Por Rubén Weinsteiner para Newsweek
En estos días en los cuales la figura de Raúl Alfonsín se resignifica a la luz de la perspectiva que brindan la distancia, el reencuadre de algunas de sus decisiones y las referencias de gestiones posteriores, se impone reflexionar acerca de los mecanismos de construcción de poder y acumulación de la marca política Alfonsín, - lejos de creer que las comparaciones son odiosas, creo que son absolutamente necesarias- contrapuestos a los mecanismos de construcción y acumulación de la marca Kirchner.
A los efectos de este análisis tomo dos períodos en la gestión de construcción y acumulación de la marca Alfonsín:
1) Construcción inicial, campaña y llegada al poder , 82-83
2) Gobierno 84-89
Observamos entre estos dos períodos muchas diferencias, tanto en la gestión del discurso, del posicionamiento, del relato, de la personalidad y de la identidad política como del naming entre otras cosas. Pero existe una diferencia altamente significativa, que determinó debilidad en la construcción de poder de la marca Alfonsín.
Durante el primer período Alfonsín denunció el pacto militar sindical, ubica al enemigo en una entidad compuesta por el viejo sindicalismo, el viejo peronismo y los militares.
Al “somos la rabia” del viejo peronismo, le esgrimió el “somos la vida” y de esa manera consolidó une enemigo posible, vulnerable, como vimos en las elecciones del 83, pero tampoco tan débil como para perder verosimilitud como enemigo.
Durante el gobierno radical, a la marca política Alfonsín, sus estrategas no supieron erigirle enemigos posibles, si bien enfrentó numerosos enemigos, todos ellos, como se demostró en el terreno, eran demasiado fuertes para Alfonsín: Saúl Ubaldini, La Sociedad Rural, los Carapintadas, la City, La Iglesia, Clarín etc.
Es muy difícil construir y acumular poder sin un enemigo viable, al que se pueda derrotar y que a la vez configure algún tipo de amenaza real, y de esa manera sea tributario de la construcción de la propia identidad.
Para construir marca política, hace falta determinar en el terreno un clivaje, un modelo binario. Lo que uno es contrapuesto a lo que no es. Institucionalidad versus clientelismo, justicia social vs reformismo conservador, corrupción vs honestidad, orden vs caos. De esa manera la propia identidad está definida por los atributos propios valorados y queridos por los segmentos a interpelar y del otro, los atributos valorados negativamente y temidos por la clientela electoral.
Este clivaje construido desde los conceptos requiere una personalización para dotar al esquema binario de mayor potencia emocional.
El concepto corrupción dispara significados negativos, pero si le ponemos nombres y rostros los significados que disparará adquirirán una dimensión emocional con mucho mayor poder de fuego.
Los Kirchner no enfrentaron a Clarín en su primer gobierno con el 22 % de los votos, ahí el enemigo era el neoliberalismo, encarnado en un menemismo residual agonizante. Tampoco enfrento a Duhalde antes del 2005, lo enfrentó cuando la relación de fuerzas se lo permitió.
Carrió, los despojos del partido militar, Clarín, y los “piquetes de la abundancia” del campo, fueron enemigos que a la luz de los resultados se verificaron como superlativamente eficaces.
El 2% de la Coalición Cívica, la pérdida de poder de fuego de Clarín, el surgimiento del Kirchnerismo como aglutinador de sujetos políticos a partir de las derrotas de la 125 y de las elecciones de 2009, explican el escenario que le permitió a los Kirchner, consolidarse como espacio, retomar la iniciativa en 2010, lanzar medidas de gestión potentes como la AUH, el matrimonio igualitario, la eliminación de las AFJP, y así constituirse en el 54% en Octubre de 2011 luego del desgaste de dos gestiones.
Hoy Macri es para el Kirchnerismo un enemigo ideal para construir y acumular, y el gobierno lo ha elegido para que sea su enemigo de turno. Macri es vulnerable, es la contrafigura perfecta de CFK y de la esencia del Kirchnerismo, y además no tiene despliegue territorial, no tiene agenda ni un “reason why” nacional.
Alfonsín durante los dos primeros años, no tuvo una oposición sólida que pudiera establecerse como un enemigo plausible. Los enemigos corporativos eran creíbles pero demasiado fuertes. Cuando la oposición se consolidó, se convirtió en un enemigo exageradamente potente para enfrentarlo.
La marca política es una máquina que dispara significados. Alfonsín, parafraseando su último discurso, “no pudo, no quiso o no supo” erigir ese enemigo derrotable e imprescindible para construir una marca política, que dispare significados emocionales de poder.
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