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domingo, abril 20, 2008

Irvin Waller: "Es más barato y eficaz invertir en prevención que en represión"


Desde la academia, Irvin Waller se enfrenta a los delincuentes. Este profesor canadiense especializado en prevención del delito, impulsa una idea simple, aunque inusual: "Aplicar el diez por ciento del presupuesto que se gasta en policía, cárceles y sistema de justicia a la prevención del delito permitiría disminuir en algunos años la violencia en un 50%", señala.

Waller, autor del libro Menos represión. Más seguridad, editado por el Instituto de Ciencias Penales de México y las Naciones Unidas, estuvo de visita en Buenos Aires para la inauguración del Centro de Estudios para investigar la Prevención del Delito (Ceprede), de la Universidad de Belgrano.

Su tesis seduce a algunos políticos: "Es más barato y eficaz invertir los recursos en prevención, mediante programas específicos, que en represión". Y desafía: "Aumentar el número de policías no se relaciona con la disminución de la violencia".

Desmitificador de las ideas del ex alcalde de Nueva York Rudolph Giulianni y su política de "Tolerancia cero", Waller explica que el índice de homicidios en esa ciudad ya disminuía antes de su llegada.

"En los Estados Unidos, las políticas de represión penal demostraron su ineficacia. Hay modelos aplicados en algunas ciudades norteamericanas y en Inglaterra que demuestran que es posible reducir la violencia con menos presupuesto que el que se gasta en la represión", explicó Waller.
En los Estados Unidos, se llegó a que hay 100 ciudadanos libres por cada preso que albergan sus cárceles y los Estados no están dispuestos a invertir tanto presupuesto en estas políticas, explica el profesor de la Universidad de Otawa y presidente del Centro Internacional para la prevención de la Delincuencia de Montreal. "Estas políticas demostraron ser poco eficaces y más costosas para los contribuyentes y las víctimas", señala.

-¿Qué ejemplos hay?

-En Inglaterra y Gales se aplica con éxito un programa para la inclusión de la juventud, que se enfoca en unos 50 jóvenes en situación de riesgo, de entre 13 y 16 años, en cada uno de los 70 barrios más peligrosos de Inglaterra y Gales, donde hay más pobreza y violencia. Se trabaja con ellos en centros juveniles durante diez horas semanales, donde se les da entrenamiento deportivo, informática, alfabetización y asesoramiento en salud. Los resultados fueron espectaculares y permitieron bajar el 60% el índice de arrestos, el 27% las expulsiones de la escuela y el 16% la delincuencia.

Es un ejemplo de una de las políticas que aplicó Tony Blair y que se puede llevar a países como la Argentina.

-¿Con qué mecanismos?

-Lo importante es tener una voluntad política de reducir la violencia y, a partir de allí, crear un centro de responsabilidad nacional para instrumentar programas. En Bogotá, se aplicaron programas de prevención, donde se creó un observatorio contra la violencia, es decir, un centro de responsabilidad que diagnosticó las causas de la violencia. Es la llave para disminuirla, contrariamente al aumento del número de policías.

-¿Muchos Estados tienen planes sociales que apuntan a esto y los resultados no parecen visibles?

-Es necesaria una coordinación de las agencias, porque operan en forma separada. Lo importante es que haya un objetivo para todas, una meta común y que sea posible medir la eficacia de los programas para cumplir ese objetivo. No es posible esperar resultados en seis meses o en un año. En Inglaterra, el programa se aplica desde hace diez años y ya funcionan 140 centros en el país.

-¿Debe cambiar la policía?

-El número de policías no se relaciona con la disminución de la violencia. Sí, hay una relación entre la calidad de la policía y la calidad de la investigación policial. En Boston, se aplicó esta idea. La acción policial, sumada a los programas sociales, convergieron para la disminución de las pandillas y las armas. Allí se aplicó un programa con un smart police (policía inteligente).

Se utilizó la policía con un fuerte sistema de sanción penal y se impulsaron programas sociales para favorecer la escolaridad de los jóvenes y la formación profesional, para lo cual hubo también una acción sobre las empresas.

-¿En países aquejados por el crimen, estas políticas de mano blanda son impopulares?

-No es cierto. No hay resistencia de los ciudadanos. Las encuestas dicen que los ciudadanos están dos a uno en favor de gastar el presupuesto en prevención y no en sanción penal.

-¿Y las drogas, como influyen?

-El uso de alcohol está comprobado que tiene injerencia en el crecimiento de la violencia. Hay que estudiar si aquí ésa es la causa del problema. Hay que aplicar políticas de reducción de la demanda.

-¿Cómo se evita que se consagre la impunidad?

-La sanción no garantiza un freno a la violencia, habría que pensar en una justicia que sea más reparadora que punitiva.

Irvin Waller: "Es más barato y eficaz invertir en prevención que en represión"


Desde la academia, Irvin Waller se enfrenta a los delincuentes. Este profesor canadiense especializado en prevención del delito, impulsa una idea simple, aunque inusual: "Aplicar el diez por ciento del presupuesto que se gasta en policía, cárceles y sistema de justicia a la prevención del delito permitiría disminuir en algunos años la violencia en un 50%", señala.

Waller, autor del libro Menos represión. Más seguridad, editado por el Instituto de Ciencias Penales de México y las Naciones Unidas, estuvo de visita en Buenos Aires para la inauguración del Centro de Estudios para investigar la Prevención del Delito (Ceprede), de la Universidad de Belgrano.

Su tesis seduce a algunos políticos: "Es más barato y eficaz invertir los recursos en prevención, mediante programas específicos, que en represión". Y desafía: "Aumentar el número de policías no se relaciona con la disminución de la violencia".

Desmitificador de las ideas del ex alcalde de Nueva York Rudolph Giulianni y su política de "Tolerancia cero", Waller explica que el índice de homicidios en esa ciudad ya disminuía antes de su llegada.

"En los Estados Unidos, las políticas de represión penal demostraron su ineficacia. Hay modelos aplicados en algunas ciudades norteamericanas y en Inglaterra que demuestran que es posible reducir la violencia con menos presupuesto que el que se gasta en la represión", explicó Waller.
En los Estados Unidos, se llegó a que hay 100 ciudadanos libres por cada preso que albergan sus cárceles y los Estados no están dispuestos a invertir tanto presupuesto en estas políticas, explica el profesor de la Universidad de Otawa y presidente del Centro Internacional para la prevención de la Delincuencia de Montreal. "Estas políticas demostraron ser poco eficaces y más costosas para los contribuyentes y las víctimas", señala.

-¿Qué ejemplos hay?

-En Inglaterra y Gales se aplica con éxito un programa para la inclusión de la juventud, que se enfoca en unos 50 jóvenes en situación de riesgo, de entre 13 y 16 años, en cada uno de los 70 barrios más peligrosos de Inglaterra y Gales, donde hay más pobreza y violencia. Se trabaja con ellos en centros juveniles durante diez horas semanales, donde se les da entrenamiento deportivo, informática, alfabetización y asesoramiento en salud. Los resultados fueron espectaculares y permitieron bajar el 60% el índice de arrestos, el 27% las expulsiones de la escuela y el 16% la delincuencia.

Es un ejemplo de una de las políticas que aplicó Tony Blair y que se puede llevar a países como la Argentina.

-¿Con qué mecanismos?

-Lo importante es tener una voluntad política de reducir la violencia y, a partir de allí, crear un centro de responsabilidad nacional para instrumentar programas. En Bogotá, se aplicaron programas de prevención, donde se creó un observatorio contra la violencia, es decir, un centro de responsabilidad que diagnosticó las causas de la violencia. Es la llave para disminuirla, contrariamente al aumento del número de policías.

-¿Muchos Estados tienen planes sociales que apuntan a esto y los resultados no parecen visibles?

-Es necesaria una coordinación de las agencias, porque operan en forma separada. Lo importante es que haya un objetivo para todas, una meta común y que sea posible medir la eficacia de los programas para cumplir ese objetivo. No es posible esperar resultados en seis meses o en un año. En Inglaterra, el programa se aplica desde hace diez años y ya funcionan 140 centros en el país.

-¿Debe cambiar la policía?

-El número de policías no se relaciona con la disminución de la violencia. Sí, hay una relación entre la calidad de la policía y la calidad de la investigación policial. En Boston, se aplicó esta idea. La acción policial, sumada a los programas sociales, convergieron para la disminución de las pandillas y las armas. Allí se aplicó un programa con un smart police (policía inteligente).

Se utilizó la policía con un fuerte sistema de sanción penal y se impulsaron programas sociales para favorecer la escolaridad de los jóvenes y la formación profesional, para lo cual hubo también una acción sobre las empresas.

-¿En países aquejados por el crimen, estas políticas de mano blanda son impopulares?

-No es cierto. No hay resistencia de los ciudadanos. Las encuestas dicen que los ciudadanos están dos a uno en favor de gastar el presupuesto en prevención y no en sanción penal.

-¿Y las drogas, como influyen?

-El uso de alcohol está comprobado que tiene injerencia en el crecimiento de la violencia. Hay que estudiar si aquí ésa es la causa del problema. Hay que aplicar políticas de reducción de la demanda.

-¿Cómo se evita que se consagre la impunidad?

-La sanción no garantiza un freno a la violencia, habría que pensar en una justicia que sea más reparadora que punitiva.

miércoles, octubre 31, 2007

El desafío de rescatar e incluir a millones de jóvenes excluídos

La delincuencia juvenil, que supone una de las grandes preocupaciones de la sociedad latinoamericana, debe afrontarse desde un enfoque integrado que, al tiempo que profesionaliza y mejora la calidad de la policía, pone el énfasis en la mayor inversión en educación, la protección de la familia, y asegura un primer empleo decente para los jóvenes excluidos.


Por Bernardo Kliksberg

LA PREOCUPACIÓN MÁS IMPORTANTE de los latinoamericanos después de la desocupación, es la criminalidad. En los últimos 25 años se duplicó, pasó de 12 homicidios cada 100.000 habitantes por año, a 25 homicidios. La región se ha convertido en una de las más inseguras del planeta.

Frente a los legítimos reclamos de la ciudadanía por más seguridad, han ido ganando terreno algunos sectores que propugnan que la solución está en la mano dura. Prometen un alivio fácil encarcelando menores, aumentando la discreción policial, subiendo las penas. Sin embargo, la mano dura ha terminado en todos lados en grandes fracasos.

“Un informe sobre El Salvador, Honduras y Guatemala muestra que las cárceles se hacinaron de jóvenes en su gran mayoría pobres, pero el delito no disminuyó”
Un informe de la Agencia de Desarrollo de Estados Unidos sobre tres países donde se aplicó (El Salvador, Honduras y Guatemala) muestra que las cárceles se hacinaron de jóvenes en su gran mayoría pobres, pero el delito no disminuyó. El estudio encontró que la única relación con el Estado de esos jóvenes era la policía. Ello tendía a arrojarlos más fuera todavía de la sociedad.

UNO DE CADA CUATRO ESTÁ EXCLUÍDO
El informe llega a la conclusión de que la mano dura está motivada políticamente… es más fácil golpear a los integrantes de las bandas de jóvenes delincuentes que encarar los problemas sociales más complicados que se hallan detrás de su existencia, como la desigualdad en los ingresos y la pobreza.

“La ola de delitos menores está ligada a la alta desocupación juvenil, la baja educación, y el hecho de provenir de familias pobres”Por otro lado, es imprescindible diferenciar el crimen organizado, las mafias de la droga, los secuestros, la trata de mujeres y niños, a las que se debe desarmar aplicándoles todo el peso de la ley, de la delincuencia de jóvenes que empiezan con delitos menores, y después pueden llegar a ser mano de obra reclutable por las mafias.

Los datos muestran que la ola de delitos menores, está profundamente ligada a la alta desocupación juvenil, la baja educación, y el hecho de provenir de familias desarticuladas por la pobreza. Uno de cuatro jóvenes latinoamericanos está fuera del sistema educativo, del mercado laboral, y en muchos casos su familia es muy débil.

Son más de 50 millones de jóvenes que están fuera de todo, y por tanto se sienten acorralados por la sociedad.

MÁS ALLÁ DE LA MANO DURA
Los países que han derrotado la criminalidad no practican la mano dura. Son líderes mundiales: Noruega (menos de 1 homicidio cada 100.000 habitantes por año), Dinamarca (1,1), Suecia (1,2). Todos ellos tienen un número de policías muy pequeño respecto a la población. No tienen delitos debido a su tan reconocido modelo social que asegura educación, salud, y empleo a todos.

“La mano dura que da resultados, es antiética, y agrava el problema” La delincuencia juvenil puede enfrentarse en América Latina. La respuesta real está en trabajar desde un enfoque integrado que al mismo tiempo que profesionaliza y mejora la calidad de la policía, pone el énfasis en la mayor inversión en educación, proteger a la familia, y asegurar un primer empleo decente para los jóvenes excluidos.

Lula ha destacado que es más costoso construir una celda que un aula, y Kirchner ha resaltado que la seguridad no se construye con un palo en la mano.

Debe haber un amplia concertación social entre políticas públicas afirmativas orientadas a la inclusión social de los jóvenes marginados, empresas privadas socialmente responsables, que colaboren con ellas facilitando empleos, una sociedad civil que ayude activamente a integrarlos.

El desafío es rescatar e incluir a los millones de jóvenes hoy sin lugar en la sociedad, construyendo la mano amiga en lugar de sólo reprimir a través de la mano dura que no da resultados, es antiética, y agrava el problema.

El desafío de rescatar e incluir a millones de jóvenes excluídos

La delincuencia juvenil, que supone una de las grandes preocupaciones de la sociedad latinoamericana, debe afrontarse desde un enfoque integrado que, al tiempo que profesionaliza y mejora la calidad de la policía, pone el énfasis en la mayor inversión en educación, la protección de la familia, y asegura un primer empleo decente para los jóvenes excluidos.


Por Bernardo Kliksberg

LA PREOCUPACIÓN MÁS IMPORTANTE de los latinoamericanos después de la desocupación, es la criminalidad. En los últimos 25 años se duplicó, pasó de 12 homicidios cada 100.000 habitantes por año, a 25 homicidios. La región se ha convertido en una de las más inseguras del planeta.

Frente a los legítimos reclamos de la ciudadanía por más seguridad, han ido ganando terreno algunos sectores que propugnan que la solución está en la mano dura. Prometen un alivio fácil encarcelando menores, aumentando la discreción policial, subiendo las penas. Sin embargo, la mano dura ha terminado en todos lados en grandes fracasos.

“Un informe sobre El Salvador, Honduras y Guatemala muestra que las cárceles se hacinaron de jóvenes en su gran mayoría pobres, pero el delito no disminuyó”
Un informe de la Agencia de Desarrollo de Estados Unidos sobre tres países donde se aplicó (El Salvador, Honduras y Guatemala) muestra que las cárceles se hacinaron de jóvenes en su gran mayoría pobres, pero el delito no disminuyó. El estudio encontró que la única relación con el Estado de esos jóvenes era la policía. Ello tendía a arrojarlos más fuera todavía de la sociedad.

UNO DE CADA CUATRO ESTÁ EXCLUÍDO
El informe llega a la conclusión de que la mano dura está motivada políticamente… es más fácil golpear a los integrantes de las bandas de jóvenes delincuentes que encarar los problemas sociales más complicados que se hallan detrás de su existencia, como la desigualdad en los ingresos y la pobreza.

“La ola de delitos menores está ligada a la alta desocupación juvenil, la baja educación, y el hecho de provenir de familias pobres”Por otro lado, es imprescindible diferenciar el crimen organizado, las mafias de la droga, los secuestros, la trata de mujeres y niños, a las que se debe desarmar aplicándoles todo el peso de la ley, de la delincuencia de jóvenes que empiezan con delitos menores, y después pueden llegar a ser mano de obra reclutable por las mafias.

Los datos muestran que la ola de delitos menores, está profundamente ligada a la alta desocupación juvenil, la baja educación, y el hecho de provenir de familias desarticuladas por la pobreza. Uno de cuatro jóvenes latinoamericanos está fuera del sistema educativo, del mercado laboral, y en muchos casos su familia es muy débil.

Son más de 50 millones de jóvenes que están fuera de todo, y por tanto se sienten acorralados por la sociedad.

MÁS ALLÁ DE LA MANO DURA
Los países que han derrotado la criminalidad no practican la mano dura. Son líderes mundiales: Noruega (menos de 1 homicidio cada 100.000 habitantes por año), Dinamarca (1,1), Suecia (1,2). Todos ellos tienen un número de policías muy pequeño respecto a la población. No tienen delitos debido a su tan reconocido modelo social que asegura educación, salud, y empleo a todos.

“La mano dura que da resultados, es antiética, y agrava el problema” La delincuencia juvenil puede enfrentarse en América Latina. La respuesta real está en trabajar desde un enfoque integrado que al mismo tiempo que profesionaliza y mejora la calidad de la policía, pone el énfasis en la mayor inversión en educación, proteger a la familia, y asegurar un primer empleo decente para los jóvenes excluidos.

Lula ha destacado que es más costoso construir una celda que un aula, y Kirchner ha resaltado que la seguridad no se construye con un palo en la mano.

Debe haber un amplia concertación social entre políticas públicas afirmativas orientadas a la inclusión social de los jóvenes marginados, empresas privadas socialmente responsables, que colaboren con ellas facilitando empleos, una sociedad civil que ayude activamente a integrarlos.

El desafío es rescatar e incluir a los millones de jóvenes hoy sin lugar en la sociedad, construyendo la mano amiga en lugar de sólo reprimir a través de la mano dura que no da resultados, es antiética, y agrava el problema.