miércoles, diciembre 05, 2007

Líbano, la salida posible

El acuerdo entre las dos coaliciones libanesas sobre la elección de un nuevo presidente ha llegado inesperadamente y justo en el momento en que parecía que se precipitaban los acontecimientos, con la petición de intervención de las fuerzas armadas para mantener la paz. Michel Suleiman, un general del ejército, es la persona que representa ahora la posibilidad de salir de la crisis. El nombramiento, conseguido gracias a una larga serie de acciones diplomáticas y al renovado espíritu de colaboración internacional impulsado por la conferencia de Anápolis, representa sin embargo sólo un primer paso hacia la resolución de los problemas del país.


El auténtico núcleo del conflicto: los equilibrios constitucionales

La situación que se produjo recientemente, en la que no se pudo nombrar a un nuevo presidente al final del mandato de Émile Lahoud el pasado 24 de noviembre, no representa una novedad para Líbano. En 1988, en plena guerra civil, tampoco se llegó a alcanzar un acuerdo entre las partes para elegir a un nuevo presidente. El entonces presidente Amin Gemayel decidió, apenas unas horas antes del final de su mandato, nombrar al comandante de las fuerzas armadas Michel Aoun como primer ministro interino para que ejerciera las funciones de presidente de facto. El resultado de esa decisión fue la división del Líbano en dos gobiernos, el de Aoun, limitado a unas pocas zonas del país, y el de Selim al-Hoss, antiguo primer ministro que disputaba la legalidad de la decisión de Gemayel y que estaba apoyado por Siria. Pocos meses después, y tras un breve conflicto armado, Aoun capituló ante el ejército sirio. La constitución hoy en vigor tiene en cuenta las decisiones que llevaron al Líbano a tener dos gobiernos. Los acuerdos de Taif de 1989, que actualizaron la constitución nacional, cambiaron la distribución de poder en el país. Hasta entonces, el papel del presidente cristiano maronita era preponderante en el sistema político libanés, mientras que con los nuevos acuerdos se dio más poder al papel del primer ministro, que por convención es un musulmán suní; además, se intentó que el conjunto del consejo de ministros, como órgano colegiado, representara mejor las diversas comunidades que integran el pueblo libanés.

El conflicto político que lleva existiendo desde hace ya dos años también hay que interpretarlo desde la óptica de la intención de Taif de dar más poder a la comunidad suní del país, reduciendo el peso de los católicos maronitas. El componente chiita del país, marginalizado políticamente a pesar de su notable peso demográfico y militar, solicita un cambio en estas reglas, intentando así obtener poder de veto en el consejo de ministros, ocupando 8 de los 24 ministerios previstos. La constitución actual, sin embargo, no les ofrece ninguna ventaja, ya que de hecho, al término del mandato de Lahoud, sus poderes han sido heredados por el consejo de ministros, que sigue trabajando según las reglas constitucionales, aun sin 6 ministros chiitas. Las propias declaraciones de Lahoud del pasado 23 de noviembre, que tanta repercusión tuvieron en los medios de comunicación internacionales, en las que pedía el despliegue del ejército en el país, eran manifiestamente inconstitucionales, ya que en el artículo 62 de la constitución se establece claramente que el poder para proclamar el estado de emergencia corresponde únicamente al consejo de ministros, en este caso las fuerzas del 14 de Marzo. Las formaciones “antisirias” son conscientes de esta ventaja y, a pesar de que no se ha podido elegir al nuevo presidente, sabían que la situación de 1988 no se iba a poder repetir. De ahí la voluntad de continuar el enfrentamiento directo con las fuerzas “prosirias”, sabiendo que contaban con un arma más respecto a sus adversarios: la constitución misma.
La implicación de actores externos: la mediación europea y la lista del cardenal Sfeir

En el intento de resolver el delicado enredo de las elecciones presidenciales, también han estado presentes en Líbano los delegados de las principales organizaciones internacionales, como el secretario general de Naciones Unidas Ban Ki-moon y el representante de la Liga Árabe Hisham Youssef, aunque también ha tenido un papel muy relevante el compromiso de tres ministros de exteriores europeos: Kouchner de Francia, D’Alema de Italia y Moratinos de España. Desde el pasado mes de octubre, en el marco de una conferencia de prensa celebrada en el cuartel general de la UNIFIL en Líbano, estos tres países habían declarado que el problema libanés requería un compromiso decidido por parte de los países europeos, en el intento de conseguir nombrar a un presidente con el mayor consenso posible. Francia, Italia y España, también están ocupados militarmente en el país a través de la misión UNIFIL de Naciones Unidas, a la que contribuyen con casi la mitad de su contingente, por lo que tienen un interés especial en la estabilización del Líbano. En este sentido, la actividad y la capacidad propositiva del ministro francés Kouchner ha sido importante en el intento europeo de proyectar su peso en el país. El representante de París, un auténtico corredor de fondo de las relaciones diplomáticas, visitó en dos ocasiones el Líbano durante el mes de noviembre y en un total de 6 ocasiones en los 6 meses que lleva en el cargo. Estos frecuentes viajes tienen como objetivo la resolución de la complicada situación de estancamiento político, para lo que ha contado también con la colaboración del cardenal Sfeir, a quien Kouchner pidió que presentara una lista de posibles candidatos a la presidencia.

Nasrallah Sfeir, el patriarca maronita de Antioquía y punto de referencia para una comunidad dividad entre las dos coaliciones, tenía la tarea de buscar las personalidades que podrían satisfacer a todas las fuerzas políticas. El cardenal, tras unos primeros momentos de dudas, motivadas por su deseo de no exponerse demasiado a riesgo de provocar aún más divisiones en el seno de los maronitas, redactó una lista de personalidades muy variada. En esta lista, que se mantuvo en secreto, parece que había incluido a varias categorías de posibles candidatos, que, según las diversas especulaciones de la prensa iba desde 6 hasta 12. La lista de los 12, según los rumores, incluía a tres políticos, Boutros Harb y Nassib Lahoud, próximos a las posiciones de la coalición mayoritaria del 14 de Marzo, además de Michel Aoun, líder de la Corriente Patriótica Libre y miembro de la oposición. También había 5 personalidades de consenso, dos de ellas vinculadas a la mayoría, Robert Ghanem y Michel el-Khoury y tres más cercanas a la oposición, Michel Eddé, Faris Bouez y Pierre Dakkash. Tres de los candidatos provendrían del mundo de la economía, Joseph Tarabay, Damianos Kattar y el gobernador del Banco Central Riad Salameh. El último candidato, proveniente del mundo militar, era el jefe de las fuerzas armadas, Michel Suleiman. Los diversos vetos de las respectivas partes, en particular de Hezbolá y del partido de Hariri hijo, eliminaron a la práctica totalidad de los candidatos políticos, lo que sugería implícitamente un candidato neutral, ya fuera del mundo económico o del militar.
La difícil posición de Aoun

Un actor muy importante durante las últimas semanas ha sido sin duda el ex general Michel Aoun. Su partido, la Corriente Patriótica Libre, ha demostrado también durante las elecciones para la sustitución del diputado asesinado Pierre Gemayel, que es el primer partido entre los cristianos maronitas, al conseguir que su candidato obtuviera más votos que el de las fuerzas del 14 de Marzo. Su posición de supremacía también le da ventaja respecto a otras personalidades destacadas de la comunidad maronita, como Samir Geagea, líder de las Fuerzas Libanesas o Amin Gemayel, todavía en conflicto por el liderazgo del partido de las falanges libanesas. Esta posición de liderazgo le debería haber asignado, desde su punto de vista, el papel de portavoz principal de los intereses maronitas, lo que le convertiría, en consecuencia, en el candidato principal de esa comunidad a la presidencia del Líbano. La postura de Aoun, sin embargo, no ha tenido en cuenta la profunda división que separa a las dos coaliciones políticas libanesas, ni sus difíciles relaciones con la coalición del 14 de Marzo y el particular sistema de las elecciones presidenciales libanesas. Sus puntos fuertes, es decir, su reconocimiento como líder de la comunidad maronita, se añaden al acuerdo político alcanzado con Hezbolá respecto al papel del partido-milicia chiita en el país. Todo ello le debería haber garantizado un amplio consenso respecto a su nombramiento por encima de los antagonismos entre las diversas comunidades, pero su bagaje político no ha resultado suficiente para abrirle las puertas del palacio presidencial.A pesar de los varios intentos de situar a su candidatura en el centro del debate, Aoun no ha conseguido convencer a las fuerzas de la coalición gubernamental para que acepten su candidatura. En su último intento, efectuado poco antes del final de mandato presidencial del 24 de noviembre, Aoun propuso, en lo que denominó “plan de salvación nacional”, una serie de iniciativas destinadas a desbloquear la situación mediante el nombramiento de un nuevo candidato que pudiera ser garante de ambas partes, y que nombraría él mismo fuera de su propio partido, a la vez que Saad Hariri nombraría a un nuevo primer ministro que no perteneciera a su propio partido, el “Movimiento para el Futuro”. Este plan preveía sobre todo el comienzo de conversaciones de cara a una nueva ley electoral y una reforma del tribunal constitucional, unidas al intento de resolver el problema de las minorías del país.La propuesta, rápidamente rechazada por la coalición mayoritaria, puso en evidencia su dificultad para alcanzar uno de sus objetivos principales, el nombramiento como presidente, destacando el papel de este cargo dentro del sistema político libanés. El presidente de la Nación, de hecho, raramente ha sido a lo largo de la Historia un hombre de amplio consenso popular como Aoun, sino más bien un cargo para una personalidad de perfil bajo, menos invasiva y propositiva y que pone de acuerdo a las diferentes coaliciones, en parte también por su posición subalterna. Ahora que ha fracasado su posibilidad de encontrar un cargo político de acuerdo con sus aspiraciones, podría comenzar una nueva etapa para Aoun, en la que reconsiderar sus propias estrategias, y quizá escoger un nuevo camino dentro de la política.
El espíritu de Anápolis y la apertura hacia Michel Suleiman

La conferencia de paz de Anápolis, que se celebró simultáneamente a los últimos días de las elecciones libanesas, ha ampliado el número de actores implicados y proporciona una nueva perspectiva en los equilibrios de poder de la región. El fracaso de la mediación europea, llevada a cabo principalmente por Francia, ha demostrado que no es posible alcanzar un acuerdo sobre el Líbano sin el consenso de Siria y Estados Unidos. En las reuniones bilaterales entre los países europeos y el gobierno sirio, se hicieron patentes las críticas del ministro de Exteriores sirio Salid al-Muallem hacia la posición europea, ya a principios de noviembre. El acuerdo sobre el Líbano era posible, según la óptica siria, a condición de que se alcanzara un acuerdo regional, sin centrarse demasiado en el problema libanés. Con la presencia siria en Anápolis y la mayor disponibilidad norteamericana al diálogo con Damasco, el rompecabezas libanés ha encontrado por sorpresa la pieza que le faltaba. El día despés de la conferencia, las fuerzas del 14 de Marzo volvieron a proponer la candidatura del comandante del ejército Michel Suleiman, y encontraron el inesperado e inmediato respaldo de Nabir Berri, el líder de Amal. La apertura de Amal ha puesto de alguna manera en dificultad la posición de Hezbolá, que en un principio se había manifestado en contra. A falta de visiones compartidas por Amal y Hezbolá, parece difícil esperar que cambien las posturas de Irán y Siria respecto al problema libanés. El camino a recorrer sigue siendo complicado, ya que para elegir a Suleiman es necesario reformar la constitución, puesto que prohíbe que los cargos más importantes del Estado puedan ser elegidos como presidente. La opción de Suleiman tiene muchas posibilidades de hacerse realidad, ya que políticamente se le considera cercano tanto a las posiciones sirias como a las de la oposición libanesa. Además, Suleiman se ha ganado la fama de ser un hombre que sabe ser imparcial a pesar de sus ideas políticas y ha demostrado ser fiel a la nación, liderando el enfrentamiento victorioso contra los radicales islamistas atrincherados en Nahr el-Bared y negándose a intervenir militarmente contra las protestas en las calles que sucedieron a la muerte de Rafik Hariri. La novedad de su candidatura parece aún más relevante en virtud del amplio consenso que ha encontrado en todas las formaciones políticas, que incluye también a Michel Aoun.
Conclusiones

Después de un largo período de inestabilidad política, el Líbano parece haber recuperado las claves para su estabilidad y para evitar una nueva guerra civil, por lo menos en esta ocasión. El diálogo interno en el país ha parecido insuficiente para poder alcanzar un acuerdo, pero con la intervención conciliadora de algunos actores internacionales importantes como Estados Unidos, Francia o, para sorpresa de muchos, Siria, el complicado problema de las elecciones presidenciales parece haber entrado en un camino que lleve a una resolución que hace sólo algunos meses se antojaba imposible. Sin embargo, parece claro que las buenas posibilidades de cara a resolver el complicado enredo de las elecciones presidenciales no tiene por qué marcar el comienzo de un período duradero de menor tensión en el país. Son muchos aún los problemas a afrontar, desde la cuestión de las minorías hasta la reforma de las instituciones, sin olvidar la enorme deuda pública. Si el espíritu de diálogo internacional continúa, las dos coaliciones nacionales se verán obligadas a alcanzar acuerdos. En el caso contrario, si Siria y Estados Unidos volvieran a empeorar sus relaciones, es probable que el Líbano, a causa de las limitaciones propias de su sistema político y de su naturaleza multi-confesional, vea cómo sus enfrentamientos internos se podrían transformar en un conflicto abierto entre las dos partes.Parece asimismo evidente la necesidad por parte de Europa y de Naciones Unidas de no borrar al país de sus respectivas agendas, y de evitar considerar la experiencia de la mediación como un fracaso total, en virtud del renovado espíritu de colaboración entre los tres principales países mediterráneos de la Unión Europea, aunque sin que ello signifique que se pueda pensar en conseguir éxitos relevantes en Oriente Medio sin la colaboración de Estados Unidos.

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