martes, octubre 26, 2010

Lev Davidovich Bronstein dixit sobre los sindicatos




"En la lucha por las reivindicaciones parciales y transicionales, los obreros necesitan más que nunca organizaciones de masas, fundamentalmente sindicatos. El poderoso auge del sindicalismo en Francia y en los Estados Unidos es la mejor refutación de la prédica de los doctrinarios ultraizquiedistas que decían que los sindicatos estaban perimidos.

Los bolcheviques leninistas están en primera fila en todo tipo de lucha, incluso cuando se refiere a los más modestos intereses materiales o derechos democráticos de la clase obrera. Toman parte activamente en los sindicatos de masas con el objeto de fortalecerlos y de acrecentar su espíritu militante. Luchan implacablemente contra todo intento de someter los sindicatos al Estado burgués y de maniatar al proletariado con el “arbitraje obligatorio” y demás formas de intervención policial, no solo las fascistas sino también las “democráticas”.

Solamente en base a este trabajo se puede luchar con éxito en el seno de los sindicatos contra la burocracia reformista, incluida la estalinista. El intento sectario de crear o mantener pequeños sindicatos “revolucionarios” como una segunda edición del partido significa de hecho renunciar a la lucha por la dirección de la clase obrera. Hay que plantearse este principio inamovible: el autoaislamiento capitulador de los sindicatos de masas, que equivale a una traición a la revolución, es incompatible con la pertenencia a la Cuarta Internacional.

Cada una de estas organizaciones tiene sus propias tareas y métodos de trabajo, que son independientes dentro de ciertos límites. Para el Partido Comunista todas estas organizaciones son, sobre todo, un campo propicio para la educación revolucionaria de amplios sectores obreros y para el reclutamiento de los obreros más avanzados. Cuanto más amplias masas abarca una organización determinada, mayores son las posibilidades que ofrece a la vanguardia revolucionaria.

Es por esto que, por regla general, no es el ala comunista sino la reformista la que toma la iniciativa de dividir las organizaciones de masas.

Basta con comparar la conducta de los bolcheviques en 1917 con la de los sindicatos ingleses en los últimos años. Los bolcheviques no sólo permanecieron en los mismos sindicatos con los mencheviques, sino que en algunos toleraron una dirección menchevique aun después de la Revolución de Octubre, aunque los bolcheviques tenían una mayoría aplastante en los soviets. En cambio los sindicatos británicos, por iniciativa de los laboristas, no sólo alejan a los comunistas del Partido Laborista sino que también, cuando les es posible, de los sindicatos.

En Francia la división de los sindicatos también fue fruto de la iniciativa de los reformistas, y no es casual que la organización sindical revolucionaria, obligada a actuar en forma independiente, adoptara el nombre de unitaria.

Con esto demostramos que para nosotros la división de la organización sindical no es en ningún caso una cuestión de principios. Todas las objeciones ultraizquierdistas previas que se pueden formular contra la unidad sindical se aplican en primer lugar a la participación de los comunistas en la CGT. Sin embargo, todo revolucionario que no haya perdido contacto con la realidad debe reconocer que la creación de fracciones comunistas en los sindicatos reformistas es una tarea de tremenda importancia. Una de las tareas de esas fracciones debe ser la defensa de la CGTU ante los miembros de los sindicatos reformistas. Esto no se puede lograr más que mostrando que los comunistas no quieren que se dividan los sindicatos sino que, por el contrario, están dispuestos en todo momento a restablecer la unidad sindical.

¿Cómo puede conciliarse entonces una actitud así de nuestra parte hacia las organizaciones proletarias dirigidas por los reformistas con nuestra caracterización del reformismo como ala izquierda de la burguesía imperialista? Esta no es una contradicción formal sino dialéctica, o sea que surge de la propia dinámica de la lucha de clases. Una parte considerable de la clase obrera (en muchos países la mayoría) rechaza nuestra caracterización del reformismo. En otros ni siquiera se ha planteado la cuestión. El problema consiste precisamente en llevar a las masas a conclusiones revolucionarias sobre la base de nuestras experiencias comunes con ellas.

Decimos a los obreros no comunistas o anticomunistas: “Hoy todavía confiáis en los dirigentes reformistas a los que nosotros consideramos traidores. No podemos ni queremos imponeros nuestro punto de vista por la fuerza. Queremos convenceros.

Intentemos entonces luchar juntos y examinemos los métodos y los resultados de esas luchas”. Esto quiere decir: total libertad para formar grupos dentro de los sindicatos unificados en que la disciplina sindical existe para todos.

Concretamente debe demostrarles a los obreros –una, dos, diez veces si es necesario– que está dispuesto en todo momento a ayudarlos a reconstruir la unidad de las organizaciones sindicales. Y en este aspecto somos fieles a los principios esenciales de la estrategia marxista: la combinación de la lucha por reformas con la lucha por la revolución.

Las únicas condiciones que ponemos son simplemente garantías organizativas de la democracia sindical, en primer lugar la libertad de crítica para la minoría, siempre con la condición de que se someta a la disciplina sindical. No pedimos más, y por nuestra parte no prometemos nada más".

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