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Torfason, guitarra en mano, ofreció su micrófono como canal para que los ciudadanos que quisieran expresar su bronca lo hicieran.
El sábado siguiente, la iniciativa de Torfason reunió a decenas de personas en el mismo punto. Los sábados de aquel otoño, ligados por el movimiento Voces del Pueblo, llevaron al anuncio de disolución del Parlamento y convocatoria electoral el 23 de enero de 2009.
Los islandeses no se quedaron ahí. Sacudieron los cimientos del Gobierno, persiguieron a los banqueros que los llevaron al abismo y dijeron ‘no’ en un referéndum a la devolución a Gran Bretaña y Holanda de una deuda de 4.000 millones de euros y formaron una asamblea de 25 ciudadanos elegidos para llevar a cabo una reforma constitucional. Todo este movimiento que sacudió a Islandia, un país de 320.000 habitantes, se hizo sin siquiera un herido.
Precisamente en Islandia, el australiano Julian Assange, editor de Wikileaks, encontró un teatro perfecto para llevar su proyecto a primera plana. Tal fue el éxito, que el Parlamento islandés adoptó un proyecto para reformar la ley de prensa siguiendo el modelo de transparencia y respeto a la libre expresión de Wikileaks.
El otro día en una marcha en España ví un cartel que decía "De grandes queremos ser islandeses"
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