miércoles, enero 02, 2008

Michel Suleiman llave para una solución en El Líbano


La elección del nuevo presidente libanés se encuentra aún en el aire. La asamblea parlamentaria no ha conseguido llegar a un acuerdo por lo que el propósito de dar a la nación un jefe de Estado antes de fin de año se ha desvanecido. Finalmente las distintas partes políticas sólo parecen haberse puesto de acuerdo en un nombre, el de Michel Suleiman. De esta forma, el Líbano continúa atravesando un momento históricamente muy difícil, con un gobierno suní enfrentado a una oposición cristiana y chií. El intercambio de acusaciones entre ambas partes, alentado en buena medida por la oscura red de injerencias extranjeras, está alargándose hasta el infinito y convirtiéndose en algo completamente contraproductivo. Siria, Irán y Estados Unidos están jugando un papel fundamental en este escenario en el que no dejarán intervenir a ninguno que no sea de su agrado. Este es el punto de partida de la parálisis que bloquea el país, que ya desde el 24 de noviembre navega a la deriva, sin que se avisten posibilidades de una solución a corto plazo.

La figura de Michel Suleiman

Michel Suleiman, que desde 1998 ocupa el cargo de Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas libanesas, es considerado por todos como el único candidato con posibilidades para ocupar el incómodo sillón presidencial. Él es la única figura sobre la cual han conseguido ponerse de acuerdo unánimemente la mayoría y la oposición, especialmente después de la dimisión del líder de la oposición cristiana Michel Aoun. También este último ha manifestado su disposición a apoyar la candidatura del general y en este sentido ha declarado: “Esperamos que, tras la desaparición de los obstáculos constitucionales, el general Suleiman pueda convertirse en nuestro candidato”. Los obstáculos constitucionales que menciona aparecen recogidos en el artículo 49 de la constitución libanesa, que dice textualmente: “…un funcionario de primer nivel debe dimitir de su cargo al menos dos años antes de presentarse como candidato a la presidencia de la República”. Sin embargo, este inconveniente parece fácilmente salvable dada la completa disponibilidad, aunque hasta el momento teórica, de las facciones políticas para aprobar una enmienda que anule en la práctica dicha prohibición.

En los últimos años la popularidad de Suleiman se ha incrementado notablemente. La calma y la neutralidad con la que ha dirigido las crisis que han sacudido el país y la victoria contra los extremistas islámicos atrincherados durante quince semanas en el campo de refugiados de Nahr al-Bared, son dos factores que han contribuido de forma decisiva al consenso de la mayor parte de las fuerzas políticas del país sobre su candidatura. Suleiman, abalado por su demostrada imparcialidad, su distanciamiento de las diversas formaciones y su capacidad de diálogo con Damasco, es visto como el idóneo nuevo presidente. Sin embargo, todavía no ha conseguido tomar posesión del cargo.
La oposición: Hezbolá y los cristianos maronitas guíados por el ex general Michel Aoun

El 3 de diciembre de 2007 Hezbolá expresó también su apoyo a la candidatura de Suleiman. El portavoz parlamentario chií Nabih Berry ha afirmado en diversas ocasiones que Hezbolá no pondría ningún obstáculo a la elección del nuevo presidente. De hecho, los guerrilleros chiíes mantienen buenas relaciones con el general maronita. En 2006 Suleiman había reconocido el derecho de Hezbolá a no deponer las armas y había legitimado la resistencia que estaban llevando a cabo contra Israel. Sin embargo, los chiíes han impuesto una serie de condiciones que están contribuyendo de forma notable a retrasar las elecciones. El objetivo último de Hezbolá con esta actitud es debilitar a la mayoría anti-siria dirigida por Fuad Siniora y, en este sentido, ha solicitado una mayor participación en el próximo equipo de gobierno. Pero esta condición no satisface demasiado a Washington.

Las leyes libanesas prevén que tras el nombramiento del Presidente de la República éste lleve a cabo directamente la formación del ejecutivo. Éste es uno de los principales elementos de confrontación entre Hezbolá y la actual mayoría parlamentaria. En efecto, el apoyo del que goza Nasrallah, líder de Hezbolá, se encuentra estrechamente ligado a la sólida presencia de esta formación en distintos ministerios. Según algunas fuentes no oficiales la oposición ha solicitado 17 ministerios, lo que dejaría los otros 13 en manos de la coalición dirigida por Fuad Siniora. Este intercambio de favores sería necesario para obtener el voto de la oposición, pero la mayoría parlamentaria ha rechazado la posibilidad de que el equipo de gobierno se forme antes de las elecciones a la presidencia de la República. De hecho, un representante parlamentario próximo a Hezbolá ha anunciado que la oposición participará en la votación sólo si se llega a un acuerdo político que cuente con las garantías adecuadas.

El objetivo último de la oposición sigue siendo en cualquier caso el 2009, el año de las próximas elecciones. En este sentido, el apoyo tanto de Michel Aoun como de Hezbolá a Suleiman depende también de otra condición: que en el 2009 éste dimita y se celebren nuevas elecciones libres. Por tanto, la intención de ambas fuerzas es clara: están tratando de favorecer un periodo de transición que les sirva para ganar el mayor apoyo posible, reforzar su propio peso político y poder de esta forma imponerse sin dificultades en las próximas elecciones. Por ello la disputa con la mayoría parlamentaria ya no trata sobre el candidato a elegir, sino sobre todas las demás figuras que se encontrarán junto al nuevo presidente. En efecto, la principal preocupación no es ya el Presidente de la República sino el equipo de ministros que le acompañará y el resto de los nombramientos importantes.
Las naciones implicadas

La oposición parece por tanto haber encontrado su importancia definitiva y haber conseguido garantías satisfactorias. El acuerdo existe, aunque no para todos. En este escenario se inserta el atentado mortal al general maronita Francois al-Hajj, un homicidio que crea nuevas dificultades ya que al-Hajj era el personaje con más posibilidades de convertirse en sucesor de Suleiman como jefe del Ejército. Los 35 kilos de dinamita que hicieron explotar su coche son la prueba evidente del rechazo a los acuerdos alcanzados. Este asesinato ha avivado el intercambio de acusaciones. De hecho, la explosión se produjo en el barrio de Hadath Kfar Shima, en Baabda, una localidad de Beirut en la que tienen su sede diversas embajadas. En esta zona protegida militarmente difícilmente podrían haber entrado terroristas libaneses. Según Leila Mazboudi, redactora jefe de la televisión filo-chií Al-Manar, este asesinato es “...un golpe contra Suleiman y contra la unidad de la oposición que aboga por un Gobierno de unidad nacional…”. La periodista ha acusado a Estados Unidos y a Israel, e indirectamente a la mayoría anti-siria. En los últimos días también algunos representantes de Hezbolá han lanzado acusaciones contra Estados Unidos por su intromisión en los asuntos libaneses, asegurando que las órdenes estadounidenses no serán en cualquier caso respetadas. Siria por su parte, a través de diversas declaraciones oficiales, ha cargado contra Israel acusándolo abiertamente de ser el artífice y el ejecutor del atentado.

Pero los polémicos enfrentamientos entre las diversas naciones no se han limitado solamente a este hecho sangriento. Desde hace algunos meses las naciones afectadas se intercambian duras acusaciones. El ministro de información sirio, Mohsen Bilal, ha acusado a Estados Unidos de haber saboteado los esfuerzos realizados por Siria para favorecer el compromiso entre las distintas fuerzas políticas libanesas para las elecciones del nuevo Presidente de la República. La única respuesta del presidente americano George W. Bush ha sido una declaración en la que aseguraba haber perdido hacía mucho tiempo la paciencia con el presidente sirio Bashar al Assad y en la que le acusaba de nuevo de sostener a Hamás y a los libaneses de Hezbolá, permitir que los kamikazes que se dirigen hacia Irak atraviesen su país y perseguir la desestabilización del Líbano.

Últimamente incluso Francia está tomando parte en estas discusiones, realizando una fuerte presión para que las elecciones libanesas se desarrollen con regularidad. De hecho, París desconfía de que Siria tenga realmente una sincera voluntad de colaboración. El presidente francés Nicolás Sarkozy ha solicitado a su homólogo sirio Assad que respete la voluntad de los libaneses y que ayude al país a salir de la peligrosa situación de estancamiento en la que se encuentra.
Conclusiones

El asesinato del general al-Hajj es sólo el último ejemplo que pone en evidencia la importancia de los intereses que se encuentran en juego en este escenario, pero sobre todo constituye un ejemplo de hasta que punto son fuertes las presiones externas y de hasta que punto el destino del Líbano no depende exclusivamente de la voluntad de los libaneses. A pesar de que la coalición de Gobierno ha aprobado el proyecto de ley necesario para abolir los obstáculos constitucionales para la elección de Suleiman, el 29 de diciembre no fue finalmente la fecha en la que se nombró al nuevo Presidente de la República libanesa. Las distancias que separan a la mayoría, a la facción proamericana, a la oposición y a la facción prosiria no se han reducido y el Líbano se encuentra todavía sumergido en una total parálisis. Además, aunque Suleiman consiga salir elegido, parece que su figura se concibe solamente como de transición. Casi con toda probabilidad, los problemas del Líbano no se resolverán con su nombramiento. Como mucho, serán sólo remendados.

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