Por Rubén Weinsteiner para EL PAÍS
Un discurso se transforma en dominante cuando incorpora parte del discurso al que desplaza, resignificándolo e interpelando en forma proactiva y sustentable a los segmentos que se sintieron interpretados por ese discurso.
Reconocer y pensar a la otredad política, constituye un insumo estratégico a la hora de construir una marca política, que trascienda los límites de pescar en la pecera. Este proceso constructivo deben darse en la cabeza de “el otro”, que por alguna extraña e incomprensible razón ve las cosas de una manera diferente a la que la vemos nosotros.
El antiperonismo, negó al peronismo durante los gobiernos de Perón y durante la proscripción. Prohibió pronunciar la palabra Perón, y no pudo construir un reason why superador de aquello que tanto odiaba. Hasta que llegó Alfonsín, el más peronista de los radicales, en el 83, para derrotar por primera vez en la historia al peronismo en las urnas. El peronismo quedó herido, no había internalizado los nuevos paradigmas de representación, hasta que la renovación peronista, barrió con Herminio, la negación del radicalismo y lo que este representaba , y derrotó a Alfonsín en el 87, determinando el comienzo del fin alfonsinismo, con el más radical de los peronistas, Antonio Cafiero.
Las marcas políticas construyen sentimientos fuertes, que no se desalojan ni modifican con slogans, declaraciones en los medios, denuncias o profecías. Una vez que la emocionalidad generada se instala, corre por canales separados con la racionalidad.
Durante el segundo gobierno de Perón la oposición buscó esmerilar sistemáticamente al gobierno de las formas más variadas. Desde incontables denuncias de corrupción hasta diciendo que las visitas del boxeador estadounidense Archie Moore, se debían a que este tenía una relación intima con Perón. La respuesta fue un grafitti que sin hacerse cargo de las afirmaciones opositoras, mostraba la futilidad de las mismas : “puto y ladrón igual queremos a Perón”.
Capriles fue más duro rival que enfrentó el chavismo y el post chavismo, fue sin dudas el más chavista de los opositores a Chávez, se comprometió a sostener las misiones (planes sociales) rescató e intentó apropiarse comunicacionalmente de la figura de Bolivar, relatándose de izquierda, y popular. Frente a Chávez reconoció algunos logros, y dijo entender porque muchos lo votaban. Frente a Maduro, utilizó el slogan “tú no eres Chávez, Nicolás”, lo que entrañó un reconocimiento implícito y sólido a Chávez y a los que lo votaron.
La negación de la otredad política no se limita a negar un liderazgo, cuando se demoniza una figura, se está demonizando a aquellos que desarrollaron sentimientos más o menos importantes hacia ella. Es difícil seducir a alguien cuando se le dice “sos un estúpido”
Hacer converger en el mismo canal las ganas de cambiar lo malo y de sostener y conservar lo bueno, es plantear un pensamiento más complejo sofisticado y por lo tanto más cercano a la realidad, asumiendo que no todo está bien y que no todo está mal, porque ningún gobierno hace ni todo mal, ni todo bien.
El Kirchnerismo lleva 10 años en el poder, los jóvenes crecieron con el clima de época. El 38% de los votantes en 2013 tiene menos de 30 años y el 71% menos de 45. El voto joven aún desde la disidencia con el Kirchnerismo, comparte los presupuestos de época, el clima, el marco epistémico, la cancha.
El Kirchnerismo será superado solo por una construcción posterior, no en términos temporales, sino en términos estructurales, es decir por una propuesta que lo reconozca, valore, incluya y supere, y legitime de esta manera los sentimientos y convicciones de los que adhieren a este espacio.
El reason why, que la oposición no encuentra acumulando desde la negación a la otredad política, liderazgo y votantes, es el factor clave para la toda construcción política significativa. Sin reason why no hay acumulación, 2000 cacerolazos, 5000 denuncias de corrupción y todo el enojo del mundo, es como meter 20 millones de dólares en el bolsillo de un payaso, porque existe una diferencia entre construir malestar, y construir política.
Supongamos que el Kirchnerismo tiene hoy un voto duro del 30%, ese que pase lo que pase vota al Kirchnerismo y el voto anti Kirchnerista duro constituye otro 30%, el que en ningún escenario lo votaría, pero que no tiene ni definido ni unificado su voto hacia una propuesta determinada. Existe un 40% que no es ni K ni anti K, que mayoritariamente en 2011 se sintió interpelado por el Kirchnerismo, que es labil, varíable y comparte el clima de época.
Cualquier espacio opositor, que quiera construir una opción de poder, deberá acumular en el 30% anti k con una propuesta aglutinadora, y acumular en el 40% ni k ni anti k para construir una mayoría. Porque para ganarle al Kirchnerismo , van a tener que reconocerlo, incluirlo y superarlo, con odiarlo no alcanza. Hay que pensar y proponer ideas y perspectivas, discurso, mística para enamorar, plantear un porqué y un para qué se quiere el poder, organizar el debate, darlo y ganarlo, porque sin victorias intelectuales no hay victorias electorales.
Rubén Weinsteiner