domingo, septiembre 02, 2007

Ocho maneras de escaparse


El narcotraficante mexicano Pastor García Soto, alias El Padrino, escapó esta semana escondido en un armario, cuando cumplía una pena de diez años en una prisión del estado de Chihuahua.

Pero no es la forma más extraña en la que un preso haya conseguido huir: una escalera de bambú, en helicóptero, en barco o incluso por fax... He aquí algunas de las evasiones más espectaculares de las últimas décadas.

El Lute, desde el tren y en un colector general

Cuando nació Eleuterio Sánchez Rodríguez su padre estaba en una celda. Ventincinco años después de recobrar la libertad, volvió a la cárcel por pegar a su esposa. Pero el preso conocido como El Lute se hizo más famoso por sus fugas que por sus condenas: consiguió escapar dos veces y en cada ocasión centró la atención de la sociedad española. En 1966 saltó de un tren en marcha mientras era trasladado de una prisión a otra. Y el 24 de diciembre de 1971 protagonizó otra fuga mítica, herido en el pecho y en la pierna. Escondido en el colector general de Sevilla, empezó a escribir su libro Camina o Revienta a la luz de un candil.

Liberado y liberador por helicóptero

Las evasiones aéreas figuran entre las más impresionantes, pero también ocurren con cierta frecuencia (inglés). Uno de los fugitivos más expertos en este ámbito es el francés Pascal Payet, quien utilizó un helicóptero en tres ocasiones: dos veces, en 2001 y el 14 de julio de 2007, para su propia cuenta; y una vez, en 2003, en beneficio de tres amigos suyos.

84 presos a la vez
Otra cárcel que presumía del título de "alta seguridad", la de Joao Pessoa, en Brasil, no pudo impedir la fuga de 84 de sus inquilinos en agosto de 2003. Los fugitivos pasaron por un túnel de 50 metros que desembocaba a escasos metros de la cárcel.

Con un fax y por la puerta grande

Esta evasión la protagonizaron los propios responsables de la cárcel de Borgo (Francia), aunque sin quererlo. En 2001 la dirección recibió tres fax, aparentemente emitidos por la oficina del juez encargado de seguir los casos de Francis Mariani, Pierre-Marie Santucci, y Maurice Costa. Los falsos documentos, preparados por cómplices de los reclutos, ordenaban la liberación de los tres presos, y la administración de Borgo obedeció en el acto.

Un paraguas y una escalera de bambú

En 1996 el ciudadano británico David McMillan se fugó de una cárcel tailandesa después de cortar los barrotes de su celda. Escaló cuatro paredes, cruzó el foso con una escalera de bambú mientras se tapaba la cara con un paraguas que provenía de la fábrica del presidio.

Abriendo diez puertas

Tim Jenkin, Stephen Lee y Alex Moumbaris consiguieron fugarse de la cárcel de máxima seguridad de Pretoria, en Suráfrica. Los tres prisioneros políticos tardaron 18 meses en aprender cómo forzar cerraduras y forjar llaves. En diciembre de 1979, salieron como habían entrado: abriendo cada una de las diez puertas de la cárcel.

Fuera de Alcatraz, libre o muerto

Frank Morris consiguió lo que se creía que era imposible, aunque no se sabe si no tuvo que pagar la libertad con su vida: salió de la mítica cárcel de Alcatraz. En 1962, después de preparar durante dos años una balsa y chalecos salvavidas, él y varios de sus compañeros escaparon por una rejilla de ventilación y botaron el barco. Tras una larga investigación, el FBI concluyó que los fugitivos se habían ahogado, aunque nunca encontraron los cadáveres.

La Gran Evasión

La película es más famosa que los hechos que la inspiraron. Pero la realidad ya tenía todos los ingredientes del drama: en el campo de presos de guerra Stalag Luft III, el comandante Roger Bushell elaboró con su Comité X una hábil estrategia. Los reclutos empezaron cavando tres tuneles, que llamaron "Tom," "Dick," y "Harry". En la noche del 24 de marzo de 1944, 76 pilotos pasaron por el túnel Harry, que alcanzaba 111 metros de largo. Los alemanes consiguieron encontrar a 73 de los huídos, y fusilaron a 50 de ellos.

sábado, septiembre 01, 2007

Adiós, Mr. Vonnegut


Por Umberto Eco


En abril murió Kurt Vonnegut. Tenía 85 años, pero como hoy en día se puede vivir un poco más, me puse muy triste. Por otra parte, pensé, había estado a punto de morir ya en 1945: había combatido en la batalla de las Ardenas, lo habían hecho prisionero y lo habían mandado a Dresde, justo a tiempo para “disfrutar” del famoso bombardeo de esa ciudad (llevado a cabo por los suyos), que luego le inspiraría uno de sus libros más bellos y desesperados (y que se convertiría en libro de culto para los pacifistas).

Vonnegut estaba entre los únicos siete prisioneros norteamericanos que habían podido sobrevivir al bombardeo, porque estaba encerrado en la celda subterránea de un matadero. De ahí el título del libro, Matadero cinco (Slaughterhouse Five).
Sus obras han sido publicadas más de una vez por editores atípicos, quizá porque al principio pasaba por ser un escritor de ciencia ficción. En cierto sentido lo era, pero sólo con el correr del tiempo se entendió que más bien era un moralista que escribía utopías negativas, como George Orwell.

Recuerdo que en Madre Noche había un diálogo de este tipo:

–Tú odias a los Estados Unidos, ¿verdad?

–Odiarlos sería por lo menos tan estúpido como amarlos. No consigo experimentar ninguna emoción; la tierra en sí no me interesa. No consigo pensar en términos de fronteras. Para mí, esas líneas imaginarias no son más reales que los elfos o los duendes. No puedo creer que indiquen verdaderamente el principio o el final de algo importante para el ser humano. Las virtudes y los vicios, el placer y el dolor atraviesan las fronteras a su antojo.

–¡Cómo has cambiado!

–Para algo tenían que servir las guerras mundiales. Si no, ¿qué finalidad tendrían?

Esto me recuerda mi último encuentro con Vonnegut, un hombre, recordémoslo, que había combatido por su propio país. Estábamos en Nueva York, en una reunión de la Academia de Artes y Letras, y en una pausa me lo encontré sentado en el último escalón de una escalinata, con esa cara suya de morsa triste que te está tomando el pelo.

Me preguntó qué había hecho esos días y le dije que había ido a ver una película, La Momia. Me pregunta qué tal era y le contesté: “Técnicamente perfecta, pero irrelevante”.

Vonnegut me miró de arriba abajo y, con un aire un poco aburrido, me dijo: “Esto es América. Si no te gusta, go home, vuélvete a casa”.

Adiós, Mr. Vonnegut


Por Umberto Eco


En abril murió Kurt Vonnegut. Tenía 85 años, pero como hoy en día se puede vivir un poco más, me puse muy triste. Por otra parte, pensé, había estado a punto de morir ya en 1945: había combatido en la batalla de las Ardenas, lo habían hecho prisionero y lo habían mandado a Dresde, justo a tiempo para “disfrutar” del famoso bombardeo de esa ciudad (llevado a cabo por los suyos), que luego le inspiraría uno de sus libros más bellos y desesperados (y que se convertiría en libro de culto para los pacifistas).

Vonnegut estaba entre los únicos siete prisioneros norteamericanos que habían podido sobrevivir al bombardeo, porque estaba encerrado en la celda subterránea de un matadero. De ahí el título del libro, Matadero cinco (Slaughterhouse Five).
Sus obras han sido publicadas más de una vez por editores atípicos, quizá porque al principio pasaba por ser un escritor de ciencia ficción. En cierto sentido lo era, pero sólo con el correr del tiempo se entendió que más bien era un moralista que escribía utopías negativas, como George Orwell.

Recuerdo que en Madre Noche había un diálogo de este tipo:

–Tú odias a los Estados Unidos, ¿verdad?

–Odiarlos sería por lo menos tan estúpido como amarlos. No consigo experimentar ninguna emoción; la tierra en sí no me interesa. No consigo pensar en términos de fronteras. Para mí, esas líneas imaginarias no son más reales que los elfos o los duendes. No puedo creer que indiquen verdaderamente el principio o el final de algo importante para el ser humano. Las virtudes y los vicios, el placer y el dolor atraviesan las fronteras a su antojo.

–¡Cómo has cambiado!

–Para algo tenían que servir las guerras mundiales. Si no, ¿qué finalidad tendrían?

Esto me recuerda mi último encuentro con Vonnegut, un hombre, recordémoslo, que había combatido por su propio país. Estábamos en Nueva York, en una reunión de la Academia de Artes y Letras, y en una pausa me lo encontré sentado en el último escalón de una escalinata, con esa cara suya de morsa triste que te está tomando el pelo.

Me preguntó qué había hecho esos días y le dije que había ido a ver una película, La Momia. Me pregunta qué tal era y le contesté: “Técnicamente perfecta, pero irrelevante”.

Vonnegut me miró de arriba abajo y, con un aire un poco aburrido, me dijo: “Esto es América. Si no te gusta, go home, vuélvete a casa”.


Sarkozy propone una globalización a la “francesa”



El mandatario galo aseguró en una conferencia organizada por el MEDEF que el libre mercado era una ilusión, y afirmó que “no creceremos si no jugamos el juego de la globalización colectivamente”.


Durante la conferencia anual de la federación de empleadores más grande del país, Movimiento de las Empresas de Francia (MEDEF, por sus siglas en francés), el Presidente francés Nicolas Sarkozy se dirigió a los ciudadanos de un país, un bastión que ha intentado resistir largamente a la globalización.

Sin rodeos, el mandatario dijo que hay que hacerle frente, y sugirió que sea con acento francés.

Ello implica, ente otras cosas, a que los franceses piensen más allá del “hexágono”, como denominan en la jerga a Francia, y de la Unión Europea, y que jueguen más abiertamente en terreno mundial.

Para ello, Sarkozy manifestó estar dispuesto a crear condiciones de negocios más propicias para permitir a las compañías francesas insertarse más competitivamente en el mundo. Como condición, pidió a las empresas que sus intereses hagan foco en Francia, y que tengan eso en cuenta al establecer precios, salarios e inversiones.

Asimismo, hizo eco de temas abordados por sus predecesores, afirmando que el libre mercado era una ilusión y que la defensa de los intereses franceses por parte del Gobierno galo de las “merodeantes” inversiones extranjeras no debería ser motivo de timidez para Francia.

“No creceremos si no jugamos el juego de la globalización colectivamente”, advirtió Sarkozy ante 4.000 hombres de negocios durante la conferencia anual de la MEDEF, organizada en las afueras de París.

“Pero no seamos ingenuos. Echemos un vistazo al mundo y preguntémonos: ¿por qué somos los únicos que no defienden sus intereses cuando el resto defiende los suyos?”, preguntó el mandatario.

El discurso de Sarkozy se inscribe en el marco de un debate a escala internacional acerca de los ganadores y perdedores como consecuencia de la globalización, mientras los distintos gobiernos enfrentan crecientes demandas proteccionistas.

El Presidente prometió equipar con mejores armas a los negocios franceses para que compitan mejor en el mundo y anunció que irá a fondo con el recorte a los impuestos a la renta y contra la reducción de las 35 horas laborales semanales, una legislación que considera “un inmenso error económico” que otorga ventajas a los principales competidores del país.

En un discurso dirigido a los votantes y uniones laborales, Sarkozy dijo que la globalización había cambiado los objetivos de la política económica, debilitando el poder estatal en algunas áreas.

Una de ellas es la política industrial. En este sentido, declaró que “no le temo a la política industrial. No dejaré a nuestra industria a la merced de todo tipo de dumping y especulación”.

Para ilustrar su intención de crear “comunidades nacionales” en sectores estratégicos, durante su discurso presionó a Suez, una empresa de servicio público, para que una su división energética con la compañía estatal Gaz de France, de modo de inaugurar “un gran grupo europeo de electricidad y gas en el que el Estado galo será el principal accionista”.

Sarkozy también le apuntó a Bruselas y resaltó que Europa no preservará su lugar en la economía global si mantiene una visión idealista de un mercado aún más libre con estrictas reglas de competencia y la prohibición de subsidios a la industria. Además, dirigiéndose de manera desafiante al Banco Central Europeo, repitió su llamado por un más débil euro para respaldar las exportaciones europeas.

“Estamos condenados si las reglas de competencia son más duras aquí que en cualquier otro lado, si ésta es la única región del mundo en la que es imposible conducir la política industrial, comercial y de tipo de cambio”, subrayó.

El acuerdo en la OMC está muy lejos de lograrse, se lamentó una Ministra

La Ministra de Economía francesa, Christine Lagarde, manifestó ayer que las perspectivas de alcanzar un acuerdo para liberalizar el comercio mundial en un futuro cercano son escasas.

“Lamentablemente no lo creo (posible) hoy”, sostuvo Lagarde durante un panel de discusión en el marco de la conferencia organizada por MEDEF.

La Ministra añadió que “la brecha entre las posiciones de algunos y las concesiones de otros es demasiado grande como para permitir un acuerdo en el futuro cercano”.

Estadista

Estadista

viernes, agosto 31, 2007

El derecho de la mujer a ser mediocre

Las mujeres buscan a un hombre que aún no existe, y los hombres buscan a mujeres que ya no existen. Por el camino, a pesar de todo, nos encontramos.

Es falso considerar que la cuestión de la mujer está resuelta, y, aunque su avance sea imparable, está en manos de nuestras sociedades hacer el camino menos doloroso. La igualdad llegará el día en que la mujer tenga el derecho a ser mediocre; como mínimo, tanto como lo son la mayoría de hombres que progresan en la sociedad.

No es menor el listado de ítems que configuran el techo de cristal de la mujer actual: discriminación laboral, peores sueldos, mayores dificultades para progresar y, en el rincón más oscuro del problema, la malvada cuestión de la violencia doméstica.

Millones de mujeres no tienen derecho a documento propio, no pueden escoger a sus maridos, sufren códigos penales que las esclavizan hasta el delirio, y fácilmente pueden ser condenadas a muerte por delitos de honor.

Lapidación, mutilación genital (135 millones de mujeres mutiladas en el mundo), matrimonios forzosos, analfabetización y un largo recorrido de violentas indignidades, que convierten a millones de ellas en parias del derecho internacional.

Su dolor no interesa a nadie, no forma parte de lo políticamente correcto, no tiene una Organización de las Naciones Unidas que lo ampare ni una conciencia crítica que lo denuncie, y así cohabitamos con mujeres que pueden presidir Estados Unidos en el mismo planeta y tiempo donde otras pueden ser legalmente lapidadas.

¿Cuántas abogadas, médicos, maestras de escuela, poetas, pierde la humanidad en Arabia, en Yemen, en Qatar, en Emiratos, en Sudán, en Somalia, en Malasia, en…? ¿Cuántas mujeres felices? La violencia legal contra la mujer que ejercen decenas de países islámicos es un acto criminal, cuya impunidad sólo nos da la medida de la iniquidad colectiva.

El estómago del planeta ya no soporta la discriminación legal contra negros, gitanos u otra comunidad secularmente discriminada. Pero digiere, sin empacho, las brutales discriminaciones que padecen millones de mujeres en manos de gobernantes islámicos. Es decir, hoy otra vez lo ocurrido en Sudáfrica ayer es impensable. Pero Irán o Sudán o Yemen adornan los cuadros de honor del horror femenino.

Ulemas, ayatollahs, imanes, tiranos, niegan los derechos fundamentales a sus madres, hijas, esposas, y ello no implica un levantamiento moral de las conciencias comprometidas.
Esos mismos tipos que usan celulares vía satélite y que construyen rascacielos con lujo estratosférico mantienen a sus mujeres en la peor opresión. Ellos disfrutan del siglo XXI; ellas están condenadas a los grilletes del siglo XIII.

Mientras, ¿dónde está Sting para cantar contra la opresión femenina, como lo hacía contra la opresión negra? ¿Dónde están los intelectuales engagés? ¿Dónde el grito rebelde de las universidades? ¿Dónde la izquierda decente, la que no adora a tiranos? ¿Dónde, todos?

Por cada Hillary, ¿cuántas mujeres asesinadas “legalmente” por delitos de honor? ¿Por cada Cristina, cuántas lapidadas?

jueves, agosto 30, 2007

Peronismo y alternancia


Desde la aparición del peronismo ningún gobierno no peronista termino su mandanto. Ni Frondizi, ni Illia, ni Alfonsín, ni De la Rúa.
El peronismo si no gobierna no deja gobernar y organiza la salida de la administración no peronista.

Es que el peronismo no sabe ser oposición porque para serlo hace falta primero ser partido. Como movimiento organizado, maneja recursos, que en definitiva son los que financian la política.

Por eso los organizadores del esquema son los que ostentaron y ostentan el poder real. En este país, para que Menem resulte electo presidente lo tuvo que llevar a Duhalde de vice, para que De la Rua se haga de la primera magistratura tuvo qur ganarle a Duhalde, para que Kirchner gane resulto imprescindible el apoyo de Duhalde, y cuando el país se fue a la mierda tuvo que venir Duahlde a hacerce cargo de la presidencia.

Japón busca crear una nueva red que reemplace a Internet

El gobierno de ese país considera que la capacidad de la Web está cerca de su límite. Por eso, investiga nuevas tecnologías para desarrollar un sistema que tenga menos fallas de calidad y mayor seguridad que la red actual.



El gobierno de Japón anunció hoy que se encuentra investigando nuevas tecnologías para reemplazar Internet con un sistema que tenga menos fallas de calidad y mayor seguridad.

Yoshihiro Onishi, director adjunto del Ministerio de Comunicaciones de ese país, indicó que la red que se pretende desarrollar será imprescindible para 2020, a causa del caudal de información que circulará para ese entonces en la Web.

"Internet está llegando a sus límites. Creemos que se requiere definitivamente la investigación para esa tecnología", dijo el directivo. Las declaraciones llegan un día después de que Vint Cerf, uno de los creadores de la Web, opinara que todavía se está "lejos de agotar su capacidad".

Japón se dispone a establecer una organización de investigaciones para el último trimestre del 2008. Una opción, comentó Onishi, sería cooperar en la investigación con otros países, entre ellos Estados Unidos.

Entre los problemas que deben enfrentar los investigadores para desarrollar la nueva tecnología figura la necesidad de establecer una red ecológica, a fin de utilizar bajos niveles de energía.

Equidad y riqueza

En este artículo propongo la creación de una regla para definir cuáles paises tienen una proporción tal entre equidad y riqueza que se puede decir que son paises de un alto bienestar para la gran mayoría de sus ciudadanos. Esta regla sirve para dotarle de más significado al tema del PIB per cápita (medidor de riqueza) y al coeficiente Gini (medidor de equidad). Primero el problema.
El PBI per cápita por si solo no es un buen sistema para ver qué tal se vive en un país primero porque los precios de los bienes y servicios no son iguales en todos los paises. Para ajustar por la variable precios lo que tenemos que hacer cuando miramos a qué tal se vive en un país es ver el PBI per cápita ajustado por la paridad cambiaria.

Haciendo este ajuste la situación de Argentina por ejemplo cambia enormemente. El PBI nominal per cápita argentino nominal es de menos de $6000 dólares por año pero ajustado por la paridad cambiara dado que la Argentina es un país tan barato comparado con otros si uno gana en dólares o euros, la Argentina mejora mucho y tiene un PBI per cápita de $15.000 por año (los argentinos no son tan pobres entonces hasta que salen de su país). Pero este ajuste no es suficiente para medir el bienestar de un país. Otro tema muy importante es el tema de cómo está distribuido en ingreso y esto lo mide el coeficiente Gini que mide la equidad. Pero tampoco ser un país de coeficiente Gini bajo (mucha equidad) no es por si solo una virtud. Si miramos las tablas del coeficiente Gini se ve que este tiene aberraciones como que hay paises que son muy pobres pero tienen su pobreza muy bien distribuida. Bosnia es un buen ejemplo de este fenómeno. Bosnia tiene un ingreso de $2500 anuales, lo que lo hace el pais 101 más pobre del mundo, pero este bajísimo ingreso está muy bien distribuido. (Bosnia es país lider en equidad).
Fué así como estudiando esta paradoja se me ocurrió una regla que puede resultar arbitraria pero que creo que funciona para medir el bienestar y es la siguiente. Un país es de alto bienestar cuando su ingreso per cápita en términos de paridad cambiaria (PPP) es mayor que su coeficiente Gini expresado en miles.
Sigo elaborando el tema.
El PBI per cápita de España según el FMI en términos de paridad cambiaria es $27.522, pero el coeficiente Gini de España según las Naciones Unidas es de 34,7 (lo que hace a España no muy equitativa). Según la regla que propono España va a ser un país de alto bienestar (justo y rico) cuando su GDP per cápita ajustado por PPP sea de $34.700 dólares. Pero como es de $27 mil ahora España aún no califica como país de alto bienestar según mi regla.
Pero la Argentina y todos los paises hispanoparlantes, están muchísimo peor. La Argentina tiene mucho más camino por recorrer porque como tiene una distribución tan mala de la riqueza para llegar a ser un país de alto bienestar o redistribuye mejor su PBI per cápita ajustado por paridad que parecia alto con sus $15.000 o va a tener que tener un PIB per cápita de 52 mil dólares para tener alto bienestar, algo prácticamente imposible. La situación de Venezuela es aún peor ya que tiene un PBI per cápita de solo $7 mil dólares y para tener que tener alto bienestar tendría que tener un PIB ajustado por el coeficiente Gini de $44 mil dólares. En México, Colombia, Brasil, Chile también la situación es muy pero muy mala.
Pero los paises que consideramos más exitosos cumplen esta regla. Estados Unidos por ejemplo tiene un PIB de 43 mil dólares por persona, muy alto y con esto logra un alto bienestar aunque su distribución de riqueza es mala. Igual asi supera su objetivo de 40 mil que le daba el coeficiente Gini. Canada es mas justa pero con un PIB mas bajo, igual tiene un alto bienestar (coeficiente Gini de 32,6 y un PIB de $35,5).
Concluyo diciendo que como siempre los paises que mejor están según este sistema son los paises Escandinavos, Australia, en fin, los que sabemos que son ricos y equitativos.
La verdad que no se si a alguien se le ocurrió la idea de expresar el coeficiente Gini medido por las Naciones Unidas en dólares compararlo con el PIB en términos de paridad cambiarla y de ahí catalogar el bienestar de los paises pero a mi me pareció una manera de hacerlo que combina las dos características que más se discutieron en mis últimos artículos que son la equidad y la riqueza. Este índice le dá la razón a los comentaristas que dijeron que España habrá crecido pero no es un país que ha logrado la combinación de riqueza y equidad que lo pondría entre los de más alto bienestar del mundo.

El poder de los anteojos de sol


Los anteojos de sol, ya no son una moda. Llegaron se quedaron y otorgan un poder interesante.

Cuando miramos televisión podemos ver a los actores y actrices sin ser vistos (por ellos y por ellas). Entonces, hacemos comentarios, expresamos admiración, odio, rencor, violencia, lanzamos valoraciones, críticas, opiniones… sin ser vistos ni oídos, Según el novelista Javier Marías, éste es el secreto del éxito de la televisión.

Las personas a las que vemos sin ser vistos por ellas (y sobre las que opinamos, a las que criticamos, con las que nos comparamos) no existen. Por ejemplo, Alex, la obrera-bailarina de la recordada película Flashdance, no existe en la realidad. Quien existe es la actriz Jeniffer Beals, pero de ella no sabemos casi nada al ver a Alex en la película.

Más. Cuando Jeniffer Beals actúa unos pocos minutos como Jeniffer Beals en Caro diario, el genial largometraje de Nanni Moretti, tampoco es, en realidad, la Jeniffer a quien conocemos en esa breve escena en las calles de Roma. Aunque ella responda al nombre de Beals cuando el actor-director la interpela, en uno de los momentos más desopilantes de la película, en realidad todo sigue siendo ficción.

Algo parecido pasa en los reality shows, que han ganado hoy presencia invasiva en la vida de tanta gente masificada: los protagonistas de esos programas televisivos no dejan de ser actores. No forman parte de nuestras vidas (y nosotros, mucho menos de las de ellos); en verdad, de reality tienen muy poco.

De todos modos, los supuestos más importantes, más interesantes, más jugosos y, acaso, más graves y peligrosos del poder de ver sin ser visto, se dan cuando uno mira a personas reales.

Los anteojos de sol son un arma imprevisible, como todas las armas, Permiten, enfocar, sin ser visto. Hace unos años, un amigo me dijo que me quería presentar a su novia, con la que había decidido casarse al poco tiempo de conocerla. La chica no se sacó los anteojos de sol durante todo el rato que compartimos los tres al mediodía, en un café. En suma, no pude conocerla demasiado.

Pero en un momento, no sé bien por qué, se bajó ligeramente los lentes hasta la punta de la nariz y miró a una persona que pasaba. Fue un instante. Ahí pude conocerla algo más. Hasta ese incidente, sus anteojos negros no sólo le permitían a ella escrutarme sin ser vista (por mí); además, me impedían –a mí– mirar a los ojos de la amada de mi amigo, con quien había decidido (mi amigo) compartir el resto de su vida, para tratar de conocerla (yo) un poco más; o mejor. Tuve que esperar unos meses y después la pude conocer “desenmascarada”.

Tal vez lo mejor sea, como hace sin querer queriendo el Fantasma de la Opera, dejar que una bella dama nos saque el antifaz y descubra que se aplica a todo desenmascarado aquello que Jane Austen pone en boca de Elizabeth Bennet en Orgullo y prejuicio: “La impresión que uno se forma de una persona mejora cuando se lo observa mejor y más de cerca”…

Lo cierto es que le permite al ya desenmascarado ver mejor a su amada Christine y, a ella, verlo mejor al ex Fantasma, en ambos casos una y otro siendo vistos por el otro.

Seguramente, si se trata de amor –o, por lo menos, de construir una comunidad en la que den más ganas de vivir– los anteojos de sol y las máscaras afines deberán encontrar su lugar en el destierro.

Habrá que quitarse la careta por amor, como cantaba Zas, aguantarse el sol y, así, dar un paso más en pos de la supervivencia.

El poder de los anteojos de sol


Los anteojos de sol, ya no son una moda. Llegaron se quedaron y otorgan un poder interesante.

Cuando miramos televisión podemos ver a los actores y actrices sin ser vistos (por ellos y por ellas). Entonces, hacemos comentarios, expresamos admiración, odio, rencor, violencia, lanzamos valoraciones, críticas, opiniones… sin ser vistos ni oídos, Según el novelista Javier Marías, éste es el secreto del éxito de la televisión.

Las personas a las que vemos sin ser vistos por ellas (y sobre las que opinamos, a las que criticamos, con las que nos comparamos) no existen. Por ejemplo, Alex, la obrera-bailarina de la recordada película Flashdance, no existe en la realidad. Quien existe es la actriz Jeniffer Beals, pero de ella no sabemos casi nada al ver a Alex en la película.

Más. Cuando Jeniffer Beals actúa unos pocos minutos como Jeniffer Beals en Caro diario, el genial largometraje de Nanni Moretti, tampoco es, en realidad, la Jeniffer a quien conocemos en esa breve escena en las calles de Roma. Aunque ella responda al nombre de Beals cuando el actor-director la interpela, en uno de los momentos más desopilantes de la película, en realidad todo sigue siendo ficción.

Algo parecido pasa en los reality shows, que han ganado hoy presencia invasiva en la vida de tanta gente masificada: los protagonistas de esos programas televisivos no dejan de ser actores. No forman parte de nuestras vidas (y nosotros, mucho menos de las de ellos); en verdad, de reality tienen muy poco.

De todos modos, los supuestos más importantes, más interesantes, más jugosos y, acaso, más graves y peligrosos del poder de ver sin ser visto, se dan cuando uno mira a personas reales.

Los anteojos de sol son un arma imprevisible, como todas las armas, Permiten, enfocar, sin ser visto. Hace unos años, un amigo me dijo que me quería presentar a su novia, con la que había decidido casarse al poco tiempo de conocerla. La chica no se sacó los anteojos de sol durante todo el rato que compartimos los tres al mediodía, en un café. En suma, no pude conocerla demasiado.

Pero en un momento, no sé bien por qué, se bajó ligeramente los lentes hasta la punta de la nariz y miró a una persona que pasaba. Fue un instante. Ahí pude conocerla algo más. Hasta ese incidente, sus anteojos negros no sólo le permitían a ella escrutarme sin ser vista (por mí); además, me impedían –a mí– mirar a los ojos de la amada de mi amigo, con quien había decidido (mi amigo) compartir el resto de su vida, para tratar de conocerla (yo) un poco más; o mejor. Tuve que esperar unos meses y después la pude conocer “desenmascarada”.

Tal vez lo mejor sea, como hace sin querer queriendo el Fantasma de la Opera, dejar que una bella dama nos saque el antifaz y descubra que se aplica a todo desenmascarado aquello que Jane Austen pone en boca de Elizabeth Bennet en Orgullo y prejuicio: “La impresión que uno se forma de una persona mejora cuando se lo observa mejor y más de cerca”…

Lo cierto es que le permite al ya desenmascarado ver mejor a su amada Christine y, a ella, verlo mejor al ex Fantasma, en ambos casos una y otro siendo vistos por el otro.

Seguramente, si se trata de amor –o, por lo menos, de construir una comunidad en la que den más ganas de vivir– los anteojos de sol y las máscaras afines deberán encontrar su lugar en el destierro.

Habrá que quitarse la careta por amor, como cantaba Zas, aguantarse el sol y, así, dar un paso más en pos de la supervivencia.

Epifanía de los desaparecidos

Por Marcos Aguinis

El 30 de agosto ha sido proclamado por las Naciones Unidas Día Internacional de los Desaparecidos. Es el reconocimiento, la revelación o manifestación pública (epifanía), pero de una conducta perversa que practica la humanidad desde hace miles de años y ha elevado su vigencia desde el siglo XX.

Los argentinos creíamos haber sido los tristes campeones de esta práctica y hasta se dio difusión universal a la palabra “desaparecido”, así, en castellano. Teníamos razones de peso.

Los “desaparecidos”, durante las represiones a la guerrilla latinoamericana realizadas por gobiernos autoritarios y por dictaduras, alcanzaron resonancia global merced a películas como La historia oficial, dirigida por Luis Puenzo, y Missing, dirigida por Costa-Gavras, además de denuncias internacionales y la tenaz labor de las organizaciones que defienden los derechos humanos. Esa peste nos hirió el alma y, si bien ha cedido casi por completo después de recuperadas las democracias, sus efectos han sido tan profundos y deletéreos que aún perturban los esfuerzos de reconciliación. Se calcula que en sólo dos décadas, entre 1966 y 1986, desaparecieron por estos conflictos armados unas 90.000 personas en Guatemala, El Salvador, Honduras, México, Colombia, Haití, Perú, Bolivia, Brasil, Chile, Uruguay y la Argentina.

Pero ni los argentinos ni los latinoamericanos inventamos los desaparecidos, como dije al empezar. En la antigua Roma ya se practicaba la damnatio memoriae, que era una condena aplicada a elites y emperadores. Si caían en desgracia, podía expropiárseles sus bienes, borrar sus nombres de todos los documentos y destruir sus estatuas. Los casos no fueron muchos y los historiadores tienen dificultad para identificarlos. Un lejano antecedente milenario podría ser el exterminio de quienes adhirieron al faraón Akenatón, quien impuso la adoración del sol como símbolo de un dios único y algunos de cuyos sacerdotes pudieron haber influido sobre Moisés. Mucho más adelante, el Dux número 55 de Venecia, Marino Faliero, fue condenado a la damnatio memoriae luego de un fallido golpe de Estado.

La práctica de hacer desaparecer a los indeseables, sin límites ni pudor, recién fue impuesta de forma sistemática después de la revolución bolchevique, por Stalin. Cuando un político, un artista o un científico perdía las simpatías del régimen, era arrestado, torturado, obligado a firmar falsas autocríticas, enviado a un campo de concentración hasta morir, o asesinado pronto y luego borrado con obsesiva prolijidad de enciclopedias, documentos, bustos, estatuas, fotografías y hasta películas, como si nunca hubiese existido. Quienes pretendían reivindicarlos seguían el mismo sendero infernal. Tanto terror obligó al sometimiento colectivo y a una resignación sin precedente. El implacable procedimiento ni siquiera pudo ser eliminado del todo por Khruschev, porque durante su gobierno el propio Stalin y algunos de sus fieles también empezaron a ser borrados, a “desaparecer”. Igual técnica se aplicó a millares de personas en la China de Mao y demás países comunistas, incluida la Cuba de Fidel, donde la disidencia ha logrado reunir fotos en las que aparecían personas junto al líder, que, después de ser asesinadas, también lo eran en esas fotos, porque sencillamente quedaban difuminadas con un arte merecedor de mejores causas.

Ni hablar de los centenares de miles de desaparecidos durante las expropiaciones forzosas, las expulsiones étnicas, las purgas y el genocidio social (nobles, burgueses, pequeñoburgueses, obreros y políticos) enterrados en fosas comunes o abandonados para alimento de los buitres en las vastas porciones del planeta que logró controlar el leninismo-stalinismo.

En España se introdujo la modalidad de las desapariciones durante la Guerra Civil (1936-1939). Aún no se sabe dónde se encuentra la tumba de Federico García Lorca y sus compañeros asesinados sin juicio previo en los inicios de la sangrienta conflagración. En muchos sitios se han abierto fosas comunes. En Badajoz, Extremadura, los fusilamientos fueron tantos que los cadáveres amontonados junto a los muros del cementerio debieron ser quemados por falta de lugar, y en las llamas se abrazaron los restos mortales de carabineros, milicianos, militares profesionales y gente del pueblo, cuyos nombres no interesaban en ese festival de la muerte.

Nadie se ocupaba de anotar el nombre de los condenados. Junto a una nueva carretera en Ponferrada, por ejemplo, hay un cartel que dice “coto de caza”. Durante años los vecinos solían acudir al lugar, rezar y distribuir ramilletes de flores; pese al cartel, los cazadores evitan hasta el día de hoy hollar con sus botas la tierra donde se calcula que yacen centenares de desaparecidos.

En la Segunda Guerra Mundial, la cifra de desaparecidos se disparó. Pese a la obsesión de registro que tenían los nazis, se llevó a cabo la operación llamada Nacht und Nebel (noche y niebla) para asegurar la desaparición de millares de personas que eran arrestadas sin aviso, asesinadas enseguida o enviadas a campos de concentración de los que nunca podrían salir. La práctica de arrasar con poblaciones enteras y el genocidio sistemático de adversarios políticos, judíos y gitanos sembró de cadáveres el continente europeo hasta un vértigo sin precedente.

Pero la humanidad no aprende. Las desapariciones forzosas continuaron. No sólo en los países comunistas, sino que se hicieron presentes en las absurdas guerras étnicas, tribales y religiosas de Africa. En Argelia, el severo conflicto entre los islamistas y el gobierno secular produjo 150.000 asesinatos que incluían el degüello de niños y las permanentes acciones de venganza en una y otra dirección. Se estima que aún hay 7000 desaparecidos, de quienes nada se sabe. El mundo fue sacudido por el millón de muertos que dejó como saldo la apabullante guerra entre hutus y tutsis, pero aún sigue latiendo en la sangre de ambas comunidades un número impreciso de gente que se “evaporó” de este mundo.

Si saltamos al Cáucaso, hubo asesinatos a mansalva durante las rebeliones y represiones de 1994-1996 en Chechenia. Desde el año 1999, el número de asesinatos y desapariciones no cesa de aumentar.

La guerra en la ex Yugoslavia, que horrorizaba ante las narices impotentes de la Unión Europea, no empezó a ser frenada sino cuando intervino el presidente Clinton con la asistencia de la OTAN. Perspicaz, Clinton había dispuesto no llevar el asunto a las Naciones Unidas, donde Rusia, aliada de Serbia, vetaría las acciones que podían detener el genocidio liderado por el fanático Milosevic. Las matanzas de musulmanes en Bosnia fueron bloqueadas por las fuerzas cristianas, los “satánicos occidentales” de la OTAN, dato que no suelen tener en cuenta los islámicos fundamentalistas. Fueron tan abrumadores los abusos que aún prosiguen las investigaciones sobre miles de restos mortales sin identidad. Sólo en Sbrenica se han realizado estudios de DNA sobre 10.000 porciones de cadáveres.

El atroz panorama se extiende por Asia. Durante las manifestaciones estudiantiles que estallaron, en 1999, en la República Islámica de Irán se detuvo a centenares de personas, pero setenta estudiantes ingresaron en la lista de los desaparecidos. Desde entonces, nada se ha podido saber de ellos. Denuncias ante las Naciones Unidas se refieren, además, a la desaparición de escritores y periodistas disidentes. Las desapariciones se practican en muchos otros países asiáticos, cuyo detalle no cabe en este artículo, y ni siquiera se salva el distante Nepal, donde la guerrilla maoísta ha hecho desaparecer alrededor de 200 personas en el último año.

Vale la pena destacar que la catástrofe de los desaparecidos se expande donde no existe libertad de prensa. Cuando reina una sólida democracia, este fenómeno pronto es denunciado y la denuncia genera soluciones.

Pero no sólo queda por delante el desafío de impedir nuevas desapariciones, sino esclarecer las cometidas hasta ahora. Por eso, nada más ilustrativo y conmovedor para cerrar estas dolorosas reflexiones que la tragedia de Raoul Wallenberg, quien luchó como un titán para impedir la desaparición de decenas de miles de personas y también es, hasta el presente, un desaparecido.

Sintetizo la historia. En la primavera de 1944 Hitler ya había aniquilado a millones de los judíos europeos, pero se venían salvando los que quedaban en Hungría merced a la relativa protección que les deparaba el contradictorio régimen de Horthy. Adolf Eichmann alejó a Horthy e inició alocadas deportaciones. A mediados de ese año, llegó a Budapest el joven diplomático sueco Raoul Wallenberg. Sólo quedaban poco más de 200.000 sobrevivientes y comenzó a repartir pasaportes con riesgo de su vida. Llenó sus oficinas de voluntarios que trabajaban día y noche, él no dormía más de 4 horas. Con audacia y persuasión temerarias consiguió esconder judíos en hospitales, escuelas y conventos. Corría a las estaciones donde hacía detener los trenes de la muerte con la excusa de que había suecos en su interior y lograba sacar decenas de personas en cuyos bolsillos deslizaba documentos salvadores. Los húngaros nazis le quitaron el auto, dispersaron a sus colaboradores y empezaron a matar judíos en sus propios refugios. Wallenberg trepó a una bicicleta, buscó y logró reunir a sus colaboradores en un sitio más seguro. Convenció al jefe de policía de proteger su nuevo lugar de trabajo. Se enteró de que el comandante en jefe de las tropas alemanas planeaba hacer explotar el gueto y le gritó que sería colgado si llevaba a cabo esa acción. El general, impresionado por la firmeza de Wallenberg, abortó el operativo. En enero de 1945 ingresó en Budapest el ejército soviético. Wallenberg había cumplido la proeza de salvar alrededor de cien mil personas. Pero el 17 de enero fue detenido por los “libertadores” y nunca más se supo de su destino. Hasta el día de hoy sigue en el misterio su final y el sitio donde reposan sus restos. Es un indignante emblema de los desaparecidos, de la injusticia y el absurdo que ensucia el alma del género humano.

Entrevista con Arnon Grunberg


Si bien es aún un extraño en nuestro país, el escritor holandés recibió ya una veintena de premios y, con tan sólo 36 años, publicó una decena de novelas y consiguió consagrarse en toda Europa con una literatura corrosiva y delirante. Comparado con Salman Rushdie y Michel Houellebecq, en esta charla exclusiva el multifacético novelista cuenta que se incorporó al ejército holandés para conocer Afganistán, y aceptó trabajar como reportero para entrar en la base naval de Guantánamo. Próximamente, asegura, trabajará en un hotel alemán, para nutrirse de historias de gente corriente.


Artífice de una narración corrosiva que desfila posesa por la ruta del escándalo, Arnon Grunberg es un escritor descarnado. Un auténtico acróbata de la provocación que ha logrado, con tan sólo 36 años, que su prosa impía y maloliente prendiera como reguero de pólvora por toda Europa, desatando un auténtico fenómeno literario traducido ya a veintiún idiomas.
Grunberg es, además, un entrevistado impiadoso. Su prédica hilarante no conoce límites. Un descarado. Es por ello que en un gesto de implacable astucia hace (ab)uso de su eminente erudición para reflotar su inclinación por el desconcierto. Empolla su juego, que bien le cabe, para desequilibrar al entrevistador, floreando su estampa de vedette literaria, o de cínico confeso. Su postura incomoda y atrae, expulsa y convoca; su virulencia no es indulgente. Una figurita difícil que hace de la embestida el halo místico con el que abriga su carne. “Haré lo mejor para responder a las preguntas sin demasiadas mentiras”, advierte al comienzo

Arnon Yasha Yves Grunberg nació el 22 de febrero de 1971 en Amsterdam, Holanda. Criado en el seno de una familia de clase media, fue expulsado de la escuela secundaria a los diecisiete años, y el trabajo le cayó como densa imposición. Si bien para entonces ocultaba sus aficiones literarias detrás de las actorales, decidió invertir sus ahorros e impulsar, con tan sólo 19 años, su propia editorial, especializada en autores alemanes. Volcado por completo a la escritura, cuatro años después consiguió su primer éxito al publicar Lunes azules –traducida a 13 idiomas–, novela con la que también ganó su primer premio, el Anton Wachter Prize. Aunque el revuelo llegó recién en 2000, cuando publicó con su heterónomo, Marek van der Jagt, la novela Cómo me quedé calvo (Tusquets), un boom comercial sin precedentes en la literatura holandesa. Claro que el fenómeno estuvo bien alimentado por la incapacidad de precisar quién demonios era aquel ignoto autor.

Impiadoso y gozoso de la travesura, Grunberg asistió al desconcierto y se despegó durante meses del éxito suscitado. De hecho, hasta había elucubrado el currículo del falso escritor presentándolo como un filósofo nacido en Viena que vivía entregado a la escritura. El grueso de la tropa de críticos sacudió el texto y allí encontró demasiadas similitudes entre la novela y los trabajos anteriores de Grunberg. El engaño fue develado, y el escritor debió reconocer la autoría. Nada sorprendente para quien concibe la vida como devenir de un repertorio lúdico de sinrazones. Accionar que es reflejo fiel de su literatura. Un caso resuelto de escritor-personaje.

Coreógrafo del absurdo, el holandés monta a sus criaturas al desequilibrio de una sociedad viciada por el engaño. Como escritor, su intención es extirpar de fantasía al deseo. Una vuelta a la animalidad; salvaje, carnal, sincera. Por eso, y para desenmascarar la farsa, recubre de ironía a sus personajes y los promueve como arquetipos del desenfado que beben la sangre de sus víctimas. Porque en toda construcción narrativa de Grunberg, lo primordial no es la brutalidad, sino el goce que de ella se desprende. Entes regados por el artilugio bataillano que amortigua el disparo de la descarga. Y es así como surge la composición de El Mesías judío, novela comparada por parte de la prensa británica a Los versos satánicos de Salman Rushdie. Publicada en su lengua natal en 2004, desembarcó recientemente al país, traducida al español por Tusquets.

—¿Cuál fue tu motivación para escribir “El Mesías judío”?

—Difícil precisarlo. Lo cierto es que quería escribir algo sobre el Estado de Israel y la forma en que Israel es percibido por diferentes personas. También estaba intrigado por la historia de la segunda posguerra, por el lado judío, pero también del alemán. Claro que esto no significa que mi novela sea histórica pero, con toda modestia, representa una nota al pie o un comentario a la Historia.

En rigor, en El Mesías judío Grunberg narra con audacia las aventuras del joven Xavier Radek, nieto de un oficial SS que ha trabajado a destajo por el exterminio, quien decide indagar en el sufrimiento de los judíos, a quienes considera “enemigos de la felicidad”. Para ello entabla amistad con el hijo de un rabino de Basilea, quien le aconseja tomar clases de yiddish y circuncidarse, lo que le provoca la extirpación de un testículo –lo enfrasca en formol y bautiza como Rey David–, y lo promoverá como defensor de la causa sionista, convencido de su mesiánica tarea. Para rematar, Xavier se enamora del hijo del rabino, un judío ortodoxo que pulula por las calles entregando su cuerpo a todo hombre que lo requiera: “Así nos han educado –le explica–. ¿Qué harías tú si te hubieran dicho siempre: ´No digas no, recuerda que los judíos ya tienen mala fama´?” Una retahíla de hechos desopilantes que rozan el paroxismo. La pregunta aflora por sí sola:

—¿Por qué el sarcasmo para enfrentarse a las miserias humanas?

—Bueno, fue Walter Benjamin quien escribió que para conocer a una persona tenés que quererla sin ninguna esperanza. En ese sentido quiero a mis personajes y a sus miserias sin ninguna esperanza; si esto trae consigo el sarcasmo, bien.

—De acuerdo, pero detrás de una historia de dos jóvenes que se enamoran emergen intrincadas reflexiones acerca del racismo y de la xenofobia; evidentemente algo que te interesa develar. ¿Creés que estos componentes están presentes en la sociedad europea actual?

—Definitivamente, como en toda sociedad. Yo diría que lo que pasa es que ahora están menos escondidos.

—¿Por qué eligiste Basilea para desarrollar la historia?

—Razones prácticas. Quería una ciudad donde la gente hablara alemán afuera de Alemania. Suiza, al haber sido neutral durante la Segunda Guerra, era una buena elección. Basilea encajaba mejor que Zurich porque es más provincial, pero a la vez contiene una próspera comunidad judía; y, por supuesto: el primer congreso sionista se realizó en Basilea.

Viajero incansable, Grunberg recorrió el planeta husmeando los rincones y recopilando historias que cautivasen su ego. De hecho, se enroló en el ejército holandés con el solo propósito de conocer Afganistán y aceptó trabajar como reportero para entrar en la base naval de Guantánamo. “No hace falta viajar por el mundo; de hecho podés viajar en tu propia ciudad. De todos modos, viajar es interesante porque te fuerza a mirar mejor. Todo lo que oís y ves llega a influenciar tu trabajo.”

En 1995 decidió afincarse, al menos por algunas temporadas, en Nueva York. Lo que podría considerarse una estrategia mercadotécnica para conquistar otra plaza. “No, nada de eso, lo hice siguiendo a una mujer… estaba enamorado”, ironiza Grunberg, quien ha declarado abiertamente su homosexualidad; aunque, a esta altura de los (contra)dichos, nada puede suponerse con seguridad.

—Apelo a tu aguda observación: ¿cuáles son las diferencias que encontrás entre la sociedad norteamericana y la europea?

—Sin dudas, las diferencias se fueron achicando; agregaría que es muy difícil hablar de “la sociedad norteamericana”. Yo vivo en Nueva York, y la diferencia entre ésta y los campos de Alabama es mayor que la que puede existir entre Nueva York y Berlín. De hecho, las grandes ciudades del mundo tienen cada vez más cosas en común. Pero existe en Nueva York, más que en otras, el temor a decir algo ofensivo; tal vez hasta de decir algo. Puede ser que este temor contagie a Europa, y puede que sea el resultado natural de la sociedad en la que decidimos vivir.

Entrevista con Arnon Grunberg


Si bien es aún un extraño en nuestro país, el escritor holandés recibió ya una veintena de premios y, con tan sólo 36 años, publicó una decena de novelas y consiguió consagrarse en toda Europa con una literatura corrosiva y delirante. Comparado con Salman Rushdie y Michel Houellebecq, en esta charla exclusiva el multifacético novelista cuenta que se incorporó al ejército holandés para conocer Afganistán, y aceptó trabajar como reportero para entrar en la base naval de Guantánamo. Próximamente, asegura, trabajará en un hotel alemán, para nutrirse de historias de gente corriente.


Artífice de una narración corrosiva que desfila posesa por la ruta del escándalo, Arnon Grunberg es un escritor descarnado. Un auténtico acróbata de la provocación que ha logrado, con tan sólo 36 años, que su prosa impía y maloliente prendiera como reguero de pólvora por toda Europa, desatando un auténtico fenómeno literario traducido ya a veintiún idiomas.
Grunberg es, además, un entrevistado impiadoso. Su prédica hilarante no conoce límites. Un descarado. Es por ello que en un gesto de implacable astucia hace (ab)uso de su eminente erudición para reflotar su inclinación por el desconcierto. Empolla su juego, que bien le cabe, para desequilibrar al entrevistador, floreando su estampa de vedette literaria, o de cínico confeso. Su postura incomoda y atrae, expulsa y convoca; su virulencia no es indulgente. Una figurita difícil que hace de la embestida el halo místico con el que abriga su carne. “Haré lo mejor para responder a las preguntas sin demasiadas mentiras”, advierte al comienzo

Arnon Yasha Yves Grunberg nació el 22 de febrero de 1971 en Amsterdam, Holanda. Criado en el seno de una familia de clase media, fue expulsado de la escuela secundaria a los diecisiete años, y el trabajo le cayó como densa imposición. Si bien para entonces ocultaba sus aficiones literarias detrás de las actorales, decidió invertir sus ahorros e impulsar, con tan sólo 19 años, su propia editorial, especializada en autores alemanes. Volcado por completo a la escritura, cuatro años después consiguió su primer éxito al publicar Lunes azules –traducida a 13 idiomas–, novela con la que también ganó su primer premio, el Anton Wachter Prize. Aunque el revuelo llegó recién en 2000, cuando publicó con su heterónomo, Marek van der Jagt, la novela Cómo me quedé calvo (Tusquets), un boom comercial sin precedentes en la literatura holandesa. Claro que el fenómeno estuvo bien alimentado por la incapacidad de precisar quién demonios era aquel ignoto autor.

Impiadoso y gozoso de la travesura, Grunberg asistió al desconcierto y se despegó durante meses del éxito suscitado. De hecho, hasta había elucubrado el currículo del falso escritor presentándolo como un filósofo nacido en Viena que vivía entregado a la escritura. El grueso de la tropa de críticos sacudió el texto y allí encontró demasiadas similitudes entre la novela y los trabajos anteriores de Grunberg. El engaño fue develado, y el escritor debió reconocer la autoría. Nada sorprendente para quien concibe la vida como devenir de un repertorio lúdico de sinrazones. Accionar que es reflejo fiel de su literatura. Un caso resuelto de escritor-personaje.

Coreógrafo del absurdo, el holandés monta a sus criaturas al desequilibrio de una sociedad viciada por el engaño. Como escritor, su intención es extirpar de fantasía al deseo. Una vuelta a la animalidad; salvaje, carnal, sincera. Por eso, y para desenmascarar la farsa, recubre de ironía a sus personajes y los promueve como arquetipos del desenfado que beben la sangre de sus víctimas. Porque en toda construcción narrativa de Grunberg, lo primordial no es la brutalidad, sino el goce que de ella se desprende. Entes regados por el artilugio bataillano que amortigua el disparo de la descarga. Y es así como surge la composición de El Mesías judío, novela comparada por parte de la prensa británica a Los versos satánicos de Salman Rushdie. Publicada en su lengua natal en 2004, desembarcó recientemente al país, traducida al español por Tusquets.

—¿Cuál fue tu motivación para escribir “El Mesías judío”?

—Difícil precisarlo. Lo cierto es que quería escribir algo sobre el Estado de Israel y la forma en que Israel es percibido por diferentes personas. También estaba intrigado por la historia de la segunda posguerra, por el lado judío, pero también del alemán. Claro que esto no significa que mi novela sea histórica pero, con toda modestia, representa una nota al pie o un comentario a la Historia.

En rigor, en El Mesías judío Grunberg narra con audacia las aventuras del joven Xavier Radek, nieto de un oficial SS que ha trabajado a destajo por el exterminio, quien decide indagar en el sufrimiento de los judíos, a quienes considera “enemigos de la felicidad”. Para ello entabla amistad con el hijo de un rabino de Basilea, quien le aconseja tomar clases de yiddish y circuncidarse, lo que le provoca la extirpación de un testículo –lo enfrasca en formol y bautiza como Rey David–, y lo promoverá como defensor de la causa sionista, convencido de su mesiánica tarea. Para rematar, Xavier se enamora del hijo del rabino, un judío ortodoxo que pulula por las calles entregando su cuerpo a todo hombre que lo requiera: “Así nos han educado –le explica–. ¿Qué harías tú si te hubieran dicho siempre: ´No digas no, recuerda que los judíos ya tienen mala fama´?” Una retahíla de hechos desopilantes que rozan el paroxismo. La pregunta aflora por sí sola:

—¿Por qué el sarcasmo para enfrentarse a las miserias humanas?

—Bueno, fue Walter Benjamin quien escribió que para conocer a una persona tenés que quererla sin ninguna esperanza. En ese sentido quiero a mis personajes y a sus miserias sin ninguna esperanza; si esto trae consigo el sarcasmo, bien.

—De acuerdo, pero detrás de una historia de dos jóvenes que se enamoran emergen intrincadas reflexiones acerca del racismo y de la xenofobia; evidentemente algo que te interesa develar. ¿Creés que estos componentes están presentes en la sociedad europea actual?

—Definitivamente, como en toda sociedad. Yo diría que lo que pasa es que ahora están menos escondidos.

—¿Por qué eligiste Basilea para desarrollar la historia?

—Razones prácticas. Quería una ciudad donde la gente hablara alemán afuera de Alemania. Suiza, al haber sido neutral durante la Segunda Guerra, era una buena elección. Basilea encajaba mejor que Zurich porque es más provincial, pero a la vez contiene una próspera comunidad judía; y, por supuesto: el primer congreso sionista se realizó en Basilea.

Viajero incansable, Grunberg recorrió el planeta husmeando los rincones y recopilando historias que cautivasen su ego. De hecho, se enroló en el ejército holandés con el solo propósito de conocer Afganistán y aceptó trabajar como reportero para entrar en la base naval de Guantánamo. “No hace falta viajar por el mundo; de hecho podés viajar en tu propia ciudad. De todos modos, viajar es interesante porque te fuerza a mirar mejor. Todo lo que oís y ves llega a influenciar tu trabajo.”

En 1995 decidió afincarse, al menos por algunas temporadas, en Nueva York. Lo que podría considerarse una estrategia mercadotécnica para conquistar otra plaza. “No, nada de eso, lo hice siguiendo a una mujer… estaba enamorado”, ironiza Grunberg, quien ha declarado abiertamente su homosexualidad; aunque, a esta altura de los (contra)dichos, nada puede suponerse con seguridad.

—Apelo a tu aguda observación: ¿cuáles son las diferencias que encontrás entre la sociedad norteamericana y la europea?

—Sin dudas, las diferencias se fueron achicando; agregaría que es muy difícil hablar de “la sociedad norteamericana”. Yo vivo en Nueva York, y la diferencia entre ésta y los campos de Alabama es mayor que la que puede existir entre Nueva York y Berlín. De hecho, las grandes ciudades del mundo tienen cada vez más cosas en común. Pero existe en Nueva York, más que en otras, el temor a decir algo ofensivo; tal vez hasta de decir algo. Puede ser que este temor contagie a Europa, y puede que sea el resultado natural de la sociedad en la que decidimos vivir.

Firma digital


La firma digital llegó a la Justicia. En Mendoza, la Suprema Corte acaba de decidir en una acordada que los jueces de Garantía están autorizados a emitir órdenes de allanamiento mediante correos electrónicos firmados de esa manera.


La resolución aclara que la recepción de los mails se efectuará en todas las fiscalías y comisarías, así como “en cualquier lugar de la provincia donde se tenga señal de celular, mediante una computadora portátil”.

Firma digital


La firma digital llegó a la Justicia. En Mendoza, la Suprema Corte acaba de decidir en una acordada que los jueces de Garantía están autorizados a emitir órdenes de allanamiento mediante correos electrónicos firmados de esa manera.


La resolución aclara que la recepción de los mails se efectuará en todas las fiscalías y comisarías, así como “en cualquier lugar de la provincia donde se tenga señal de celular, mediante una computadora portátil”.

miércoles, agosto 29, 2007

Amenlo u ódienlo, pero prefiere que lo odien, Con su blog Perezhilton.com , encontró su lugar en Hollywood


LOS ANGELES ( The New York Times ).- Mario Armando Lavandeira Jr., más conocido como Perez Hilton, autoproclamado Reina de todos los medios , opera claramente en los medios con reglas propias. Para comprobarlo, basta con tomar una semana de su agenda de julio: un viernes a la mañana estaba en The View , programa de ABC, hablando con los conductores sobre Perezhilton.com, su blog con chimentos sobre famosos (o celebridades, como se generaliza en estos casos). El próximo lunes hizo una aparición en el reality show de Victoria Beckham, un especial para la cadena NBC, y un día después asomó en el de Kathy Griffin, que se emite por Bravo. Y remató la semana con un programa sobre él en Nightline , también por ABC. Tras esa dignificante exposición popular desafió a un rival a un concurso sobre quién comía más panchos en una calle de Los Angeles, bien patrullada por paparazzi. Y así... Ahora, sentado en un restaurante cubano antes de conceder una entrevista, Lavandeira dice que hasta él, que ha sido testigo de su desconcertante y surreal llegada a Hollywood, fue sorprendido por su rápido ascenso. "Estoy haciendo las cosas con mis propias reglas, no tengo que darle explicaciones a nadie excepto a mí", explica. En escasos tres años, Lavandeira, de 29, ha emergido de la blogósfera para alcanzar la misma fama que la gente que él halaga y humilla diariamente en su sitio Web. Con su promoción desvergonzada y apariencia de bufón, Lavandeira, un hombre un poco infantil, se ha convertido en un jugador de Hollywood difícil de ignorar. Pero el juego que juega es difícil de definir. Un día era un actor en la lucha, que pagaba sus cuentas con trabajos poco glamorosos (director de publicaciones para una organización gay, reportero de la revista Star , de donde lo echaron). Al otro era un fenómeno de la cultura pop con pelo naranja: un blogger de estilo infantil, pero fácilmente digerible que desparramaba comentarios crudos sobre fotos de famosos. Sólo con esto ganó lo suficiente como para emplear a su madre y a su hermana, y lo que es más crucial para la marca Perez Hilton, tiene su propio programa de televisión en VH1. En tanto, ComScore Media Metrix, empresa que mide las entradas en Internet, ubica a Perezhilton.com entre los diez primeros nuevos sitios de entretenimiento, y agrega que recibe por mes 2.600.000 visitas (sólo en Estados Unidos, 1.700.000). Como Madonna Lavandeira se ufana de sus exclusivas y sus fuentes , pero describe su fórmula simplemente: escribe lo que muchos piensan, pero nadie dice en voz alta. En su blog habla de la imagen espléndida de heroínas elegidas arbitrariamente, como Angelina Jolie, Jennifer Lopez y Dita von Teese, y tira dardos afilados a villanas como Kirsten Dunst o Sienna Miller, por cosas como tomar demasiado, ser promiscuas o negar la propia homosexualidad. "Soy como Madonna, no me importa si ofendo", dice Lavandeira en una de las tantas veces en que se compara con la estrella pop. Los límites se conocen poco en su blog: ha llamado aliens a Victoria Beckham y a Suri Cruise (la hija de Tom, claro), y les ha dibujado antenitas en la cabeza. Hizo crónicas detalladas del comportamiento de las chicas malas de Hollywood -Britney, Lindsay, Nicole (pero no de quien ha inspirado su nombre, Paris, que es una amiga)- al mejor estilo de esas telenovelas que cortan la respiración. Y cuando un programa de entretenimientos no consigue ningún famoso genuino para ese día, a menudo miran a Lavandeira como sustituto. Lavandeira, que estudió actuación en la New York University, empezó su blog como un pasatiempo en septiembre de 2004. En ese momento se llamaba PageSixSixSix.com, pero después se cambió el nombre a Perez Hilton, una versión latina de Paris Hilton, la heredera y fábrica de rumores. Pero no empezó a vivir de su blog hasta el año último, cuando decidió dedicar 17 horas diarias a producir lo que hoy son 30 posts por día. Lavandeira, o Perez Hilton, dice que lo hace todo por diversión. Y, para probarlo, comparte una porción de su entrevista cantando junto a Celia Cruz en un camarín. Pero detrás de la tontería está el negocio: el blog de Lavandeira cobra 9000 dólares por un anuncio semanal, y 45.000 por el paquete más caro. Su público -lectoras mujeres con 26 años promedio- atrae firmas de moda, marcas de bebidas espirituosas y, por supuesto, a Hollywood.