sábado, julio 07, 2012

Capital erótico

 
Catherine Hakim es una socióloga británica de 64 años que da clases en The London School of Economics. En 2011, escribió un libro -acaba de salir a la venta en Argentina- que produjo una gran polémica en todos los países en los que apareció. Se trata de "Capital erótico. El poder de fascinar a los demás". La tesis de Hakim es tan sencilla que parece increíble que se haya pasado por alto en más de un siglo de estudios culturales. El capital erótico es, según la autora, un capital personal tan valioso y concreto como el capital económico, el capital cultural o el capital social. Se trata de "una mezcla nebulosa pero determinante de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen y aptitudes sociales, una amalgama de atractivo físico y social que hace que determinados hombres y mujeres resulten atractivos para todos los miembros de la sociedad, especialmente los del sexo opuesto". Los efectos de este activo evanescente son palpables en todos los órdenes de la vida, desde la hospitalidad preferencial que reciben desde la infancia, pasando por mejores empleos y salarios, hasta un trato inclinado a la indulgencia por los jurados en los juicios. Es frecuente que las personas con capital erótico pueden ascender socialmente, incluso llegar al poder gracias a sus encantos, como es el ejemplo de las plebeyas que accedieron a la realeza, desde Grace Kelly, hasta Lady Di, Máxima de Holanda, y ahora Kate Middleton al casarse con el príncipe William, todas ellas poseedoras de grandes cantidades de capital erótico.
Hakim sostiene que en la vida cotidiana el capital erótico puede intercambiarse por otros capitales, como si fuera dinero. El capital erótico es un don tan valioso y esquivo que, por ejemplo, es posible que un poderoso empresario, o un deportista estrella, busque adquirirlo casándose con una bella modelo. La autora sugiere que ese es el mecanismo para filtrar activos eróticos a futuras generaciones. De forma casi darwiniana, una familia poderosa pero sin gracia procura a través de la genética incorporar los dones de la belleza y el encanto.
A diferencia de las versiones esquemáticas que la cultura impuso donde los bellos son sinónimo de tontos (linda pero tonta, la rubia tarada, etc), Hakim se inclina por lo contrario. No solamente la inteligencia se distribuye de la misma manera entre agraciados y desgraciados, sino que el capital erótico facilita que ese brillo prospere.

Un bien adquirido

De forma intuitiva se asocia el capital erótico a la belleza, una ventaja de nacimiento como puede ser la altura o el color de los ojos. Sin embargo, Hakim insiste en que el capital erótico es un activo esencialmente adquirido, en donde la belleza es un componente importante, pero de ninguna manera definitivo. Cita el concepto francés de "belle laide, una mujer fea que se vuelve atractiva gracias al acierto con que cuida su imagen y su estilo. Ponerse en forma, mejorar la postura, llevar colores y formas favorecedoras, elegir un corte de pelo y ropa adecuados, son cambios que pueden conformar un look completamente nuevo" . En efecto, el capital erótico surge de la valoración y combinación de atributos en donde la personalidad, la simpatía, la indumentaria, la seguridad al hablar y moverse, son iguales o más importantes que la armonía del rostro. Un reciente comercial internacional de Martini (una obra maestra del género) sintetiza con gracia parte de lo que Hakim trata de decir a lo largo de todo su libro remarcando la importancia de la actitud en los resultados de la vida.
Hakim cambia con su libro la cotización de los activos personales para otorgarle al capital erótico la ubicación privilegiada que probablemente siempre debió tener, tan estratégica y poderosa como el patrimonio, los créditos académicos y los mejores contactos sociales.



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