Por Ignacio Fidanza
El Cisne Negro fue Cristina Kirchner, posibilidad que anticipábamos en esta columna hace tres semanas. Finalmente ocurrió lo inesperado inesperado y no lo inesperado esperado, que era la tan declamada decadencia electoral de la Presidenta, a la luz de lo ocurrido en Capital, Santa Fe y Córdoba.
“No se confundan ella es parte del fenómeno”, afirmó a LPO un funcionario del gobierno, luego de los triunfos de Miguel del Sel y Macri. Los números de hoy parecerían confirmar esa lectura ¿Pero en que consiste el fenómeno? Esta claro que el electorado ya no se guía tanto por las divisiones que atrapan a los sectores mas politizados, esas que buscan polarizar entre izquierda y derecha o entre los que apoyan el “modelo” y los malvados destituyentes.
Esta claro que Cristina es una candidata excepcional –mucho mejor que Kirchner-. Todas las elecciones que lideró las ganó por abultadísimos margenes, así ocurrió en el 2005 y el 2007. Mientras que el ex presidente perdió en el 2003 y el 2009. Pero el triunfo de hoy, rondando los 50 puntos y sacándole casi 40 puntos al segundo es de una naturaleza excepcional, casi fundacional para eso que ya se denomina “cristinismo”.
Acaso lo más interesante para adelante, es la lectura que haga la Presidenta de este triunfo, que se combina con la atomización de la oposición en un damero de candidatos que rondan los 10 puntos, sacándose votos entre si.
La lectura es demasiado contundente para ignorarla. La Presidenta demostró que tiene a la mitad de los argentinos encolumnados detrás de su liderazgo, dato que conociendo al peronismo y su pasión por correr en auxilio de los triunfadores, le allanará la docilidad de los gobernadores, sindicalistas, intendentes y dirigentes de todo pelaje, que luego de los traumáticos cierres de listas mostraron los dientes. Esas rebeldías aguardarán otros tiempos que no son estos.
Frente a esto la oposición quedó atrapada en el peor escenario posible. Atomizada en propuestas liliputienses que rondan los 10 puntos, atacándose entre sí, muy lejos de ese escenario que imaginaba a una Cristina por debajo de los 40 puntos con un segundo fuerte que concitara el “voto útil” y forzara un ballotage.
Eduardo Duhalde fue quien más trabajo esa hipótesis. En su entorno imaginaban que hoy se iban a recortar en un sólido segundo puesto y que Cristina rondaría como máximo los 40 puntos. Con esa base esperaban llegar a octubre con Cristina en 39 puntos y el ex presidente superando el 25 por ciento. No entraba en los planes que luego de la primaria se bajara alguno de los otros candidatos, porque eso sería dejar a la deriva a todas sus listas de diputados, intendentes y demás. Pero sí despegarse, forzar un ballotage y en la segunda vuelta sumar todo el voto opositor. Esta noche Cristina destrozó ese escenario.
Con sus 50 puntos y tomando como base el alto porcentaje de votantes, que supera el 76% y coincide con el que asiste a las presidenciales, Cristina tienen descontado su triunfo en primera vuelta si mantiene estas adhesiones. Superado el 45%, alcanza un voto más que quien la sigue para ganar sin ballotage. Para que se entienda la contundencia del resultado de hoy, quien la sigue debería descontar 38 puntos en el puñado de semanas que quedan hasta octubre.
Con el diario del lunes todo es más sencillo, pero quedó claro que la oposición perdió al no aprovechar las primarias. Una competencia entre Duhalde y Rodríguez Saá; y otra entre Alfonsín, Binner y Carrió, hubiera dejado un escenario mas alentador para la oposición con dos candidatos fuertes, síntesis obligada para octubre. Ahora marchan todos atomizados a la elección general, en un movimineto muy funcional a Cristina.
¿Qué votó la gente?
Acaso una de las preguntas más interesantes sea qué interpretación hará Cristina del formidable respaldo que recibió después de 4 años de gobierno. Hay para elegir. Si entiende que ganó la lucha contra “las corporaciones” y la centralidad que le dio a La Cámpora, el rumbo del gobierno será una previsible “profundización” de sus sesgos más revulsivos y acaso acentúe el encapsulamiento del poder.
Pero hay otra lectura posible. Si se mira la impresionante elección que hicieron hombres muy lejanos de esa vertiente, como Scioli, Urtubey, Alperovich, Insfrán, Gioja y los intendentes del Conurbano, encabezados por Fernando Espinoza de La Matanza, se podrá encontrar en esos porcentajes una de las claves del arrollador éxito de la Presidenta.
Como le pasó a Carlos Menem en su primer mandato, hay una vitalidad política en el peronismo, que cuando empalma con un ciclo económico favorable, suele ser imbatible.
Para que se entienda, un ejemplo. En La Plata, el kirchnerismo más ultra, encabezado por el líder de La Cámpora, Andrés “Cuervo” Larroque, jugó a fondo por Guido “Kibo” Carlotto, hijo de Estela de Carlotto. El resultado no puso ser más desalentador: el intendente Pablo Bruera, cobijado por Juan Carlos Mazzón y Florencio Randazzo, sacó el 46% contra apenas 5% de “Kibo”.
Pero justo es reconocer que en Mercedes, otro líder de La Cámpora, Wado de Pedro, jugó fuerte por su amigo Juani Ustarroz quien pelea palmo a palmo con el intendente Carlos Selva. Lujos que se da el oficialismo, Selva también es kirchnerista. Pero su gestión enfrenta más de 57 denuncias y estuvo cerca de ser destituido.
Esta puede ser otra clave de la elección de hoy que explique como se combina este triunfo de Cristina con los de Mauricio Macri, José Manuel de la Sota y el socialista Antonio Bonfatti en Santa Fe. Al parecer la gente vota también gestiones y lo hace con libertad, sin prestarle mayor atención a los alineamientos que intentan imponer desde la política.
Como sea, Cristina sobrevuela esos conflictos, con guiños internos de favoritismo a La Cámpora y todo lo que se vincula a ese imaginario “ultra”, pero con la astucia de no dejarse llevar por las pasiones que despierta. Pese a las barbaridades que los kirchneristas más fanáticos dicen de Scioli, Bruera y los intendentes del Conurbano, se cuidó de compartir sus boletas con ellos.
Otro elemento central a tener en cuenta es la situación económica. Con una economía creciendo alrededor del 6%, el desempleo en baja o estable en menos de un dígito, y los salarios todavía peleando –aunque sea de atrás- con la inflación, todas las inconsistencias que ya sufre el “modelo” todavía no se sienten en profundidad a nivel de la calle. Sensación de razonable bonanza que acaso se acentúa cuando se contrapone a la crisis que golpean a los países más desarrollados, cuando se observan las imágenes de “indignados” marchando por las capitales que hasta hace poco se exhibían como modelo.
No sería descabellado suponer que la crisis global, que todavía no impacto fuerte en la región, este jugando a favor de acentuar un voto conservador que capitalice Cristina, un voto por mantener el status quo, lo poco o mucho que se consiguió. O sea, una razón muy distinta al respaldo a la “revolución” kirchnerista que seguramente descontarán esta noche los sectores más radicalizados –o ingenuos- del oficialismo.
Pero tal vez lo mas notable de este triunfo y que hace a la exuberancia argentina, es que acaso algún ciudadano distraído se acueste pensando que el partido ya fue liquidado con claridad y por la mañana se desayune con la inoportuna novedad que en poco menos de dos meses deberá volver a votar lo que ya votó.
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