Si Arthur Conan Doyle hubiera creado a Sherlock Holmes en estos días, el detective no sería famoso por fijar su mirada detrás de una lupa, sino frente a una pantalla de computadora: casi todos los delitos que se cometen hoy en día tienen a Internet como "escena del crimen".
No en vano, los expertos son unánimes en considerar al cibercrimen -que abarca al ciberterrorismo- como el "mal del siglo". Un flagelo difícil de combatir porque su naturaleza "virtual" no sigue los lineamientos de la criminología tradicional y su accionar no sólo pasa por alto toda frontera nacional, sino que prospera en el clima de la globalización.
Es por eso por lo que el Consejo de Europa, la organización gubernamental que agrupa a 46 naciones, con sede en esta ciudad, tomó la iniciativa de redactar la primera Convención Internacional contra el Cibercrimen, la cual fue firmada por todos sus países miembros, con la excepción de Rusia, Turquía, Andorra, Georgia, Liechtenstein y San Marino.
Canadá, Japón y Sudáfrica, que no integran la organización, también la subscribieron. Estados Unidos consideró tan crucial para su seguridad la aplicación de sus recomendaciones que no sólo firmó el texto, sino que también lo ratificó y lo puso en vigor este año.
La ansiedad de Washington por aplicar las normas europeas se explica en el reconocimiento de que el cibercrimen ha dejado de ser una amenaza de "ciencia ficción" para convertirse en un problema concreto.
En el Reino Unido, se estima que cada 10 segundos se comete un cibercrimen. Esto incluye casos de fraude, lavado de dinero, piratería industrial y comercial, intentos de violación sexual, pedofilia, abusos raciales, robos de identidad, violación de la privacidad, compra y venta de armas y explosivos, organización de asesinatos, narcotráfico, comercialización de medicamentos adulterados, trámites para la inmigración ilegal, pornografía y prostitución.
Tan grande es el negocio generado por vía electrónica, que el comisionado de Seguridad Franco Frattini confirmó recientemente ante el Parlamento Europeo que dos bandas criminales europeas recogieron este año ganancias de 100 millones de dólares gracias a maniobras de fraude online .
El creciente uso de Internet ha expuesto tanto a los ciudadanos como a los Estados y los entes que protegen la soberanía nacional. En las dos primeras semanas de mayo último, Estonia fue blanco de 128 ataques concertados por parte de hackers, aparentemente originarios de Rusia, que paralizaron su sistema bancario e interrumpieron sus comunicaciones con bombardeos de spam (mensajes masivos). Operaciones de este tipo son lanzadas por servers robots (conocidos como botnets ) ensamblados por delincuentes que los ofrecen en alquiler por unos 500 dólares el día. En esa ocasión, la ofensiva se extendió también a Alemania, donde 750.000 computadoras fueron infectadas con un virus de similar procedencia.
Esta semana, el Ministerio de Defensa francés fue víctima de una agresión originada en otro rincón. "Sabemos que el ataque fue lanzado desde China, pero somos prudentes -advirtió el ministro de Defensa galo, Francis Delon-. Cuando hablamos de China, no es necesariamente de su gobierno. No tenemos pruebas en ese sentido."
La convención del Consejo de Europa obliga a los signatarios a criminalizar todo acto de acceso no autorizado de computadoras, la creación y diseminación de virus, el envío de mails con fines fraudulentos, y el uso de Internet para el planeamiento y ejecución de todo delito ya reconocido. Al mismo tiempo, insta a los gobiernos a ofrecer protección a quienes denuncien haber sido víctimas o testigos de cibercrímenes.
Crucialmente, el acuerdo compromete a los firmantes a cooperar con sus pares de otros países en la identificación, captura y extradición de los autores de estos delitos.