el caballo regreso, acompañado de otro caballo.
-Padre, que suerte! - exclamó esta vez el muchacho
-Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-Por qué le llamas suerte? - repuso el padre- Veamos que nos trae el tiempo...
En unos cuantos días mas, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y este, no acostumbrado al jinete, se encabrito y lo arrojo al suelo.
El muchacho se quebró una pierna.
-Padre, que desgracia! - exclamó ahora el muchacho -Me he quebrado la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:-Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo...
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en sucama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra.
Vinieron a la casa del anciano, pero comovieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortunacomo absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver sialgo es malo o bueno.
La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y estan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, lo bueno malo.
Lo mejores esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo confiar en EL CREADOR, porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas y para el plan infinito.....
lunes, enero 09, 2006
PLAN
Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo.
Un día el hijo le dijo:
-Padre, que desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre- veremos lo que trae el tiempo...
A los pocos días el caballo regreso, acompañado de otro caballo.
-Padre, que suerte! - exclamó esta vez el muchacho
-Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-Por qué le llamas suerte? - repuso el padre- Veamos que nos trae el tiempo...
En unos cuantos días mas, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y este, no acostumbrado al jinete, se encabrito y lo arrojo al suelo.
El muchacho se quebró una pierna.
-Padre, que desgracia! - exclamó ahora el muchacho -Me he quebrado la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:-Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo...
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en sucama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra.
Vinieron a la casa del anciano, pero comovieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortunacomo absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver sialgo es malo o bueno.
La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y estan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, lo bueno malo.
Lo mejores esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo confiar en EL CREADOR, porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas y para el plan infinito.....
Un día el hijo le dijo:
-Padre, que desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-Por qué le llamas desgracia? - respondió el padre- veremos lo que trae el tiempo...
A los pocos días el caballo regreso, acompañado de otro caballo.
-Padre, que suerte! - exclamó esta vez el muchacho
-Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-Por qué le llamas suerte? - repuso el padre- Veamos que nos trae el tiempo...
En unos cuantos días mas, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y este, no acostumbrado al jinete, se encabrito y lo arrojo al suelo.
El muchacho se quebró una pierna.
-Padre, que desgracia! - exclamó ahora el muchacho -Me he quebrado la pierna!
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:-Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo...
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en sucama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra.
Vinieron a la casa del anciano, pero comovieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortunacomo absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver sialgo es malo o bueno.
La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y estan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, lo bueno malo.
Lo mejores esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo confiar en EL CREADOR, porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas y para el plan infinito.....
ARGENTINA VISTA POR UN URUGUAYO
Alguna vez alguien dijo que los países podían clasificarse en cuatro categorías: primero, los desarrollados; luego, los subdesarrollados; tercero, Japón, que no puede explicarse que sea desarrollado, y, finalmente, Argentina, que nadie puede explicar cómo es subdesarrollado. Más allá del humor negro, hay una aguda observación. No es sencillo explicar cómo el Japón, una isla sin recursos naturales, con una estructura social tradicional basada en una rígida estructura familiar y un gobierno de 'los viejos' llegó a ser la segunda potencia capitalista. Tampoco resultan muy a la mano las explicaciones sobre la Argentina, que es lo opuesto. Un magnífico territorio, con todos los climas; recursos naturales notables, desde gas y petróleo hasta ríos y tierras; una población con un nivel cultural promedio elevado, espíritu de iniciativa, inquietud. Es verdad que hoy día disponer de recursos naturales ya no tiene el valor de antes, pero que de las entrañas de la tierra surja la energía, o que una ubérrima pampa húmeda posea el máximo de fertilidad, o que los ríos montañosos permitan construir con facilidad represas, no deja de ser una gran ayuda.
La particularidad histórica de la Argentina es que 'fue' desarrollada. Raúl Alfonsín, en un libro titulado La cuestión argentina, dice que en 1880 pocos podrían haber adivinado que aquel país deshabitado y convulsionado sería 50 años después el más desarrollado de América Latina y uno de los más ricos del mundo; del mismo modo, pocos podrían haber predicho que el país próspero y democrático de 1930, 50 años después sería un país arrasado por la intolerancia y la decadencia económica.
Recientemente, Mariano Grondona recordaba que en 1908 la Argentina tenía un producto por habitante superior a Alemania, Japón, Francia, Suecia, Holanda y, por supuesto, de lejos mayor que Italia y España. Sólo siete países encabezados por Gran Bretaña y Estados Unidos le superaban. Y evocaba que en 1928, en los preludios de la gran crisis mundial, la Argentina estaba en el duodécimo lugar, todavía muy por encima de Japón, Suecia, Austria y, naturalmente, Italia y España. Si la Argentina, concluía, siguiera en el puesto duodécimo de aquel 1928, tendría hoy un producto por habitante de 26.000 dólares, cuando el que posee es inferior a 8.000.
Lo curioso es que cuando se llega a Buenos Aires y se recorren sus magníficas plazas, bordeadas de palacetes de la belle époque, se ven llenos sus restaurantes, donde el buen gusto rivaliza con la sofisticación gastronómica, se lee la cartelera de exposiciones en museos y galerías de arte o de espectáculos teatrales y musicales, se tiene la sensación de que la vieja Argentina sobrevive. Podría sospecharse, sin embargo, que los grand y petit hotel son sólo vestigios históricos; sin embargo, bastará recorrer la expansión edilicia deslumbrante del Puerto Madero, reciclando hacia la posmodernidad un abandonado recinto portuario u observar cómo se levantan dos vanguardistas museos privados, Constantini y Fortabat, para reavivar esa sensación de estar en un país culto y dinámico. No obstante, si hablamos con los hombres de empresa o los funcionarios que entran y salen de esas resplandecientes torres, nos encontramos con un país enfurruñado, descreído de su futuro, agobiado por reiterados ajustes económicos que no terminan de cuajar. Ellos nos hablan de una agropecuaria endeudada, de una industria cuasi quebrada, de una clase media que no siente un destino para sí misma, de una pobreza creciente. Son gente inteligente, de la que sobra en la Argentina, país de talentos en todas las disciplinas, aun las científicas.
El cuestionamiento no es igual al de aquellos países, los centroamericanos por ejemplo, que nunca fueron. El problema es que la Argentina 'fue' y ya no es. O no siente que es.
La Argentina creyó que era rica, y lo era, efectivamente, cuando la ganadería y los cereales brillaban más que el oro. Pero hoy ya no es así. Y la sensación de opulencia fue sólo embriaguez pasajera en los tiempos de la industrialización a la fuerza o la privatización acelerada.
Las explicaciones menudean. Se menciona la corrupción, pública y privada. La falta de garantías jurídicas para la inversión. La debilidad de un empresariado nostálgico del proteccionismo. La mediocridad de una vida política canibalista en que los unos se devoran a los otros. La inestabilidad de políticas económicas que se desvanecen detrás de cada cambio ministerial. Quizás haya algo de todo ello en una cara de la medalla, pero en la otra bien podrían ponerse ejemplos de honradez y eficiencia.
Una complejidad semejante no acepta explicaciones fáciles, ni eslóganes imaginativos, ni recetas mágicas que puedan pedirse o darse desde el medio político. Cualquiera que sea el rumbo que se tome, la Argentina tendrá que pasar por un reconocimiento profundo de su realidad. Que es la de un país que en los últimos 30 años apenas ha crecido económicamente, que, por lo tanto, no ha mejorado su distribución de riqueza, que ha vivido horribles tiempos de violencia, violencia guerrillera, violencia de Estado, y que tiene que proseguir un proceso de modernización apenas iniciado. Y, sobre todo, recuperar la fe en sí mismo. La fe y la ética de trabajo que tuvieron los inmigrantes que en el siglo XIX llegaron de España e Italia con una mano detrás y otra delante, y construyeron su grandeza.
La Argentina ya no es rica, porque hoy ser rico es poseer capital científico, propiedad tecnológica, know how, ventajas competitivas y no sólo recursos naturales. Pero tampoco es pobre, porque tiene gente capaz, infortunadamente muy desconcertada y dividida. No tiene por qué resignarse a un destino mediocre una nación con capital humano y tantos focos de modernidad que hoy ya refulgen. No tiene por qué. Pero ello pasa por dejar de soñar en lo que 'fue' para construir hoy lo que 'es'; por no escuchar a los médicos brujos que cada tanto le instalan la ilusión de un mágico elixir que recupera la prosperidad perdida.
JULIO MARÍA SANGUINETTI (Ex Presidente de la República Oriental del Uruguay)
La particularidad histórica de la Argentina es que 'fue' desarrollada. Raúl Alfonsín, en un libro titulado La cuestión argentina, dice que en 1880 pocos podrían haber adivinado que aquel país deshabitado y convulsionado sería 50 años después el más desarrollado de América Latina y uno de los más ricos del mundo; del mismo modo, pocos podrían haber predicho que el país próspero y democrático de 1930, 50 años después sería un país arrasado por la intolerancia y la decadencia económica.
Recientemente, Mariano Grondona recordaba que en 1908 la Argentina tenía un producto por habitante superior a Alemania, Japón, Francia, Suecia, Holanda y, por supuesto, de lejos mayor que Italia y España. Sólo siete países encabezados por Gran Bretaña y Estados Unidos le superaban. Y evocaba que en 1928, en los preludios de la gran crisis mundial, la Argentina estaba en el duodécimo lugar, todavía muy por encima de Japón, Suecia, Austria y, naturalmente, Italia y España. Si la Argentina, concluía, siguiera en el puesto duodécimo de aquel 1928, tendría hoy un producto por habitante de 26.000 dólares, cuando el que posee es inferior a 8.000.
Lo curioso es que cuando se llega a Buenos Aires y se recorren sus magníficas plazas, bordeadas de palacetes de la belle époque, se ven llenos sus restaurantes, donde el buen gusto rivaliza con la sofisticación gastronómica, se lee la cartelera de exposiciones en museos y galerías de arte o de espectáculos teatrales y musicales, se tiene la sensación de que la vieja Argentina sobrevive. Podría sospecharse, sin embargo, que los grand y petit hotel son sólo vestigios históricos; sin embargo, bastará recorrer la expansión edilicia deslumbrante del Puerto Madero, reciclando hacia la posmodernidad un abandonado recinto portuario u observar cómo se levantan dos vanguardistas museos privados, Constantini y Fortabat, para reavivar esa sensación de estar en un país culto y dinámico. No obstante, si hablamos con los hombres de empresa o los funcionarios que entran y salen de esas resplandecientes torres, nos encontramos con un país enfurruñado, descreído de su futuro, agobiado por reiterados ajustes económicos que no terminan de cuajar. Ellos nos hablan de una agropecuaria endeudada, de una industria cuasi quebrada, de una clase media que no siente un destino para sí misma, de una pobreza creciente. Son gente inteligente, de la que sobra en la Argentina, país de talentos en todas las disciplinas, aun las científicas.
El cuestionamiento no es igual al de aquellos países, los centroamericanos por ejemplo, que nunca fueron. El problema es que la Argentina 'fue' y ya no es. O no siente que es.
La Argentina creyó que era rica, y lo era, efectivamente, cuando la ganadería y los cereales brillaban más que el oro. Pero hoy ya no es así. Y la sensación de opulencia fue sólo embriaguez pasajera en los tiempos de la industrialización a la fuerza o la privatización acelerada.
Las explicaciones menudean. Se menciona la corrupción, pública y privada. La falta de garantías jurídicas para la inversión. La debilidad de un empresariado nostálgico del proteccionismo. La mediocridad de una vida política canibalista en que los unos se devoran a los otros. La inestabilidad de políticas económicas que se desvanecen detrás de cada cambio ministerial. Quizás haya algo de todo ello en una cara de la medalla, pero en la otra bien podrían ponerse ejemplos de honradez y eficiencia.
Una complejidad semejante no acepta explicaciones fáciles, ni eslóganes imaginativos, ni recetas mágicas que puedan pedirse o darse desde el medio político. Cualquiera que sea el rumbo que se tome, la Argentina tendrá que pasar por un reconocimiento profundo de su realidad. Que es la de un país que en los últimos 30 años apenas ha crecido económicamente, que, por lo tanto, no ha mejorado su distribución de riqueza, que ha vivido horribles tiempos de violencia, violencia guerrillera, violencia de Estado, y que tiene que proseguir un proceso de modernización apenas iniciado. Y, sobre todo, recuperar la fe en sí mismo. La fe y la ética de trabajo que tuvieron los inmigrantes que en el siglo XIX llegaron de España e Italia con una mano detrás y otra delante, y construyeron su grandeza.
La Argentina ya no es rica, porque hoy ser rico es poseer capital científico, propiedad tecnológica, know how, ventajas competitivas y no sólo recursos naturales. Pero tampoco es pobre, porque tiene gente capaz, infortunadamente muy desconcertada y dividida. No tiene por qué resignarse a un destino mediocre una nación con capital humano y tantos focos de modernidad que hoy ya refulgen. No tiene por qué. Pero ello pasa por dejar de soñar en lo que 'fue' para construir hoy lo que 'es'; por no escuchar a los médicos brujos que cada tanto le instalan la ilusión de un mágico elixir que recupera la prosperidad perdida.
JULIO MARÍA SANGUINETTI (Ex Presidente de la República Oriental del Uruguay)
ARGENTINA VISTA POR UN URUGUAYO
Alguna vez alguien dijo que los países podían clasificarse en cuatro categorías: primero, los desarrollados; luego, los subdesarrollados; tercero, Japón, que no puede explicarse que sea desarrollado, y, finalmente, Argentina, que nadie puede explicar cómo es subdesarrollado. Más allá del humor negro, hay una aguda observación. No es sencillo explicar cómo el Japón, una isla sin recursos naturales, con una estructura social tradicional basada en una rígida estructura familiar y un gobierno de 'los viejos' llegó a ser la segunda potencia capitalista. Tampoco resultan muy a la mano las explicaciones sobre la Argentina, que es lo opuesto. Un magnífico territorio, con todos los climas; recursos naturales notables, desde gas y petróleo hasta ríos y tierras; una población con un nivel cultural promedio elevado, espíritu de iniciativa, inquietud. Es verdad que hoy día disponer de recursos naturales ya no tiene el valor de antes, pero que de las entrañas de la tierra surja la energía, o que una ubérrima pampa húmeda posea el máximo de fertilidad, o que los ríos montañosos permitan construir con facilidad represas, no deja de ser una gran ayuda.
La particularidad histórica de la Argentina es que 'fue' desarrollada. Raúl Alfonsín, en un libro titulado La cuestión argentina, dice que en 1880 pocos podrían haber adivinado que aquel país deshabitado y convulsionado sería 50 años después el más desarrollado de América Latina y uno de los más ricos del mundo; del mismo modo, pocos podrían haber predicho que el país próspero y democrático de 1930, 50 años después sería un país arrasado por la intolerancia y la decadencia económica.
Recientemente, Mariano Grondona recordaba que en 1908 la Argentina tenía un producto por habitante superior a Alemania, Japón, Francia, Suecia, Holanda y, por supuesto, de lejos mayor que Italia y España. Sólo siete países encabezados por Gran Bretaña y Estados Unidos le superaban. Y evocaba que en 1928, en los preludios de la gran crisis mundial, la Argentina estaba en el duodécimo lugar, todavía muy por encima de Japón, Suecia, Austria y, naturalmente, Italia y España. Si la Argentina, concluía, siguiera en el puesto duodécimo de aquel 1928, tendría hoy un producto por habitante de 26.000 dólares, cuando el que posee es inferior a 8.000.
Lo curioso es que cuando se llega a Buenos Aires y se recorren sus magníficas plazas, bordeadas de palacetes de la belle époque, se ven llenos sus restaurantes, donde el buen gusto rivaliza con la sofisticación gastronómica, se lee la cartelera de exposiciones en museos y galerías de arte o de espectáculos teatrales y musicales, se tiene la sensación de que la vieja Argentina sobrevive. Podría sospecharse, sin embargo, que los grand y petit hotel son sólo vestigios históricos; sin embargo, bastará recorrer la expansión edilicia deslumbrante del Puerto Madero, reciclando hacia la posmodernidad un abandonado recinto portuario u observar cómo se levantan dos vanguardistas museos privados, Constantini y Fortabat, para reavivar esa sensación de estar en un país culto y dinámico. No obstante, si hablamos con los hombres de empresa o los funcionarios que entran y salen de esas resplandecientes torres, nos encontramos con un país enfurruñado, descreído de su futuro, agobiado por reiterados ajustes económicos que no terminan de cuajar. Ellos nos hablan de una agropecuaria endeudada, de una industria cuasi quebrada, de una clase media que no siente un destino para sí misma, de una pobreza creciente. Son gente inteligente, de la que sobra en la Argentina, país de talentos en todas las disciplinas, aun las científicas.
El cuestionamiento no es igual al de aquellos países, los centroamericanos por ejemplo, que nunca fueron. El problema es que la Argentina 'fue' y ya no es. O no siente que es.
La Argentina creyó que era rica, y lo era, efectivamente, cuando la ganadería y los cereales brillaban más que el oro. Pero hoy ya no es así. Y la sensación de opulencia fue sólo embriaguez pasajera en los tiempos de la industrialización a la fuerza o la privatización acelerada.
Las explicaciones menudean. Se menciona la corrupción, pública y privada. La falta de garantías jurídicas para la inversión. La debilidad de un empresariado nostálgico del proteccionismo. La mediocridad de una vida política canibalista en que los unos se devoran a los otros. La inestabilidad de políticas económicas que se desvanecen detrás de cada cambio ministerial. Quizás haya algo de todo ello en una cara de la medalla, pero en la otra bien podrían ponerse ejemplos de honradez y eficiencia.
Una complejidad semejante no acepta explicaciones fáciles, ni eslóganes imaginativos, ni recetas mágicas que puedan pedirse o darse desde el medio político. Cualquiera que sea el rumbo que se tome, la Argentina tendrá que pasar por un reconocimiento profundo de su realidad. Que es la de un país que en los últimos 30 años apenas ha crecido económicamente, que, por lo tanto, no ha mejorado su distribución de riqueza, que ha vivido horribles tiempos de violencia, violencia guerrillera, violencia de Estado, y que tiene que proseguir un proceso de modernización apenas iniciado. Y, sobre todo, recuperar la fe en sí mismo. La fe y la ética de trabajo que tuvieron los inmigrantes que en el siglo XIX llegaron de España e Italia con una mano detrás y otra delante, y construyeron su grandeza.
La Argentina ya no es rica, porque hoy ser rico es poseer capital científico, propiedad tecnológica, know how, ventajas competitivas y no sólo recursos naturales. Pero tampoco es pobre, porque tiene gente capaz, infortunadamente muy desconcertada y dividida. No tiene por qué resignarse a un destino mediocre una nación con capital humano y tantos focos de modernidad que hoy ya refulgen. No tiene por qué. Pero ello pasa por dejar de soñar en lo que 'fue' para construir hoy lo que 'es'; por no escuchar a los médicos brujos que cada tanto le instalan la ilusión de un mágico elixir que recupera la prosperidad perdida.
JULIO MARÍA SANGUINETTI (Ex Presidente de la República Oriental del Uruguay)
La particularidad histórica de la Argentina es que 'fue' desarrollada. Raúl Alfonsín, en un libro titulado La cuestión argentina, dice que en 1880 pocos podrían haber adivinado que aquel país deshabitado y convulsionado sería 50 años después el más desarrollado de América Latina y uno de los más ricos del mundo; del mismo modo, pocos podrían haber predicho que el país próspero y democrático de 1930, 50 años después sería un país arrasado por la intolerancia y la decadencia económica.
Recientemente, Mariano Grondona recordaba que en 1908 la Argentina tenía un producto por habitante superior a Alemania, Japón, Francia, Suecia, Holanda y, por supuesto, de lejos mayor que Italia y España. Sólo siete países encabezados por Gran Bretaña y Estados Unidos le superaban. Y evocaba que en 1928, en los preludios de la gran crisis mundial, la Argentina estaba en el duodécimo lugar, todavía muy por encima de Japón, Suecia, Austria y, naturalmente, Italia y España. Si la Argentina, concluía, siguiera en el puesto duodécimo de aquel 1928, tendría hoy un producto por habitante de 26.000 dólares, cuando el que posee es inferior a 8.000.
Lo curioso es que cuando se llega a Buenos Aires y se recorren sus magníficas plazas, bordeadas de palacetes de la belle époque, se ven llenos sus restaurantes, donde el buen gusto rivaliza con la sofisticación gastronómica, se lee la cartelera de exposiciones en museos y galerías de arte o de espectáculos teatrales y musicales, se tiene la sensación de que la vieja Argentina sobrevive. Podría sospecharse, sin embargo, que los grand y petit hotel son sólo vestigios históricos; sin embargo, bastará recorrer la expansión edilicia deslumbrante del Puerto Madero, reciclando hacia la posmodernidad un abandonado recinto portuario u observar cómo se levantan dos vanguardistas museos privados, Constantini y Fortabat, para reavivar esa sensación de estar en un país culto y dinámico. No obstante, si hablamos con los hombres de empresa o los funcionarios que entran y salen de esas resplandecientes torres, nos encontramos con un país enfurruñado, descreído de su futuro, agobiado por reiterados ajustes económicos que no terminan de cuajar. Ellos nos hablan de una agropecuaria endeudada, de una industria cuasi quebrada, de una clase media que no siente un destino para sí misma, de una pobreza creciente. Son gente inteligente, de la que sobra en la Argentina, país de talentos en todas las disciplinas, aun las científicas.
El cuestionamiento no es igual al de aquellos países, los centroamericanos por ejemplo, que nunca fueron. El problema es que la Argentina 'fue' y ya no es. O no siente que es.
La Argentina creyó que era rica, y lo era, efectivamente, cuando la ganadería y los cereales brillaban más que el oro. Pero hoy ya no es así. Y la sensación de opulencia fue sólo embriaguez pasajera en los tiempos de la industrialización a la fuerza o la privatización acelerada.
Las explicaciones menudean. Se menciona la corrupción, pública y privada. La falta de garantías jurídicas para la inversión. La debilidad de un empresariado nostálgico del proteccionismo. La mediocridad de una vida política canibalista en que los unos se devoran a los otros. La inestabilidad de políticas económicas que se desvanecen detrás de cada cambio ministerial. Quizás haya algo de todo ello en una cara de la medalla, pero en la otra bien podrían ponerse ejemplos de honradez y eficiencia.
Una complejidad semejante no acepta explicaciones fáciles, ni eslóganes imaginativos, ni recetas mágicas que puedan pedirse o darse desde el medio político. Cualquiera que sea el rumbo que se tome, la Argentina tendrá que pasar por un reconocimiento profundo de su realidad. Que es la de un país que en los últimos 30 años apenas ha crecido económicamente, que, por lo tanto, no ha mejorado su distribución de riqueza, que ha vivido horribles tiempos de violencia, violencia guerrillera, violencia de Estado, y que tiene que proseguir un proceso de modernización apenas iniciado. Y, sobre todo, recuperar la fe en sí mismo. La fe y la ética de trabajo que tuvieron los inmigrantes que en el siglo XIX llegaron de España e Italia con una mano detrás y otra delante, y construyeron su grandeza.
La Argentina ya no es rica, porque hoy ser rico es poseer capital científico, propiedad tecnológica, know how, ventajas competitivas y no sólo recursos naturales. Pero tampoco es pobre, porque tiene gente capaz, infortunadamente muy desconcertada y dividida. No tiene por qué resignarse a un destino mediocre una nación con capital humano y tantos focos de modernidad que hoy ya refulgen. No tiene por qué. Pero ello pasa por dejar de soñar en lo que 'fue' para construir hoy lo que 'es'; por no escuchar a los médicos brujos que cada tanto le instalan la ilusión de un mágico elixir que recupera la prosperidad perdida.
JULIO MARÍA SANGUINETTI (Ex Presidente de la República Oriental del Uruguay)
sábado, enero 07, 2006
Internet costos y ganancias
Si bien la búsqueda de esquemas de financiación alternativos llevó a algunos diarios digitales a implementar el cobro por acceso (tarifas de suscripción) para sus ediciones digitales, como así el pago por algunos servicios especiales, los usuarios de internet no parecen estar dispuestos a pagar por información online, al menos la de tipo general, tal como lo muestran diversos estudios internacionales.
Esta dificultad solo parece salvable cuando algunos intereses profesionales, sociales o personales permiten a los lectores reconocer mayor valor en aquellas informaciones específicas.
Esto sucede, por ejemplo, con información de carácter financiero, razón que apenas le ha abierto el camino a los diarios especializados o económicos que comenzaron a repetir la experiencia del Wall Street Journal, que desde 1996 explota el modelo de contenidos pagos.
Puede entonces presumirse que el modelo de negocio para los sitios informativos en Internet tiene su principal apoyatura en los ingresos publicitarios.
Debido a las relativamente bajas barreras de entrada al sector, en Internet, y el alto precio de la producción de contenidos, el negocio de la difusión de información general en la red es muy difícil de rentabilizar.
Al presente, para la mayoría de los diarios digitales la ecuación ingresos-costos por usuario no se resuelve.
Esto es refrendado por la realidad misma de los medios digitales, así como por un gran número de análisis sobre casos prácticos (donde, por ejemplo, un website dedicado puramente a la provisión de contenido tuvo ingresos promedio por usuario y mes de 1,1 dólares frente a costos de 2,8 dólares), como los publicados por McKinsey Quarterly (www.mckinseyquarterly.com ).
Los medios offline tienen funcionamientos más rentables. Una emisora de televisión abierta recauda entre 10 y 15 dólares por usuario/mes, mientras que incurre en costes de entre 10 y 13 dólares usuario/mes. Por su parte un medio impreso ingresa entre 5 y 20 dólares y gasta entre 5 y 10 dólares.
Esta dificultad solo parece salvable cuando algunos intereses profesionales, sociales o personales permiten a los lectores reconocer mayor valor en aquellas informaciones específicas.
Esto sucede, por ejemplo, con información de carácter financiero, razón que apenas le ha abierto el camino a los diarios especializados o económicos que comenzaron a repetir la experiencia del Wall Street Journal, que desde 1996 explota el modelo de contenidos pagos.
Puede entonces presumirse que el modelo de negocio para los sitios informativos en Internet tiene su principal apoyatura en los ingresos publicitarios.
Debido a las relativamente bajas barreras de entrada al sector, en Internet, y el alto precio de la producción de contenidos, el negocio de la difusión de información general en la red es muy difícil de rentabilizar.
Al presente, para la mayoría de los diarios digitales la ecuación ingresos-costos por usuario no se resuelve.
Esto es refrendado por la realidad misma de los medios digitales, así como por un gran número de análisis sobre casos prácticos (donde, por ejemplo, un website dedicado puramente a la provisión de contenido tuvo ingresos promedio por usuario y mes de 1,1 dólares frente a costos de 2,8 dólares), como los publicados por McKinsey Quarterly (www.mckinseyquarterly.com ).
Los medios offline tienen funcionamientos más rentables. Una emisora de televisión abierta recauda entre 10 y 15 dólares por usuario/mes, mientras que incurre en costes de entre 10 y 13 dólares usuario/mes. Por su parte un medio impreso ingresa entre 5 y 20 dólares y gasta entre 5 y 10 dólares.
Internet costos y ganancias
Si bien la búsqueda de esquemas de financiación alternativos llevó a algunos diarios digitales a implementar el cobro por acceso (tarifas de suscripción) para sus ediciones digitales, como así el pago por algunos servicios especiales, los usuarios de internet no parecen estar dispuestos a pagar por información online, al menos la de tipo general, tal como lo muestran diversos estudios internacionales.
Esta dificultad solo parece salvable cuando algunos intereses profesionales, sociales o personales permiten a los lectores reconocer mayor valor en aquellas informaciones específicas.
Esto sucede, por ejemplo, con información de carácter financiero, razón que apenas le ha abierto el camino a los diarios especializados o económicos que comenzaron a repetir la experiencia del Wall Street Journal, que desde 1996 explota el modelo de contenidos pagos.
Puede entonces presumirse que el modelo de negocio para los sitios informativos en Internet tiene su principal apoyatura en los ingresos publicitarios.
Debido a las relativamente bajas barreras de entrada al sector, en Internet, y el alto precio de la producción de contenidos, el negocio de la difusión de información general en la red es muy difícil de rentabilizar.
Al presente, para la mayoría de los diarios digitales la ecuación ingresos-costos por usuario no se resuelve.
Esto es refrendado por la realidad misma de los medios digitales, así como por un gran número de análisis sobre casos prácticos (donde, por ejemplo, un website dedicado puramente a la provisión de contenido tuvo ingresos promedio por usuario y mes de 1,1 dólares frente a costos de 2,8 dólares), como los publicados por McKinsey Quarterly (www.mckinseyquarterly.com ).
Los medios offline tienen funcionamientos más rentables. Una emisora de televisión abierta recauda entre 10 y 15 dólares por usuario/mes, mientras que incurre en costes de entre 10 y 13 dólares usuario/mes. Por su parte un medio impreso ingresa entre 5 y 20 dólares y gasta entre 5 y 10 dólares.
Esta dificultad solo parece salvable cuando algunos intereses profesionales, sociales o personales permiten a los lectores reconocer mayor valor en aquellas informaciones específicas.
Esto sucede, por ejemplo, con información de carácter financiero, razón que apenas le ha abierto el camino a los diarios especializados o económicos que comenzaron a repetir la experiencia del Wall Street Journal, que desde 1996 explota el modelo de contenidos pagos.
Puede entonces presumirse que el modelo de negocio para los sitios informativos en Internet tiene su principal apoyatura en los ingresos publicitarios.
Debido a las relativamente bajas barreras de entrada al sector, en Internet, y el alto precio de la producción de contenidos, el negocio de la difusión de información general en la red es muy difícil de rentabilizar.
Al presente, para la mayoría de los diarios digitales la ecuación ingresos-costos por usuario no se resuelve.
Esto es refrendado por la realidad misma de los medios digitales, así como por un gran número de análisis sobre casos prácticos (donde, por ejemplo, un website dedicado puramente a la provisión de contenido tuvo ingresos promedio por usuario y mes de 1,1 dólares frente a costos de 2,8 dólares), como los publicados por McKinsey Quarterly (www.mckinseyquarterly.com ).
Los medios offline tienen funcionamientos más rentables. Una emisora de televisión abierta recauda entre 10 y 15 dólares por usuario/mes, mientras que incurre en costes de entre 10 y 13 dólares usuario/mes. Por su parte un medio impreso ingresa entre 5 y 20 dólares y gasta entre 5 y 10 dólares.
lunes, enero 02, 2006
Segçun Chávez, los judíos se adueñaron del oro del planeta
El Centro Simon Wiesenthal, dedicado a la persecución de criminales de guerra nazis y a combatir el antisemitismo, acusó al presidente venezolano Hugo Chávez de hacer comentarios antisemitas durante un discurso en la víspera de la Navidad.
El Centro Simon Wiesenthal condenó enérgicamente las declaraciones del mandatario venezolano y demandó una "inmediata retractación y disculpa públicas" afirmando que comentarios como ese han servido como excusa para justificar las "más crueles persecuciones y matanzas (de judíos) a lo largo de dos milenios".
Chávez, el 24 de diciembre en un discurso, expresó que "el mundo tiene para todos, pues, pero resulta que unas minorías, los descendientes de los mismos que crucificaron a Cristo... se adueñaron del oro del planeta".
Chávez no hizo una mención directa a los judíos en su discurso, que fue difundido por la televisión nacional.Una portavoz de la presidencia dijo el jueves que no había ninguna respuesta inmediata a la queja del Centro Simon Wiesenthal.Durante su alocución, el jefe de estado también elogió a Jesucristo como un héroe revolucionario, diciendo que fue el primer socialista verdadero del mundo.En una carta enviada a Chávez el miércoles por el Centro, basado en la ciudad estadounidense de Los Angeles, esa organización condenó sus comentarios."En sus palabras convergen dos argumentos centrales del antisemitismo, tanto en lo que respecta a la acusación a los judíos de haber matado a Jesús, como la asociación de ellos con las riquezas", indicó la misiva. "Nuestro Centro condena con el mayor énfasis sus declaraciones antisemitas".
La carta fue firmada por Shimon Samuels, director de relaciones internacional del Centro, y Sergio Widder, un representante latinoamericano basado en Argentina.Ellos dijeron que el Centro impulsaría a los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, países miembros del Mercosur, a que se "suspenda el proceso de incorporación de Venezuela a este bloque regional mientras Chávez no se disculpe públicamente por sus manifestaciones antijudías".Widder dijo el jueves que el Centro aún espera recibir una respuesta.
Agregó que incluso si Chávez no tuvo la intención de referirse a los judíos, la posibilidad que cause esa interpretación es lo que le preocupa."Hay que señalar que las palabras de un jefe de estado tienen que ser cuidadas", añadió.
La organización judía ha expresado su preocupación sobre otros comentarios de Chávez en el pasado. Chávez, un ardiente orador, afirma que conduce a Venezuela hacia el socialismo y ha dicho que quiere tener buenas relaciones con todos los grupos religiosos.
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