Michael Arrington, del blog TechCrunch, se metió en un escándalo luego de publicar documentos internos secretos robados de Twitter. Un hacker anónimo apodado Hacker Croll obtuvo más de 300 archivos electrónicos que abarcan temas que van de las proyecciones financieras de Twitter e información sobre negociaciones con Facebook y Google a detalles personales del equipo y los nombres de cada ejecutivo senior de Sillicon Valley que se ofreció trabajar ahí.
Se trata de información que complica a Twitter, justo cuando está completando su pasaje de curiosidad de Internet a un medio-herramienta líder. Si los empleados de Twitter no pueden tener sus propias contraseñas a salvo del hackeo, ¿qué confianza puede haber con respecto a la información de sus usuarios?
TechCrunch publicó sólo una fracción de los documentos conseguidos, pero muchos lectores levantaron la guardia diciendo que al utilizar material obtenido ilegalmente se cruzó una línea. Pero no es blanco y negro, sino gris: tan gris que el staff de TechCrunch debatió qué hacer durante ocho horas. Arrington dice que los periodistas siempre han utilizado información trascendida, e incluso cita al británico Lord Northcliffe: “Las noticias son aquello que alguien en algún lado quiere suprimir; el resto es publicidad”.
El trascendido y el robo de información no son exactamente la misma cosa. La gente y las corporaciones tienen cierta expectativa de privacidad. Eso está escrito incluso en el código de conducta de la prensa inglesa. Si los periodistas empiezan a convertir en rutina el uso de información obtenida de manera fraudulenta –como las pinchaduras de teléfonos del News of the World–, pronto aparecerá toda una industria proveedora. Lo más bizarro es que Arrington se reservó los detalles más jugosos de las discusiones sobre una alianza entre Twitter y Google y Twitter y Microsoft, diciendo que eran “demasiado sensibles”. Lo que sí publicó son datos sobre los ingresos del primer cuarto de año, su ambición de ser la primera red social con mil millones de usuarios y los temores de ser aplastados por Facebook o Google.
El hacker podría haber publicado la información por sí mismo, incluyendo aquellos puntos “sensibles”. Es raro que Hacker Croll contactó TechCrunch para cederle su información robada, en lugar de plantarla en una anónima web, para ser encontrada y diseminada de manera viral.
Se trata de información que complica a Twitter, justo cuando está completando su pasaje de curiosidad de Internet a un medio-herramienta líder. Si los empleados de Twitter no pueden tener sus propias contraseñas a salvo del hackeo, ¿qué confianza puede haber con respecto a la información de sus usuarios?
TechCrunch publicó sólo una fracción de los documentos conseguidos, pero muchos lectores levantaron la guardia diciendo que al utilizar material obtenido ilegalmente se cruzó una línea. Pero no es blanco y negro, sino gris: tan gris que el staff de TechCrunch debatió qué hacer durante ocho horas. Arrington dice que los periodistas siempre han utilizado información trascendida, e incluso cita al británico Lord Northcliffe: “Las noticias son aquello que alguien en algún lado quiere suprimir; el resto es publicidad”.
El trascendido y el robo de información no son exactamente la misma cosa. La gente y las corporaciones tienen cierta expectativa de privacidad. Eso está escrito incluso en el código de conducta de la prensa inglesa. Si los periodistas empiezan a convertir en rutina el uso de información obtenida de manera fraudulenta –como las pinchaduras de teléfonos del News of the World–, pronto aparecerá toda una industria proveedora. Lo más bizarro es que Arrington se reservó los detalles más jugosos de las discusiones sobre una alianza entre Twitter y Google y Twitter y Microsoft, diciendo que eran “demasiado sensibles”. Lo que sí publicó son datos sobre los ingresos del primer cuarto de año, su ambición de ser la primera red social con mil millones de usuarios y los temores de ser aplastados por Facebook o Google.
El hacker podría haber publicado la información por sí mismo, incluyendo aquellos puntos “sensibles”. Es raro que Hacker Croll contactó TechCrunch para cederle su información robada, en lugar de plantarla en una anónima web, para ser encontrada y diseminada de manera viral.
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