Compartimos la mirada de Raúl Acosta, periodisra de "La Capital de Rosario", sobre como los rosarinos ven y sienten a la Ciudad autónoma de Buenos Aires.
Desde Rosario suele verse a Buenos Aires como el triunfo, también como espejismo. No somos, no seremos Buenos Aires. La Ciudad Autónoma puede ser espejo pero, peligrosamente, suele ser espejismo.
El Conurbano bonaerense no existe en Rosario. Esa odiosa enfermedad, la enfermedad que da el trato (lleno de callosidades) de las autoridades con la pobreza, la híper pobreza endémica y el uso político de la misma, no ha llegado. No estamos presos, aún, de un Gran Rosario que ahogue y ponga condiciones al discurso y envilezca a los políticos. Todavía no llegó ese día. Mientras más tarde, mejor.
No existe Puerto Madero y Recoleta y la villa 31 como una gran ciudad que chantajea a la otra.
El Monumento no es el Obelisco y por abajo no pasan tres líneas de subterráneos. Es cierto que hay dirigentes que se niegan a los íconos culturales. Aún niegan el Puerto de la Música (En realidad niegan el "visite Rosario", que es propiedad socialista). La miseria de quien niega un desarrollo cultural está dentro de las células muertas en el lóbulo frontal. La negativa nace en neuronas muertas o asesinadas. Consuelo: las lobotomías políticas suelen ser transitorias. La claridad es necesaria: el teatro El Círculo no es el Teatro Colón ni debería intentarlo. El Círculo es un teatro privado. El Colón lo estamos pagando, aún lo seguimos pagando.
Rosario tiene un destino de tránsito entre dos culturas potentes y está fabricando la suya. La Ciudad de Santa Fe opina sobre la provincia desde el 1500, para redondear fechas. Tribunales dobles, asociaciones de rugby, básquet, tenis, fútbol divididas en dos quitan hace años asientos en las casas centrales de todos los deportes, porque estamos divididos. Hay dos sinfónicas, diferentes periódicos, dos centrales gremiales. Santa Fe sangra a Rosario y Rosario reclama sus hematíes a sopapos.
La Ciudad Autónoma es el sueño de locutores, periodistas, actores, músicos, políticos y comerciantes. El costo real de producir y sostener un periódico regional de respeto, como es el caso de La Capital, debe medirse en tsunamis para que no exista más. Desde Buenos Aires se trabaja para que Ñuls y Central dejen de quitar amores a los cuadros porteños. Quien haya estado en mitad de un remanso, de un remolino, en el río, sabe lo difícil que es nadar para fuera cuando el agua tira para adentro.
Los impuestos son regresivos (y centrales) y se usan mas allá que acá. El GNC, el resto de los combustibles, el total de las cuentas se manejan con un ábaco armado de negras cuentas de ida. Buenos Aires le cobra una gabela al país para sobrevivir.
La producción televisiva también tiene lo suyo. Creer en Rosario y su realidad es una apuesta. Hay lugares donde se conocen detalles del sátiro de Hurlingam antes que los robos a repetición en mitad de Echesortu.
Tironeado por una realidad (virtual, pero anhelada, aceptada, promovida, engrandecida) y una segunda, más cercana y verdadera, una realidad que cachetea cada mañana, el rosarino medio se debate entre lo que recibe como dato y los datos que verdaderamente necesita. La coyuntura trae una oportunidad para mostrar las diferencias. En Ciudad Autónoma (finalmente un territorio municipal enajenado por la Nación, un esclavo de lujo del poder central) se elijen autoridades.
El "rosarino medio" es una estatua, un invitado, un espectador, un admirador, nunca un actor de Ciudad Autónoma. Ni corta ni pincha. Pero se incrimina, se involucra.
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