domingo, julio 17, 2011
Las dos dimensiones de representación del Frente para la victoria porteño
Los embates para que Filmus desista de presentarse al balotaje y con el propósito de endilgarle las efusiones emocionales de algunos simpatizantes famosos cesarán esta semana. Se reanudará entonces la campaña para el último round, que ocurrirá dentro de dos domingos, y volverán a ponerse en tensión las dos almas del FpV porteño, cuyas lecturas contrapuestas del distrito y de la estrategia apropiada hicieron cortocircuito desde la apertura del proceso electoral. Una postulaba la recreación de la “alianza progresista” conducida en 1999 y 2003 por Aníbal Ibarra y que se hizo humo en la Navidad de 2006; la otra insistía en la necesidad de acentuar el carácter peronista, kirchnerista y/o populista del FpV. Cada una de ellas tiene además subtendencias y matices. El propio candidato Filmus y sus adherentes de Nuevo Encuentro y del ibarrismo residual representan la primera hipótesis. Todos ellos formaron parte de esa experiencia. Los candidatos a la vicejefatura y a primer legislador, Carlos Tomada y Juan Cabandié, encarnan la segunda. Tomada, quien hizo su carrera como abogado de los sindicatos de la CGT que se definen a sí mismos como Los Gordos, expresa a la militancia peronista porteña que a duras penas sobrevivió al terremoto Grosso y al tsunami Alberto Fernández. Cabandié, en cambio, cabalga la ola de efervescencia juvenil a la que apostó Kirchner a partir de 2007 y que se hizo inocultable a partir de su muerte, en octubre pasado. Cabandié (que nunca usa el apellido de su madre, la detenidadesaparecida Alicia Alfonsín), nació en la ESMA, donde fueron asesinados sus padres adolescentes. El propio Kirchner lo orientó en su crecimiento personal y político y fue fundador de La Cámpora, donde tiene sus mejores amigos Máximo Kirchner. El contraste entre ambas visiones se hizo patente la noche de los comicios, cuando Filmus llamaba a formar un gobierno de coalición, mientras Cabandié hacía sonar la marcha peronista y cortaba el paso al estrado a Gabriela Cerruti y Aníbal Ibarra, para regocijo de la televisión. Los progresistas, que celebraron al nuevo poder juvenil como el resurgimiento de la transversalidad, sienten como una tragedia su peronización de marcha y bombo, porque creen que así se encierran en un espacio que nunca controlarán y del que emana un indisimulable olor a antiguo. Ninguna de esas alas ha tenido fuerza suficiente como para imponerse, pero ambas han sido muy aptas para neutralizar a la otra. Las disputas entre ellas, y los recelos entre el candidato y el poder central, han ocupado más tiempo y esfuerzos que el estudio de los focus groups que indicaban una positiva valoración hacia algunas políticas del macrismo, como la creación de la Policía Metropolitana, el metrobús o lo que los vecinos ven como una cierta preocupación por la belleza de la Ciudad. Tanto los progresistas como los populistas, enfrentaron a Macrì con un debate ético y/o ideológico que, en un periodo de bonanza económica debida a las políticas nacionales, no estaba entre las prioridades del electorado. Además pusieron el acento en la crítica a políticas que no afectan tanto a los porteños como a los millones de habitantes del conurbano que pasan todos los días por la Ciudad pero que duermen, y votan, en la provincia de Buenos Aires.
Más interés que las encuestas tiene el análisis de las cifras electorales. En 2007 Macri le había ganado a Filmus por casi 22 puntos, diferencia que se redujo ahora a poco más de 19.
En la zona sur de la Ciudad, la diferencia se redujo a diez puntos, que fueron apenas cuatro en la Comuna 8, lugar de las principales acciones del gobierno nacional.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario