Recibimos este excelente análisis de Julio Burdman que apunta a desentrañar al núcleo simbólico de planteos conceptuales que dan vuelta, en cuya base conceptual siempre se identifica Peronismo con Nacionalismo ... europeo.
Catástrofe del pensamiento -- que fuera enfrentada conceptualmente como nadie por el Bebe Cooke el siglo pasado que fundó sin nombrar la categoría no funcionalista de "populismo" para el análisis del peronismo -- , esa asimilación de Peronismo y Nacionalismo europeo reiteramos dió y da lugar a muchos de los malos entendidos proplados ahora mismo con sagrada furia nada más ni nada menos que por la opo, que responde a la corpo, intentando , claro, que no se gane la batacu. Mejor leemos a Burdman:
Dentro y fuera de la Argentina, el resurgimiento de la cuestión Malvinas dio lugar a diferentes acusaciones a la posición del Gobierno Argentino, afirmando que está nutrida en el “nacionalismo peronista” . Pero no hay motivo de alarma. Más allá del juicio que tengamos acerca de la política kirchnerista sobre Malvinas –tema para otro artículo–, lo cierto es que el peronismo no fue ni es un movimiento nacionalista. Al menos, no en el sentido europeo. Este supuesto es una imagen muy fuertemente instalada en la Historia Argentina, pero no responde ni al ideario populista ni al desempeño gubernamental de los diferentes peronismos. Por el contrario, el peronismo desde sus inicios representó -y lo sigue haciendo- una crítica del nacionalismo argentino, construido en tiempos de la Organización Nacional y con una influencia que se extendió por la tradición antiperonista y la visión geopolítica de los gobiernos militares del Siglo XX.
Se ha dicho reiteradamente que el peronismo es nacionalista por razones que no describen el meollo del nacionalismo. Por un lado, porque hubo –y hay– nacionalistas católicos, rosistas y de otras denominaciones que reivindican a Perón. Grupos minoritarios de esta filiación se sumaron a la amplia coalición de 1945 y después también, pero nunca fueron predominantes en ninguno de los gobiernos peronistas. Por otra parte, Perón era un caudillo militar, y todos los militares del mundo son, en alguna medida, nacionalistas. Juran, después de todo, dar su vida en defensa de la Patria. Pero esas aparentes ideas, en todo caso, no permearon en las políticas peronistas.
Se dice también que el peronismo era nacionalista en lo económico, y si bien esto es cierto, también lo es que el proteccionismo económico y el keynesianismo son teorías económicas que no necesariamente van de la mano del nacionalismo político y social, y que eran predominantes a nivel mundial en tiempos del primer peronismo. Pero el elemento más fuerte en la caracterización del peronismo como nacionalista proviene de su antiimperialismo y antinorteamericanismo, muy marcados en su primera etapa.
En esta relación conflictiva podemos identificar los aspectos más nacionalistas del peronismo. Y aun así, hay que distinguir entre antiimperialismo y nacionalismo, que no son exactamente lo mismo –existe, de hecho, una tradición liberal antiimperialista–, y también hay que situar la retórica antinorteamericana de Perón dentro de un comportamiento reactivo, ya que ésta surge y se profundiza como consecuencia de los conocidos esfuerzos de Washington para evitar que la primera candidatura presidencial de Perón triunfase en 1946.
Pese a lo anterior, no podemos decir que el peronismo sea nacionalista porque todas sus políticas fueron opuestas a las agendas centrales del nacionalismo de ayer y de hoy. El nacionalismo, una idea europea, define a una comunidad nacional en términos culturales, idiomáticos y étnicos, y luego defiende el derecho de esta Nación a tener un Estado propio y diferenciado de otras naciones. Los programas nacionalistas sobre población, territorio, nacionalidad e inmigración parten de esta premisa. En la Argentina, el nacionalismo que organizó el país se propuso definir una argentinidad a partir de nuestras raíces europeas, negando y combatiendo a las poblaciones pre-existentes, defendió un territorio “geográficamente imaginado” de sus vecinos en disputa, promovió la inmigración europea asociada a una formidable empresa cultural de“argentinización”, y acabó enfrentado con esta idea una vez que encontró que las masas inmigrantes empobrecidas del sur de Europa no respondían al plan imaginado.
Diferentes autores sostienen que, más allá de sus logros iniciales, las construcciones de este nacionalismo argentino tuvieron influencia sobre muchos acontecimientos políticos poco felices que se vivieron con posteridad. Desde las guerras territoriales –pocas, afortunadamente– en las que se embarcó la Argentina con sus vecinos en el Siglo XIX hasta el pensamiento geopolítico clásico de los militares argentinos, caracterizado por una marcada desconfianza hacia los países vecinos, pasando por el mito de la “Argentina blanca” y la Guerra de Malvinas, están unidos por este origen común.
El peronismo representó, a través de sus políticas, una crítica profunda de estos conceptos fundacionales argentinos. En primer lugar, porque cambió el concepto de población. Puso fin al mito de la Argentina blanca y a partir de allí, fue el motor político de sucesivos cambios. El peronismo es esencialmente diferente del nacionalismo porque es populista latinoamericano. Y el populismo, por definición, no es nacionalista; puede, eventualmente, parecerse al nacionalismo, pero una vez que se convierte en nacionalismo deja de ser populismo. La diferencia es sociológica: el nacionalismo defiende a un determinado grupo social, “la nación”, se basa en él, y excluye a todos los demás, mientras que el populismo, construye un grupo social indeterminado,“el pueblo”, e incluye a todos los que se quieran subir a él, hasta formar una mayoría electoral.
El “pueblo” de los populistas no es esencialista, sino que responde a un objetivo político. Este fue uno de los errores fundamentales de quienes quisieron comparar a los populismos latinoamericanos con los fascismos europeos. Haciendo una mala analogía contrafáctica, podríamos decir que bien lejos de las manifestaciones nacionalistas uniformes de los nazifascismos de los ‘30 y ‘40, el peronismo y otros populismos latinoamericanos de los ‘40 fueron una gran unión de los excluidos por aquellas manifestaciones.
Y desde entonces, siempre fue incorporacionista. En todas sus variantes, el peronismo fue favorable a una inmigración abierta. Aún hoy, en un mundo en el que los países tienden a cerrar sus fronteras a la inmigración. Es, también, un partido que se identifica con los avances civiles y sociales logrados por otras comunidades excluidas, como las mujeres, los inmigrantes de países limítrofes, los homosexuales y, lentamente, los pueblos originarios.
Finalmentre, otra política histórica del peronismo que se contrapone por definición al nacionalismo, es su integracionismo. Durante el primer peronismo, aún cuando no se lograron avances concretos en la materia en comparación con el Mercosur –firmado en 1991 por un presidente peronista, en este caso globalista, como fue Carlos Menem–, se desarrolló una doctrina de orientación a la integración regional que perdurará hasta nuestros días.
En suma: el peronismo en nada se parece a un nacionalismo europeo. Estos últimos movimientos se caracterizan por una visión restringida de la población, su oposición a la inmigración y la integración regional, y una desconfianza hacia los países vecinos. Contrariamente, el peronismo siempre fue partidario de la inmigración y la integración regional, y su visión acerca de la población es dinámica y populista- incorporacionista. El nacionalismo territorial ofensivo argentino siempre actuó bajo el gobierno de grupos políticos herederos de la tradición nacionalista argentina, y ello incluye a la Guerra de Malvinas, engendrada por la última dictadura militar y antiperonista. El peronismo es populista, con todo lo que ello implica.
Tal vez Kant debería renacer para escribir “La Paz Populista”.
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