miércoles, agosto 29, 2007

Pobreza latinoamericana

Bernardo Kliksberg


En el discurso público latinoamericano de las últimas dos décadas, ha sido reiterada la tendencia de algunos sectores a optar por la negación o minimización del problema.
La falacia discurre por diversos cauces. Uno de ellos es la relativización del problema: «pobres hay en todos lados», acostumbraba señalar el mandatario de un país latinoamericano frente al ascenso de las cifras de pobreza en su país durante su periodo gubernamental.
En materia económico-social lo conveniente es siempre desagregar los datos y tener una perspectiva comparada e histórica para saber cuál es situación real.
Los países desarrollados también tienen, ciertamente, porcentajes de población ubicados debajo de la línea de pobreza.
Pero hay varias diferencias. Las cifras difieren muy fuertemente. La población de pobres en ellos es normalmente menor del 15% del total. Eso es muy diferente de tener entre una sexta y una séptima parte de la población —casi la mitad de ella—en ese estado.
No solamente es una diferencia cuantitativa: es otra escala.
Una escala que implica considerables diferencias cualitativas. En los países desarrollados se habla de «islotes de pobreza» o de «focos de pobreza». En vastas áreas de América Latina es muy difícil reflejar la realidad con semejante lenguaje. La pobreza entre nosotros es extensa, diversificada, y tiene actualmente incluso una fuerte expresión en la clases medias, entre las cuales el deterioro de sus bases económicas ha generado un estrato social en crecimiento denominado por los expertos «los nuevos pobres».
No; no hay «focos de pobreza» a erradicar, sino un problema mucho más amplio y generalizado que requiere vigorosas estrategias globales.
Por otra parte, la comparación estricta podría llevar a identificar que la brecha es aún mucho mayor. Las líneas de pobreza utilizadas en los países desarrollados son mucho más altas que las empleadas normalmente en América Latina.
Así, entre otras, la difundida tendencia a medir la pobreza considerando pobres a quienes ganan menos de 2 dólares diarios, es muy cuestionable. En todos países de la región la línea de pobreza está muy por encima de esa cifra.
Otro pasaje frecuente del discurso negador es la afirmación de que «pobres hubo siempre». Aquí la falacia adquiere el tono de la historicidad. Uno de los recursos más utilizados cuando se trata de relativizar un problema grave es quitarle el piso histórico.
La pobreza ha existido en América latina desde su orígenes , pero ¿cuáles son las tendencias presentes? ¿En qué dirección apuntan? ¿Van hacia su disminución, su estancamiento o su incremento?
En los últimos 20 años parece haber suficiente evidencia para preocuparse. Los indicadores han experimentado un deterioro. Con altibajos y variaciones nacionales, las cifras han ascendido en toda la región. Son muy pocos los casos en los que ha habido reducciones de consideración.
La falacia de desconocer o relativizar la pobreza, no es inocua. Tiene severas consecuencias en términos de políticas públicas: «Si hay pobres en todos lados, y los ha habido siempre, ¿por qué darle al tema tanta prioridad? Hay que atenuar los impactos, pero no asustarse. Basta con políticas de contención rutinarias: La política social no es lo importante: es una carga de la que no es posible desprenderse, pero como se trata de afrontar un problema que siempre existirá y que todos los paises tienen, cuidado con sobrestimarla».
Este enfoque lleva a políticas sociales de muy bajo perfil y rendimiento y a una «desjerarquización» de todo el área social.
En algunas de las expresiones más extremas de la falacia se procuró, en décadas pasadas, eliminar la pobreza de la agenda de reuniones importantes.
Además de conducir a políticas absolutamente incapaces de enfrentar las realidades de pobreza, la falacia expuesta entraña un importante problema ético.
No solamente niega soluciones a los pobres, lo que lleva a la perduración y acentuación de situaciones de exclusión humana antiéticas, sino que va aún más lejos: al minimizar y relativizar está cuestionando la existencia misma del pobre.

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