Por Rubén Weinsteiner para EL PAÍS
Hay que hablar de las audiencias más que de uno mismo, vender sensaciones más que medidas y programas
La dinámica de la política 2.0, se despliega entre políticos y ciudadanos ante audiencias de audiencias. En esa política simétrica donde se establecen conversaciones híper masivas, los posicionamientos emocionales requieren de narrativas emocionales .
El poder político se construye y acumula en el mercado de las emociones, la cognitividad fundamenta, la emocionalidad define.
La construcción de esa narrativa 2.0 es horizontal, se expone a la mirada, la modificación, el ataque, el apoyo y el compromiso de la gente que ya no es muda como en los 90 donde la telepolítica era el escenario. En Argentina todo pasaba en la TV, en Hora Clave o en Tinelli, para los políticos ser era aparecer, para la gente ser era parecerse, en cualquier caso no se le puede responder a un televisor.
Esa narrativa emocional debe plantear un relato con drama, protagonistas y antagonistas, peligros, indignación, moraleja, anclajes visuales, auditivos y sensoriales, simbología y ritualidad, esperanza.
Ese relato no debe ser auto referencial, la gente más que oírte hablar de vos, quiere oírte hablar como vos mismo. No quiere anécdotas sino realidad, autenticidad. Si se lanza un programa político o un producto comercial, más que hablar del programa o del producto habría que hablar sobre la gente para quien ese plan o ese producto, fueron pensados, comunicar sensaciones y establecer una conexión emocional eficaz.
Hay que hablar de las audiencias más que de uno mismo
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