Las relaciones entre China y Taiwan, marcadas desde hace más de seis décadas por la rivalidad y la desconfianza, han entrado hoy en una nueva fase. Pekín y Taipei han firmado un acuerdo comercial sin precedentes, que acercará aún más sus economías y dará un gran impulso a los intercambios entre ambas partes, que ascienden a unos 110.000 millones de dólares anuales
China confía en que el pacto allane el camino hacia la futura absorción de la isla, mientras que Taiwan espera que contribuya a mejorar su posición en un entorno geográfico marcado por el ascenso chino y la rápida creación de bloques comerciales. Los críticos en la isla lo califican de paso político peligroso. "Este es un momento crítico en el desarrollo de nuestras relaciones a largo plazo. Debemos aprovechar la oportunidad y trabajar juntos para construir la confianza mutua", ha dicho el enviado taiwanés, Chiang Pin-kung.
El llamado Acuerdo Marco de Cooperación Económica (ECFA en sus siglas en inglés) reducirá y eliminará los aranceles a la exportación de 539 categorías de productos taiwaneses y a la importación de 267 categorías chinas. Pekín recortará los aranceles a productos de la isla valorados en 13.840 millones de dólares, mientras Taipei lo hará a artículos chinos cifrados en 3.000 millones. El pacto permitirá, además, a las compañías taiwanesas el acceso a 11 sectores de servicios en el continente, entre ellos, el bancario, seguros y hospitales. El flujo de bienes taiwaneses a China asciende a 80.000 millones de dólares al año, mientras que en sentido contrario suma 30.000 millones. Los aranceles caerán a cero en un plazo de dos años.
Cientos de miles de puestos de trabajo
Algunos analistas calculan que el acuerdo creará alrededor de 260.000 puestos de trabajo en Taiwan y añadirá 1,7 puntos porcentuales de crecimiento anual al producto interior bruto (PIB) del territorio. Taiwan, con una población de 23 millones de personas, es desde hace tiempo uno los principales socios comerciales de China. Alrededor de 40.000 empresas de la isla operan en el continente, donde han invertido más de 83.000 millones de dólares en las dos últimas décadas. Un millón de taiwaneses viven en China.
La alianza ha sido firmada en un lugar simbólico: Chongqing, ciudad del suroeste de China, donde se refugió el Gobierno de los nacionalistas de Chiang Kai-shek huyendo de los invasores japoneses. Chiang y el líder comunista Mao Zedong negociaron en Chongqing una incómoda alianza durante la II Guerra Mundial. Tras su fracaso, ambas partes reanudaron el conflicto civil, que concluyó con la victoria de los comunistas y la retirada de los nacionalistas a Taiwan en 1949. Desde entonces, Pekín ha reclamado la isla y ha amenazado con tomarla por la fuerza si intenta declarar oficialmente la independencia que de facto disfruta. China tiene más de 1.000 misiles apuntando hacia a Taiwan.
Las relaciones a ambos lados del estrecho de Taiwan han estado marcadas durante décadas por la tensión y las amenazas de conflicto armado, pero en los dos últimos años han mejorado radicalmente. Por un lado, debido a la política desplegada por el presidente taiwanés, Ma Ying-jeou, quien llegó al cargo en mayo de 2008 con el propósito de reducir la tensión y reforzar los lazos económicos. Por otro, por la actitud del Gobierno del presidente chino, Hu Jintao.
Hu ha ido más allá de la retórica de las amenazas con la que Pekín ha respondido tradicionalmente a los deseos independentistas de una parte de la población taiwanesa y al rechazo de la mayoría de unirse a China, y ha optado por la política de la seducción. Ha hablado de poner fin a las hostilidades y negociar un tratado de paz, y ha insistido en la necesidad de reforzar los intercambios de bienes y personas.
Taipei ha reducido en los dos últimos años el porcentaje del PIB dedicado a gasto militar, aunque mantiene un ejército bien equipado, gracias al apoyo de Estados Unidos, que está obligado por ley a contribuir a su defensa.
Aunque las encuestas muestran que la mayoría de los taiwaneses apoya el acuerdo, debido a sus beneficios económicos, hay división sobre las intenciones de Pekín y ha habido manifestaciones en su contra. El Partido Democrático Progresista, en la oposición, ha criticado a Ma por llevarlo adelante sin haber tenido suficientemente en cuenta la opinión de los ciudadanos y sin haber realizado un referéndum al respecto.
El Gobierno de Ma Ying-jeou defiende que la alianza beneficiará la competitividad de las compañías de la isla frente a las de otros países del sureste asiático, cuyo acuerdo de libre comercio con China echó a andar en enero pasado.
El pacto alcanzado hoy supone una victoria política para Hu y Ma, pero sus críticos en Taiwan han advertido que traerá una marea de productos baratos chinos a la isla, con la consiguiente pérdida de empleos, y conducirá a una progresiva absorción política de Taiwan por China. Precisamente lo que desea Pekín, cuyo objetivo es recuperar algún día el territorio; si es posible, por la persuasión, si es necesario, por las armas.
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