La intensidad de los movimientos migratorios sacude y redefine el territorio en el que estamos parados. A diferencia de otros tiempos, los desplazamientos de personas mutan velozmente, atraviesan y a la vez refuerzan las fronteras, que se tornan más sofisticadas. Las réplicas poblacionales son un flujo decisivo en la reinvención de las ciudades y sus quimeras de imponer el control.
La migración es también una fuerza productiva que fogonea el crecimiento de la economía, y funciona como variable de precarización para un modelo incapaz de incluir a la totalidad de la masa laboral en la actividad en blanco. Es así como se difunden nuevas formas de explotación y subordinación vinculadas al aspecto étnico del trabajo migrante, que el capital exhibe como situaciones ejemplificadoras de obediencia. Sin embargo, cada vez gana mayor preeminencia la faz de invención resistente y democrática que implica este trajín de ida y vuelta.
El peso de los migrantes no se restringe al trabajo. Sus culturas y saberes operan en forma permanente y van tejiendo lazos en el mundo más amplio de lo subalterno, como un torrente que fecunda nuevos universos populares hasta invalidar esa matriz privilegiada de la identidad plebeya que es el axioma nac & pop. En una Argentina que ya no puede considerarse unidad homogénea (a pesar de las retóricas de la nostalgia), haríamos bien en reconocer que lo popular cada vez más viene de afuera. Migra & pop es el nuevo eslogan. El pueblo son ellos, y muchos de los nuestros, que conocen cómo es vivir al ras del suelo y ponen la rueda en movimiento. Son los dueños del futuro...
Completa acá.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario