Una idea muy difundida a propósito del bienestar de las naciones es que éste sea directamente proporcional al bienestar económico o a la renta. Durante los años ochenta algunos intelectuales criticaron la escasa atención prestada, por los grupos de investigación de las Naciones Unidas, a las dinámicas sociales con respecto a la definición del nivel de desarrollo de los estados. Estas críticas fueron en parte acogidas y el resultado fue la creación del Índice de Desarrollo Humano (IDH). Con la intención de registrar también el bienestar social, además del económico, el nuevo índice prevé la medida de la renta, de las expectativas de vida y del nivel de educación. Este sistema muestra indudablemente las distorsiones que algunos modelos de desarrollo económico provocan en el tejido social del Estado. El caso de Oriente Medio es particularmente interesante, precisamente porque la renta per cápita de los países de esta zona es muy elevada.
A todos los países del mundo se les asigna un valor comprendido entre 1 (máximo desarrollo humano posible) y 0 (desarrollo humano mínimo). La escala prevé tres segmentos, alto desarrollo humano, medio desarrollo humano y bajo desarrollo humano. Del grupo de alto desarrollo humano forman parte: Kuwait 33º, Qatar 35º, los Emiratos Árabes Unidos 39º, Bahréin 41º, Omán 58º, Arabia Saudí 61º. Del grupo de medio desarrollo humano forman parte: Turquía 84º, Jordania 86º, Líbano 88º, Irán 94º, Siria 108º, Yemen 153º. Ningún país medioriental forma parte del grupo de países con bajo desarrollo humano, que incluye solamente a países africanos.
Del PIB al IDH: de lo económico a lo social
Hay que tener en cuenta la diferencia significativa entre la posición que los países de Oriente Medio ocupan en la clasificación del PIB y la que ocupan en la clasificación del IDH. El primer puesto de los países árabes en la clasificación del IDH, Kuwait (33º puesto), ocupa el 25º puesto en la escala de la renta per cápita, por lo tanto retrocede 8 posiciones. Los rendimientos del resto de países de la zona son aún menos brillantes. Qatar y los Emiratos Árabes Unidos pierden doce posiciones, Bahréin 8, Omán 15, Arabia Saudí 19, Turquía 18, Irán 23, por citar sólo los países más importantes de la región.
A propósito de la renta, habría sido interesante verificar también la desigualdad en la distribución de la renta en los países árabes que, como ya habíamos destacado, pueden alardear de óptimos niveles del PIB per cápita. La desigual distribución de la renta se mide en el informe de 2007 con el índice de Gini, mediante el que la desigualdad se mide en una escala de 0 (perfecta igualdad) a 100 (perfecta desigualdad). Desafortunadamente estos datos no están disponibles para ningún país árabe. Los pésimos resultados que hemos visto en la clasificación del IDH se deben en buena parte a datos desalentadores en el sector de la sanidad, como se puede verificar comparando los datos de estos países con países análogos desde el punto de vista del IDH. Si observamos el porcentaje de niños menores de cinco años con bajo peso, vemos que en Kuwait es del 10%, en Qatar del 6%, en los EAU del 14%, en Bahréin del 9%, en Omán del 18%, en Arabia Saudí del 14, mientras que en Argentina, que ocupa la 38ª posición del IDH, el porcentaje es del 4%, en Chile (40º puesto en el IDH) del 1%, en Trinidad y Tobago (59º puesto en el IDH ) del 6%, en Panamá (62º puesto en el IDH ) del 8%.
Naturalmente esta situación no es en absoluto casual, sin embargo, refleja el bajo porcentaje de renta nacional destinado al gasto sanitario. De hecho, si comparamos con países similares desde el punto de vista del IDH, los números de los países mediorientales son claramente deficitarios. Kuwait gasta en sanidad el 2,2% de su PIB, mientras que Malta, inmediatamente detrás en la clasificación del IDH, gasta el 7%. La situación no es mejor en el resto de países de la región. En Qatar el gasto asciende al 1,8% del PIB, en los Emiratos Árabes Unidos al 2%, en Bahréin al 2,7%, al 2,5% en Arabia Saudí y al 2,4% en Omán. La situación en los países no árabes de la región es ligeramente mejor: en Turquía el porcentaje de gasto sanitario del PIB es del 5,2% y en Irán del 3,2%.
Con respecto a la nutrición, la situación de Oriente Medio es mejor, cuyos datos son bastante similares a los de los países más desarrollados. En Kuwait el valor es del 5%, frente a un porcentaje inferior al 2,5% de casi todos los países que lo preceden en la clasificación. El dato más importante de este país es la notable mejora que se ha producido durante los últimos 15 años. De hecho, en el bienio 1990/1992 el porcentaje registrado era del 24%. En los Emiratos Árabes Unidos el porcentaje es inferior al 2,5%, por lo tanto, próximo a los valores de los países más avanzados. Arabia Saudí ofrece el dato menos desalentador, no tanto por el porcentaje en sí mismo, 4%, similar al de los países de la región, sino por el hecho de que el porcentaje es idéntico al del bienio 1990/1992, como ha sucedido también en Egipto e Irán. En Turquía la situación es aún peor, ya que de un dato inferior al 2,5% se ha pasado al 3%. Con respecto a Omán, Qatar y Bahréin no disponemos de datos. Las cifras sobre educación tampoco son positivas. De hecho, solamente Kuwait tiene una tasa de analfabetismo en edad adulta inferior al 10% ( precisamente el 6,7%), mientras que el resto supera ese umbral: Qatar 11%, EAU 11,3%, Bahréin 13,5%, Omán 18,6%, Arabia Saudí 17,1%, Turquía 12% e Irán 17%. Comparando de nuevo con otros países nos damos cuenta de la insuficiencia de estos valores. De hecho, observamos que en Argentina el analfabetismo está en el 2,8% y en las Seychelles en el 8,2 %, mismo porcentaje que en Panamá.
La condición de la mujer
Un elemento fundamental del desarrollo humano es la condición de la mujer, claramente negativo en Oriente Medio, cualquiera que sea el factor tomado en consideración. Desde el punto de vista político-social es necesario valorar cuánto cuentan las mujeres, es decir, calcular cuántas mujeres están presentes en las élites de los países, por lo tanto, capaces de incidir en la toma de decisiones de sus países. Sabemos que en Oriente Medio, a excepción de Turquía e Israel, no existen democracias representativas, sin embargo tienen parlamentos, aunque con funciones claramente secundarias. El porcentaje de mujeres en estos parlamentos es extremadamente bajo, sin embargo, hay que tener en cuenta que no son muchos los países en los que se supera el 30%. En Kuwait el porcentaje es del 3,1%, en Bahréin del 13,8%, en los EAU del 22,5%, en Omán 7,8%, mientras que en Qatar y Arabia Saudí se llega incluso al 0,0%. Como de costumbre comparamos estos datos con los de otras naciones: en Malta (34º puesto en el IDH) la mujeres en el Parlamento son el 9,2%, en Chile (40º puesto en el IDH) 12,7%, en Malasia (puesto 63º en el IDH) el porcentaje es del 13,1%.
En los países no árabes la situación no es mejor: en Turquía encontramos un 4,4% de mujeres en el Parlamento, algo superior en Irán donde existe un 4,1%. Como hemos indicado anteriormente, los países a los que nos referimos no son democracias, por lo tanto, también es útil considerar el porcentaje de mujeres con cargos de alto funcionariado, mánager o dirigente administrativo. Los datos de los que disponemos son incompletos, ya que no tenemos a disposición los de Kuwait y Bahréin, sin embargo, son útiles para completar la panorámica de la posición de las mujeres. En Qatar, las mujeres en las élites representan el 8% del total, como en los Emiratos Árabes Unidos, frente a Malta donde se llega al 20% y en Chile al 25%. La situación es mejor en Arabia Saudí, 31%, sin embargo, este dato se contrarresta con el escaso porcentaje de profesionales y técnicos, sólo el 6%, el valor más bajo del mundo (aunque hay que señalar que no se dispone de los datos de todos los países).
También en los países no árabes encontramos porcentajes análogos, Turquía 7%, Irán 16%. Entre los países con un IDH similar a estos dos países consideramos a Paraguay (IDH 95º) que presenta un valor del 23%. Habíamos señalado que el porcentaje de mujeres en los países árabes en los parlamentos era escaso, sin embargo, no excesivamente bajo, excepto los casos límite de Qatar y Arabia Saudí. Sin embargo, observando los datos con respecto a la importancia social de las mujeres, hemos visto que se amplia la diferencia con los países que tienen una posición de IDH similar, con los porcentajes que aumentan en el resto de países y disminuyen en los países mediorientales. Esto indica, con toda probabilidad, que el núcleo del poder excluye completamente a las mujeres, a pesar de lo que diga su ya escaso peso político.
El último elemento de la condición femenina que hay que valorar es el económico, que podemos deducir de otra medida proporcionada por el Informe de Desarrollo Humano: la relación entre renta masculina y femenina. También aquí, ya a nivel mundial, la situación no es muy buena, pero la situación se agrava mucho más en los países que estamos examinando. Por ejemplo, si en Malta (35º puesto en el IDH) la relación es de 0,5, en Kuwait es de 0,35, en Qatar 0,24, en los Emiratos Árabes Unidos 0,25 y en Bahréin 0,35. En Omán la relación es de 0,19, en Trinidad y Tobago (59º puesto en el IDH) de 0,46, mientras que en Arabia Saudí se llega al insignificante valor de 0,16. Con respecto a los países no árabes, la situación es levemente mejor: en Turquía el valor es 0,35 y en Irán 0,39.
Conclusiones
Por lo tanto, ¿qué muestra el Índice de Desarrollo Humano? La primera cosa que nos dice es que una renta alta no significa necesariamente un bienestar generalizado para la población, y en los países de Oriente Medio, especialmente los productores de petróleo, esto es un elemento importantísimo. Según los datos que hemos analizado, la riqueza garantizada, al menos por el momento, por los rendimientos petrolíferos no encuentra una salida hacia los servicios públicos, lo que significa escasos rendimientos de la sanidad y del sistema de educación. Sin embargo, significa también distribución absolutamente desigual de la riqueza, especialmente entre sexos. Hay que señalar que el índice no puede tener en cuenta todas las variables. La ausencia de referencias a la cualidad democrática de los estados y a la situación de los derechos humanos es evidente. Naturalmente la ausencia de estos elementos se debe a la imposibilidad de encontrar indicadores estadísticos fiables. Un problema grave de esta falta es que se corre el riesgo de hacer excesivamente “técnico” el concepto de desarrollo humano, relacionándolo con la idea de “buena gobernabilidad” que muchos analistas la identifican como la responsable del vacío de las instituciones representativas, especialmente en los países del tercer mundo. Un posterior problema de este índice es que anula las diferencias culturales, de hecho, permite un sólo modelo de desarrollo.
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