Lo dice un experto en capital intelectual
En los años treinta, el físico holandés Frits Zernike desarrolló el microscopio de contraste de fases, instrumento que permite obtener imágenes de células y tejidos vivos a partir de la interferencia de ondas luminosas.
Según cuenta la historia, el científico intentó ofrecer su invento a la firma de óptica más importante del momento, pero obtuvo una respuesta desalentadora: "Si esto funcionara, nosotros lo hubiéramos inventado".
De modo que creó su propia compañía y en 1953 recibió el Premio Nobel de Física por su desarrollo.
"Ese es nuestro espíritu: buscamos ciencia de excelencia y tratamos de crear empresas", dice Bob Hodgson, especialista en capital intelectual y directivo de Zernike UK, emprendimiento nacido hace dos décadas en Holanda y que hoy tiene filiales en Gran Bretaña, Australia, Finlandia e Italia, entre otros.
Hodgson estuvo la semana última en Buenos Aires para participar de la conferencia internacional "El rol de los intangibles como herramienta para obtener financiamiento", encuentro organizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva que colmó el auditorio de Fleni, en Belgrano, y que durante dos días analizó la relevancia del capital intelectual, su valoración y su uso para el crecimiento de los negocios.
Economista y conocedor tanto del ámbito académico como de la actividad privada, donde se desempeña desde hace 35 años, Hodgson puede hablar con solvencia de estos temas: trabaja en 45 países, y en 30 de ellos se dedica a la comercialización de tecnología.
Sin embargo, confiesa que ni él mismo tiene la "receta" para evaluar las ideas innovadoras y pronosticar con toda certeza cuáles darán nacimiento a una empresa rentable.
"Yo no lo sé, pero conozco a muchas personas que juntas pueden aconsejarme -afirma-. Sin embargo, a veces recibo consejos contradictorios. Algunos creen que algo es fantástico y hará una gran diferencia; otros piensan que puede ser sensacional, pero que nadie lo comprará. La dificultad en estas cosas es que tenemos que crear un puente entre dos mundos: uno está dominado por ideas, tecnologías y desarrollos de nuevos productos. Esa es la foto de la investigación académica. El otro está dominado por el interés en hacer dinero. Es el mundo empresarial. Nosotros somos una compañía privada y tenemos que hacer dinero. Entonces, lo primero que pensamos es esto: «Muy lindo, pero ¿quién lo va a comprar? Y si lo compran, ¿cuánto van a pagar?». Una vez que determinamos eso, nos preguntamos cuántas personas hay que quieran pagarlo. Eso da una idea de la escala del mercado. Una vez que establecemos que puede haber suficiente interés, preguntamos: «¿Es realmente una innovación?» y «¿cuánto va a costar?». Una innovación o da una ventaja funcional (hará mejor las cosas), o una ventaja de precio (hará las mismas cosas, pero más barato). Si determinamos que funciona y que puede ser producida a un precio asequible, entonces uno tiene una oportunidad de inversión. Pero diferentes personas tendrán diferentes opiniones sobre cada una de estas cuestiones."
Con este abrumador sentido común, Hodgson y su compañía ya ayudaron a establecerse a alrededor de 350 nuevas empresas. Según estimaciones independientes, en ellas el ritmo de crecimiento, la tasa de supervivencia y las ganancias son más altos que el promedio. "Pero esto no es una ciencia -aclara-. La realidad es que la mayoría de los nuevos emprendimientos no funcionan. Nosotros, en Gran Bretaña, teníamos una compañía llamada British Technology Group, que en otros tiempos tenía la prioridad para comercializar la investigación realizada con fondos públicos. Cuando se vendió en la Bolsa, era dueña de 4000 patentes. Genial. Súper. Pero hay un detalle: el 97% de las ganancias provenía de sólo cuatro de ellas. Las otras 3996 eran costos. ¿Y cómo saber cuáles serán esas cuatro? Hay que trabajar mucho para obtener esos diamantes. Por eso siempre subrayo la diferencia entre establecer el valor intelectual de una innovación y producir algún dinero con ella."
Para Hodgson, la Argentina está entre la amenaza y la oportunidad. "China y la India están surgiendo -afirma-. En un primer momento esos países pudieron desarrollar tecnología gracias a la mano de obra barata. Pero ¿sabe? Si uno tiene mil millones de personas, tendrá una proporción de gente inteligente equivalente a una población más grande que la de la Argentina. La base de investigación en esos países es increíblemente grande y de alta calidad. De modo que ellos rápidamente desarrollarán su conocimiento para transformarlo en productos comerciales. Es más: lo están haciendo. A menos que uno se mueva hacia arriba en la cadena de valor; a menos que incorpore la economía del conocimiento en el núcleo de sus negocios, desaparecerá."
Por Nora Bär