El retiro en Estados Unidos de casi un millón de juguetes fabricados en China sospechosos de contener sustancias tóxicas, que se suma a una serie de escándalos similares, amenaza con reavivar el resentimiento estadounidense frente al gigante asiático.
Los norteamericanos tienen desde hace años una gran dependencia en las importaciones de bajo costo de China para su consumo, con un déficit en su balanza comercial de 223.000 millones de dólares en 2006. Esta dependencia ya se ha tornado en una fuente creciente de descontento ante las prácticas comerciales de China, país al que los estadounidenses acusan de estar "robando" puestos de trabajo a la industria local.
China, que está cerca de convertirse en el mayor socio comercial de Estados Unidos, teme que la alarma que provocaron los escándalos por la calidad de sus productos impulse sanciones en contra de sus exportaciones.
Aunque el gobierno chino afirmó ayer que el 99% de sus productos son seguros, la indignación no deja de crecer en Estados Unidos.
"Por ahorrar algunos centavos, los chinos ponen en peligro la vida de la gente en un grado totalmente irresponsable", dijo Peter Morici, profesor de economía en la Universidad de Maryland. Para este economista, un incansable crítico de las prácticas comerciales chinas, los consumidores no están todavía realmente encolerizados por una razón simple: "Ningún niño ha muerto todavía".
Mientras tanto, agregó, algo está claro para él: "No se debe comprar nada de China que pase por la boca de la gente y por las manos de los niños".
Pero escapar a los productos chinos no es algo fácil para los norteamericanos. En un ensayo reciente, llamado Un año sin "made in China", la periodista Sara Bongiorni cuenta cómo ella y su familia pasaron un año sin comprar ningún producto de ese país. Al final, la periodista constató: "Es posible vivir sin los productos chinos, pero cada vez es más difícil y más caro".
Esa situación se aplica también a los juguetes, ya que el 80% de los que se venden en Estados Unidos son fabricados en China, lo que ya provocó preocupación entre muchos padres.
"Parece que todo fuera de China. Pero si pudiera encontrar un juguete similar fabricado en Estados Unidos, sin duda lo compraría, aunque fuera más caro", dijo Allen Mayne, madre de una hija de nueve años.
El gobierno incrementó los controles de las importaciones chinas a principios de este año, cuando se reveló que un alimento para mascotas con ingredientes fabricados en China había matado a unos 100 gatos y perros. Sin embargo, la oposición demócrata acusa al gobierno de haber dado una débil respuesta a estos escándalos.
"El gobierno ha tenido una política de no intervención", dijo el representante Sander Levin, que lidera el subcomité de Comercio.
Varias empresas, por su parte, presionaron ayer al Congreso para que impulsara un aumento de los registros de los productos chinos. "Es urgente que el Congreso contribuya con una respuesta para contrarrestar las prácticas desleales de China", dijo Auggie Tantillo, número dos de la American Manufacturing Trade Action Coalition.
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