domingo, noviembre 14, 2010
- A mediados de 2008 todo estaba resuelto: Cristina Fernández de Kirchner terminaría maltrecha su mandato presidencial. O, quién sabe, renunciaría antes. El vicepresidente no positivo, Julio Cobos, emergía como la gran esperanza blanca para relevarla.
- En junio de 2009 todo seguía resuelto, con ampliación del elenco de vedettes opositoras. El senador Carlos Reutemann se sumaba a la lista de presidenciables, en base a su triunfo electoral y a la potencialidad que tenía para conducir al peronismo alternativo. La sangría de intendentes, gobernadores y dirigentes justicialistas que se auguraba como irrefrenable, engordaría su espacio. Cobos seguía firme. Las encuestas confirmaban: el Frente para la Victoria (ajustada primera minoría en las urnas y en el Congreso) estaba en mengua, jamás podía ganar en segunda vuelta.
- El Congreso sería el ariete opositor, agregaba la narrativa dominante. “La oposición” era un macizo conjunto que expresaba al 65 por ciento de los argentinos. El Grupo A tuvo dos bautismos simultáneos: el que le dio nombre y el de fuego entrando de prepo a las comisiones del Congreso. Se vaticinaba una seguidilla de leyes republicanas, redondas, implacables con el oficialismo. Las sesiones inaugurales excitaban a las corporaciones empresarias, a dirigentes y hasta a periodistas. Lidia Elsa “Pinky” Satragno, quien condujo vacilante la primera en Diputados, fue exaltada por periodistas independientes como una gran legisladora. Desde entonces, nada se supo de ella. Del Grupo A y sus componentes sí se supo. Tanto, que su implosión en la última semana sorprendió por su estridencia y magnitud pero no por su sesgo, que se edificó en años.
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El Grupo A, ¿es o existe? El Grupo A, pregona la líder cívica Elisa Carrió, existe. La diputada explica que ella lo dirigió hasta hace unos meses, que luego se apartó de ese rol. Y que volvió el miércoles pasado para frenar primero un Pacto de Olivos y luego “la Banelco de Cristina”. Esa acusación apunta al oficialismo pero también (mejor dicho, especialmente) al radicalismo. Dos puntas tiene el camino de la corrupción, Carrió coloca en una de ellas a sus ex correligionarios, ex aliados en el Acuerdo Cívico y Social, ex socios A.
- El Grupo A existe pero Proyecto Sur es una tercera posición, alternativa al mismo y al FpV, alega el diputado Fernando “Pino” Solanas, que acompañó mucho más a una opción que a la otra y no pudo generar una confluencia (menos una agenda) parlamentaria de centroizquierda, más allá de sus filas.
- El Grupo A es una expresión inventada por los periodistas oficialistas, pinta un relevante dirigente radical. Es cierto que hay una conjunción de fuerzas opositoras, pero sólo nosotros –agrega– somos un partido orgánico; los otros son grupos inconexos. Nos ha costado mucho tener una estrategia común. El peronismo federal es el “movimiento del odio y del rencor”, todos están peleados con todos. No trabajamos bien este año, comenta, porque hemos plasmado proyectos incoherentes, dado que cada uno agregaba su aporte, formando un horrible collage. En aras de la unidad armamos mamarrachos, como la propuesta de Consejo de la Magistratura, que es invotable. Diputados la aprobó, los radicales (con pudor) la cajonean en el Senado.
- El Acuerdo Cívico y Social, que aunó como opción electoral a radicales, socialistas, la Coalición Cívica (CC) y el juecismo, desaparecieron del mapa.
- Unión-Pro, la promisoria entente entre Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Felipe Solá, que ganó en Capital y provincia de Buenos Aires, no puede organizar una cena para tres. Una vez los juntó Héctor Magnetto, CEO de Clarín, en su domicilio particular.
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Una sesión de miércoles: Al tratarse el Presupuesto, una sesión tensa por demás, todos parecieron conjurarse por la negativa, para mostrar sus escisiones.
Lo cierto es que “la oposición” fue una hábil sumatoria electoral, de muchas fracciones, que capitalizó la oportunidad de un comicio legislativo, distrital. Pero no tiene un proyecto común, ni una clara identidad programática. Y sus integrantes compiten de cara al 2011, la hipótesis de un triunfo seguro aceleró esa puja en especial desde el año pasado.
Las corporaciones que la conducen (cuya vanguardia son las mediáticas, desde la Ley de servicios de comunicación audiovisual) le reclaman algo imposible, que es deponer sus intereses sectoriales. Mucho le dio la dirigencia opositora, jamás tamaña renuncia.
De eso se trata, en buena medida. La ausencia de liderazgos claros, en los dos colectivos más potentes (UCR y Peronismo federal), agrava el intríngulis.
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El otro lado: Para colmo, el oficialismo repuntó, trastrocando el escenario. Las cifras de la economía son llamativamente buenas, máxime si se las compara con los anuncios apocalípticos de los A y sus suburbios. Hubo crecimiento, las reservas aumentaron, el default quedó en fantasía, las commodities suben.
La trágica y súbita desaparición de Néstor Kirchner no debilitó, en el corto plazo transcurrido, al oficialismo. Al contrario. Las encuestas que manejan en Olivos muestran cifras muy satisfactorias de la aprobación a la gestión gubernamental, de la imagen de Cristina Kirchner, de su intención de voto. Un sondeo muy amplio, menos divulgado, ya que fue preparado por el consultor Julio Aurelio a pedido de los federales, da a la Presidenta como ganadora en primera vuelta con el 45 por ciento de los votos. Es su mejor estadio desde 2008, lejos.
Lo interesante es que esos indicadores propicios a la Casa Rosada mejoraron a partir del 27 de octubre, pero la tendencia venía desde bastante antes.
Datos impresionistas como el festejo del Bicentenario y la movilización en homenaje a Kirchner remachan los números.
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Siempre fuimos compañeros: Lole 2009 era para el establishment económico y para la jerarquía católica mejor prospecto que Cleto 2008, básicamente por un motivo: ambas corporaciones atribuyen al peronismo mayores dotes para conservar la gobernabilidad. Dos presidentes radicales terminaron ante tempus sus mandatos, Fernando de la Rúa con enorme antelación y en condiciones tremendas.
Reutemann dilapidó su chance, suele quedarse sin nafta cuando está cerca de la bandera a cuadros.
Reutemann, además, verticalizaba a la dirigencia federal, era largamente el primus inter pares. Con su dilución, el PF fue un haz de caciques, acaso más numeroso que las tribus. Los presidenciables jamás levantaron en las encuestas, tanto es así que Eduardo Duhalde, piantavotos consabido, emparejó la media y se creyó con la pinta de Carlos Gardel.
Cuando las retenciones móviles, los disidentes fueron centrales para herir al oficialismo. Pero, con el devenir de 2010, los números y la sensación térmica les dan mal. El peronismo, yendo dividido en lemas, alcanzó cifras siderales en las urnas desde 2003. Con agregados surtidos, que sin duda tuvo, el heteróclito conjunto llegó a sumar, números redondos y aproximativos, el 60 por ciento del padrón. Ese capital estimula triunfalismos, que menguan cuando el FpV se afinca en el 35 por ciento, yendo a más. El sistema electoral alienta la polarización en primera vuelta, los federales pierden volumen como opción ganadora.
Las cúpulas empresarias, a las que son tan sensibles los nuevos popes “nacionales y populares”, le han señalado falencias no remendadas. Despotricar contra Hugo Moyano es bienvenido, pero tener de laderos al Tío Tom Gerónimo Momo Venegas y al polivalente Luis Barrionuevo no es una imagen encantadora. No deja la impresión de complacer a sectores medios ni de asegurar paz social. Los gestos recientes del empresariado en Seúl, acercamiento a la Presidenta lógico de cara a un año de bonanza, son también un mensaje deprimente para los compañeros federales.
La muerte de Néstor Kirchner, que impide la (de por sí improbable) hipótesis de una larga seguidilla “presidente pingüino, presidenta pingüino”, es un disuasivo y un aliciente para gobernadores ambiciosos. Si se conserva la respectiva provincia, cabe jugar a más en 2015. En ese plan, constelar en torno del FpV es lo más seguro. Así parecen haberlo asumido el gobernador Daniel Scioli y el cordobés José Manuel de la Sota. El mandatario chubutense, Mario Das Neves (que jamás movió el amperímetro), parece estar siguiendo su derrotero.
Adolfo Rodríguez Saá, que no se siente menos que ninguno de sus pares, también hace cuentas. El diputado Felipe Solá emitió señales contradictorias en estos días pero, sin Reutemann, se torna más esquiva su táctica de evitar salir en las fotos al lado de un impresentable. El joven gobernador salteño Juan Manuel Urtubey que soñó ser el candidato de recambio, seguramente privilegiará defender el redil de una eventual acometida de Juan Carlos Romero.
Los federales son, en rigor, confederales. Y uno de los peligros básicos de las confederaciones es la secesión.
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Segundos, pero unidos: El radicalismo tuvo varios sinsabores esta semana, en parte autoinfligidos, pero conserva su segundo lugar. Contra lo que reza su adagio, en estos años se dobló bastante ante las corporaciones pero, sagazmente, no se rompió. Tiene dos candidatos que, eventualmente, adelantan sin garbo la interna pero no hay dispersión.
El bloque de diputados crujió después de que Alfonsín delegara en Gil Lavedra la presidencia para 2011. El cordobés Oscar Aguad amagó resistir la movida, votaron y perdió por un pelito. Hubo otro ademán de desconocimiento sobre el que difieren los relatos. Alfonsinistas empinados atribuyen la maniobra al propio “milico” Aguad. Otros dirigentes, ligeramente más piadosos, dicen que la mentora fue “la segunda línea”, un modo elusivo de nombrar a Silvana Giudici, secretaria parlamentaria a la vera de Aguad.
La escaramuza resonó el mismo miércoles, lo que, reconoce toda la dirigencia radical que no revista en Diputados, fue una pésima opción. En definitiva, el agua no llegó al río. Aguad asumió en el Consejo de la Magistratura, ya que sus adversarios le habían alertado que revocarían esa designación si persistía en su contumacia. Giudici deberá conformarse con proseguir en la presidencia de la Comisión de Libertad de expresión donde representa promiscuamente a Clarín y a la UCR.
Como fuera, la UCR queda segunda en las encuestas, un sitial expectable. Tiene enormes posibilidades de recuperar la gobernación de Mendoza y está competitiva en Córdoba, contra Luis Juez. En Jujuy, lucubran, una paradoja podría mejorar sus perspectivas. Si la dirigente social Milagro Sala armara un partido propio, Gerardo Morales, archienemigo de la popular Sala, sacaría partido y podría arrebatar la provincia al peronismo. Ese porvenir dichoso, virtual, choca con un presente complicado para el titular del bloque de senadores. Sus correligionarios alfonsinistas van a por él, hastiados de su personalismo, de sus acciones inconsultas y acusándolo de ser conducido por Carrió.
Es un reproche de fuste, hoy día. Carrió es el karma de los boinas blancas, que incluso le opera por líneas internas: alabanzas para Aguad, ninguneo a “Ricardito”, diatribas contra Sanz. Los radicales confían en su superioridad electoral. Dos tácticas chocan entre ex correligionarios. Carrió apuesta a galvanizar votantes siendo la dirigente más antikirchnerista. Los radicales, siendo la alternativa con más perspectivas de llegar al ballottage. El diseño de la Constitución del ’94 parece darles razón a los que militan en la UCR, aunque el veredicto de las urnas sólo se sabe en el recuento final. En el ínterin, los operadores radicales trajinan para restarle diputados a Carrió, que afronta discrepancias silenciadas, pero fuertes, en su bloque. Algunos legisladores están fatigados de su unicato, de su favoritismo por el recién llegado Alfonso Prat Gay. Una diputada está muy dolida por desaires personales de Carrió. Esta historia continuará.
Amantes de las internas, el juego que mejor saben y más les gusta, los radicales esperan el momento de elegir entre Cobos y Alfonsín. Carrió los mortificará más que al kirchnerismo, no hay peor astilla que la del mismo palo. Pero a falta de pole position, el segundo puesto consuela.
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Mauricio, en su laberinto: Mauricio Macri se sentiría un personaje borgeano, si conociera la excelsa obra del escritor. Está en un laberinto o, mejor dicho, en una encrucijada que puede llevarlo a la gloria o a Devoto (es un decir). En 2009 parecía tener la vaca atada: la Ciudad Autónoma bajo control lo autorizaba a probar suerte en la compulsa nacional. Los resultados de las parlamentarias encendieron una luz amarilla: la ahora diputada Gabriela Michetti ganó pero con una sangría de votos. Su trajinar (¿trajinar?) en la Cámara de diputados desdibujó su imagen. Encabezar el Peronismo federal es el deseo perenne de Macri, que se aja pari passu con la pérdida de consistencia del potencial aliado. Podría apostar a más y perder todo. Su consultor fetiche, Jaime Durán Barba, ya dictaminó: quedarse en rodeo propio.
La sesión del Presupuesto reveló fisuras enormes en su bloque, no saldadas aún. Varios diputados se retiraron, entre ellos Laura Alonso (ex cuadro de Poder Ciudadano), quien explicó que su conciencia le mandaba votar el proyecto oficial y no deseaba ser indisciplinada. El jefe de bloque, Federico Pinedo, lucía estupefacto. De ordinario, a diferencia de sus compañeros de partido, habla castellano de corrido y con precisión. Esta vez, no encontraba las palabras. “Hay ausencias –expresó y calló por significativos segundos– raras.” La “rareza” finca en divergencias internas muy potentes, que se exorbitan a falta de conducción, en proporción directa a los papelones del Gobierno de la Ciudad.
Los federales lo esperan, desolados, con los brazos abiertos. Los medios lo presionarán. Otro protagonista deberá elegir entre pensar en su interés político propio y seguir consejos de quienes expresan otros. Más sólidos, más perdurables acaso. Pero diferentes.
Francisco de Narváez se desinfla en la provincia de Buenos Aires, aunque todavía cosecha una intención de voto pasable. Su hipótesis presidencialista no encuentra cobijo en ningún partido y tiene una pequeña dificultad legal: la Constitución. Su mejor escenario es ayudar desde la provincia a una coalición nacional. Hoy día depende de otros. Cobos lo mantiene en su radar, los correligionarios porfían en que jamás le permitirán esa jugada, así gane la interna. Está historia, si se concretan ciertas variables, continuará con redoblado vigor.
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El arte de recobrarse: El kirchnerismo se recobró tras situaciones difíciles, causadas en buena medida por errores propios. En sus peores trances, supo cambiar, incorporando medidas fundamentales que no integraban “el modelo”. Jugadas arriesgadas y novedosas, como la ley de medios y el matrimonio igualitario generaron adhesiones que se hicieron cuerpo en la Plaza de Mayo días atrás.
La fecha de las elecciones de 2009, obtenida merced a una discutible picardía, terminó perjudicando al oficialismo. Plena crisis internacional, las heridas abiertas del conflicto con “el campo”, inflación, incertidumbre... Los resultados en el Conurbano significaron un alerta. Un intendente kirchnerista sinceró entonces que “acá el modelo no llegó”. Cristina Kirchner revisó sus resquemores contra la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la puso en vigencia, con impacto enorme en los sectores sociales más desguarnecidos. Ya es hora de retocarla, de quitarle condicionalidades que excluyen a chicos que deben ser titulares de ese derecho pero que no son reconocidos como beneficiarios. El ejemplo es ilustrativo para la coyuntura. El kirchnerismo debe sostenerse y mejorar, no cambiar. Dispone de recursos ajenos a sus contrincantes. La gestión de gobierno, el principal. Una candidata legitimada e indiscutida en el espacio, el segundo. Mística y organización militante, el tercero. Con ese bagaje, sus objetivos son nítidos: mantener el rumbo, mejorar la gestión, corregir errores. Acaso remozar la composición del gabinete. Hoy domina el escenario a un año de las elecciones, lo que ya es una hazaña.
En la vereda de enfrente, disperso, el Frente del Rechazo se centrifuga por la ausencia un proyecto sugestivo, por la carencia de liderazgo en lo colectivo, tanto como en sus facciones más numerosas. La hoguera de vanidades, el nerviosismo y el efecto contradictorio de la presión mediática redondean el cuadro opositor, cuyas internas crepitan y se redoblarán a medida que se acerquen las elecciones.
La breve reseña realizada en esta nota revela que en un año mucho puede cambiar o desbaratarse. Sin ir más lejos, en 2010, y contra todos los vaticinios, el oficialismo se ranqueó en una posición envidiable.
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