La innovación no debe faltar en el proceso de hacernos más competitivos.
Por Andrés van der Horst
En el contexto de la globalización económica en que vivimos, cualquier proyecto de país que ignore la necesidad de impulsar su competitividad estará destinado al fracaso. Sólo sobrevivirán aquellos que desarrollen una estrategia de competitividad efectiva, que cuente con la participación activa de gobierno, empresarios y sociedad civil, para hacer frente al cambio continuo y la hipercompetencia global en los mercados internacionales.
La globalización es un término moderno usado para describir los cambios en las sociedades y en la economía mundial, que han resultado en una mayor integración de los pueblos del mundo económica, social y culturalmente. Esta globalización ha sido facilitada en gran parte por una gran reducción en los costos de transporte y comunicación (hoy nos podemos comunicar de manera instantánea con cualquier parte del mundo a través, por ejemplo, del correo electrónico), así como por la apertura comercial que ha conducido al desmantelamiento de las barreras artificiales que habían sido creadas para entorpecer los flujos de bienes, servicios, capitales, conocimientos y personas a través de las fronteras. Pero este entorno de globalización económica y apertura comercial representa un gran reto para los países en vías de desarrollo, porque conlleva la hipercompetencia global en el mercado internacional y local.
Ningún país pequeño puede aspirar a lograr un crecimiento sostenible, un crecimiento que integre avances tanto en materia económica como social, si primero no es capaz de ser competitivo en el mercado global. En la actualidad vivimos en la era del conocimiento, en la que el capital intelectual es el factor estratégico de la competitividad. Nuestras sociedades han ido evolucionando desde la época en que la propiedad de la tierra era el factor estratégico, pasando por las dos revoluciones industriales en los que la maquinaria y la tecnología eran el elemento clave de la competitividad. De acuerdo con ese paradigma, vigente hasta el siglo pasado, el país que no tenía acceso a la maquinaria o la tecnología no podía salir de la pobreza. Pero en esta era del conocimiento, en la que hemos pasado de la manufactura a la "mentefactura", quien mejor desarrolle el capital intelectual será el que mayores ventajas competitivas tendrá.
La competitividad es un término relativamente nuevo que se refiere a la capacidad que tiene una economía de producir bienes y servicios de forma eficiente, manteniendo una ventaja comparativa sobre sus competidores e impulsando de esta manera el intercambio de aquellos productos que la economía ha demostrado producir de forma más eficiente en términos relativos.
Para poder florecer, la competitividad requiere de condiciones macroeconómicas de estabilidad, una institucionalidad sólida con organismos de regulación serios y respetados y una infraestructura con el desarrollo suficiente como para permitir la reducción de costos y de tiempos de producción economía estable. En el esquema actual de hipercompetencia global se hace necesario, además, contar con una estrategia de promoción a las exportaciones que apoye a los sectores productivos nacionales en la producción eficiente y la comercialización efectiva de los productos con potencial para la exportación y en los cuales podamos ser competitivos a nivel internacional. La búsqueda de diferentes formas de hacer lo mismo, de manera más eficiente, es lo que a la larga nos colocará un paso delante de nuestros competidores. La velocidad y capacidad de respuesta al cambio es una nueva fuente de ventaja competitiva. En la vieja economía de los negocios la empresa más grande se comía a la más pequeña, pero en la nueva economía de los negocios la empresa más inteligente, veloz y ágil se come a la más grande, lenta y rígida.
Los gobiernos deben trabajar con ahínco para fomentar la eficiencia del mercado mediante la modernización e implementación de leyes, regulaciones y procesos necesarios para que la economía cuente con bases que le den movilidad, dinamismo y que aseguren el buen funcionamiento de las empresas, instituciones y organismos nacionales. La competitividad no es sólo una imposición o necesidad, es la mejor forma de enfrentar los retos del mundo y aprovechar los beneficios que otros países ya están aprovechando.
República Dominicana ha demostrado que se pueden lograr grandes avances en materia de competitividad cuando el gobierno muestra liderazgo y tiene visión a largo plazo, siempre y cuando cuente con el apoyo y la participación decidida del sector privado.
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