Por Rubén Weinsteiner
Para ADN
Cualquier acción o declaración política, logra mucho más impacto si proviene, acompaña o interpreta la voluntad de la base de la pirámide, de la gente y no exclusivamente de una organización, o de un espacio político.
Las campañas Web 2.0 apuntan directamente a ese objetivo, llegar, impactar, influenciar y hacer que la gente tome una posición, no pudiendo permanecer indiferente, identificándose y haciendo suya la causa que originalmente promovió determinada organización, para de esa manera convertir esa identificación, que en definitiva es un sentimiento, en acción, condicionando el terreno hasta construir el escenario buscado.
La clave en la Web 2.0 es generar compromiso, no sumar “amigos” en Facebook o seguidores en Twitter. Compromisos concretos, acciones bien descriptas de viable concreción, dándole a la gente herramientas para comunicarse, socializar y participar, conectando con otros ciudadanos que retroalimenten su compromiso y así hacerlo más fuerte. Este mecanismo de correa de transmisión se vuelve muy poderoso en los niveles de escala que se manejan en la Web 2.0, y ahí las organizaciones se convierten en comunidades reales, no simplemente expresadas desde el nombre de la organización.
Una agencia de comunicación puede contratar a veinte, treinta, cien personas- como hemos visto hace poco tiempo en los medios- para que llenen de comentarios las noticias, para que abran blogs o sitios en Facebook o para que llamen a las radios, pero ninguna de esas acciones se compara ni mínimamente con movilizar a miles, decenas de miles, cientos de miles de personas, no ya con un sueldo, sino con un compromiso, con pasión, con bronca, con ganas y enamoradas de una idea
Al llegar directamente a la gente, perforando el filtro mediático con sus agendas y líneas editoriales, en definitiva negocios, ya no se depende de las migas que tiran los medios, o de las decenas de miles de dólares, que cobran por mandar una cámara 20 minutos a cubrir una presentación.
Lo que permite una campaña 2.0 es hablarle directamente mirándolo a los ojos, como en la mesa de un bar, a la base de la pirámide pero a la vez a los tomadores de decisiones, a los directores de los medios, a los referentes sociales y a los empresarios, hablando con todos y con cada uno, llegando con un mensaje taylorizado, no para darle un discurso, la Web 2.0 no es discursos, es diálogo.
Hasta la explosión de la Web 2.0 los medios de comunicación funcionaban con una lógica asimétrica, top down, no admitiendo la interrupción del público, si alguien habla cuando se dice algo en un reportaje, se pierde lo que dice a continuación, para que a uno le hablen en Televisión hay que quedarse callado, uno no opina, es opinado y por cualquiera que esté del otro lado de la cámara.
En la Web 2.0 ya no hay asimetría, hay emisiones de ambos lados, uno al emitir sabe que va a recibir reacciones, positivas, neutras y negativas, lo importante es poder liderar el diálogo, direccionándolo dentro de esquemas estratégicos que nos permitan alcanzar nuestros objetivos.
En la era 2.0 no alcanza con tener un RR.PP. con buena agenda, la atención de la gente gracias a esa buena agenda, puede dirigirse a un candidato una vez, pero no más que eso. En la era 2.0 hay que generar el mensaje del día todos los días, porque un tema tapa al otro en el spin mediático, y muy rápido. Lo que hace falta para imponer el mensaje son ideas, muchas, excelentes y todos los días. Ideas que no necesitan voceros con agendas poderosas, ya que instaladas e impuestas, condicionan la agenda de los medios y hacen imposible su invisibilización.
lunes, julio 05, 2010
Agendas poderosas o como condicionarle la agenda a los medios
Por Rubén Weinsteiner
Para ADN
Cualquier acción o declaración política, logra mucho más impacto si proviene, acompaña o interpreta la voluntad de la base de la pirámide, de la gente y no exclusivamente de una organización, o de un espacio político.
Las campañas Web 2.0 apuntan directamente a ese objetivo, llegar, impactar, influenciar y hacer que la gente tome una posición, no pudiendo permanecer indiferente, identificándose y haciendo suya la causa que originalmente promovió determinada organización, para de esa manera convertir esa identificación, que en definitiva es un sentimiento, en acción, condicionando el terreno hasta construir el escenario buscado.
La clave en la Web 2.0 es generar compromiso, no sumar “amigos” en Facebook o seguidores en Twitter. Compromisos concretos, acciones bien descriptas de viable concreción, dándole a la gente herramientas para comunicarse, socializar y participar, conectando con otros ciudadanos que retroalimenten su compromiso y así hacerlo más fuerte. Este mecanismo de correa de transmisión se vuelve muy poderoso en los niveles de escala que se manejan en la Web 2.0, y ahí las organizaciones se convierten en comunidades reales, no simplemente expresadas desde el nombre de la organización.
Una agencia de comunicación puede contratar a veinte, treinta, cien personas- como hemos visto hace poco tiempo en los medios- para que llenen de comentarios las noticias, para que abran blogs o sitios en Facebook o para que llamen a las radios, pero ninguna de esas acciones se compara ni mínimamente con movilizar a miles, decenas de miles, cientos de miles de personas, no ya con un sueldo, sino con un compromiso, con pasión, con bronca, con ganas y enamoradas de una idea
Al llegar directamente a la gente, perforando el filtro mediático con sus agendas y líneas editoriales, en definitiva negocios, ya no se depende de las migas que tiran los medios, o de las decenas de miles de dólares, que cobran por mandar una cámara 20 minutos a cubrir una presentación.
Lo que permite una campaña 2.0 es hablarle directamente mirándolo a los ojos, como en la mesa de un bar, a la base de la pirámide pero a la vez a los tomadores de decisiones, a los directores de los medios, a los referentes sociales y a los empresarios, hablando con todos y con cada uno, llegando con un mensaje taylorizado, no para darle un discurso, la Web 2.0 no es discursos, es diálogo.
Hasta la explosión de la Web 2.0 los medios de comunicación funcionaban con una lógica asimétrica, top down, no admitiendo la interrupción del público, si alguien habla cuando se dice algo en un reportaje, se pierde lo que dice a continuación, para que a uno le hablen en Televisión hay que quedarse callado, uno no opina, es opinado y por cualquiera que esté del otro lado de la cámara.
En la Web 2.0 ya no hay asimetría, hay emisiones de ambos lados, uno al emitir sabe que va a recibir reacciones, positivas, neutras y negativas, lo importante es poder liderar el diálogo, direccionándolo dentro de esquemas estratégicos que nos permitan alcanzar nuestros objetivos.
En la era 2.0 no alcanza con tener un RR.PP. con buena agenda, la atención de la gente gracias a esa buena agenda, puede dirigirse a un candidato una vez, pero no más que eso. En la era 2.0 hay que generar el mensaje del día todos los días, porque un tema tapa al otro en el spin mediático, y muy rápido. Lo que hace falta para imponer el mensaje son ideas, muchas, excelentes y todos los días. Ideas que no necesitan voceros con agendas poderosas, ya que instaladas e impuestas, condicionan la agenda de los medios y hacen imposible su invisibilización.
Para ADN
Cualquier acción o declaración política, logra mucho más impacto si proviene, acompaña o interpreta la voluntad de la base de la pirámide, de la gente y no exclusivamente de una organización, o de un espacio político.
Las campañas Web 2.0 apuntan directamente a ese objetivo, llegar, impactar, influenciar y hacer que la gente tome una posición, no pudiendo permanecer indiferente, identificándose y haciendo suya la causa que originalmente promovió determinada organización, para de esa manera convertir esa identificación, que en definitiva es un sentimiento, en acción, condicionando el terreno hasta construir el escenario buscado.
La clave en la Web 2.0 es generar compromiso, no sumar “amigos” en Facebook o seguidores en Twitter. Compromisos concretos, acciones bien descriptas de viable concreción, dándole a la gente herramientas para comunicarse, socializar y participar, conectando con otros ciudadanos que retroalimenten su compromiso y así hacerlo más fuerte. Este mecanismo de correa de transmisión se vuelve muy poderoso en los niveles de escala que se manejan en la Web 2.0, y ahí las organizaciones se convierten en comunidades reales, no simplemente expresadas desde el nombre de la organización.
Una agencia de comunicación puede contratar a veinte, treinta, cien personas- como hemos visto hace poco tiempo en los medios- para que llenen de comentarios las noticias, para que abran blogs o sitios en Facebook o para que llamen a las radios, pero ninguna de esas acciones se compara ni mínimamente con movilizar a miles, decenas de miles, cientos de miles de personas, no ya con un sueldo, sino con un compromiso, con pasión, con bronca, con ganas y enamoradas de una idea
Al llegar directamente a la gente, perforando el filtro mediático con sus agendas y líneas editoriales, en definitiva negocios, ya no se depende de las migas que tiran los medios, o de las decenas de miles de dólares, que cobran por mandar una cámara 20 minutos a cubrir una presentación.
Lo que permite una campaña 2.0 es hablarle directamente mirándolo a los ojos, como en la mesa de un bar, a la base de la pirámide pero a la vez a los tomadores de decisiones, a los directores de los medios, a los referentes sociales y a los empresarios, hablando con todos y con cada uno, llegando con un mensaje taylorizado, no para darle un discurso, la Web 2.0 no es discursos, es diálogo.
Hasta la explosión de la Web 2.0 los medios de comunicación funcionaban con una lógica asimétrica, top down, no admitiendo la interrupción del público, si alguien habla cuando se dice algo en un reportaje, se pierde lo que dice a continuación, para que a uno le hablen en Televisión hay que quedarse callado, uno no opina, es opinado y por cualquiera que esté del otro lado de la cámara.
En la Web 2.0 ya no hay asimetría, hay emisiones de ambos lados, uno al emitir sabe que va a recibir reacciones, positivas, neutras y negativas, lo importante es poder liderar el diálogo, direccionándolo dentro de esquemas estratégicos que nos permitan alcanzar nuestros objetivos.
En la era 2.0 no alcanza con tener un RR.PP. con buena agenda, la atención de la gente gracias a esa buena agenda, puede dirigirse a un candidato una vez, pero no más que eso. En la era 2.0 hay que generar el mensaje del día todos los días, porque un tema tapa al otro en el spin mediático, y muy rápido. Lo que hace falta para imponer el mensaje son ideas, muchas, excelentes y todos los días. Ideas que no necesitan voceros con agendas poderosas, ya que instaladas e impuestas, condicionan la agenda de los medios y hacen imposible su invisibilización.
sábado, julio 03, 2010
Facebook, post universidad y post sanitarismo
Por Vicente Verdú
En dos sectores, al menos, la sanidad y la universidad se ensayan ahora nuevos modelos de curación y conocimiento. En estos dos casos, como en los que se ponen a prueba en las grandes empresas de vanguardia y en los medios de comunicación o en la política, poseen el mismo talante común. Si un periódico o una emisora de radio componen actualmente parte de sus espacios mediante la participación de los lectores y los radioyentes, los políticos de la nueva generación abren webs para recoger las ideas, sentimientos, enconos y proyectos de los ciudadanos.
El asunto de la interacción horizontal se halla omnipresente y de este paradigma, que han implantado decisivamente las webs sociales, se deducirá el talante de la nueva economía, cultura y sexualidad en los años inmediatos.
Si se trata de la sanidad, la sacra relación jerárquica entre médico y paciente ha dificultado y desperdiciadlo toneladas de comunicación. El médico posee su discurso profesional y lo impone, en ocasiones ininteligiblemente sobre el oído del enfermo. El enfermo es, en efecto, en manos del médico un ser infirme: abre la boca cuando se le ordena, se desnuda cuando se lo dictan, confiesa las deposiciones que tuvo y su calidad.
El médico anonada al enfermo cuyo discurso queda hoy -salvo excepciones- reducido a un balbuceo. La importante y cuantiosa información que el médico obtendría del paciente a través de sus desahogos se pierde o se ahoga puesto que el dueño de la palabra es el profesional. Despilfarro en pruebas clínicas, desvío hacia especialistas, aún más herméticos, envío a urgencias son los expedientes que se derivan de una atención saldada en minutos y con la sola voz del doctor.
De la interacción con el discurso del paciente nacerá la medicina más eficiente y personalizada dentro de poco. Hoy las consultas son una suerte de cámaras jerárquicas que reproducen el más y el menos del poder.
Igualmente, en la educación, el profesor, universitario o no, se erige en amo del saber y el alumnado debe engullir, como en las comuniones religiosas, la correspondiente pócima.
Muy pronto, como se explica en un reciente libro: El proyecto Facebook y la pos-universidad, de Alejandro Piscitelli las clases superaran esta diferencia de clases. La enseñanza autoritaria y unidireccional ya se revela inútil que aumenta el fracaso o la abstención.
El desarrollo de Internet y la clase de conocimiento producido por los muchos, participando, interactuando o colaborando, es la clase de material cognitivo que devolvería sentido al aula. La forma de organizar esta clase de aprendizaje interactivo lo practican ya algunas universidades norteamericanas y sudamericanas, como es el caso de la universidad de Stanford o la universidad de Buenos Aires.
El alumno tradicional, obligado a callar en clase, es el antagonista del nuevo alumno invitado a habar. La que se llama pos-universidad, como todos los "post" que preparan el más allá de la crisis se apoyan en una comunicación y colaboración apaisada, no en la jefatura vertical. Se apoyan en la acción y no en la quieta recepción, en la conversación y no en la devoción.
Todavía no se conoce cómo obtener la mayor eficiencia de la alternativa cooperativa pero más que en una regla la inspiración proviene de la improvisación continua y más que apoyarse en una verdad que imparte el oficiante actual se tratará de una verdad múltiple, enriquecida a través de un mix de opiniones y neuronas distintas, puesto que, como se sabe del cerebro mismo, el mayor éxito de la inteligencia no proviene tanto de una sola mente privilegiada sino de muchas mentes insólitamente trenzadas para inventar y crear.
En dos sectores, al menos, la sanidad y la universidad se ensayan ahora nuevos modelos de curación y conocimiento. En estos dos casos, como en los que se ponen a prueba en las grandes empresas de vanguardia y en los medios de comunicación o en la política, poseen el mismo talante común. Si un periódico o una emisora de radio componen actualmente parte de sus espacios mediante la participación de los lectores y los radioyentes, los políticos de la nueva generación abren webs para recoger las ideas, sentimientos, enconos y proyectos de los ciudadanos.
El asunto de la interacción horizontal se halla omnipresente y de este paradigma, que han implantado decisivamente las webs sociales, se deducirá el talante de la nueva economía, cultura y sexualidad en los años inmediatos.
Si se trata de la sanidad, la sacra relación jerárquica entre médico y paciente ha dificultado y desperdiciadlo toneladas de comunicación. El médico posee su discurso profesional y lo impone, en ocasiones ininteligiblemente sobre el oído del enfermo. El enfermo es, en efecto, en manos del médico un ser infirme: abre la boca cuando se le ordena, se desnuda cuando se lo dictan, confiesa las deposiciones que tuvo y su calidad.
El médico anonada al enfermo cuyo discurso queda hoy -salvo excepciones- reducido a un balbuceo. La importante y cuantiosa información que el médico obtendría del paciente a través de sus desahogos se pierde o se ahoga puesto que el dueño de la palabra es el profesional. Despilfarro en pruebas clínicas, desvío hacia especialistas, aún más herméticos, envío a urgencias son los expedientes que se derivan de una atención saldada en minutos y con la sola voz del doctor.
De la interacción con el discurso del paciente nacerá la medicina más eficiente y personalizada dentro de poco. Hoy las consultas son una suerte de cámaras jerárquicas que reproducen el más y el menos del poder.
Igualmente, en la educación, el profesor, universitario o no, se erige en amo del saber y el alumnado debe engullir, como en las comuniones religiosas, la correspondiente pócima.
Muy pronto, como se explica en un reciente libro: El proyecto Facebook y la pos-universidad, de Alejandro Piscitelli las clases superaran esta diferencia de clases. La enseñanza autoritaria y unidireccional ya se revela inútil que aumenta el fracaso o la abstención.
El desarrollo de Internet y la clase de conocimiento producido por los muchos, participando, interactuando o colaborando, es la clase de material cognitivo que devolvería sentido al aula. La forma de organizar esta clase de aprendizaje interactivo lo practican ya algunas universidades norteamericanas y sudamericanas, como es el caso de la universidad de Stanford o la universidad de Buenos Aires.
El alumno tradicional, obligado a callar en clase, es el antagonista del nuevo alumno invitado a habar. La que se llama pos-universidad, como todos los "post" que preparan el más allá de la crisis se apoyan en una comunicación y colaboración apaisada, no en la jefatura vertical. Se apoyan en la acción y no en la quieta recepción, en la conversación y no en la devoción.
Todavía no se conoce cómo obtener la mayor eficiencia de la alternativa cooperativa pero más que en una regla la inspiración proviene de la improvisación continua y más que apoyarse en una verdad que imparte el oficiante actual se tratará de una verdad múltiple, enriquecida a través de un mix de opiniones y neuronas distintas, puesto que, como se sabe del cerebro mismo, el mayor éxito de la inteligencia no proviene tanto de una sola mente privilegiada sino de muchas mentes insólitamente trenzadas para inventar y crear.
miércoles, junio 30, 2010
La Web 2.0 y el marketing político de los noventa
Rubén Weinsteiner para ADN
La irrupción de la Web 2.0 determina una transformación lenta y gradual de la democracia delegativa hacia una democracia representativa.
En los noventas 1.0, con en el auge de la democracia delegativa, los políticos eran elegidos para hacer sin intervención de la gente, y por lo tanto debían construir una imagen que transmitiera capacidad decisoria sin perder tiempo en actos masivos con discursos para la militancia, y el contacto debía estar mediatizado por la TV, donde la cámara era un valla infranqueable.
Menem se vinculaba a través de Tinelli o Mirtha Legrand, lo que consolidaba el modelo de delegación.
De esta manera y con el debilitamiento de los partidos políticos durante los noventa y la explosión de la TV, con el ser = aparecer para los políticos, ser=parecer para la gente, se escindieron el espacio de la representación institucional y el espacio de la representación simbólica de la política.
En este contexto resultaba difícil esperar una convocatoria al debate, a la polémica donde aparezca el mejor argumento y uno pudiera convencer o ser convencido. El político no tenía que discutir porque la gente no era un par, el político tenía que hacer y parecer y la gente mirarlo por TV.
Fujimori, paradigma de los noventa, en su campaña electoral contra Vargas Llosa planteaba que los políticos debían ser asesores de los técnicos, quienes tendrían que ser los verdaderos gobernantes. El metamodelo consistía en que la gente no es par del técnico, ya que el técnico tiene formación y la gente no, por eso el gestionador, el técnico no tiene que perder el tiempo discutiendo con la gente, tiene que hacer.
Con la irrupción disruptiva de la Web 2.0 y la crisis de la democracia delegativa, la democracia participativa abre el juego. El filtro mediatizador de Mirtha Legrand, Susana Gimenez o Tinelli se mantiene aunque comenzó a revelar contradicciones que los devalúan como dispositivos, resignado espacios lentamente a favor de formatos mas simétricos.
Desde esta simetría 2.0 se revaloriza en forma incipiente y gradual el espacio de la discusión y de la militancia y hasta del conflicto, con resistencias, que siguen apuntándole al debate y al conflicto, a favor de “la armonía y el consenso”, como si el consenso no debiera ser el producto del debate de ideas, para nutrirse y enriquecerse del otro para obtener la mejor idea, la mejor solución a los problemas de todos, o la construcción de los ideales que nos hagan mejores y mejor a la sociedad donde vivimos.
En la Web la gente discute pelea se enoja y aprende
El marketing político mutó, pasando de la construcción holiwoodense de la imagen disociada de la realidad, a la construcción de una figura que pueda dialogar, construir en forma horizontal con la gente, no ya para hacerse cargo de un cargo, sino para hacerse cargo del ordenamiento y construcción colectiva de la realidad.
El Marketing político hoy tiene que diseñar imagen y un modelo de acción, el salto cualitativo de la política pasa también por ahí. Los argumentos contra el marketing político lo sitúan en una visión reduccionista, que identifica a esta canalización de las voluntades en el dialogo 2.0 como una manipulación de la gente por el establishment. Y en realidad el descontrol que entraña la Web 2.0 plantea un escenario distinto donde desde la Web 2.0 la gente hace pesar sus aspiraciones sobre el establishment. Desde este punto de vista el manipulado es el establishment y no los ciudadanos, condicionando crecientemente los procesos de apropiación burocráticos y técnicos del espacio públicos que describía Jürgen Habermas.
La primacía de la imagen que imposibilitaba el diálogo y el debate cede espacios, la simetría y la participación repolitizan.
Por eso hoy en 2010, no alcanza desde el marketing político con construir solo el relato de la imagen.
Cuando Gabriela Michetti usa Twitter para emitir un mensaje como este : “ comí jamón crudo y tuve sed toda la noche”, esta siguiendo la fórmula noventista de Durán Barba, construir solo imagen, solo parecer, y eso hoy no alcanza.
La irrupción de la Web 2.0 determina una transformación lenta y gradual de la democracia delegativa hacia una democracia representativa.
En los noventas 1.0, con en el auge de la democracia delegativa, los políticos eran elegidos para hacer sin intervención de la gente, y por lo tanto debían construir una imagen que transmitiera capacidad decisoria sin perder tiempo en actos masivos con discursos para la militancia, y el contacto debía estar mediatizado por la TV, donde la cámara era un valla infranqueable.
Menem se vinculaba a través de Tinelli o Mirtha Legrand, lo que consolidaba el modelo de delegación.
De esta manera y con el debilitamiento de los partidos políticos durante los noventa y la explosión de la TV, con el ser = aparecer para los políticos, ser=parecer para la gente, se escindieron el espacio de la representación institucional y el espacio de la representación simbólica de la política.
En este contexto resultaba difícil esperar una convocatoria al debate, a la polémica donde aparezca el mejor argumento y uno pudiera convencer o ser convencido. El político no tenía que discutir porque la gente no era un par, el político tenía que hacer y parecer y la gente mirarlo por TV.
Fujimori, paradigma de los noventa, en su campaña electoral contra Vargas Llosa planteaba que los políticos debían ser asesores de los técnicos, quienes tendrían que ser los verdaderos gobernantes. El metamodelo consistía en que la gente no es par del técnico, ya que el técnico tiene formación y la gente no, por eso el gestionador, el técnico no tiene que perder el tiempo discutiendo con la gente, tiene que hacer.
Con la irrupción disruptiva de la Web 2.0 y la crisis de la democracia delegativa, la democracia participativa abre el juego. El filtro mediatizador de Mirtha Legrand, Susana Gimenez o Tinelli se mantiene aunque comenzó a revelar contradicciones que los devalúan como dispositivos, resignado espacios lentamente a favor de formatos mas simétricos.
Desde esta simetría 2.0 se revaloriza en forma incipiente y gradual el espacio de la discusión y de la militancia y hasta del conflicto, con resistencias, que siguen apuntándole al debate y al conflicto, a favor de “la armonía y el consenso”, como si el consenso no debiera ser el producto del debate de ideas, para nutrirse y enriquecerse del otro para obtener la mejor idea, la mejor solución a los problemas de todos, o la construcción de los ideales que nos hagan mejores y mejor a la sociedad donde vivimos.
En la Web la gente discute pelea se enoja y aprende
El marketing político mutó, pasando de la construcción holiwoodense de la imagen disociada de la realidad, a la construcción de una figura que pueda dialogar, construir en forma horizontal con la gente, no ya para hacerse cargo de un cargo, sino para hacerse cargo del ordenamiento y construcción colectiva de la realidad.
El Marketing político hoy tiene que diseñar imagen y un modelo de acción, el salto cualitativo de la política pasa también por ahí. Los argumentos contra el marketing político lo sitúan en una visión reduccionista, que identifica a esta canalización de las voluntades en el dialogo 2.0 como una manipulación de la gente por el establishment. Y en realidad el descontrol que entraña la Web 2.0 plantea un escenario distinto donde desde la Web 2.0 la gente hace pesar sus aspiraciones sobre el establishment. Desde este punto de vista el manipulado es el establishment y no los ciudadanos, condicionando crecientemente los procesos de apropiación burocráticos y técnicos del espacio públicos que describía Jürgen Habermas.
La primacía de la imagen que imposibilitaba el diálogo y el debate cede espacios, la simetría y la participación repolitizan.
Por eso hoy en 2010, no alcanza desde el marketing político con construir solo el relato de la imagen.
Cuando Gabriela Michetti usa Twitter para emitir un mensaje como este : “ comí jamón crudo y tuve sed toda la noche”, esta siguiendo la fórmula noventista de Durán Barba, construir solo imagen, solo parecer, y eso hoy no alcanza.
martes, junio 29, 2010
Intenciones y capacidad
Cuando se mide a un competidor en el mercado o a un adversario en la política, suele confundirse: Intenciones con capacidad.
A veces nos encontramos con expresiones en términos de intenciones, que están apalancadas en el deseo, pero que el que las articula carece de poder de fuego. No hace daño el que quiere, sino el que puede.
Con el fin de la guerra fría un sovietólogo de los EE.UU escribió: “la URSS era mucho mas malvada de lo que pensábamos, pero también mucho mas inofesiva de lo que calculábamos”.
Al poner en el mismo nivel las intenciones y la capacidad de concretarlas, construimos un mapa que diferirá mucho del territorio, agrandando a adversarios sin envergadura o subestimando factores con poder para lastimar, pero que no revelan intenciones de hacerlo.
A veces nos encontramos con expresiones en términos de intenciones, que están apalancadas en el deseo, pero que el que las articula carece de poder de fuego. No hace daño el que quiere, sino el que puede.
Con el fin de la guerra fría un sovietólogo de los EE.UU escribió: “la URSS era mucho mas malvada de lo que pensábamos, pero también mucho mas inofesiva de lo que calculábamos”.
Al poner en el mismo nivel las intenciones y la capacidad de concretarlas, construimos un mapa que diferirá mucho del territorio, agrandando a adversarios sin envergadura o subestimando factores con poder para lastimar, pero que no revelan intenciones de hacerlo.
Contrato de lectura en tiempos de guerra
Por Rubén Weinsteiner para Brecha
Los lectores de un diario establecen un contrato de lectura con el mismo, contrato que es asumido por las partes, lector y medio. Todas las mañanas el lector de "La Nación" sabe mas o menos bajo que tamiz analizará el diario lo que pasó.
El contrato propone un discurso y un relato en el recorte , un formato, un uso de la imagen, un estilo de titulación y tipografía que es aceptado, de entrada o como parte del paquete, por el medio-emisor y el lector. A través del análisis del contrato podemos ver como un mismo hecho relatado casi de la misma manera plantea diferencias enunciativas que dejan ver claramente las clausulas del contrato de lectura.
Este contrato le tranquilidad al lector de "La Nación", ya que le garantiza un "look and feel" familiar, algo que ya conoce, una digestión amigable de los hechos, una construcción de la noticia que legitimará la indignación, la alegría o la tristeza del lector ante cualquier acontecimiento.
Además de tomar como elemento de análisis el sesgo en la oferta de noticias, para estudiar los contratos hace falta analizar los sesgos en la demanda de noticias.
El lector de "La Nación" espera que le digan que las retenciones deben bajar, y que la institucionalidad es mucho mas importante que la justicia social, o los oyentes de "Radio 10" esperan que González Oro y Feinmann, critiquen a los piqueteros y exijan medidas para sacarlos de las calles , asi como los lectores de Página 12, esperan que se disimulen las violaciones a los derechos humanos en Cuba y que se ponga el acento, en los éxitos en materia de salud o alfabetización en la Isla. Cualquier ruptura del contrato de lectura implica el fin de la relación de determinado sub segmento con el medio.
El poder del lector en la fijación de reglas contractuales es importante, tanto que si aparecieran tres radios que quisieran hacerle la competencia a Radio 10, lejos de abrir el espectro en materia de abanico ideológico, cada una de las tres radios intentaría profundizar el sesgo para quedarse con mas porciones del mercado, moviendo las líneas editoriales del punto original, en dirección al extremo señalado por el sesgo.
El contrato en tanto vínculo entre dos partes, tiene que convivir con la realidad y con la competencia, y sufre de una natural entropía. El éxito de un medio se mide por su capacidad de proponer un contrato que articule eficazmente con las ideas, sentimientos motivaciones e intereses de su mercado; y fundamentalmente en poder hacer evolucionar su contrato de lectura, adaptándolo, modificándolo y preservando el vínculo.
¿Que pasa cuando un medio “se enoja” y ”lo sacan del partido”, como ese jugador que en lugar de ir a la pelota quiere quebrar al rival, cuando ese medio entra en una guerra contra una corporación o el gobierno, estableciendo un conflicto que no puede saldarse rápidamente?
¿Se mueven los lectores de su posición anterior manteniendo el contrato y acompañando al medio en su guerra? ¿Pierde el medio lectores?
Seguramente la respuesta no es a o b, lo interesante es saber cuanto de a y cuanto de b y cuales son los factores que determinarán los porcentajes.
Rubén Weinsteiner
Ir al debate
Los lectores de un diario establecen un contrato de lectura con el mismo, contrato que es asumido por las partes, lector y medio. Todas las mañanas el lector de "La Nación" sabe mas o menos bajo que tamiz analizará el diario lo que pasó.
El contrato propone un discurso y un relato en el recorte , un formato, un uso de la imagen, un estilo de titulación y tipografía que es aceptado, de entrada o como parte del paquete, por el medio-emisor y el lector. A través del análisis del contrato podemos ver como un mismo hecho relatado casi de la misma manera plantea diferencias enunciativas que dejan ver claramente las clausulas del contrato de lectura.
Este contrato le tranquilidad al lector de "La Nación", ya que le garantiza un "look and feel" familiar, algo que ya conoce, una digestión amigable de los hechos, una construcción de la noticia que legitimará la indignación, la alegría o la tristeza del lector ante cualquier acontecimiento.
Además de tomar como elemento de análisis el sesgo en la oferta de noticias, para estudiar los contratos hace falta analizar los sesgos en la demanda de noticias.
El lector de "La Nación" espera que le digan que las retenciones deben bajar, y que la institucionalidad es mucho mas importante que la justicia social, o los oyentes de "Radio 10" esperan que González Oro y Feinmann, critiquen a los piqueteros y exijan medidas para sacarlos de las calles , asi como los lectores de Página 12, esperan que se disimulen las violaciones a los derechos humanos en Cuba y que se ponga el acento, en los éxitos en materia de salud o alfabetización en la Isla. Cualquier ruptura del contrato de lectura implica el fin de la relación de determinado sub segmento con el medio.
El poder del lector en la fijación de reglas contractuales es importante, tanto que si aparecieran tres radios que quisieran hacerle la competencia a Radio 10, lejos de abrir el espectro en materia de abanico ideológico, cada una de las tres radios intentaría profundizar el sesgo para quedarse con mas porciones del mercado, moviendo las líneas editoriales del punto original, en dirección al extremo señalado por el sesgo.
El contrato en tanto vínculo entre dos partes, tiene que convivir con la realidad y con la competencia, y sufre de una natural entropía. El éxito de un medio se mide por su capacidad de proponer un contrato que articule eficazmente con las ideas, sentimientos motivaciones e intereses de su mercado; y fundamentalmente en poder hacer evolucionar su contrato de lectura, adaptándolo, modificándolo y preservando el vínculo.
¿Que pasa cuando un medio “se enoja” y ”lo sacan del partido”, como ese jugador que en lugar de ir a la pelota quiere quebrar al rival, cuando ese medio entra en una guerra contra una corporación o el gobierno, estableciendo un conflicto que no puede saldarse rápidamente?
¿Se mueven los lectores de su posición anterior manteniendo el contrato y acompañando al medio en su guerra? ¿Pierde el medio lectores?
Seguramente la respuesta no es a o b, lo interesante es saber cuanto de a y cuanto de b y cuales son los factores que determinarán los porcentajes.
Rubén Weinsteiner
Ir al debate
China y Taiwan, negocios y construcción
Las relaciones entre China y Taiwan, marcadas desde hace más de seis décadas por la rivalidad y la desconfianza, han entrado hoy en una nueva fase. Pekín y Taipei han firmado un acuerdo comercial sin precedentes, que acercará aún más sus economías y dará un gran impulso a los intercambios entre ambas partes, que ascienden a unos 110.000 millones de dólares anuales
China confía en que el pacto allane el camino hacia la futura absorción de la isla, mientras que Taiwan espera que contribuya a mejorar su posición en un entorno geográfico marcado por el ascenso chino y la rápida creación de bloques comerciales. Los críticos en la isla lo califican de paso político peligroso. "Este es un momento crítico en el desarrollo de nuestras relaciones a largo plazo. Debemos aprovechar la oportunidad y trabajar juntos para construir la confianza mutua", ha dicho el enviado taiwanés, Chiang Pin-kung.
El llamado Acuerdo Marco de Cooperación Económica (ECFA en sus siglas en inglés) reducirá y eliminará los aranceles a la exportación de 539 categorías de productos taiwaneses y a la importación de 267 categorías chinas. Pekín recortará los aranceles a productos de la isla valorados en 13.840 millones de dólares, mientras Taipei lo hará a artículos chinos cifrados en 3.000 millones. El pacto permitirá, además, a las compañías taiwanesas el acceso a 11 sectores de servicios en el continente, entre ellos, el bancario, seguros y hospitales. El flujo de bienes taiwaneses a China asciende a 80.000 millones de dólares al año, mientras que en sentido contrario suma 30.000 millones. Los aranceles caerán a cero en un plazo de dos años.
Cientos de miles de puestos de trabajo
Algunos analistas calculan que el acuerdo creará alrededor de 260.000 puestos de trabajo en Taiwan y añadirá 1,7 puntos porcentuales de crecimiento anual al producto interior bruto (PIB) del territorio. Taiwan, con una población de 23 millones de personas, es desde hace tiempo uno los principales socios comerciales de China. Alrededor de 40.000 empresas de la isla operan en el continente, donde han invertido más de 83.000 millones de dólares en las dos últimas décadas. Un millón de taiwaneses viven en China.
La alianza ha sido firmada en un lugar simbólico: Chongqing, ciudad del suroeste de China, donde se refugió el Gobierno de los nacionalistas de Chiang Kai-shek huyendo de los invasores japoneses. Chiang y el líder comunista Mao Zedong negociaron en Chongqing una incómoda alianza durante la II Guerra Mundial. Tras su fracaso, ambas partes reanudaron el conflicto civil, que concluyó con la victoria de los comunistas y la retirada de los nacionalistas a Taiwan en 1949. Desde entonces, Pekín ha reclamado la isla y ha amenazado con tomarla por la fuerza si intenta declarar oficialmente la independencia que de facto disfruta. China tiene más de 1.000 misiles apuntando hacia a Taiwan.
Las relaciones a ambos lados del estrecho de Taiwan han estado marcadas durante décadas por la tensión y las amenazas de conflicto armado, pero en los dos últimos años han mejorado radicalmente. Por un lado, debido a la política desplegada por el presidente taiwanés, Ma Ying-jeou, quien llegó al cargo en mayo de 2008 con el propósito de reducir la tensión y reforzar los lazos económicos. Por otro, por la actitud del Gobierno del presidente chino, Hu Jintao.
Hu ha ido más allá de la retórica de las amenazas con la que Pekín ha respondido tradicionalmente a los deseos independentistas de una parte de la población taiwanesa y al rechazo de la mayoría de unirse a China, y ha optado por la política de la seducción. Ha hablado de poner fin a las hostilidades y negociar un tratado de paz, y ha insistido en la necesidad de reforzar los intercambios de bienes y personas.
Taipei ha reducido en los dos últimos años el porcentaje del PIB dedicado a gasto militar, aunque mantiene un ejército bien equipado, gracias al apoyo de Estados Unidos, que está obligado por ley a contribuir a su defensa.
Aunque las encuestas muestran que la mayoría de los taiwaneses apoya el acuerdo, debido a sus beneficios económicos, hay división sobre las intenciones de Pekín y ha habido manifestaciones en su contra. El Partido Democrático Progresista, en la oposición, ha criticado a Ma por llevarlo adelante sin haber tenido suficientemente en cuenta la opinión de los ciudadanos y sin haber realizado un referéndum al respecto.
El Gobierno de Ma Ying-jeou defiende que la alianza beneficiará la competitividad de las compañías de la isla frente a las de otros países del sureste asiático, cuyo acuerdo de libre comercio con China echó a andar en enero pasado.
El pacto alcanzado hoy supone una victoria política para Hu y Ma, pero sus críticos en Taiwan han advertido que traerá una marea de productos baratos chinos a la isla, con la consiguiente pérdida de empleos, y conducirá a una progresiva absorción política de Taiwan por China. Precisamente lo que desea Pekín, cuyo objetivo es recuperar algún día el territorio; si es posible, por la persuasión, si es necesario, por las armas.
China confía en que el pacto allane el camino hacia la futura absorción de la isla, mientras que Taiwan espera que contribuya a mejorar su posición en un entorno geográfico marcado por el ascenso chino y la rápida creación de bloques comerciales. Los críticos en la isla lo califican de paso político peligroso. "Este es un momento crítico en el desarrollo de nuestras relaciones a largo plazo. Debemos aprovechar la oportunidad y trabajar juntos para construir la confianza mutua", ha dicho el enviado taiwanés, Chiang Pin-kung.
El llamado Acuerdo Marco de Cooperación Económica (ECFA en sus siglas en inglés) reducirá y eliminará los aranceles a la exportación de 539 categorías de productos taiwaneses y a la importación de 267 categorías chinas. Pekín recortará los aranceles a productos de la isla valorados en 13.840 millones de dólares, mientras Taipei lo hará a artículos chinos cifrados en 3.000 millones. El pacto permitirá, además, a las compañías taiwanesas el acceso a 11 sectores de servicios en el continente, entre ellos, el bancario, seguros y hospitales. El flujo de bienes taiwaneses a China asciende a 80.000 millones de dólares al año, mientras que en sentido contrario suma 30.000 millones. Los aranceles caerán a cero en un plazo de dos años.
Cientos de miles de puestos de trabajo
Algunos analistas calculan que el acuerdo creará alrededor de 260.000 puestos de trabajo en Taiwan y añadirá 1,7 puntos porcentuales de crecimiento anual al producto interior bruto (PIB) del territorio. Taiwan, con una población de 23 millones de personas, es desde hace tiempo uno los principales socios comerciales de China. Alrededor de 40.000 empresas de la isla operan en el continente, donde han invertido más de 83.000 millones de dólares en las dos últimas décadas. Un millón de taiwaneses viven en China.
La alianza ha sido firmada en un lugar simbólico: Chongqing, ciudad del suroeste de China, donde se refugió el Gobierno de los nacionalistas de Chiang Kai-shek huyendo de los invasores japoneses. Chiang y el líder comunista Mao Zedong negociaron en Chongqing una incómoda alianza durante la II Guerra Mundial. Tras su fracaso, ambas partes reanudaron el conflicto civil, que concluyó con la victoria de los comunistas y la retirada de los nacionalistas a Taiwan en 1949. Desde entonces, Pekín ha reclamado la isla y ha amenazado con tomarla por la fuerza si intenta declarar oficialmente la independencia que de facto disfruta. China tiene más de 1.000 misiles apuntando hacia a Taiwan.
Las relaciones a ambos lados del estrecho de Taiwan han estado marcadas durante décadas por la tensión y las amenazas de conflicto armado, pero en los dos últimos años han mejorado radicalmente. Por un lado, debido a la política desplegada por el presidente taiwanés, Ma Ying-jeou, quien llegó al cargo en mayo de 2008 con el propósito de reducir la tensión y reforzar los lazos económicos. Por otro, por la actitud del Gobierno del presidente chino, Hu Jintao.
Hu ha ido más allá de la retórica de las amenazas con la que Pekín ha respondido tradicionalmente a los deseos independentistas de una parte de la población taiwanesa y al rechazo de la mayoría de unirse a China, y ha optado por la política de la seducción. Ha hablado de poner fin a las hostilidades y negociar un tratado de paz, y ha insistido en la necesidad de reforzar los intercambios de bienes y personas.
Taipei ha reducido en los dos últimos años el porcentaje del PIB dedicado a gasto militar, aunque mantiene un ejército bien equipado, gracias al apoyo de Estados Unidos, que está obligado por ley a contribuir a su defensa.
Aunque las encuestas muestran que la mayoría de los taiwaneses apoya el acuerdo, debido a sus beneficios económicos, hay división sobre las intenciones de Pekín y ha habido manifestaciones en su contra. El Partido Democrático Progresista, en la oposición, ha criticado a Ma por llevarlo adelante sin haber tenido suficientemente en cuenta la opinión de los ciudadanos y sin haber realizado un referéndum al respecto.
El Gobierno de Ma Ying-jeou defiende que la alianza beneficiará la competitividad de las compañías de la isla frente a las de otros países del sureste asiático, cuyo acuerdo de libre comercio con China echó a andar en enero pasado.
El pacto alcanzado hoy supone una victoria política para Hu y Ma, pero sus críticos en Taiwan han advertido que traerá una marea de productos baratos chinos a la isla, con la consiguiente pérdida de empleos, y conducirá a una progresiva absorción política de Taiwan por China. Precisamente lo que desea Pekín, cuyo objetivo es recuperar algún día el territorio; si es posible, por la persuasión, si es necesario, por las armas.
Kirchner, los jóvenes y una minoría intensa
Por José Natanson
La juventud –entendiendo por ella el grupo etario que va desde la pubertad hasta la adultez– es un fenómeno de la segunda mitad del siglo XX. Su emergencia en los años de la posguerra se explica por una combinación de factores. El primero, de tipo material, tiene que ver con los cambios en la economía, sobre todo la expansión del sector servicios, que comenzó a demandar una mayor cantidad de profesionales y técnicos. En un contexto de prosperidad, muchas familias impulsaron a sus hijos a prolongar los estudios. La extensión de la cobertura universitaria creó una enorme masa de jóvenes que compartían sus experiencias y sus sueños en espacios comunes de socialización: las sedes de las universidades, los campus y sus extensiones (los bares). Más educados y conscientes que sus padres, tenían tiempo y recursos para pensar y actuar.
Pero además el pleno empleo –que durante un par de décadas se vivió en Europa y Estados Unidos pero también, en menor medida, en países de desarrollo medio como Argentina o Chile– permitió que incluso aquellos jóvenes que pasaban sin mucho trámite de la adolescencia al mercado laboral tuvieran recursos para sostenerse a sí mismos. Ya no necesitaban de la familia para sobrevivir.
Y además el mundo estaba cambiando a una velocidad nunca antes vista. Esto creó un divorcio entre el presente y el pasado, una suerte de discontinuidad histórica, que debilitó el valor de la experiencia, incapaz de lidiar con fenómenos completamente nuevos. La sabiduría de los ancianos perdió buena parte de su peso simbólico, menos por la maldad de los nuevos jóvenes que por las transformaciones estructurales de la economía y la sociedad, abriendo un abismo generacional. Los aceleradísimos cambios tecnológicos le dieron a la juventud una ventaja sobre los adultos. Por primera vez en la historia, los jóvenes sabían cosas que sus padres no. Un ejemplo simple es el del padre que le pide a su hijo adolescente que lo ayude con la computadora. No es difícil imaginar el impacto de esta nueva realidad en la autoconfianza juvenil.
Complementariamente, y como reflejo de estos cambios, la juventud protagonizó lo que Eric Hobsbawm definió como una “revolución cultural”. La emergencia de la juventud como un grupo social no sólo autónomo, sino también dotado de recursos, convirtió a los jóvenes en el eje de los mercados de consumo del capitalismo, cuyo paradigma fue el rock: las ventas de discos en Estados Unidos pasaron de 277 millones en 1955 a 2000 millones en 1973 (los números son de Hobsbawm). Y también hubo otros reflejos: el auge del turismo juvenil (nace la Lonely Planet y la cultura mochilera) y de las drogas (como señala Hobsbawm, el hecho de que la droga preferida por los jóvenes occidentales, la marihuana, sea menos dañina que las drogas de sus padres, el alcohol y el tabaco, hizo que fumarla fuera no sólo acto de desafío, sino también de superioridad). Y el gran símbolo de la época, el héroe que vive intensamente y muere joven: el antecedente es James Dean, y luego hay miles de ejemplos, desde Janis Joplin y Brian Jones al Che Guevara o Rodrigo.
En este marco, no debería resultar llamativo que los jóvenes se convirtieran en protagonistas políticos. Lo fueron en el Mayo francés de 1968, en las movilizaciones anti-Vietnam en Estados Unidos en 1967 y en el “otoño caliente italiano” de 1969. Y también en Argentina, en el Cordobazo coprotagonizado por los estudiantes universitarios. En todos estos casos, la juventud fue un actor político central, pero de duración fugaz y más reactivo que propositivo, lo cual se vincula con su estado natural –la juventud es una etapa transitoria por definición– y con el espíritu subjetivista, casi emocional, de sus consignas.
En la Argentina de los ’70, el peronismo montonero y las guerrilleras fueron un fenómeno más duradero. Pero la intención de esta nota no es desarrollar este tema, que excede largamente a su autor, sino marcar algunas diferencias con la juventud actual y especular sobre la relación que con ella ha establecido el kirchnerismo.
En primer lugar, señalemos que hoy la juventud de clase media argentina no es muy diferente de la del primer mundo. Se trata de jóvenes que estudian muchos años y que en algunos casos prolongan su carrera universitaria en el exterior. Se emancipan tardíamente y se casan (cuando tienen la ocurrencia de hacerlo) pasados los 30; tienen hijos tarde, y pocos. Pero ésta es sólo una parte de la juventud. En paralelo, los sectores más pobres desarrollan un ciclo de vida corto, donde todas las etapas se aceleran: el paso de la niñez a la vida adulta es veloz por la necesidad de generar prontamente un ingreso, la emancipación es temprana, los hijos llegan rápido y de a muchos y la muerte los alcanza más jóvenes, como resultado de los déficit alimentarios y sanitarios. Esto se comprueba al comparar los datos de esperanza de vida y la tasa de fecundidad entre provincias: una persona vive en Chaco, en promedio, cinco años menos que en la Capital. La investigadora Susana Torrado lo resume en una frase: “Vivir en apuros para morirse joven”.
Como sostiene el sociólogo Gabriel Kessler, esta doble condición le da a la estructura demográfica argentina una particularidad: comparte con los países en desarrollo la presencia de muchos niños (pobres), pero se asemeja a los más desarrollados en cuanto al alto porcentaje de adultos mayores.
Desde el punto de vista cultural, los jóvenes de hoy no confrontan con los adultos como sucedía en el pasado. La juventud de los ’60/’70 era una juventud que se afianzaba contra los mayores, que eran los que no los entendían, los que les bloqueaban las oportunidades y los que dominaban el planeta (el mundo de posguerra era una gerontocracia, comprobable en el hecho de que casi todos los grandes líderes de la época eran viejos: Churchill, De Gaulle, Stalin, Perón, Gandhi). Las cosas hoy son diferentes. Como señala el Informe sobre Juventud en el Mercosur del PNUD, los jóvenes de hoy alcanzan un “pacto familiar” mediante una negociación con sus padres.
Y esto, sumado a los bajos salarios y el auge del “trabajo basura”, explica el retraso de la emancipación (en el sentido de la formación de una familia propia) entre los jóvenes de clase media. La comodidad y la relativa libertad que se respiran en el hogar familiar, junto a las dificultades del mercado laboral, estiran el momento de abandonar el nido, tibio y de heladera llena. Sucede que los jóvenes de hoy pueden ser hippies, pero también pueden ser los hijos de los hippies (o de su variante patética, el deslizamiento del hippismo hacia el new age descuartizado por Michel Houellebecq en Las partículas elementales). Y como siempre es el cine, antes que la sociología, el que mejor refleja este tipo de cosas, recordemos el gran ejemplo de Los Fockers, en la que Ben Stiller, productor de la película y ácido crítico de la sociedad norteamericana, visita a sus padres: Dustin Hoffman, que pasó de abogado a amo de casa, y Barbra Streisand, terapista sexual, cultores ambos de la vida sana, el sexo libre y el aire puro. En Los Fockers, Ben Stiller no sólo no discute con sus padres: se avergüenza de ellos.
Ahora bien, ¿cómo se sitúa el kirchnerismo frente a la juventud? ¿Y cómo frente a las dos juventudes que conviven en la Argentina del Bicentenario? En un principio pareció prestarles poca atención a los jóvenes, enfrascado en un relato generacional que alude a la juventud, pero a la de los ’70, y que muchas veces se reduce a la disyuntiva exasperante de “jóvenes idealistas que hacían la revolución” versus “jóvenes consumistas que sólo quieren jugar a la PlayStation”. Para ser justos, hay que decir que ni los Kirchner ni sus más conspicuos funcionarios, muchos de los cuales fueron protagonistas de los ’70, han suscripto públicamente esta tesis, aunque sí algunos de sus intelectuales más o menos orgánicos.
Pero el tiempo ha producido un fenómeno nuevo: la emergencia de una militancia juvenil kirchnerista, probablemente un subproducto de la progresiva transformación del kirchnerismo en una “minoría intensa”, un sector de la sociedad cuantitativamente minoritario pero cohesionado, con un liderazgo y un programa, en buena medida resultado de iniciativas como la ley de medios y la Asignación Universal.
En todo caso existen hoy círculos de jóvenes militantes kirchneristas. Se trata por supuesto de grupos reducidos, mayoritariamente de clase media, irrelevantes desde el punto de vista del padrón electoral, pero activos e influyentes en los medios y las nuevas formas de comunicación, como las redes sociales y los blogs. Existen, por ejemplo, algunos muy buenos blogs kirchneristas. Atribuirlos a una simple maniobra oficial es absurdo: incluso si el Gobierno los apoyara financieramente, ese apoyo llegó después y no antes de su creación. Y en todo caso existen otros partidos, que también manejan recursos y no dudan en utilizarlos, pero que carecen de este tipo de militancia: ¿dónde están los blogs del radicalismo? ¿Dónde los del PRO? ¿Alguien conoce un blog que defienda las ideas de De Narváez? Quizás haya que remontarse a los primeros años del alfonsinismo para encontrar un fenómeno similar, aunque aquel momento probablemente haya sido más masivo y aunque tuvo una expresión universitaria (la Franja Morada) y partidaria (la Junta Coordinadora) más definidas.
Mi tesis, en el final de esta nota, es que el kirchnerismo descuida las políticas específicamente orientadas a las “dos juventudes”, sus problemas y necesidades.
Algunos ejemplos desordenados. En los sectores de menores recursos, de ciclo de vida corto, sobresale la ausencia de políticas para enfrentar el drama del embarazo adolescente, que alimenta los mecanismos de transmisión inter-generacional de la pobreza (el principal avance en este tema fue la ley de salud reproductiva sancionada en la etapa duhaldista, pero es insuficiente y encuentra graves problemas de aplicación; el hecho de que el Gobierno no quiera ni hablar de despenalización del aborto impone un límite difícil de superar). Otras políticas posibles son aquellas tendientes a reducir la deserción escolar en las madres adolescentes y jóvenes, a través por ejemplo de becas específicamente dirigidas a ellas. O políticas que faciliten la construcción o alquiler de viviendas propias para los jóvenes de bajos recursos recién emancipados. O programas más amplios de primer empleo (hay uno del Ministerio de Trabajo). O medidas tendientes a acercar la universidad, que sigue siendo un reducto de la clase media, a los jóvenes más pobres.
En cuanto a la juventud de clase media, se trata de buscar políticas orientadas a facilitar, entre otras cosas, la emancipación a través de subsidios, por ejemplo a la compra de la primera vivienda u orientados a reducir el precio de los alquileres. Es notoria también la ausencia de una política universitaria más definida (curiosamente, el menemismo sí tuvo una: la creación de universidades nacionales en el Conurbano, cuyo objetivo fue reducir el peso de la UBA pero que, aunque desordenadas y de desigual nivel, le agregaron diversidad a la educación terciaria y la acercaron a los jóvenes de los sectores populares).
Desde un punto de vista más simbólico, la estrategia comunicacional del Gobierno ignoró a la juventud durante años y recién desde hace un tiempo ha comenzado a considerarla. Y su política cultural, de raigambre “jauretcheriana” y “pacourondista”, parece limitada sólo a los jóvenes de los ’60/’70, sin considerar a los jóvenes de hoy.
No hay mucho misterio: se trata de atender las necesidades de una juventud partida y registrar la politización de un sector de los jóvenes, fenómeno que el mismo kirchnerismo ha generado y en el que apenas parece haber reparado.
La juventud –entendiendo por ella el grupo etario que va desde la pubertad hasta la adultez– es un fenómeno de la segunda mitad del siglo XX. Su emergencia en los años de la posguerra se explica por una combinación de factores. El primero, de tipo material, tiene que ver con los cambios en la economía, sobre todo la expansión del sector servicios, que comenzó a demandar una mayor cantidad de profesionales y técnicos. En un contexto de prosperidad, muchas familias impulsaron a sus hijos a prolongar los estudios. La extensión de la cobertura universitaria creó una enorme masa de jóvenes que compartían sus experiencias y sus sueños en espacios comunes de socialización: las sedes de las universidades, los campus y sus extensiones (los bares). Más educados y conscientes que sus padres, tenían tiempo y recursos para pensar y actuar.
Pero además el pleno empleo –que durante un par de décadas se vivió en Europa y Estados Unidos pero también, en menor medida, en países de desarrollo medio como Argentina o Chile– permitió que incluso aquellos jóvenes que pasaban sin mucho trámite de la adolescencia al mercado laboral tuvieran recursos para sostenerse a sí mismos. Ya no necesitaban de la familia para sobrevivir.
Y además el mundo estaba cambiando a una velocidad nunca antes vista. Esto creó un divorcio entre el presente y el pasado, una suerte de discontinuidad histórica, que debilitó el valor de la experiencia, incapaz de lidiar con fenómenos completamente nuevos. La sabiduría de los ancianos perdió buena parte de su peso simbólico, menos por la maldad de los nuevos jóvenes que por las transformaciones estructurales de la economía y la sociedad, abriendo un abismo generacional. Los aceleradísimos cambios tecnológicos le dieron a la juventud una ventaja sobre los adultos. Por primera vez en la historia, los jóvenes sabían cosas que sus padres no. Un ejemplo simple es el del padre que le pide a su hijo adolescente que lo ayude con la computadora. No es difícil imaginar el impacto de esta nueva realidad en la autoconfianza juvenil.
Complementariamente, y como reflejo de estos cambios, la juventud protagonizó lo que Eric Hobsbawm definió como una “revolución cultural”. La emergencia de la juventud como un grupo social no sólo autónomo, sino también dotado de recursos, convirtió a los jóvenes en el eje de los mercados de consumo del capitalismo, cuyo paradigma fue el rock: las ventas de discos en Estados Unidos pasaron de 277 millones en 1955 a 2000 millones en 1973 (los números son de Hobsbawm). Y también hubo otros reflejos: el auge del turismo juvenil (nace la Lonely Planet y la cultura mochilera) y de las drogas (como señala Hobsbawm, el hecho de que la droga preferida por los jóvenes occidentales, la marihuana, sea menos dañina que las drogas de sus padres, el alcohol y el tabaco, hizo que fumarla fuera no sólo acto de desafío, sino también de superioridad). Y el gran símbolo de la época, el héroe que vive intensamente y muere joven: el antecedente es James Dean, y luego hay miles de ejemplos, desde Janis Joplin y Brian Jones al Che Guevara o Rodrigo.
En este marco, no debería resultar llamativo que los jóvenes se convirtieran en protagonistas políticos. Lo fueron en el Mayo francés de 1968, en las movilizaciones anti-Vietnam en Estados Unidos en 1967 y en el “otoño caliente italiano” de 1969. Y también en Argentina, en el Cordobazo coprotagonizado por los estudiantes universitarios. En todos estos casos, la juventud fue un actor político central, pero de duración fugaz y más reactivo que propositivo, lo cual se vincula con su estado natural –la juventud es una etapa transitoria por definición– y con el espíritu subjetivista, casi emocional, de sus consignas.
En la Argentina de los ’70, el peronismo montonero y las guerrilleras fueron un fenómeno más duradero. Pero la intención de esta nota no es desarrollar este tema, que excede largamente a su autor, sino marcar algunas diferencias con la juventud actual y especular sobre la relación que con ella ha establecido el kirchnerismo.
En primer lugar, señalemos que hoy la juventud de clase media argentina no es muy diferente de la del primer mundo. Se trata de jóvenes que estudian muchos años y que en algunos casos prolongan su carrera universitaria en el exterior. Se emancipan tardíamente y se casan (cuando tienen la ocurrencia de hacerlo) pasados los 30; tienen hijos tarde, y pocos. Pero ésta es sólo una parte de la juventud. En paralelo, los sectores más pobres desarrollan un ciclo de vida corto, donde todas las etapas se aceleran: el paso de la niñez a la vida adulta es veloz por la necesidad de generar prontamente un ingreso, la emancipación es temprana, los hijos llegan rápido y de a muchos y la muerte los alcanza más jóvenes, como resultado de los déficit alimentarios y sanitarios. Esto se comprueba al comparar los datos de esperanza de vida y la tasa de fecundidad entre provincias: una persona vive en Chaco, en promedio, cinco años menos que en la Capital. La investigadora Susana Torrado lo resume en una frase: “Vivir en apuros para morirse joven”.
Como sostiene el sociólogo Gabriel Kessler, esta doble condición le da a la estructura demográfica argentina una particularidad: comparte con los países en desarrollo la presencia de muchos niños (pobres), pero se asemeja a los más desarrollados en cuanto al alto porcentaje de adultos mayores.
Desde el punto de vista cultural, los jóvenes de hoy no confrontan con los adultos como sucedía en el pasado. La juventud de los ’60/’70 era una juventud que se afianzaba contra los mayores, que eran los que no los entendían, los que les bloqueaban las oportunidades y los que dominaban el planeta (el mundo de posguerra era una gerontocracia, comprobable en el hecho de que casi todos los grandes líderes de la época eran viejos: Churchill, De Gaulle, Stalin, Perón, Gandhi). Las cosas hoy son diferentes. Como señala el Informe sobre Juventud en el Mercosur del PNUD, los jóvenes de hoy alcanzan un “pacto familiar” mediante una negociación con sus padres.
Y esto, sumado a los bajos salarios y el auge del “trabajo basura”, explica el retraso de la emancipación (en el sentido de la formación de una familia propia) entre los jóvenes de clase media. La comodidad y la relativa libertad que se respiran en el hogar familiar, junto a las dificultades del mercado laboral, estiran el momento de abandonar el nido, tibio y de heladera llena. Sucede que los jóvenes de hoy pueden ser hippies, pero también pueden ser los hijos de los hippies (o de su variante patética, el deslizamiento del hippismo hacia el new age descuartizado por Michel Houellebecq en Las partículas elementales). Y como siempre es el cine, antes que la sociología, el que mejor refleja este tipo de cosas, recordemos el gran ejemplo de Los Fockers, en la que Ben Stiller, productor de la película y ácido crítico de la sociedad norteamericana, visita a sus padres: Dustin Hoffman, que pasó de abogado a amo de casa, y Barbra Streisand, terapista sexual, cultores ambos de la vida sana, el sexo libre y el aire puro. En Los Fockers, Ben Stiller no sólo no discute con sus padres: se avergüenza de ellos.
Ahora bien, ¿cómo se sitúa el kirchnerismo frente a la juventud? ¿Y cómo frente a las dos juventudes que conviven en la Argentina del Bicentenario? En un principio pareció prestarles poca atención a los jóvenes, enfrascado en un relato generacional que alude a la juventud, pero a la de los ’70, y que muchas veces se reduce a la disyuntiva exasperante de “jóvenes idealistas que hacían la revolución” versus “jóvenes consumistas que sólo quieren jugar a la PlayStation”. Para ser justos, hay que decir que ni los Kirchner ni sus más conspicuos funcionarios, muchos de los cuales fueron protagonistas de los ’70, han suscripto públicamente esta tesis, aunque sí algunos de sus intelectuales más o menos orgánicos.
Pero el tiempo ha producido un fenómeno nuevo: la emergencia de una militancia juvenil kirchnerista, probablemente un subproducto de la progresiva transformación del kirchnerismo en una “minoría intensa”, un sector de la sociedad cuantitativamente minoritario pero cohesionado, con un liderazgo y un programa, en buena medida resultado de iniciativas como la ley de medios y la Asignación Universal.
En todo caso existen hoy círculos de jóvenes militantes kirchneristas. Se trata por supuesto de grupos reducidos, mayoritariamente de clase media, irrelevantes desde el punto de vista del padrón electoral, pero activos e influyentes en los medios y las nuevas formas de comunicación, como las redes sociales y los blogs. Existen, por ejemplo, algunos muy buenos blogs kirchneristas. Atribuirlos a una simple maniobra oficial es absurdo: incluso si el Gobierno los apoyara financieramente, ese apoyo llegó después y no antes de su creación. Y en todo caso existen otros partidos, que también manejan recursos y no dudan en utilizarlos, pero que carecen de este tipo de militancia: ¿dónde están los blogs del radicalismo? ¿Dónde los del PRO? ¿Alguien conoce un blog que defienda las ideas de De Narváez? Quizás haya que remontarse a los primeros años del alfonsinismo para encontrar un fenómeno similar, aunque aquel momento probablemente haya sido más masivo y aunque tuvo una expresión universitaria (la Franja Morada) y partidaria (la Junta Coordinadora) más definidas.
Mi tesis, en el final de esta nota, es que el kirchnerismo descuida las políticas específicamente orientadas a las “dos juventudes”, sus problemas y necesidades.
Algunos ejemplos desordenados. En los sectores de menores recursos, de ciclo de vida corto, sobresale la ausencia de políticas para enfrentar el drama del embarazo adolescente, que alimenta los mecanismos de transmisión inter-generacional de la pobreza (el principal avance en este tema fue la ley de salud reproductiva sancionada en la etapa duhaldista, pero es insuficiente y encuentra graves problemas de aplicación; el hecho de que el Gobierno no quiera ni hablar de despenalización del aborto impone un límite difícil de superar). Otras políticas posibles son aquellas tendientes a reducir la deserción escolar en las madres adolescentes y jóvenes, a través por ejemplo de becas específicamente dirigidas a ellas. O políticas que faciliten la construcción o alquiler de viviendas propias para los jóvenes de bajos recursos recién emancipados. O programas más amplios de primer empleo (hay uno del Ministerio de Trabajo). O medidas tendientes a acercar la universidad, que sigue siendo un reducto de la clase media, a los jóvenes más pobres.
En cuanto a la juventud de clase media, se trata de buscar políticas orientadas a facilitar, entre otras cosas, la emancipación a través de subsidios, por ejemplo a la compra de la primera vivienda u orientados a reducir el precio de los alquileres. Es notoria también la ausencia de una política universitaria más definida (curiosamente, el menemismo sí tuvo una: la creación de universidades nacionales en el Conurbano, cuyo objetivo fue reducir el peso de la UBA pero que, aunque desordenadas y de desigual nivel, le agregaron diversidad a la educación terciaria y la acercaron a los jóvenes de los sectores populares).
Desde un punto de vista más simbólico, la estrategia comunicacional del Gobierno ignoró a la juventud durante años y recién desde hace un tiempo ha comenzado a considerarla. Y su política cultural, de raigambre “jauretcheriana” y “pacourondista”, parece limitada sólo a los jóvenes de los ’60/’70, sin considerar a los jóvenes de hoy.
No hay mucho misterio: se trata de atender las necesidades de una juventud partida y registrar la politización de un sector de los jóvenes, fenómeno que el mismo kirchnerismo ha generado y en el que apenas parece haber reparado.
Kirchner, los jóvenes y una minoría intensa
Por José Natanson
La juventud –entendiendo por ella el grupo etario que va desde la pubertad hasta la adultez– es un fenómeno de la segunda mitad del siglo XX. Su emergencia en los años de la posguerra se explica por una combinación de factores. El primero, de tipo material, tiene que ver con los cambios en la economía, sobre todo la expansión del sector servicios, que comenzó a demandar una mayor cantidad de profesionales y técnicos. En un contexto de prosperidad, muchas familias impulsaron a sus hijos a prolongar los estudios. La extensión de la cobertura universitaria creó una enorme masa de jóvenes que compartían sus experiencias y sus sueños en espacios comunes de socialización: las sedes de las universidades, los campus y sus extensiones (los bares). Más educados y conscientes que sus padres, tenían tiempo y recursos para pensar y actuar.
Pero además el pleno empleo –que durante un par de décadas se vivió en Europa y Estados Unidos pero también, en menor medida, en países de desarrollo medio como Argentina o Chile– permitió que incluso aquellos jóvenes que pasaban sin mucho trámite de la adolescencia al mercado laboral tuvieran recursos para sostenerse a sí mismos. Ya no necesitaban de la familia para sobrevivir.
Y además el mundo estaba cambiando a una velocidad nunca antes vista. Esto creó un divorcio entre el presente y el pasado, una suerte de discontinuidad histórica, que debilitó el valor de la experiencia, incapaz de lidiar con fenómenos completamente nuevos. La sabiduría de los ancianos perdió buena parte de su peso simbólico, menos por la maldad de los nuevos jóvenes que por las transformaciones estructurales de la economía y la sociedad, abriendo un abismo generacional. Los aceleradísimos cambios tecnológicos le dieron a la juventud una ventaja sobre los adultos. Por primera vez en la historia, los jóvenes sabían cosas que sus padres no. Un ejemplo simple es el del padre que le pide a su hijo adolescente que lo ayude con la computadora. No es difícil imaginar el impacto de esta nueva realidad en la autoconfianza juvenil.
Complementariamente, y como reflejo de estos cambios, la juventud protagonizó lo que Eric Hobsbawm definió como una “revolución cultural”. La emergencia de la juventud como un grupo social no sólo autónomo, sino también dotado de recursos, convirtió a los jóvenes en el eje de los mercados de consumo del capitalismo, cuyo paradigma fue el rock: las ventas de discos en Estados Unidos pasaron de 277 millones en 1955 a 2000 millones en 1973 (los números son de Hobsbawm). Y también hubo otros reflejos: el auge del turismo juvenil (nace la Lonely Planet y la cultura mochilera) y de las drogas (como señala Hobsbawm, el hecho de que la droga preferida por los jóvenes occidentales, la marihuana, sea menos dañina que las drogas de sus padres, el alcohol y el tabaco, hizo que fumarla fuera no sólo acto de desafío, sino también de superioridad). Y el gran símbolo de la época, el héroe que vive intensamente y muere joven: el antecedente es James Dean, y luego hay miles de ejemplos, desde Janis Joplin y Brian Jones al Che Guevara o Rodrigo.
En este marco, no debería resultar llamativo que los jóvenes se convirtieran en protagonistas políticos. Lo fueron en el Mayo francés de 1968, en las movilizaciones anti-Vietnam en Estados Unidos en 1967 y en el “otoño caliente italiano” de 1969. Y también en Argentina, en el Cordobazo coprotagonizado por los estudiantes universitarios. En todos estos casos, la juventud fue un actor político central, pero de duración fugaz y más reactivo que propositivo, lo cual se vincula con su estado natural –la juventud es una etapa transitoria por definición– y con el espíritu subjetivista, casi emocional, de sus consignas.
En la Argentina de los ’70, el peronismo montonero y las guerrilleras fueron un fenómeno más duradero. Pero la intención de esta nota no es desarrollar este tema, que excede largamente a su autor, sino marcar algunas diferencias con la juventud actual y especular sobre la relación que con ella ha establecido el kirchnerismo.
En primer lugar, señalemos que hoy la juventud de clase media argentina no es muy diferente de la del primer mundo. Se trata de jóvenes que estudian muchos años y que en algunos casos prolongan su carrera universitaria en el exterior. Se emancipan tardíamente y se casan (cuando tienen la ocurrencia de hacerlo) pasados los 30; tienen hijos tarde, y pocos. Pero ésta es sólo una parte de la juventud. En paralelo, los sectores más pobres desarrollan un ciclo de vida corto, donde todas las etapas se aceleran: el paso de la niñez a la vida adulta es veloz por la necesidad de generar prontamente un ingreso, la emancipación es temprana, los hijos llegan rápido y de a muchos y la muerte los alcanza más jóvenes, como resultado de los déficit alimentarios y sanitarios. Esto se comprueba al comparar los datos de esperanza de vida y la tasa de fecundidad entre provincias: una persona vive en Chaco, en promedio, cinco años menos que en la Capital. La investigadora Susana Torrado lo resume en una frase: “Vivir en apuros para morirse joven”.
Como sostiene el sociólogo Gabriel Kessler, esta doble condición le da a la estructura demográfica argentina una particularidad: comparte con los países en desarrollo la presencia de muchos niños (pobres), pero se asemeja a los más desarrollados en cuanto al alto porcentaje de adultos mayores.
Desde el punto de vista cultural, los jóvenes de hoy no confrontan con los adultos como sucedía en el pasado. La juventud de los ’60/’70 era una juventud que se afianzaba contra los mayores, que eran los que no los entendían, los que les bloqueaban las oportunidades y los que dominaban el planeta (el mundo de posguerra era una gerontocracia, comprobable en el hecho de que casi todos los grandes líderes de la época eran viejos: Churchill, De Gaulle, Stalin, Perón, Gandhi). Las cosas hoy son diferentes. Como señala el Informe sobre Juventud en el Mercosur del PNUD, los jóvenes de hoy alcanzan un “pacto familiar” mediante una negociación con sus padres.
Y esto, sumado a los bajos salarios y el auge del “trabajo basura”, explica el retraso de la emancipación (en el sentido de la formación de una familia propia) entre los jóvenes de clase media. La comodidad y la relativa libertad que se respiran en el hogar familiar, junto a las dificultades del mercado laboral, estiran el momento de abandonar el nido, tibio y de heladera llena. Sucede que los jóvenes de hoy pueden ser hippies, pero también pueden ser los hijos de los hippies (o de su variante patética, el deslizamiento del hippismo hacia el new age descuartizado por Michel Houellebecq en Las partículas elementales). Y como siempre es el cine, antes que la sociología, el que mejor refleja este tipo de cosas, recordemos el gran ejemplo de Los Fockers, en la que Ben Stiller, productor de la película y ácido crítico de la sociedad norteamericana, visita a sus padres: Dustin Hoffman, que pasó de abogado a amo de casa, y Barbra Streisand, terapista sexual, cultores ambos de la vida sana, el sexo libre y el aire puro. En Los Fockers, Ben Stiller no sólo no discute con sus padres: se avergüenza de ellos.
Ahora bien, ¿cómo se sitúa el kirchnerismo frente a la juventud? ¿Y cómo frente a las dos juventudes que conviven en la Argentina del Bicentenario? En un principio pareció prestarles poca atención a los jóvenes, enfrascado en un relato generacional que alude a la juventud, pero a la de los ’70, y que muchas veces se reduce a la disyuntiva exasperante de “jóvenes idealistas que hacían la revolución” versus “jóvenes consumistas que sólo quieren jugar a la PlayStation”. Para ser justos, hay que decir que ni los Kirchner ni sus más conspicuos funcionarios, muchos de los cuales fueron protagonistas de los ’70, han suscripto públicamente esta tesis, aunque sí algunos de sus intelectuales más o menos orgánicos.
Pero el tiempo ha producido un fenómeno nuevo: la emergencia de una militancia juvenil kirchnerista, probablemente un subproducto de la progresiva transformación del kirchnerismo en una “minoría intensa”, un sector de la sociedad cuantitativamente minoritario pero cohesionado, con un liderazgo y un programa, en buena medida resultado de iniciativas como la ley de medios y la Asignación Universal.
En todo caso existen hoy círculos de jóvenes militantes kirchneristas. Se trata por supuesto de grupos reducidos, mayoritariamente de clase media, irrelevantes desde el punto de vista del padrón electoral, pero activos e influyentes en los medios y las nuevas formas de comunicación, como las redes sociales y los blogs. Existen, por ejemplo, algunos muy buenos blogs kirchneristas. Atribuirlos a una simple maniobra oficial es absurdo: incluso si el Gobierno los apoyara financieramente, ese apoyo llegó después y no antes de su creación. Y en todo caso existen otros partidos, que también manejan recursos y no dudan en utilizarlos, pero que carecen de este tipo de militancia: ¿dónde están los blogs del radicalismo? ¿Dónde los del PRO? ¿Alguien conoce un blog que defienda las ideas de De Narváez? Quizás haya que remontarse a los primeros años del alfonsinismo para encontrar un fenómeno similar, aunque aquel momento probablemente haya sido más masivo y aunque tuvo una expresión universitaria (la Franja Morada) y partidaria (la Junta Coordinadora) más definidas.
Mi tesis, en el final de esta nota, es que el kirchnerismo descuida las políticas específicamente orientadas a las “dos juventudes”, sus problemas y necesidades.
Algunos ejemplos desordenados. En los sectores de menores recursos, de ciclo de vida corto, sobresale la ausencia de políticas para enfrentar el drama del embarazo adolescente, que alimenta los mecanismos de transmisión inter-generacional de la pobreza (el principal avance en este tema fue la ley de salud reproductiva sancionada en la etapa duhaldista, pero es insuficiente y encuentra graves problemas de aplicación; el hecho de que el Gobierno no quiera ni hablar de despenalización del aborto impone un límite difícil de superar). Otras políticas posibles son aquellas tendientes a reducir la deserción escolar en las madres adolescentes y jóvenes, a través por ejemplo de becas específicamente dirigidas a ellas. O políticas que faciliten la construcción o alquiler de viviendas propias para los jóvenes de bajos recursos recién emancipados. O programas más amplios de primer empleo (hay uno del Ministerio de Trabajo). O medidas tendientes a acercar la universidad, que sigue siendo un reducto de la clase media, a los jóvenes más pobres.
En cuanto a la juventud de clase media, se trata de buscar políticas orientadas a facilitar, entre otras cosas, la emancipación a través de subsidios, por ejemplo a la compra de la primera vivienda u orientados a reducir el precio de los alquileres. Es notoria también la ausencia de una política universitaria más definida (curiosamente, el menemismo sí tuvo una: la creación de universidades nacionales en el Conurbano, cuyo objetivo fue reducir el peso de la UBA pero que, aunque desordenadas y de desigual nivel, le agregaron diversidad a la educación terciaria y la acercaron a los jóvenes de los sectores populares).
Desde un punto de vista más simbólico, la estrategia comunicacional del Gobierno ignoró a la juventud durante años y recién desde hace un tiempo ha comenzado a considerarla. Y su política cultural, de raigambre “jauretcheriana” y “pacourondista”, parece limitada sólo a los jóvenes de los ’60/’70, sin considerar a los jóvenes de hoy.
No hay mucho misterio: se trata de atender las necesidades de una juventud partida y registrar la politización de un sector de los jóvenes, fenómeno que el mismo kirchnerismo ha generado y en el que apenas parece haber reparado.
La juventud –entendiendo por ella el grupo etario que va desde la pubertad hasta la adultez– es un fenómeno de la segunda mitad del siglo XX. Su emergencia en los años de la posguerra se explica por una combinación de factores. El primero, de tipo material, tiene que ver con los cambios en la economía, sobre todo la expansión del sector servicios, que comenzó a demandar una mayor cantidad de profesionales y técnicos. En un contexto de prosperidad, muchas familias impulsaron a sus hijos a prolongar los estudios. La extensión de la cobertura universitaria creó una enorme masa de jóvenes que compartían sus experiencias y sus sueños en espacios comunes de socialización: las sedes de las universidades, los campus y sus extensiones (los bares). Más educados y conscientes que sus padres, tenían tiempo y recursos para pensar y actuar.
Pero además el pleno empleo –que durante un par de décadas se vivió en Europa y Estados Unidos pero también, en menor medida, en países de desarrollo medio como Argentina o Chile– permitió que incluso aquellos jóvenes que pasaban sin mucho trámite de la adolescencia al mercado laboral tuvieran recursos para sostenerse a sí mismos. Ya no necesitaban de la familia para sobrevivir.
Y además el mundo estaba cambiando a una velocidad nunca antes vista. Esto creó un divorcio entre el presente y el pasado, una suerte de discontinuidad histórica, que debilitó el valor de la experiencia, incapaz de lidiar con fenómenos completamente nuevos. La sabiduría de los ancianos perdió buena parte de su peso simbólico, menos por la maldad de los nuevos jóvenes que por las transformaciones estructurales de la economía y la sociedad, abriendo un abismo generacional. Los aceleradísimos cambios tecnológicos le dieron a la juventud una ventaja sobre los adultos. Por primera vez en la historia, los jóvenes sabían cosas que sus padres no. Un ejemplo simple es el del padre que le pide a su hijo adolescente que lo ayude con la computadora. No es difícil imaginar el impacto de esta nueva realidad en la autoconfianza juvenil.
Complementariamente, y como reflejo de estos cambios, la juventud protagonizó lo que Eric Hobsbawm definió como una “revolución cultural”. La emergencia de la juventud como un grupo social no sólo autónomo, sino también dotado de recursos, convirtió a los jóvenes en el eje de los mercados de consumo del capitalismo, cuyo paradigma fue el rock: las ventas de discos en Estados Unidos pasaron de 277 millones en 1955 a 2000 millones en 1973 (los números son de Hobsbawm). Y también hubo otros reflejos: el auge del turismo juvenil (nace la Lonely Planet y la cultura mochilera) y de las drogas (como señala Hobsbawm, el hecho de que la droga preferida por los jóvenes occidentales, la marihuana, sea menos dañina que las drogas de sus padres, el alcohol y el tabaco, hizo que fumarla fuera no sólo acto de desafío, sino también de superioridad). Y el gran símbolo de la época, el héroe que vive intensamente y muere joven: el antecedente es James Dean, y luego hay miles de ejemplos, desde Janis Joplin y Brian Jones al Che Guevara o Rodrigo.
En este marco, no debería resultar llamativo que los jóvenes se convirtieran en protagonistas políticos. Lo fueron en el Mayo francés de 1968, en las movilizaciones anti-Vietnam en Estados Unidos en 1967 y en el “otoño caliente italiano” de 1969. Y también en Argentina, en el Cordobazo coprotagonizado por los estudiantes universitarios. En todos estos casos, la juventud fue un actor político central, pero de duración fugaz y más reactivo que propositivo, lo cual se vincula con su estado natural –la juventud es una etapa transitoria por definición– y con el espíritu subjetivista, casi emocional, de sus consignas.
En la Argentina de los ’70, el peronismo montonero y las guerrilleras fueron un fenómeno más duradero. Pero la intención de esta nota no es desarrollar este tema, que excede largamente a su autor, sino marcar algunas diferencias con la juventud actual y especular sobre la relación que con ella ha establecido el kirchnerismo.
En primer lugar, señalemos que hoy la juventud de clase media argentina no es muy diferente de la del primer mundo. Se trata de jóvenes que estudian muchos años y que en algunos casos prolongan su carrera universitaria en el exterior. Se emancipan tardíamente y se casan (cuando tienen la ocurrencia de hacerlo) pasados los 30; tienen hijos tarde, y pocos. Pero ésta es sólo una parte de la juventud. En paralelo, los sectores más pobres desarrollan un ciclo de vida corto, donde todas las etapas se aceleran: el paso de la niñez a la vida adulta es veloz por la necesidad de generar prontamente un ingreso, la emancipación es temprana, los hijos llegan rápido y de a muchos y la muerte los alcanza más jóvenes, como resultado de los déficit alimentarios y sanitarios. Esto se comprueba al comparar los datos de esperanza de vida y la tasa de fecundidad entre provincias: una persona vive en Chaco, en promedio, cinco años menos que en la Capital. La investigadora Susana Torrado lo resume en una frase: “Vivir en apuros para morirse joven”.
Como sostiene el sociólogo Gabriel Kessler, esta doble condición le da a la estructura demográfica argentina una particularidad: comparte con los países en desarrollo la presencia de muchos niños (pobres), pero se asemeja a los más desarrollados en cuanto al alto porcentaje de adultos mayores.
Desde el punto de vista cultural, los jóvenes de hoy no confrontan con los adultos como sucedía en el pasado. La juventud de los ’60/’70 era una juventud que se afianzaba contra los mayores, que eran los que no los entendían, los que les bloqueaban las oportunidades y los que dominaban el planeta (el mundo de posguerra era una gerontocracia, comprobable en el hecho de que casi todos los grandes líderes de la época eran viejos: Churchill, De Gaulle, Stalin, Perón, Gandhi). Las cosas hoy son diferentes. Como señala el Informe sobre Juventud en el Mercosur del PNUD, los jóvenes de hoy alcanzan un “pacto familiar” mediante una negociación con sus padres.
Y esto, sumado a los bajos salarios y el auge del “trabajo basura”, explica el retraso de la emancipación (en el sentido de la formación de una familia propia) entre los jóvenes de clase media. La comodidad y la relativa libertad que se respiran en el hogar familiar, junto a las dificultades del mercado laboral, estiran el momento de abandonar el nido, tibio y de heladera llena. Sucede que los jóvenes de hoy pueden ser hippies, pero también pueden ser los hijos de los hippies (o de su variante patética, el deslizamiento del hippismo hacia el new age descuartizado por Michel Houellebecq en Las partículas elementales). Y como siempre es el cine, antes que la sociología, el que mejor refleja este tipo de cosas, recordemos el gran ejemplo de Los Fockers, en la que Ben Stiller, productor de la película y ácido crítico de la sociedad norteamericana, visita a sus padres: Dustin Hoffman, que pasó de abogado a amo de casa, y Barbra Streisand, terapista sexual, cultores ambos de la vida sana, el sexo libre y el aire puro. En Los Fockers, Ben Stiller no sólo no discute con sus padres: se avergüenza de ellos.
Ahora bien, ¿cómo se sitúa el kirchnerismo frente a la juventud? ¿Y cómo frente a las dos juventudes que conviven en la Argentina del Bicentenario? En un principio pareció prestarles poca atención a los jóvenes, enfrascado en un relato generacional que alude a la juventud, pero a la de los ’70, y que muchas veces se reduce a la disyuntiva exasperante de “jóvenes idealistas que hacían la revolución” versus “jóvenes consumistas que sólo quieren jugar a la PlayStation”. Para ser justos, hay que decir que ni los Kirchner ni sus más conspicuos funcionarios, muchos de los cuales fueron protagonistas de los ’70, han suscripto públicamente esta tesis, aunque sí algunos de sus intelectuales más o menos orgánicos.
Pero el tiempo ha producido un fenómeno nuevo: la emergencia de una militancia juvenil kirchnerista, probablemente un subproducto de la progresiva transformación del kirchnerismo en una “minoría intensa”, un sector de la sociedad cuantitativamente minoritario pero cohesionado, con un liderazgo y un programa, en buena medida resultado de iniciativas como la ley de medios y la Asignación Universal.
En todo caso existen hoy círculos de jóvenes militantes kirchneristas. Se trata por supuesto de grupos reducidos, mayoritariamente de clase media, irrelevantes desde el punto de vista del padrón electoral, pero activos e influyentes en los medios y las nuevas formas de comunicación, como las redes sociales y los blogs. Existen, por ejemplo, algunos muy buenos blogs kirchneristas. Atribuirlos a una simple maniobra oficial es absurdo: incluso si el Gobierno los apoyara financieramente, ese apoyo llegó después y no antes de su creación. Y en todo caso existen otros partidos, que también manejan recursos y no dudan en utilizarlos, pero que carecen de este tipo de militancia: ¿dónde están los blogs del radicalismo? ¿Dónde los del PRO? ¿Alguien conoce un blog que defienda las ideas de De Narváez? Quizás haya que remontarse a los primeros años del alfonsinismo para encontrar un fenómeno similar, aunque aquel momento probablemente haya sido más masivo y aunque tuvo una expresión universitaria (la Franja Morada) y partidaria (la Junta Coordinadora) más definidas.
Mi tesis, en el final de esta nota, es que el kirchnerismo descuida las políticas específicamente orientadas a las “dos juventudes”, sus problemas y necesidades.
Algunos ejemplos desordenados. En los sectores de menores recursos, de ciclo de vida corto, sobresale la ausencia de políticas para enfrentar el drama del embarazo adolescente, que alimenta los mecanismos de transmisión inter-generacional de la pobreza (el principal avance en este tema fue la ley de salud reproductiva sancionada en la etapa duhaldista, pero es insuficiente y encuentra graves problemas de aplicación; el hecho de que el Gobierno no quiera ni hablar de despenalización del aborto impone un límite difícil de superar). Otras políticas posibles son aquellas tendientes a reducir la deserción escolar en las madres adolescentes y jóvenes, a través por ejemplo de becas específicamente dirigidas a ellas. O políticas que faciliten la construcción o alquiler de viviendas propias para los jóvenes de bajos recursos recién emancipados. O programas más amplios de primer empleo (hay uno del Ministerio de Trabajo). O medidas tendientes a acercar la universidad, que sigue siendo un reducto de la clase media, a los jóvenes más pobres.
En cuanto a la juventud de clase media, se trata de buscar políticas orientadas a facilitar, entre otras cosas, la emancipación a través de subsidios, por ejemplo a la compra de la primera vivienda u orientados a reducir el precio de los alquileres. Es notoria también la ausencia de una política universitaria más definida (curiosamente, el menemismo sí tuvo una: la creación de universidades nacionales en el Conurbano, cuyo objetivo fue reducir el peso de la UBA pero que, aunque desordenadas y de desigual nivel, le agregaron diversidad a la educación terciaria y la acercaron a los jóvenes de los sectores populares).
Desde un punto de vista más simbólico, la estrategia comunicacional del Gobierno ignoró a la juventud durante años y recién desde hace un tiempo ha comenzado a considerarla. Y su política cultural, de raigambre “jauretcheriana” y “pacourondista”, parece limitada sólo a los jóvenes de los ’60/’70, sin considerar a los jóvenes de hoy.
No hay mucho misterio: se trata de atender las necesidades de una juventud partida y registrar la politización de un sector de los jóvenes, fenómeno que el mismo kirchnerismo ha generado y en el que apenas parece haber reparado.
domingo, junio 27, 2010
El Plan Fénix italiano
Por Alfredo Zaiat
Italia no sólo quedó fuera del Mundial de Sudáfrica con un fútbol mezquino, el mismo que le permitió ganar el torneo en 2006 después de pasar la ronda de octavos de final con un penal inventado contra Australia. En ese año, la economía había crecido 1,9 por ciento, con un buen ritmo de exportaciones avanzando el 5,0 por ciento y el consumo interno, 1,4 por ciento. Para una economía madura no eran cifras descollantes pero coronaban un año con la Copa del Mundial en Roma. Los italianos estaban en línea con un escenario global de excitación financiera y ganancias fáciles. Cuatro años después, perder con Eslovaquia no sólo exhibió la mediocridad de la Azzurra, sino que los italianos tendrán que arrastrar su pena futbolera padeciendo el virus de la “austeridad” económica que contagia a gobiernos europeos. Estos se han lanzado a mostrar que son soldados obedientes de las finanzas globales presentando sus respectivos planes de austeridad, más conocidos como de ajuste sobre los sectores más vulnerables. En cada uno de los casos son presentados como el programa fiscal más importante desde la posguerra, como si esa caracterización fuera una virtud. Las diferencias son notables entre ambos períodos: después del ’45, el pueblo sufría por las heridas de la guerra y el objetivo era la reconstrucción y generar las condiciones para la generación de empleos; hoy la cuenta fiscal por el salvataje del sistema financiero, responsable de la debacle de la Eurozona, está siendo trasladada a trabajadores y jubilados.
Esa estrategia coloca al ajuste recesivo como la vía elegida por los gobiernos europeos, sendero que América latina puede enseñar que agudiza la crisis. En el encuentro del G-20 en Toronto de este fin de semana quedó en evidencia que el debate central de las potencias fue entre planes de austeridad y programas de estímulos fiscales. Italia anunció una reducción de 24.000 millones de euros entre 2011 y 2013, rebajando el gasto público y las pensiones, congelando los salarios de los funcionarios durante tres años y elevando progresivamente la edad jubilatoria de las mujeres hasta los 65 años en 2016. Los líderes políticos de Europa, su elite empresaria y gran parte de la prensa exhiben con una naturalidad asombrosa la necesidad de esos planes de ajuste. Las centrales obreras han empezado a movilizarse para manifestar su oposición y se han organizado marchas de protesta frente a ese fuerte avance sobre derechos laborales.
El dominio de la concepción ortodoxa en materia económica en las áreas de conducción política de la Eurozona es muy sólido. Pese a ello, empiezan a emerger otras voces escandalizadas por esos planes recesivos que condenan a la exclusión y al sacrificio a los sectores más débiles de la sociedad. En la misma soledad que en su momento transitaron los economistas del Plan Fénix, de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, un importante grupo de economistas italianos escribieron un documento presentado como una carta dirigida al primer ministro, Silvio Berlusconi, a los miembros del Parlamento y a los representantes italianos en diferentes instituciones de la Unión Europea. Promovido por los economistas Bruno Bosco (Università di Milano Bicocca), Emiliano Brancaccio (Università del Sannio), Roberto Ciccone (Università Roma Tre), Riccardo Realfonzo (Università del Sannio) y Antonella Stirati (Università Roma Tre), esa carta reúne la adhesión de otros 150 advirtiendo que los planes de austeridad empeoran la crisis, agrega combustible a la especulación y puede provocar la desintegración de la Zona Euro.
Los puntos principales de esa carta (www.letteradeglieconomisti.it/english.htm) son muy precisos, y su lectura remite a la traumática experiencia argentina de los años de la convertibilidad:
- La gravísima crisis económica mundial y la de la Zona del Euro no se resolverán mediante la reducción de salarios, pensiones, servicios sociales, educación, investigación, cultura y servicios públicos esenciales.
- Existe el grave peligro de que la llamada “austeridad” terminará acentuando aún más las características de la crisis, haciendo que la insolvencia, la quiebra de empresas y el desempleo crezcan más rápido y, con toda probabilidad, obligando a algunos estados miembro a retirarse de la Unión Monetaria Europea en algún momento.
- La crisis mundial que estalló en 2007-2008 sigue en marcha dado que ninguna intervención se realizó sobre sus causas estructurales.
- El punto fundamental que hay que entender es que la inestabilidad actual de la Unión Monetaria no es simplemente el resultado de la “contabilidad resbaladiza” o gasto fácil. En realidad, es el resultado de una profunda vinculación entre la crisis financiera mundial y una serie de desequilibrios en la Zona Euro, derivadas principalmente del diseño liberal del Tratado de la Unión y de la política económica restrictiva de los Estados miembros (en referencia a Alemania) que sistemáticamente muestran un superávit en su balanza de pagos.
- Alemania, desde hace algún tiempo, se ha orientado a mantener los salarios bajos en comparación con la productividad, la demanda y las importaciones, y a penetrar otros mercados con el fin de aumentar la cuota de las empresas alemanas en países europeos.
- Más concretamente, Alemania acumula un superávit en su balanza comercial, mientras que Grecia, Portugal, España, Italia e incluso Francia tienden a endeudarse.
- La movilidad total del capital en la zona del euro ha favorecido enormemente la creación de desequilibrios. La supuesta eficiencia de los mercados financieros no encuentra confirmación en la práctica y los descalabros acumulados resultan insostenibles.
- Es por estas razones que los operadores en los mercados financieros están apostando a la desintegración de la Zona Euro.
- Prevén que con la continuación de la crisis los ingresos de los Estados miembros será cada vez más difícil garantizar la devolución de las deudas, tanto públicas como privadas. Por lo tanto, varios países serían progresivamente expulsados de la Zona Euro, o ellos mismos pueden decidir dejarla para escapar de la espiral deflacionista.
- Los errores cometidos son, sin duda, debido a las políticas recesivas del liberalismo económico propuesto por los economistas ligados a los esquemas de análisis en boga en los últimos años.
- Es evidente que la obstinación con tales políticas no es simplemente el resultado de malentendidos generados por modelos económicos cuya coherencia y relevancia empírica han sido fuertemente cuestionados en la comunidad académica.
- La afición a la llamada “austeridad” es en realidad la expresión de intereses sociales consolidados. De hecho, hay algunas personas que ven la crisis actual como una oportunidad para acelerar los procesos de desmantelamiento de los servicios sociales, la fragmentación del empleo y la reestructuración y centralización de capitales europeos.
- Por tanto, creemos que el enfoque adoptado hasta ahora debe ser abandonado antes de que sea demasiado tarde.
Sus colegas argentinos del Plan Fénix pueden acreditar que no están equivocados.
Italia no sólo quedó fuera del Mundial de Sudáfrica con un fútbol mezquino, el mismo que le permitió ganar el torneo en 2006 después de pasar la ronda de octavos de final con un penal inventado contra Australia. En ese año, la economía había crecido 1,9 por ciento, con un buen ritmo de exportaciones avanzando el 5,0 por ciento y el consumo interno, 1,4 por ciento. Para una economía madura no eran cifras descollantes pero coronaban un año con la Copa del Mundial en Roma. Los italianos estaban en línea con un escenario global de excitación financiera y ganancias fáciles. Cuatro años después, perder con Eslovaquia no sólo exhibió la mediocridad de la Azzurra, sino que los italianos tendrán que arrastrar su pena futbolera padeciendo el virus de la “austeridad” económica que contagia a gobiernos europeos. Estos se han lanzado a mostrar que son soldados obedientes de las finanzas globales presentando sus respectivos planes de austeridad, más conocidos como de ajuste sobre los sectores más vulnerables. En cada uno de los casos son presentados como el programa fiscal más importante desde la posguerra, como si esa caracterización fuera una virtud. Las diferencias son notables entre ambos períodos: después del ’45, el pueblo sufría por las heridas de la guerra y el objetivo era la reconstrucción y generar las condiciones para la generación de empleos; hoy la cuenta fiscal por el salvataje del sistema financiero, responsable de la debacle de la Eurozona, está siendo trasladada a trabajadores y jubilados.
Esa estrategia coloca al ajuste recesivo como la vía elegida por los gobiernos europeos, sendero que América latina puede enseñar que agudiza la crisis. En el encuentro del G-20 en Toronto de este fin de semana quedó en evidencia que el debate central de las potencias fue entre planes de austeridad y programas de estímulos fiscales. Italia anunció una reducción de 24.000 millones de euros entre 2011 y 2013, rebajando el gasto público y las pensiones, congelando los salarios de los funcionarios durante tres años y elevando progresivamente la edad jubilatoria de las mujeres hasta los 65 años en 2016. Los líderes políticos de Europa, su elite empresaria y gran parte de la prensa exhiben con una naturalidad asombrosa la necesidad de esos planes de ajuste. Las centrales obreras han empezado a movilizarse para manifestar su oposición y se han organizado marchas de protesta frente a ese fuerte avance sobre derechos laborales.
El dominio de la concepción ortodoxa en materia económica en las áreas de conducción política de la Eurozona es muy sólido. Pese a ello, empiezan a emerger otras voces escandalizadas por esos planes recesivos que condenan a la exclusión y al sacrificio a los sectores más débiles de la sociedad. En la misma soledad que en su momento transitaron los economistas del Plan Fénix, de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, un importante grupo de economistas italianos escribieron un documento presentado como una carta dirigida al primer ministro, Silvio Berlusconi, a los miembros del Parlamento y a los representantes italianos en diferentes instituciones de la Unión Europea. Promovido por los economistas Bruno Bosco (Università di Milano Bicocca), Emiliano Brancaccio (Università del Sannio), Roberto Ciccone (Università Roma Tre), Riccardo Realfonzo (Università del Sannio) y Antonella Stirati (Università Roma Tre), esa carta reúne la adhesión de otros 150 advirtiendo que los planes de austeridad empeoran la crisis, agrega combustible a la especulación y puede provocar la desintegración de la Zona Euro.
Los puntos principales de esa carta (www.letteradeglieconomisti.it/english.htm) son muy precisos, y su lectura remite a la traumática experiencia argentina de los años de la convertibilidad:
- La gravísima crisis económica mundial y la de la Zona del Euro no se resolverán mediante la reducción de salarios, pensiones, servicios sociales, educación, investigación, cultura y servicios públicos esenciales.
- Existe el grave peligro de que la llamada “austeridad” terminará acentuando aún más las características de la crisis, haciendo que la insolvencia, la quiebra de empresas y el desempleo crezcan más rápido y, con toda probabilidad, obligando a algunos estados miembro a retirarse de la Unión Monetaria Europea en algún momento.
- La crisis mundial que estalló en 2007-2008 sigue en marcha dado que ninguna intervención se realizó sobre sus causas estructurales.
- El punto fundamental que hay que entender es que la inestabilidad actual de la Unión Monetaria no es simplemente el resultado de la “contabilidad resbaladiza” o gasto fácil. En realidad, es el resultado de una profunda vinculación entre la crisis financiera mundial y una serie de desequilibrios en la Zona Euro, derivadas principalmente del diseño liberal del Tratado de la Unión y de la política económica restrictiva de los Estados miembros (en referencia a Alemania) que sistemáticamente muestran un superávit en su balanza de pagos.
- Alemania, desde hace algún tiempo, se ha orientado a mantener los salarios bajos en comparación con la productividad, la demanda y las importaciones, y a penetrar otros mercados con el fin de aumentar la cuota de las empresas alemanas en países europeos.
- Más concretamente, Alemania acumula un superávit en su balanza comercial, mientras que Grecia, Portugal, España, Italia e incluso Francia tienden a endeudarse.
- La movilidad total del capital en la zona del euro ha favorecido enormemente la creación de desequilibrios. La supuesta eficiencia de los mercados financieros no encuentra confirmación en la práctica y los descalabros acumulados resultan insostenibles.
- Es por estas razones que los operadores en los mercados financieros están apostando a la desintegración de la Zona Euro.
- Prevén que con la continuación de la crisis los ingresos de los Estados miembros será cada vez más difícil garantizar la devolución de las deudas, tanto públicas como privadas. Por lo tanto, varios países serían progresivamente expulsados de la Zona Euro, o ellos mismos pueden decidir dejarla para escapar de la espiral deflacionista.
- Los errores cometidos son, sin duda, debido a las políticas recesivas del liberalismo económico propuesto por los economistas ligados a los esquemas de análisis en boga en los últimos años.
- Es evidente que la obstinación con tales políticas no es simplemente el resultado de malentendidos generados por modelos económicos cuya coherencia y relevancia empírica han sido fuertemente cuestionados en la comunidad académica.
- La afición a la llamada “austeridad” es en realidad la expresión de intereses sociales consolidados. De hecho, hay algunas personas que ven la crisis actual como una oportunidad para acelerar los procesos de desmantelamiento de los servicios sociales, la fragmentación del empleo y la reestructuración y centralización de capitales europeos.
- Por tanto, creemos que el enfoque adoptado hasta ahora debe ser abandonado antes de que sea demasiado tarde.
Sus colegas argentinos del Plan Fénix pueden acreditar que no están equivocados.
La Ideología “de que las cosas funcionen” en el branding político
Por Rubén Weinsteiner para Newsweek
La UCD fue un partido -dicho en pasado esto, porque la expresión residual que hoy lidera Pereyra de Olazábal solo encarna a mi juicio un vestigio arqueológico- que surgió a medida de Álvaro Alsogaray, quien capitalizó y bien, la experiencia fallida de los setentas con la campaña más cara de la historia argentina, la de la Nueva Fuerza, que postulaba la fórmula Chamizo-Ondarts, para la presidencia de la nación y que lideraba publicitariamente Juan Cosín.
La UCD hizo una campaña digna en el 83, creció hacia el 85 con las figuras de María Julia y Adelina, se contrajo en las elecciones del 87, y finalmente sacó 2 millones de votos en el 89, constituyéndose en el soporte ideológico de Carlos Menem, quien además de convocar al Ing. Alsogaray como consejero y cara visible, integró a la cúpula entera de la UCD a su gobierno, Así María Julia privatizó, Adelina presidió Bancos, y Albamonte y Kamerath fueron pasando de una secretaría a la otra.
El fenómeno de la fusión UCD-Peronismo menemista resulta un interesante objeto de análisis en términos de branding político, mientras el menemismo hizo suya la prédica liberal, la doctrina en materia de relaciones exteriores, y algunas concepciones liberales en materia política, los inmigrantes liberales al espacio pejotista, no solo cantaron la marchita sino que adquirieron un visión corporativista, de alianza de clases, no a favor de un proyecto nacional en los términos de la ortodoxia peronista, pero si a favor de “un país integrado al mundo” “un país donde las cosas funcionen” o simplemente “un país que ya es parte del primer mundo” .
Esta unión se constituyó en el certificado de defunción de la UCD, más allá de algún sello de goma que ande dando vueltas en algún cajón desvencijado, y determinó también un cisma en el peronismo.
¿Cuando murió la UCD? Cuando relego su ideología a favor del pragmatismo, y no solo desapareció su espacio, sino que ningún partido, ni aquellos que se los podría considerar, herederos en términos de marketing político de la UCD, promueven en forma abierta las ideas del viejo partido de Alsogaray.
En ese punto quisiera detenerme y plantear que la UCD, antes de rematar su equipaje ideológico, tuvo una agenda ideológica clara, no planteaba el fin de las ideologías, era liberal, en un contexto de guerra fría es cierto, pero le permitía a su militancia construir cuadros, acercar intelectuales, discutir, ideas con ideología, e instalar una agenda estratégica en el debate político.
El relato de Alsogaray era dogmático pero interesante mas allá de estar en contra o a favor, hablaba de libertad política y económica, de la pasión, impulso y creatividad de los privados, de la ineficiencia del estado, de la preservación del individuo frente al avance de ese estado, de la complementariedad en materia de comercio internacional, de apertura, de derrame. Insisto uno puedo oponerse a las ideas, pero estaban planteadas, estaban ahí y enamoraron a mucha gente.
Los herederos naturales de la UCD, el PRO y De Narváez, construyen un discurso a mi juicio, fatalmente cortoplacista en términos de branding, que puede convencer pero nunca apasionar, emocionar o enamorar.
La Diputada Nacional por el PRO, Soledad Martínez dice en una entrevista concedida al diario La Nación: "Creo que la política no pasa ya por las batallas ideológicas y pasa más por el hacer", y añade: "No creo que haya soluciones de izquierda y de derecha, hay soluciones de sentido común”
Hace pocas semanas en Facebook, leía en la página de una asesora muy cercana a De Narváez algo así como: "No tengo ideología política, me basta con que las cosas funcionen” semejante definición abierta, no permite dilucidar si se refería a las instituciones, a la justicia social, o a los cajeros automáticos de los bancos.
Pero en todo caso, la matriz discursiva a partir de “hacer las cosas bien, que funcionen” sin ideología, no ha tenido éxito más allá de construcciones de corto plazo, en los diferentes escenarios donde se ha planteado como “discurso de poder” en términos de Foucault. Ya que como discurso de poder solo se enfoca en resolver y aliviar algunos recortes del presente, pero no enamora, no emociona, no moviliza, no asegura cambios drásticos y por lo tanto no puede constituir nunca un “discurso de poder”.
Cuando uno construye marca en el mercado político, debe ser abierto, es de manual, en las propuestas, cuanto menos precisión y sintonía fina, mejor, por eso siempre se plantean los “que” y jamás los “como ”. Esto es hacer campaña con el preámbulo de la constitución como lo hizo Alfonsín, “constituir la unión nacional, promover a la defensa común, asegurar el bienestar general” etc.
Nadie puede estar en contra de estas propuestas, por eso son inclusivas y suman. Pero lo que no se puede hacer a mi juicio, es esa apertura trasladarla a la organicidad constitutiva ideológica del espacio, no se puede decir no tengo ideología, solo quiero que los semáforos funcionen, porque de esa manera, será imposible debatir ideas más allá de la coyuntura, y en ese contexto todo plan estratégico resulta inabordable y cuando solo el escalafón táctico opera, indefectiblemente los semáforos en algún momento dejan de funcionar.
Que las cosas funcionen es un medio no un fin, la ideología es el rumbo de un barco, el destino final, si no hay ideología, el barco puede andar derechito y sin sobresaltos, pero ¿adonde va?.
Sin ideología no hay estrategia y sin estrategia es imposible asumir la iniciativa, y cuando un espacio no puede asumir la iniciativa ni desde las políticas ni desde el relato, pasa a la fase de la política del bombero, es decir correr a apagar incendios, a echar funcionarios, a desmentir, a explicar, a aclarar lo que oscurece y luego a desaparecer como la UCD.
La UCD fue un partido -dicho en pasado esto, porque la expresión residual que hoy lidera Pereyra de Olazábal solo encarna a mi juicio un vestigio arqueológico- que surgió a medida de Álvaro Alsogaray, quien capitalizó y bien, la experiencia fallida de los setentas con la campaña más cara de la historia argentina, la de la Nueva Fuerza, que postulaba la fórmula Chamizo-Ondarts, para la presidencia de la nación y que lideraba publicitariamente Juan Cosín.
La UCD hizo una campaña digna en el 83, creció hacia el 85 con las figuras de María Julia y Adelina, se contrajo en las elecciones del 87, y finalmente sacó 2 millones de votos en el 89, constituyéndose en el soporte ideológico de Carlos Menem, quien además de convocar al Ing. Alsogaray como consejero y cara visible, integró a la cúpula entera de la UCD a su gobierno, Así María Julia privatizó, Adelina presidió Bancos, y Albamonte y Kamerath fueron pasando de una secretaría a la otra.
El fenómeno de la fusión UCD-Peronismo menemista resulta un interesante objeto de análisis en términos de branding político, mientras el menemismo hizo suya la prédica liberal, la doctrina en materia de relaciones exteriores, y algunas concepciones liberales en materia política, los inmigrantes liberales al espacio pejotista, no solo cantaron la marchita sino que adquirieron un visión corporativista, de alianza de clases, no a favor de un proyecto nacional en los términos de la ortodoxia peronista, pero si a favor de “un país integrado al mundo” “un país donde las cosas funcionen” o simplemente “un país que ya es parte del primer mundo” .
Esta unión se constituyó en el certificado de defunción de la UCD, más allá de algún sello de goma que ande dando vueltas en algún cajón desvencijado, y determinó también un cisma en el peronismo.
¿Cuando murió la UCD? Cuando relego su ideología a favor del pragmatismo, y no solo desapareció su espacio, sino que ningún partido, ni aquellos que se los podría considerar, herederos en términos de marketing político de la UCD, promueven en forma abierta las ideas del viejo partido de Alsogaray.
En ese punto quisiera detenerme y plantear que la UCD, antes de rematar su equipaje ideológico, tuvo una agenda ideológica clara, no planteaba el fin de las ideologías, era liberal, en un contexto de guerra fría es cierto, pero le permitía a su militancia construir cuadros, acercar intelectuales, discutir, ideas con ideología, e instalar una agenda estratégica en el debate político.
El relato de Alsogaray era dogmático pero interesante mas allá de estar en contra o a favor, hablaba de libertad política y económica, de la pasión, impulso y creatividad de los privados, de la ineficiencia del estado, de la preservación del individuo frente al avance de ese estado, de la complementariedad en materia de comercio internacional, de apertura, de derrame. Insisto uno puedo oponerse a las ideas, pero estaban planteadas, estaban ahí y enamoraron a mucha gente.
Los herederos naturales de la UCD, el PRO y De Narváez, construyen un discurso a mi juicio, fatalmente cortoplacista en términos de branding, que puede convencer pero nunca apasionar, emocionar o enamorar.
La Diputada Nacional por el PRO, Soledad Martínez dice en una entrevista concedida al diario La Nación: "Creo que la política no pasa ya por las batallas ideológicas y pasa más por el hacer", y añade: "No creo que haya soluciones de izquierda y de derecha, hay soluciones de sentido común”
Hace pocas semanas en Facebook, leía en la página de una asesora muy cercana a De Narváez algo así como: "No tengo ideología política, me basta con que las cosas funcionen” semejante definición abierta, no permite dilucidar si se refería a las instituciones, a la justicia social, o a los cajeros automáticos de los bancos.
Pero en todo caso, la matriz discursiva a partir de “hacer las cosas bien, que funcionen” sin ideología, no ha tenido éxito más allá de construcciones de corto plazo, en los diferentes escenarios donde se ha planteado como “discurso de poder” en términos de Foucault. Ya que como discurso de poder solo se enfoca en resolver y aliviar algunos recortes del presente, pero no enamora, no emociona, no moviliza, no asegura cambios drásticos y por lo tanto no puede constituir nunca un “discurso de poder”.
Cuando uno construye marca en el mercado político, debe ser abierto, es de manual, en las propuestas, cuanto menos precisión y sintonía fina, mejor, por eso siempre se plantean los “que” y jamás los “como ”. Esto es hacer campaña con el preámbulo de la constitución como lo hizo Alfonsín, “constituir la unión nacional, promover a la defensa común, asegurar el bienestar general” etc.
Nadie puede estar en contra de estas propuestas, por eso son inclusivas y suman. Pero lo que no se puede hacer a mi juicio, es esa apertura trasladarla a la organicidad constitutiva ideológica del espacio, no se puede decir no tengo ideología, solo quiero que los semáforos funcionen, porque de esa manera, será imposible debatir ideas más allá de la coyuntura, y en ese contexto todo plan estratégico resulta inabordable y cuando solo el escalafón táctico opera, indefectiblemente los semáforos en algún momento dejan de funcionar.
Que las cosas funcionen es un medio no un fin, la ideología es el rumbo de un barco, el destino final, si no hay ideología, el barco puede andar derechito y sin sobresaltos, pero ¿adonde va?.
Sin ideología no hay estrategia y sin estrategia es imposible asumir la iniciativa, y cuando un espacio no puede asumir la iniciativa ni desde las políticas ni desde el relato, pasa a la fase de la política del bombero, es decir correr a apagar incendios, a echar funcionarios, a desmentir, a explicar, a aclarar lo que oscurece y luego a desaparecer como la UCD.
sábado, junio 26, 2010
Lo que piensa la gente
“La gente” no es siempre la misma. Para cada editor es diferente. El hombre dice la gente, por “toda” la gente, pero en realidad está pensando sólo en la que le presta atención, a la que conoce porque durante muchos años fue su interlocutora. Es muy distinto decir “la gente” para un editor de Clarín, de La Nación, de Página/12 o de Crónica, de radio o de televisión. “La gente” es mucha gente diferente. Pero para cada editor “su” gente es “toda” la gente. Así hablan los medios, porque además intentan transferir a esa porción la sensación de totalidad. Es decir, que lo que ellos piensan es lo que piensan todos.
Borges y Benjamin, un camino común
En una exposición exquisita, el filósofo detalló toda una serie de líneas que trazaron “asombrosas simetrías” entre el autor argentino y el alemán: “Son tantos los puntos en común que daría la impresión de que se leyeron, se conocieron en profundidad”.
La calle Beethoven canta su mantra. Esta ciudad suda melodías después de haber festejado, con bocinazos, cerveza en altas dosis, banderas y remeras tricolores, la clasificación de la selección alemana a octavos de final. Acá también se vive el Mundial con pasión. Ya no hay gestos adustos, el horizonte ya no es negro: todos contentos. El sol de verano llegó para quedarse. El moderno edificio de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Leipzig comienza a desperezarse. En el tercer piso un afiche de Borges indica el camino hacia el recinto donde especialistas del mundo continuarán intercambiando figuritas sobre la poesía del autor de Fervor de Buenos Aires. Apenas aletea un viento silencioso. Hace calor. La genealogía de la imaginación de Ricardo Forster suministra una bocanada de aire en el río de la crítica académica. Se asiste a la cumbre de insospechada perfección. Borges y Walter Benjamin pudieron haber sido contemporáneos. Sus pasos pudieron haberse cruzado en aquella Suiza que los cobijó mientras Europa se desangraba en las trincheras de la Primera Guerra. “Sus lecturas urdieron una trama cosmopolita, sus ojos fatigaron, hacia todas las direcciones, la tradición de Occidente”, dice el filósofo. El tema de estas variaciones que involucran a estos gigantes del siglo XX es la ciudad como escritura y la pasión de la memoria.
Borges llegó a Suiza siguiendo los pasos de un padre destinado a la ceguera; Benjamin cruzó la frontera impulsado por sus convicciones pacifistas. “Ahora lo sabemos, pudieron haberse cruzado”, repasa Forster. “Uno vivió en Ginebra, la ciudad de Calvino y de Rousseau, y de las ideas revolucionarias; una ciudad para ser caminada por un adolescente hambriento de novedades, de saberes escondidos en viejas librerías, afiebrado por todo lo que se le ofrecía: los libros, las lenguas y las experimentaciones de los sentidos. El otro vivió en Berna, ciudad callada y bucólica, orgullosa de su provincianismo, lugar ideal para aquel que deseaba ‘salir’ de los tumultos del presente para sumergirse en las tradiciones del Romanticismo alemán.” El filósofo y ensayista rastrea las “asombrosas simetrías” entre B & B. “Ginebra fue la ciudad donde se topó con la obra de Schopenhauer, el filósofo de su vida”, recuerda. También el lugar donde el desciframiento del idioma de Lutero le abrió un mundo inmenso. Lo arrimó a Heine, a Rilke y a la extraña obra de Gustav Meyrink, especialmente a su Golem; le permitió incursionar en las tradiciones germánicas que acabarían conduciéndolo hacia otra de sus pasiones: la vieja literatura anglosajona y escandinava. Pero Ginebra fue, sobre todo, el descubrimiento de Walt Whitman, “descubrimiento casi casual en una librería de viejo que influyó en su obra poética y que lo acompañaría a lo largo de su vida”. Recorrer librerías para tropezarse con algún autor que luego sería esencial asemeja los destinos de Borges y el filósofo alemán. En Berna, Benjamin leyó con intensidad a Kant y discutió con Gershom Scholem sobre temas judaicos mientras proseguía sus investigaciones sobre los románticos alemanes. “Suiza significó un interregno, tomar distancia de sus padres, del militarismo germano, de una guerra despiadada que estaba destruyendo la utopía del sueño decimonónico; pero también supuso, a través de sus debates con Scholem, ahondar en sus inquietudes teológicas, en sus indagaciones lingüísticas y en lo que serían sus vagabundeos por la protohistoria de la modernidad”, subraya.
“La experiencia de Benjamin tiene que ver con el vagabundeo, con la transgresión de las barreras de la ciudad burguesa, con la libertad adolescente”, postula Forster. “En esas horas de ocio y extravío descubre los inagotables secretos de la ciudad.” El filósofo alemán dirá, con razón, que sólo se conoce una ciudad cuando se ha aprendido a perderse por sus calles; la metrópolis “como un manto velado que con paciencia puede ir descorriendo el caminante, pero también como experiencia anacronizante que conmueve al andar distraído de paseante que busca a su alrededor lo que ya dejó de existir”. El especialista plantea que “quien se ha perdido sabiamente en una ciudad es capaz de romper la monotonía de la sucesión temporal, de escaparle a esa forma mefistofélica de destrucción de la memoria que es el progreso”. La trama urbana, en el notable artificio forstesiano, es un jeroglífico que el caminante busca descifrar, espacio donde se mezclan las barajas de realidad y ficción, donde la escritura va encontrando su ritmo y sus temas.
Forster subraya que Borges ve a Buenos Aires con ojos antiguos. “Su visión no es contemporánea, se remonta a su infancia y a lo que vieron y vivieron sus antepasados. Regresa una y otra vez al Buenos Aires de Rosas, la ciudad baja, con patios y zaguanes, una ciudad todavía provinciana que no ha dejado de ser una gran aldea, con sus orilleros y sus márgenes abiertos a la inmensidad de la llanura y del desierto. Nos habla del Sur como si fuera el último resto de esa ciudad mítica desaparecida. El Sur vendría a ser el modesto centro secreto. Y su escritura persigue esas formas fantasmales que los ojos enceguecidos siguen vislumbrando en las calles de una ciudad metamorfoseada.” De esta perspectiva salió Fervor de Buenos Aires. “Hay una suerte de sacralización de la ciudad que se expresa en sus primeros libros. Al caminar la ciudad y describir literariamente esas experiencias y recuerdos de familia, Borges se aparta de toda exaltación del progreso”, advierte.
En sus caminatas parisinas, cuando conjugaba sus horas diurnas en la Bibliotheque National con el extravío nocturno, Benjamin hizo algo muy semejante a lo hecho por Borges: “buscaba en los restos, en los desperdicios del día, a la ciudad del siglo XIX. Los dos viven sus ciudades, Buenos Aires y París, desde la óptica del siglo XIX”. Para el filósofo alemán, París es Baudelaire, el flâneur, los boulevares abiertos por la sed modernizadora del barón Haussmann y las necesidades del poder burgués. Es la Exposición Mundial, las arcadas de acero y vidrio, los últimos restos de callejuelas medievales. Es, además, la ciudad de las barricadas y de Blanqui. “Acompañado del francés de Proust, trajinó las calles parisinas, se dejó llevar hacia otro escenario, captó los sonidos de una ciudad ya desaparecida; él también, como Borges, vivió otra ciudad, caminó por otras calles y se detuvo a escudriñar los objetos que lo remitían a ese mundo decimonónico fenecido como resultado de la extenuante realización de sus propios ideales de progreso”, reflexiona Forster.
“Benjamin recorrió la ciudad de Baudelaire para entender su propio tiempo; arqueologizó el siglo XIX, escarbó en los orígenes de lo moderno, para penetrar en los secretos de una época destinada al ocaso”. ¡Cuánto se parecen B & B por su pasión de caminantes, de paseantes de la memoria y su devoción hacia los libros y las bibliotecas! “Los dos recorrieron con entusiasmo los laberintos de la lengua, sintieron el latir de Dios en la sonoridad de las palabras”, añade.
Nunca se leyeron. Aunque Forster intuye que Borges quizá pudo haberse encontrado con algún texto de Benjamin que al final de los ’60 era conocido por sus amigos de la editorial Sur. “Son tantos los puntos en común que daría la impresión de que se leyeron, se conocieron en profundidad compartiendo caminatas por sus ciudades, conversando hasta el amanecer de sus libros amados, de la Cábala que conocieron por Scholem, de los secretos que esconde toda biblioteca, quizá de Shakespeare y los barrocos alemanes, los simbolistas franceses y de los libros de infancia, sin olvidar su inclinación por las novelas policiales y por el cine”, enumera el filósofo. Benjamin se hubiera sentido conmovido por “Deutsches Requiem” o por “El Aleph”, Borges hubiera leído fascinado las “Tesis de Filosofía de la Historia” o el ensayo sobre Kafka. ¿Cómo pasar por alto que los dos amaron al praguense y que ambos imaginaron que lo acompañaban en una caminata por el ghetto, tratando de seguirle la pista al Golem?
El espacio conspira contra el sutil montaje de Forster. “Borges encontró la universalidad desde los suburbios, habitando tozudamente en las fronteras del mundo, allí descubrió el cosmopolitismo de la cultura; Benjamin vivió escapando del centro, escribiendo póstumamente, desconocido y solitario, último representante de una época y una cultura lanzada hacia el precipicio de la barbarie.” Las asombrosas simetrías siguen. “Borges miró a través de los lentes de Buenos Aires los secretos de las lenguas de Occidente; Benjamin observó en los escombros de la modernidad su propia finitud. Borges murió en la ciudad donde transcurrió su adolescencia feliz, quiso poner distancia, alejarse de sus fantasmas y pesadillas. Benjamin vivió acosado por su fidelidad de escritor destemplado, incansable en su persistente extraterritorialidad. Quizá se supo póstumo –sugiere Forster–, por eso se ocupó de que su amigo Gershom Scholem mantuviera actualizadas copias de todos sus trabajos. Sabía que algún día, en otra encrucijada cultural, otros lectores, no sus contemporáneos, prestarían atención a sus ideas. Benjamin no veía una vida prolongada, la vejez no estaba en sus planes de fugitivo y de intelectual desarraigado. A él, como en un cuento de Borges, el destino lo esperaba en una frontera.
La calle Beethoven canta su mantra. Esta ciudad suda melodías después de haber festejado, con bocinazos, cerveza en altas dosis, banderas y remeras tricolores, la clasificación de la selección alemana a octavos de final. Acá también se vive el Mundial con pasión. Ya no hay gestos adustos, el horizonte ya no es negro: todos contentos. El sol de verano llegó para quedarse. El moderno edificio de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Leipzig comienza a desperezarse. En el tercer piso un afiche de Borges indica el camino hacia el recinto donde especialistas del mundo continuarán intercambiando figuritas sobre la poesía del autor de Fervor de Buenos Aires. Apenas aletea un viento silencioso. Hace calor. La genealogía de la imaginación de Ricardo Forster suministra una bocanada de aire en el río de la crítica académica. Se asiste a la cumbre de insospechada perfección. Borges y Walter Benjamin pudieron haber sido contemporáneos. Sus pasos pudieron haberse cruzado en aquella Suiza que los cobijó mientras Europa se desangraba en las trincheras de la Primera Guerra. “Sus lecturas urdieron una trama cosmopolita, sus ojos fatigaron, hacia todas las direcciones, la tradición de Occidente”, dice el filósofo. El tema de estas variaciones que involucran a estos gigantes del siglo XX es la ciudad como escritura y la pasión de la memoria.
Borges llegó a Suiza siguiendo los pasos de un padre destinado a la ceguera; Benjamin cruzó la frontera impulsado por sus convicciones pacifistas. “Ahora lo sabemos, pudieron haberse cruzado”, repasa Forster. “Uno vivió en Ginebra, la ciudad de Calvino y de Rousseau, y de las ideas revolucionarias; una ciudad para ser caminada por un adolescente hambriento de novedades, de saberes escondidos en viejas librerías, afiebrado por todo lo que se le ofrecía: los libros, las lenguas y las experimentaciones de los sentidos. El otro vivió en Berna, ciudad callada y bucólica, orgullosa de su provincianismo, lugar ideal para aquel que deseaba ‘salir’ de los tumultos del presente para sumergirse en las tradiciones del Romanticismo alemán.” El filósofo y ensayista rastrea las “asombrosas simetrías” entre B & B. “Ginebra fue la ciudad donde se topó con la obra de Schopenhauer, el filósofo de su vida”, recuerda. También el lugar donde el desciframiento del idioma de Lutero le abrió un mundo inmenso. Lo arrimó a Heine, a Rilke y a la extraña obra de Gustav Meyrink, especialmente a su Golem; le permitió incursionar en las tradiciones germánicas que acabarían conduciéndolo hacia otra de sus pasiones: la vieja literatura anglosajona y escandinava. Pero Ginebra fue, sobre todo, el descubrimiento de Walt Whitman, “descubrimiento casi casual en una librería de viejo que influyó en su obra poética y que lo acompañaría a lo largo de su vida”. Recorrer librerías para tropezarse con algún autor que luego sería esencial asemeja los destinos de Borges y el filósofo alemán. En Berna, Benjamin leyó con intensidad a Kant y discutió con Gershom Scholem sobre temas judaicos mientras proseguía sus investigaciones sobre los románticos alemanes. “Suiza significó un interregno, tomar distancia de sus padres, del militarismo germano, de una guerra despiadada que estaba destruyendo la utopía del sueño decimonónico; pero también supuso, a través de sus debates con Scholem, ahondar en sus inquietudes teológicas, en sus indagaciones lingüísticas y en lo que serían sus vagabundeos por la protohistoria de la modernidad”, subraya.
“La experiencia de Benjamin tiene que ver con el vagabundeo, con la transgresión de las barreras de la ciudad burguesa, con la libertad adolescente”, postula Forster. “En esas horas de ocio y extravío descubre los inagotables secretos de la ciudad.” El filósofo alemán dirá, con razón, que sólo se conoce una ciudad cuando se ha aprendido a perderse por sus calles; la metrópolis “como un manto velado que con paciencia puede ir descorriendo el caminante, pero también como experiencia anacronizante que conmueve al andar distraído de paseante que busca a su alrededor lo que ya dejó de existir”. El especialista plantea que “quien se ha perdido sabiamente en una ciudad es capaz de romper la monotonía de la sucesión temporal, de escaparle a esa forma mefistofélica de destrucción de la memoria que es el progreso”. La trama urbana, en el notable artificio forstesiano, es un jeroglífico que el caminante busca descifrar, espacio donde se mezclan las barajas de realidad y ficción, donde la escritura va encontrando su ritmo y sus temas.
Forster subraya que Borges ve a Buenos Aires con ojos antiguos. “Su visión no es contemporánea, se remonta a su infancia y a lo que vieron y vivieron sus antepasados. Regresa una y otra vez al Buenos Aires de Rosas, la ciudad baja, con patios y zaguanes, una ciudad todavía provinciana que no ha dejado de ser una gran aldea, con sus orilleros y sus márgenes abiertos a la inmensidad de la llanura y del desierto. Nos habla del Sur como si fuera el último resto de esa ciudad mítica desaparecida. El Sur vendría a ser el modesto centro secreto. Y su escritura persigue esas formas fantasmales que los ojos enceguecidos siguen vislumbrando en las calles de una ciudad metamorfoseada.” De esta perspectiva salió Fervor de Buenos Aires. “Hay una suerte de sacralización de la ciudad que se expresa en sus primeros libros. Al caminar la ciudad y describir literariamente esas experiencias y recuerdos de familia, Borges se aparta de toda exaltación del progreso”, advierte.
En sus caminatas parisinas, cuando conjugaba sus horas diurnas en la Bibliotheque National con el extravío nocturno, Benjamin hizo algo muy semejante a lo hecho por Borges: “buscaba en los restos, en los desperdicios del día, a la ciudad del siglo XIX. Los dos viven sus ciudades, Buenos Aires y París, desde la óptica del siglo XIX”. Para el filósofo alemán, París es Baudelaire, el flâneur, los boulevares abiertos por la sed modernizadora del barón Haussmann y las necesidades del poder burgués. Es la Exposición Mundial, las arcadas de acero y vidrio, los últimos restos de callejuelas medievales. Es, además, la ciudad de las barricadas y de Blanqui. “Acompañado del francés de Proust, trajinó las calles parisinas, se dejó llevar hacia otro escenario, captó los sonidos de una ciudad ya desaparecida; él también, como Borges, vivió otra ciudad, caminó por otras calles y se detuvo a escudriñar los objetos que lo remitían a ese mundo decimonónico fenecido como resultado de la extenuante realización de sus propios ideales de progreso”, reflexiona Forster.
“Benjamin recorrió la ciudad de Baudelaire para entender su propio tiempo; arqueologizó el siglo XIX, escarbó en los orígenes de lo moderno, para penetrar en los secretos de una época destinada al ocaso”. ¡Cuánto se parecen B & B por su pasión de caminantes, de paseantes de la memoria y su devoción hacia los libros y las bibliotecas! “Los dos recorrieron con entusiasmo los laberintos de la lengua, sintieron el latir de Dios en la sonoridad de las palabras”, añade.
Nunca se leyeron. Aunque Forster intuye que Borges quizá pudo haberse encontrado con algún texto de Benjamin que al final de los ’60 era conocido por sus amigos de la editorial Sur. “Son tantos los puntos en común que daría la impresión de que se leyeron, se conocieron en profundidad compartiendo caminatas por sus ciudades, conversando hasta el amanecer de sus libros amados, de la Cábala que conocieron por Scholem, de los secretos que esconde toda biblioteca, quizá de Shakespeare y los barrocos alemanes, los simbolistas franceses y de los libros de infancia, sin olvidar su inclinación por las novelas policiales y por el cine”, enumera el filósofo. Benjamin se hubiera sentido conmovido por “Deutsches Requiem” o por “El Aleph”, Borges hubiera leído fascinado las “Tesis de Filosofía de la Historia” o el ensayo sobre Kafka. ¿Cómo pasar por alto que los dos amaron al praguense y que ambos imaginaron que lo acompañaban en una caminata por el ghetto, tratando de seguirle la pista al Golem?
El espacio conspira contra el sutil montaje de Forster. “Borges encontró la universalidad desde los suburbios, habitando tozudamente en las fronteras del mundo, allí descubrió el cosmopolitismo de la cultura; Benjamin vivió escapando del centro, escribiendo póstumamente, desconocido y solitario, último representante de una época y una cultura lanzada hacia el precipicio de la barbarie.” Las asombrosas simetrías siguen. “Borges miró a través de los lentes de Buenos Aires los secretos de las lenguas de Occidente; Benjamin observó en los escombros de la modernidad su propia finitud. Borges murió en la ciudad donde transcurrió su adolescencia feliz, quiso poner distancia, alejarse de sus fantasmas y pesadillas. Benjamin vivió acosado por su fidelidad de escritor destemplado, incansable en su persistente extraterritorialidad. Quizá se supo póstumo –sugiere Forster–, por eso se ocupó de que su amigo Gershom Scholem mantuviera actualizadas copias de todos sus trabajos. Sabía que algún día, en otra encrucijada cultural, otros lectores, no sus contemporáneos, prestarían atención a sus ideas. Benjamin no veía una vida prolongada, la vejez no estaba en sus planes de fugitivo y de intelectual desarraigado. A él, como en un cuento de Borges, el destino lo esperaba en una frontera.
martes, junio 22, 2010
Pensando la disruptividad
Cuando los migrantes Web descubrieron Internet durante la década del 90, la red se convirtió no solo en una ventana de dos, tres o más horas en términos de tiempo de nuestro día, sino en una cita ineludible, como las que nos imponen aquellos libros que nos atrapan y que durante el día nos producen gran regocijo, pensando que a la noche retomaremos su lectura.
En esa época “nos metíamos en internet” y literalmente nos metíamos en un mundo que nos sacaba del mundo, de las tensiones y el stress, era como un “viaje”, donde todo era descubrimiento, asombro y fascinación.
Recuerdo en 1997, una charla con Fernando Niembro, en los pasillos de radio La Red, cuando le pregunté si había visto un partido de semifinal por la Copa Libertadores, a lo que me respondió frunciendo el ceño y alejando la cabeza, diciendo, “pero no… pst… me metí en internet”.
Hoy en 2010 esa respuesta resulta imposible, algunos dirán que la magia se ha perdido, esa magia que nos sacaba, nos llevaba de viaje a navegar, zarpando desde un buscador, y nos llevaba rebotando de una página a la otra, descubriendo detrás de cada click nuevas maravillas.
Lo cierto es que esa internet 1.0, unidireccional, que nos atrapaba, emitía en el formato que los otros medios los hacían, los diarios desde el papel, los presentadores de TV desde la pantalla, y esa web 1.0 nos brindaba contenidos, limitando la posibilidad de ser sujeto a una construcción propia, a partir de lo recibido desde el monitor. De otra manera resultaba imposible escapar de ser objeto.
Y sin embargo la Web 1.0 fue absolutamente disruptiva, aún sin la alternativa 2.0 de pasar a ser sujeto tiempo completo.
Porque lo que se replicaba de lo existente era el modelo unidireccional, el resto era absolutamente disruptivo, “estaba todo ahí” como decía mi amigo Horacio por esas épocas, “metieron el mundo ahí adentro”. Aún sin poder interactuar, estaba “todo”, en realidad no tanto, al alcance de la mano, con disponibilidad inmediata, la Bibioteca de Babel de Borges. Eso era lo nuevo, lo que lo volvía disruptivo, e ineludible como le pasaba a Niembro.
Luego de la explosión de la burbuja de las punto com, cuando las empresas se dieron cuenta que Internet no era el mismo negocio que los otros medios y formas de entretenimiento, la gente se apropio del negocio y estallo la web 2.0, allí el cóctel de disruptividad fue Biblioteca de Babel + la inteligencia colectiva, la construcción entre todos, la posibilidad de ser sujeto, actuar e interactuar, ser prosumidor y no tan solo consumidor, reaccionar sumar y enriquecerse de lo que suman otros.
Sin embargo aquí no hubo magia, ya no se escucha que nadie se “mete en internet”, internet se ha metido en nuestra vida, y no de a ratos, esta ahí con una presencia mucha mas fuerte que la TV y que cualquier otro medio o fuente de entretenimiento.
Es cierto que ya no es tan divertido como en los 90, nadie se escapa de la rutina metiéndose en la web, la web es la rutina y el escape a la vez.
En esa época “nos metíamos en internet” y literalmente nos metíamos en un mundo que nos sacaba del mundo, de las tensiones y el stress, era como un “viaje”, donde todo era descubrimiento, asombro y fascinación.
Recuerdo en 1997, una charla con Fernando Niembro, en los pasillos de radio La Red, cuando le pregunté si había visto un partido de semifinal por la Copa Libertadores, a lo que me respondió frunciendo el ceño y alejando la cabeza, diciendo, “pero no… pst… me metí en internet”.
Hoy en 2010 esa respuesta resulta imposible, algunos dirán que la magia se ha perdido, esa magia que nos sacaba, nos llevaba de viaje a navegar, zarpando desde un buscador, y nos llevaba rebotando de una página a la otra, descubriendo detrás de cada click nuevas maravillas.
Lo cierto es que esa internet 1.0, unidireccional, que nos atrapaba, emitía en el formato que los otros medios los hacían, los diarios desde el papel, los presentadores de TV desde la pantalla, y esa web 1.0 nos brindaba contenidos, limitando la posibilidad de ser sujeto a una construcción propia, a partir de lo recibido desde el monitor. De otra manera resultaba imposible escapar de ser objeto.
Y sin embargo la Web 1.0 fue absolutamente disruptiva, aún sin la alternativa 2.0 de pasar a ser sujeto tiempo completo.
Porque lo que se replicaba de lo existente era el modelo unidireccional, el resto era absolutamente disruptivo, “estaba todo ahí” como decía mi amigo Horacio por esas épocas, “metieron el mundo ahí adentro”. Aún sin poder interactuar, estaba “todo”, en realidad no tanto, al alcance de la mano, con disponibilidad inmediata, la Bibioteca de Babel de Borges. Eso era lo nuevo, lo que lo volvía disruptivo, e ineludible como le pasaba a Niembro.
Luego de la explosión de la burbuja de las punto com, cuando las empresas se dieron cuenta que Internet no era el mismo negocio que los otros medios y formas de entretenimiento, la gente se apropio del negocio y estallo la web 2.0, allí el cóctel de disruptividad fue Biblioteca de Babel + la inteligencia colectiva, la construcción entre todos, la posibilidad de ser sujeto, actuar e interactuar, ser prosumidor y no tan solo consumidor, reaccionar sumar y enriquecerse de lo que suman otros.
Sin embargo aquí no hubo magia, ya no se escucha que nadie se “mete en internet”, internet se ha metido en nuestra vida, y no de a ratos, esta ahí con una presencia mucha mas fuerte que la TV y que cualquier otro medio o fuente de entretenimiento.
Es cierto que ya no es tan divertido como en los 90, nadie se escapa de la rutina metiéndose en la web, la web es la rutina y el escape a la vez.
domingo, junio 20, 2010
Estado y centroderecha
"Ocurre que, en la cultura política argentina, no hay espacio para una derecha al estilo del Partido Republicano, el PP español o el Partido Conservador británico -afirma el director de Poliarquía, Eduardo Fidanza-, porque la fuerza gravitatoria que tienen los dos grandes partidos nacionales, y sobre todo el peronismo como gran fuerza nacional, hace que la creencia en un Estado fuerte sea dominante e influya en el resto del escenario. Es posible que, para un mejor ordenamiento del sistema político, fuera buena la gestación de una centroderecha democrática y moderna, pero hay que tener en cuenta las tradiciones políticas. Tanto la derecha como la izquierda son expresiones marginales. Y, en todo caso, las tendencias de derecha y de izquierda están dentro del peronismo y, también, del radicalismo. El 65 por ciento de la opinión pública apoya un Estado fuerte. Y estamos, además, en una década estatista".
Canciller twittero
–¿Habrá canciller twittero?
–Sí, con Twitter y con Facebook.
–¿No está contraindicado para un canciller?
–Yo antes que canciller soy un ciudadano. Y como ciudadano ejerzo mi derecho a opinar sobre cualquier tema que desee. El Twitter y el Facebook son dos herramientas imprescindibles para la política moderna. Permiten que me comunique con miles y miles de personas sin pasar por el filtro de los medios. Así dialogo, no sólo transmito. Voy a seguir militando en las redes sociales, que son a la actualidad lo que fueron las paredes para los militantes políticos durante muchos años.
–¿No es contradictorio que hable del filtro de los medios alguien que hasta 2004 fue periodista?
–No, porque no estoy hablando contra los medios. Los medios ejercen su derecho de elegir la noticia que debe ser publicada. Y yo quiero tener un diálogo con la gente sobre los temas acerca de los que la gente y yo queremos dialogar, y no sobre la agenda que nos marcan los medios, incluido este medio con el que estoy hablando en este momento. Las preguntas que estoy contestando ahora no reemplazan el Twitter y el Facebook. Este reportaje no me da la posibilidad de dialogar en forma directa con cada uno.
–Sí, con Twitter y con Facebook.
–¿No está contraindicado para un canciller?
–Yo antes que canciller soy un ciudadano. Y como ciudadano ejerzo mi derecho a opinar sobre cualquier tema que desee. El Twitter y el Facebook son dos herramientas imprescindibles para la política moderna. Permiten que me comunique con miles y miles de personas sin pasar por el filtro de los medios. Así dialogo, no sólo transmito. Voy a seguir militando en las redes sociales, que son a la actualidad lo que fueron las paredes para los militantes políticos durante muchos años.
–¿No es contradictorio que hable del filtro de los medios alguien que hasta 2004 fue periodista?
–No, porque no estoy hablando contra los medios. Los medios ejercen su derecho de elegir la noticia que debe ser publicada. Y yo quiero tener un diálogo con la gente sobre los temas acerca de los que la gente y yo queremos dialogar, y no sobre la agenda que nos marcan los medios, incluido este medio con el que estoy hablando en este momento. Las preguntas que estoy contestando ahora no reemplazan el Twitter y el Facebook. Este reportaje no me da la posibilidad de dialogar en forma directa con cada uno.
viernes, junio 18, 2010
Los medios que median en los humores sociales pierden poder de fuego
Por Rubén Weinsteiner
Para ADN
Hacia finales del siglo XX y principios de este, se dieron en Latinoamérica, importantes procesos de diferenciación social. Por un lado por la abundancia y segmentación de la oferta cultural que bajaba de la explosión de la TV por cable, de la Web 1.0 y luego de la Web 2.0, y por el otro por la fragmentación del tejido social que generó la explosión de las políticas neoliberales en los diferentes países.
Estos procesos de diferenciación, corrieron la representación de los partidos políticos tradicionales, del centro de gravedad de la articulación entre los ciudadanos y los núcleos tomadores de decisiones del estado. Por un lado los partidos grandes ya no representaban a segmentos chicos y diferentes entre si, y por el otro, el estado fue dejando de ser de bienestar, y grandes cantidades de personas encontraron en organizaciones intermedias un reemplazo parcial de ese estado abandónico y hasta ausente.
Estas organizaciones fueron las que recogieron la desestructuración de los sujetos de acción colectiva como los partidos, los sindicatos y los movimientos sociales, e intentaron juntar los pedazos. Pero solo consiguieron recuperar lo popular, sin poder construir un sujeto popular.
Los medios asimétricos como la radio y la TV, pretendieron llenar la brecha entre los ciudadanos y los partidos, entre la gente y la política, pero no pudieron
La Televisión fue funcional a la separación entre los políticos y la gente, ahí los políticos se veían mas cerca que en la plaza, en primeros planos, pero en realidad estaban lejos. En los 90 los políticos dejaron de caminar, de llenar plazas porque, ser era aparecer en la TV, y para la gente ser no era aparecer o estar en la TV, sino ser era parecerse a la TV.
La TV es asimétrica, es top down, no admite la interrupción del público, si alguien habla cuando un político dice algo en un reportaje, se pierde lo que dice a continuación, para que a uno le hablen en Televisión hay que quedarse callado, uno no opina, es opinado y por cualquiera que este del otro lado de la cámara.
La Web 2.0 irrumpió en forma disruptiva, asumiendo funciones antes privativas de los partidos políticos y de los movimientos sociales, y por primera vez le dio la posibilidad al objeto, el público, de transformarse en sujeto, y pasar de ser consumidor a ser prosumidor; productor y consumidor de información.
Este proceso mostró un interesante éxito sistémico en la autogestión que muestran estos espacios en la Web 2.0, y en el desplazamiento de la representación, que en realidad viene a redescubrir a los espacios y los partidos, a repensarlos y a redefinirlos, cubriendo la brecha entre estos y el tejido social, haciéndose cargo de la separación entre la gente y la política, que hacía de esta un evento espectacular cada cuatro o seis años.
Hoy vemos la resignificación de la ideología que para algunos había muerto en los 90. Todavía hoy hay quienes sostienen que lo importante no es la ideología sino “que las cosas funcionen”. Este mensaje es posible instalarlo desde los medios asimétricos, pero como vemos es imposible sostenerlo en los medios simétricos como la Web 2.0.
Dentro de ese redescubrimiento de la ideología, de la militancia, de la revalorización del espacio del debate, vemos a la blogósfera y a las redes sociales como ágoras inmensos, donde la gente escribe, propone, se enoja, se pelea, insulta, se ilusiona, sueña, se enamora, se agrupa, se proyecta, y redefine su propia identidad.
Todavía la agenda la fija gráfica, y la potencia la TV, pero cada vez esta mas condicionada por la Web 2.0, por inmediatez, por repentización y por viralidad y escala.
A partir de los sesentas, el poder ya sea político o económico, se dio cuenta que sin los medios no podía garantizar su posición, que necesitaba de estos para mediar entre el poder decisorio y la gente. Es por eso que los empresarios y los políticos compraron o se asociaron a medios, allí aparece lo de “el medio es el mensaje”, la noticia no es, sino como la quiere construir el medio, por eso la ideología del medio y la corporización de sus intereses y estrategias para promoverlos, es lo que construye el mensaje y en definitiva se convierte en el mensaje.
En la Web 2.0 no todo es tan caótico ni democrático como parece, las posiciones dominantes persisten, pero es incontrolable, cualquiera puede publicar un blog y alcanzar visibilidad, y eso preocupa a quienes hasta aquí tenían todo controlado.
Los medios que median en los humores sociales, ya no están solos y se achica su poder de fuego.
Para ADN
Hacia finales del siglo XX y principios de este, se dieron en Latinoamérica, importantes procesos de diferenciación social. Por un lado por la abundancia y segmentación de la oferta cultural que bajaba de la explosión de la TV por cable, de la Web 1.0 y luego de la Web 2.0, y por el otro por la fragmentación del tejido social que generó la explosión de las políticas neoliberales en los diferentes países.
Estos procesos de diferenciación, corrieron la representación de los partidos políticos tradicionales, del centro de gravedad de la articulación entre los ciudadanos y los núcleos tomadores de decisiones del estado. Por un lado los partidos grandes ya no representaban a segmentos chicos y diferentes entre si, y por el otro, el estado fue dejando de ser de bienestar, y grandes cantidades de personas encontraron en organizaciones intermedias un reemplazo parcial de ese estado abandónico y hasta ausente.
Estas organizaciones fueron las que recogieron la desestructuración de los sujetos de acción colectiva como los partidos, los sindicatos y los movimientos sociales, e intentaron juntar los pedazos. Pero solo consiguieron recuperar lo popular, sin poder construir un sujeto popular.
Los medios asimétricos como la radio y la TV, pretendieron llenar la brecha entre los ciudadanos y los partidos, entre la gente y la política, pero no pudieron
La Televisión fue funcional a la separación entre los políticos y la gente, ahí los políticos se veían mas cerca que en la plaza, en primeros planos, pero en realidad estaban lejos. En los 90 los políticos dejaron de caminar, de llenar plazas porque, ser era aparecer en la TV, y para la gente ser no era aparecer o estar en la TV, sino ser era parecerse a la TV.
La TV es asimétrica, es top down, no admite la interrupción del público, si alguien habla cuando un político dice algo en un reportaje, se pierde lo que dice a continuación, para que a uno le hablen en Televisión hay que quedarse callado, uno no opina, es opinado y por cualquiera que este del otro lado de la cámara.
La Web 2.0 irrumpió en forma disruptiva, asumiendo funciones antes privativas de los partidos políticos y de los movimientos sociales, y por primera vez le dio la posibilidad al objeto, el público, de transformarse en sujeto, y pasar de ser consumidor a ser prosumidor; productor y consumidor de información.
Este proceso mostró un interesante éxito sistémico en la autogestión que muestran estos espacios en la Web 2.0, y en el desplazamiento de la representación, que en realidad viene a redescubrir a los espacios y los partidos, a repensarlos y a redefinirlos, cubriendo la brecha entre estos y el tejido social, haciéndose cargo de la separación entre la gente y la política, que hacía de esta un evento espectacular cada cuatro o seis años.
Hoy vemos la resignificación de la ideología que para algunos había muerto en los 90. Todavía hoy hay quienes sostienen que lo importante no es la ideología sino “que las cosas funcionen”. Este mensaje es posible instalarlo desde los medios asimétricos, pero como vemos es imposible sostenerlo en los medios simétricos como la Web 2.0.
Dentro de ese redescubrimiento de la ideología, de la militancia, de la revalorización del espacio del debate, vemos a la blogósfera y a las redes sociales como ágoras inmensos, donde la gente escribe, propone, se enoja, se pelea, insulta, se ilusiona, sueña, se enamora, se agrupa, se proyecta, y redefine su propia identidad.
Todavía la agenda la fija gráfica, y la potencia la TV, pero cada vez esta mas condicionada por la Web 2.0, por inmediatez, por repentización y por viralidad y escala.
A partir de los sesentas, el poder ya sea político o económico, se dio cuenta que sin los medios no podía garantizar su posición, que necesitaba de estos para mediar entre el poder decisorio y la gente. Es por eso que los empresarios y los políticos compraron o se asociaron a medios, allí aparece lo de “el medio es el mensaje”, la noticia no es, sino como la quiere construir el medio, por eso la ideología del medio y la corporización de sus intereses y estrategias para promoverlos, es lo que construye el mensaje y en definitiva se convierte en el mensaje.
En la Web 2.0 no todo es tan caótico ni democrático como parece, las posiciones dominantes persisten, pero es incontrolable, cualquiera puede publicar un blog y alcanzar visibilidad, y eso preocupa a quienes hasta aquí tenían todo controlado.
Los medios que median en los humores sociales, ya no están solos y se achica su poder de fuego.
viernes, junio 11, 2010
A rodar mi amor
Fernando Cibeira
La pelota echará a rodar en Johannesburgo a las 11 y por un mes ya nada será igual por estos lares, con la atención dividida en dos dimensiones: mitad en la realidad cotidiana, mitad en la pantalla de televisión. La política no escapará a la lógica y se prevé una actividad en piloto automático, con un cúmulo de metas que ya se están planteando “para después del Mundial”. Por lógica, los encuestadores sostienen que una buena actuación de la selección de Maradona irá en favor de la imagen del Gobierno, pero que –está estudiado- esas muestras de buen humor suelen ser efímeras. Sin embargo, advierten que ya desde antes se ve un cambio en el clima social –los festejos del Bicentenario fueron una muestra– que se traduce en una mejor expectativa hacia el futuro, datos que una exitosa campaña de la celeste y blanca en Sudáfrica ayudarían a apuntalar.
Según sostiene Artemio López, de la consultora Equis, sólo el 9 por ciento de los argentinos se declara prescindente del fútbol y no es hincha de ningún equipo. El dato da una idea de la masividad en el país del deporte más popular, inclinación que se profundiza cada cuatro años durante el Mundial, se podría decir que sin distinción de sexos. “Las mujeres no tienen gran interés inicial en el fútbol, pero cuando la Selección va ganando partidos enseguida se enganchan”, afirma Roberto Bacman, del CEOP. “Lo de la mujer ajena al fútbol es un estereotipo ya superado”, añade Enrique Zuleta Puceiro, de la firma OPSM.
Las analistas remarcan algunos datos para adelantar lo que se viene. Uno es la fabulosa venta de televisores LCD y alta definición durante las últimas semanas, un punto que les sirve para poner de relieve varias cuestiones: la expectativa por el torneo, la mejor situación económica en una buena franja de la población y la perspectiva optimista sobre el futuro, dado que las pantallas se compran en planes de cuotas a varios años. Sergio Berensztein, de la consultora Poliarquía, agrega el dato de una venta record de artículos de merchandising argentino. “Eso quiere decir que hay plata”, subraya.
La política
El escenario político no puede resultar ajeno a algo que abarca a toda la sociedad, pero los analistas no coinciden en cuáles serán los efectos del maratón de partidos en la coyuntura.
Para Artemio López, el paréntesis servirá para distender el clima político por un tiempo y que eso beneficia al Gobierno porque los medios opositores dejarán de apuntarle a diario. “Habrá un desplazamiento de temas y la agenda será más benévola para el oficialismo”, es su análisis.
Según la perspectiva de Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados, la política durante este mes no se detendrá pero hará una pausa. “Los políticos no van a aparecer con noticias muy importantes. El Mundial es una fiesta que se traslada más a lo social, la política es como que hace ruido”, apunta.
Zuleta Puceiro, en cambio, no ve ninguna pausa sino un momento de efervescencia y movilización. La denomina “movilización cognitiva” porque, a diferencia del Bicentenario, cuando la gente se volcó a las calles, por ahora la movilización aquí no pasa de lo intelectual, aunque el fervor es parecido. “Habrá una gran excitación, ruptura de rutinas y mucho diálogo: ahí la política tiene una oportunidad”, afirma. Acepta que de la discusión diaria desaparecerán muchos temas de gestión –“¿Quién va a hablar del canje de la deuda?”, se pregunta–, pero la política pura seguirá, sobre todo en su versión “candidaturas para 2011”.
A propósito de candidaturas, en los últimos días se aceleró la presentación de la oferta opositora con el cruce público entre Ricardo Alfonsín y Julio Cobos en el radicalismo y la estrategia de candidato único que planteó el peronismo disidente. Aquí los analistas ven una conjunción de factores: el apuro por el inicio del Mundial y la puja por posicionarse cuanto antes como el principal competidor del Gobierno.
“Todos los cronogramas se ajustaron de acuerdo al Mundial”, acepta Rouvier. “Es cierto, hay una idea de ‘hagamos algo antes porque durante el torneo no se puede hacer nada’”, coincide Analía Del Franco, de Analogías. Pero destaca que también el triunfo de Alfonsín en la interna del radicalismo bonaerense actuó como disparador.
“El PJ disidente se asustó e hizo algo para no perder el lugar de la oposición”, indica Berensztein. Y vuelve a aquello del “cambio de clima” en la sociedad respecto del Gobierno y el reposicionamiento de Néstor Kirchner como eventual candidato, datos todos que obligaron a la oposición a apurar sus tiempos para no perder el tren.
Esta vez Artemio López coincide: “Alfonsín surgió de la interna con mayores chances de armar alianzas electorales y arrebatarle al peronismo disidente el papel opositor, de ahí la necesidad de este espacio de generar noticias. El inicio del Mundial jugó un papel, pero marginal”.
El humor
Bacman aporta un dato: la selección de Maradona y Messi es la que genera menos adhesiones de los últimos mundiales.
En estos días ascendió del 42,7 al 45 por ciento de opiniones positivas, mientras que un 35 por ciento cree que volverá de Sudáfrica con la copa del mundo. El encuestador recuerda que los equipos de Marcelo Bielsa o José Pekerman arrancaron en las anteriores citas mundialistas una popularidad de alrededor del 70 por ciento.
Pero no hay mal que por bien no venga. Que la Selección viaje con pocas expectativas sobre sus espaldas puede ser beneficioso en caso de un fracaso, porque será menor la decepción. Por otro lado, Bacman imagina que si los primeros partidos marchan bien o si pasa de ronda, la popularidad del combinado celeste y blanco se disparará, igual que el fervor.
Los consultores coinciden en que una buena campaña de la Selección redundará en un mejor humor social, una situación que emparientan con el fenómeno registrado con los festejos por el Bicentenario. “Cuanto mejor le vaya, mejor ánimo y mejor clima social para disipar la mala onda que disparan los medios”, sostiene Artemio López, para quien “la prolongación del espíritu de fiesta cambia la agenda”.
“Genera un clima de buena onda que se puede aprovechar”, también cree Del Franco. Para Zuleta Puceiro ese clima es para que lo aproveche cualquiera, no sólo el oficialismo. “Macri o De Narváez también, cualquiera que pueda aparecer como alguien nuevo y positivo. Lo único que quedaría afuera sería un discurso negativo como el de Carrió”, apunta.
Salvo una catástrofe temprana que por ahora nadie tiene en agenda, los analistas ven días de un fervor inusual por delante. “La Selección genera un fenómeno extrafutbolístico, promueve la participación por un tema de identidad, por eso se suma más gente que la que suele estar interesada en el fútbol”, analiza López. Berensztein lo relaciona con el Bicentenario en cuanto hay unas figuras a las que “endiosar” –Maradona y Messi en reemplazo de San Martín y Belgrano–, mientras que el resto de la sociedad se puede ver igualada en el clímax celeste y blanco. “Y si llegamos a la final va a ser incluso más dramático que el 25 de Mayo. Aquello fue más que nada de la ciudad de Buenos Aires, lo de la Selección es de todo el país”, concluye.
La pelota echará a rodar en Johannesburgo a las 11 y por un mes ya nada será igual por estos lares, con la atención dividida en dos dimensiones: mitad en la realidad cotidiana, mitad en la pantalla de televisión. La política no escapará a la lógica y se prevé una actividad en piloto automático, con un cúmulo de metas que ya se están planteando “para después del Mundial”. Por lógica, los encuestadores sostienen que una buena actuación de la selección de Maradona irá en favor de la imagen del Gobierno, pero que –está estudiado- esas muestras de buen humor suelen ser efímeras. Sin embargo, advierten que ya desde antes se ve un cambio en el clima social –los festejos del Bicentenario fueron una muestra– que se traduce en una mejor expectativa hacia el futuro, datos que una exitosa campaña de la celeste y blanca en Sudáfrica ayudarían a apuntalar.
Según sostiene Artemio López, de la consultora Equis, sólo el 9 por ciento de los argentinos se declara prescindente del fútbol y no es hincha de ningún equipo. El dato da una idea de la masividad en el país del deporte más popular, inclinación que se profundiza cada cuatro años durante el Mundial, se podría decir que sin distinción de sexos. “Las mujeres no tienen gran interés inicial en el fútbol, pero cuando la Selección va ganando partidos enseguida se enganchan”, afirma Roberto Bacman, del CEOP. “Lo de la mujer ajena al fútbol es un estereotipo ya superado”, añade Enrique Zuleta Puceiro, de la firma OPSM.
Las analistas remarcan algunos datos para adelantar lo que se viene. Uno es la fabulosa venta de televisores LCD y alta definición durante las últimas semanas, un punto que les sirve para poner de relieve varias cuestiones: la expectativa por el torneo, la mejor situación económica en una buena franja de la población y la perspectiva optimista sobre el futuro, dado que las pantallas se compran en planes de cuotas a varios años. Sergio Berensztein, de la consultora Poliarquía, agrega el dato de una venta record de artículos de merchandising argentino. “Eso quiere decir que hay plata”, subraya.
La política
El escenario político no puede resultar ajeno a algo que abarca a toda la sociedad, pero los analistas no coinciden en cuáles serán los efectos del maratón de partidos en la coyuntura.
Para Artemio López, el paréntesis servirá para distender el clima político por un tiempo y que eso beneficia al Gobierno porque los medios opositores dejarán de apuntarle a diario. “Habrá un desplazamiento de temas y la agenda será más benévola para el oficialismo”, es su análisis.
Según la perspectiva de Ricardo Rouvier, de Rouvier y Asociados, la política durante este mes no se detendrá pero hará una pausa. “Los políticos no van a aparecer con noticias muy importantes. El Mundial es una fiesta que se traslada más a lo social, la política es como que hace ruido”, apunta.
Zuleta Puceiro, en cambio, no ve ninguna pausa sino un momento de efervescencia y movilización. La denomina “movilización cognitiva” porque, a diferencia del Bicentenario, cuando la gente se volcó a las calles, por ahora la movilización aquí no pasa de lo intelectual, aunque el fervor es parecido. “Habrá una gran excitación, ruptura de rutinas y mucho diálogo: ahí la política tiene una oportunidad”, afirma. Acepta que de la discusión diaria desaparecerán muchos temas de gestión –“¿Quién va a hablar del canje de la deuda?”, se pregunta–, pero la política pura seguirá, sobre todo en su versión “candidaturas para 2011”.
A propósito de candidaturas, en los últimos días se aceleró la presentación de la oferta opositora con el cruce público entre Ricardo Alfonsín y Julio Cobos en el radicalismo y la estrategia de candidato único que planteó el peronismo disidente. Aquí los analistas ven una conjunción de factores: el apuro por el inicio del Mundial y la puja por posicionarse cuanto antes como el principal competidor del Gobierno.
“Todos los cronogramas se ajustaron de acuerdo al Mundial”, acepta Rouvier. “Es cierto, hay una idea de ‘hagamos algo antes porque durante el torneo no se puede hacer nada’”, coincide Analía Del Franco, de Analogías. Pero destaca que también el triunfo de Alfonsín en la interna del radicalismo bonaerense actuó como disparador.
“El PJ disidente se asustó e hizo algo para no perder el lugar de la oposición”, indica Berensztein. Y vuelve a aquello del “cambio de clima” en la sociedad respecto del Gobierno y el reposicionamiento de Néstor Kirchner como eventual candidato, datos todos que obligaron a la oposición a apurar sus tiempos para no perder el tren.
Esta vez Artemio López coincide: “Alfonsín surgió de la interna con mayores chances de armar alianzas electorales y arrebatarle al peronismo disidente el papel opositor, de ahí la necesidad de este espacio de generar noticias. El inicio del Mundial jugó un papel, pero marginal”.
El humor
Bacman aporta un dato: la selección de Maradona y Messi es la que genera menos adhesiones de los últimos mundiales.
En estos días ascendió del 42,7 al 45 por ciento de opiniones positivas, mientras que un 35 por ciento cree que volverá de Sudáfrica con la copa del mundo. El encuestador recuerda que los equipos de Marcelo Bielsa o José Pekerman arrancaron en las anteriores citas mundialistas una popularidad de alrededor del 70 por ciento.
Pero no hay mal que por bien no venga. Que la Selección viaje con pocas expectativas sobre sus espaldas puede ser beneficioso en caso de un fracaso, porque será menor la decepción. Por otro lado, Bacman imagina que si los primeros partidos marchan bien o si pasa de ronda, la popularidad del combinado celeste y blanco se disparará, igual que el fervor.
Los consultores coinciden en que una buena campaña de la Selección redundará en un mejor humor social, una situación que emparientan con el fenómeno registrado con los festejos por el Bicentenario. “Cuanto mejor le vaya, mejor ánimo y mejor clima social para disipar la mala onda que disparan los medios”, sostiene Artemio López, para quien “la prolongación del espíritu de fiesta cambia la agenda”.
“Genera un clima de buena onda que se puede aprovechar”, también cree Del Franco. Para Zuleta Puceiro ese clima es para que lo aproveche cualquiera, no sólo el oficialismo. “Macri o De Narváez también, cualquiera que pueda aparecer como alguien nuevo y positivo. Lo único que quedaría afuera sería un discurso negativo como el de Carrió”, apunta.
Salvo una catástrofe temprana que por ahora nadie tiene en agenda, los analistas ven días de un fervor inusual por delante. “La Selección genera un fenómeno extrafutbolístico, promueve la participación por un tema de identidad, por eso se suma más gente que la que suele estar interesada en el fútbol”, analiza López. Berensztein lo relaciona con el Bicentenario en cuanto hay unas figuras a las que “endiosar” –Maradona y Messi en reemplazo de San Martín y Belgrano–, mientras que el resto de la sociedad se puede ver igualada en el clímax celeste y blanco. “Y si llegamos a la final va a ser incluso más dramático que el 25 de Mayo. Aquello fue más que nada de la ciudad de Buenos Aires, lo de la Selección es de todo el país”, concluye.
miércoles, junio 09, 2010
En la Web 2.0, el cómo es el mensaje
Por Rubén Weinsteiner
Para ADN
La identidad digital de las empresas y los empresarios, nos presentan problemas de imagen nuevos con escenarios altamente dinámicos, donde la gestión de esta imagen y la implementación de estrategias requieren asumir los nuevos paradigmas e investigando, creando y modificando a partir de ellos, “the plan is nothing, planning is everything”
Estos nuevos paradigmas nos sitúan en un escenario de pérdida de control, donde lo que se dice de nuestra empresa o de nosotros ya no está emitido asimétricamente desde nuestro departamento de publicidad, relaciones públicas o desde nosotros mismos, sino que lo que se dice es producto de un diálogo de miles, millones de personas.
Deberíamos preguntarnos cuál es el efecto de una campaña de gestión de imagen, cuando en la Web 2.0 todos estamos a un click de distancia de información que va desde los datos más duros, hasta los más subjetivos sobre nosotros, nuestra empresa o sus productos.
Hoy vemos empresarios de los que en la era 1.0 nadie hablaba, o su imagen estaba cuidadosamente custodiada, totalmente expuestos en los foros, en las redes sociales, en las wikis o en los blogs, vía Google.
La mayoría de las personas no pasa a la segunda página de búsquedas en Google, y si los resultados en la primera página difieren de la imagen que nosotros queremos dar, tenemos un problema de imagen.
Recordemos el caso Yabrán, un empresario que hacía del perfil bajo no solo un modo de vida sino un insumo estratégico para sus negocios. Una foto exponiendo su cara cambió su vida, perdió el equilibrio y según la justicia fue lo que determinó que ordenara matar a José Luis Cabezas.
Esa invisibilidad hoy con la Web 2.0 resulta mucho más difícil, pero no solo la invisibilidad se ve comprometida, sino que el control sobre lo que se dice constituye un problema de gestión complejo.
En el branding 2.0 tanto corporativo como personal, liderar los buscadores, las redes sociales, la blogósfera, las wikis, el microblogging y demás espacios 2.0, es liderar la agenda. Aún cuando hablamos de agendas construidas desde la gráfica, la radio o la TV, la Web 2.0 condiciona cada vez mas esa agenda, instalando climas, viralizando rumores y chistes, asignando ponderación de verdad a las noticias y a los emisores, y haciéndose cargo cada vez mas de los factores constitutivos de los estados de ánimo y de los climas emocionales colectivos.
Nuestro relato hoy debe competir, y el cómo compite se convierte en una parte importante del relato, así como el medio es el mensaje de acuerdo a Marshall McLuhan, en la Web 2.0 el cómo, también es el mensaje
Para ADN
La identidad digital de las empresas y los empresarios, nos presentan problemas de imagen nuevos con escenarios altamente dinámicos, donde la gestión de esta imagen y la implementación de estrategias requieren asumir los nuevos paradigmas e investigando, creando y modificando a partir de ellos, “the plan is nothing, planning is everything”
Estos nuevos paradigmas nos sitúan en un escenario de pérdida de control, donde lo que se dice de nuestra empresa o de nosotros ya no está emitido asimétricamente desde nuestro departamento de publicidad, relaciones públicas o desde nosotros mismos, sino que lo que se dice es producto de un diálogo de miles, millones de personas.
Deberíamos preguntarnos cuál es el efecto de una campaña de gestión de imagen, cuando en la Web 2.0 todos estamos a un click de distancia de información que va desde los datos más duros, hasta los más subjetivos sobre nosotros, nuestra empresa o sus productos.
Hoy vemos empresarios de los que en la era 1.0 nadie hablaba, o su imagen estaba cuidadosamente custodiada, totalmente expuestos en los foros, en las redes sociales, en las wikis o en los blogs, vía Google.
La mayoría de las personas no pasa a la segunda página de búsquedas en Google, y si los resultados en la primera página difieren de la imagen que nosotros queremos dar, tenemos un problema de imagen.
Recordemos el caso Yabrán, un empresario que hacía del perfil bajo no solo un modo de vida sino un insumo estratégico para sus negocios. Una foto exponiendo su cara cambió su vida, perdió el equilibrio y según la justicia fue lo que determinó que ordenara matar a José Luis Cabezas.
Esa invisibilidad hoy con la Web 2.0 resulta mucho más difícil, pero no solo la invisibilidad se ve comprometida, sino que el control sobre lo que se dice constituye un problema de gestión complejo.
En el branding 2.0 tanto corporativo como personal, liderar los buscadores, las redes sociales, la blogósfera, las wikis, el microblogging y demás espacios 2.0, es liderar la agenda. Aún cuando hablamos de agendas construidas desde la gráfica, la radio o la TV, la Web 2.0 condiciona cada vez mas esa agenda, instalando climas, viralizando rumores y chistes, asignando ponderación de verdad a las noticias y a los emisores, y haciéndose cargo cada vez mas de los factores constitutivos de los estados de ánimo y de los climas emocionales colectivos.
Nuestro relato hoy debe competir, y el cómo compite se convierte en una parte importante del relato, así como el medio es el mensaje de acuerdo a Marshall McLuhan, en la Web 2.0 el cómo, también es el mensaje
lunes, junio 07, 2010
No se puede ganar solo con la Web 2.0, pero tampoco se puede ganar sin la Web 2.0
Por Rubén Weinsteiner
Para ADN
En la primera vuelta electoral que tuvo lugar en Colombia, Santos derrotó holgadamente a Mockus luego de que las encuestas vinieran planteando un escenario de paridad, y este hecho duro puso sobre la mesa de debate por enésima vez el tema de las encuestadoras, su credibilidad y su utilización como herramienta de campaña, y a la vez también instaló el debate sobre el uso, alcance y poder real de la Web 2.0.
Mockus contó con miles de militantes que con pasión, voluntad y esfuerzo llevaron a cabo una campaña Web 2.0 llena de fuegos artificiales. Mockus ganó en Facebook y en Twitter, Santos ganó en el resto del país.
En la mitad de la campaña y con los números complicándose, Santos replanteó su campaña en la Web 2.0, y no solo lo hizo, sino que lo anunció públicamente para comprometer a la militancia con este relanzamiento de la campaña 2.0. Santos estaba cerca de descubrir que no se puede ganar una elección solamente con la Web 2.0, pero tampoco se puede una ganar una elección sin la Web 2.0
La expectativa libertaria y caótica de la Web 2.0, tiene una mirada económica neoclásica del mercado, cuantas más personas operen libres y sin regulación para elegir, mejores serán los resultados.
Esta transparencia y horizontalidad que son marca registrada de la Web 2.0, deben ser preservadas, pero no son un dato que se da por defecto.
La Web 2.0 como mercado, requiere una apuesta estratégica para la construcción del espacio colectivo, con regulaciones de los propios usuarios para evitar ser utilizados, colonizados y manipulados por otros factores ligados a poderes económicos, corporativos o al marketing político de otras expresiones, que suelen apropiarse del lenguaje de la Web 2.0, e instalar una zona gris donde es difícil determinar dónde empieza el “respeto” por ciertas reglas del lenguaje y donde empieza la producción de artificios para ganar adhesiones.
El lenguaje representa al objeto como un mapa al territorio, pero el mapa no es el territorio ni la imagen construida por el lenguaje es el objeto. El lenguaje tiene su lógica interna en la producción del sentido, y es una realidad distinta del objeto del cual se presenta como análogo. Todo lenguaje es una simulación, simular es imitar representar, reproducir pero también es fingir, engañar, mentir.
Esta diferencia entre la propuesta ideológica y la impostación puede no ser percibida en el corto plazo. La campaña de De Narváez en 2009 y su fuerte apuesta a la Web 2.0 -no desde la militancia, sino de un equipo contratado- y su resultado, constituyen un caso de laboratorio para este análisis.
El discurso de esta campaña, se apoyó en lugares comunes y propuestas no propuestas, abiertas e inclusivas, por su indefinición. Estableciendo como principal propuesta en términos de discurso de poder, ser el eje polarizador en contra de Néstor Kirchner. Concretamente el quiebre amor-odio en torno a la figura de Kirchner, planteaba un escenario 70/30, en el cual si el 70 se dispersaba el 30 ganaba. Por eso la propuesta no tuvo que ver ni con lo ideológico, ni con los que, ni con los cómo, nadie sabía ni supo cual era la propuesta en términos de medidas concretas a proponer en el parlamento por parte de Francisco De Narváez.
Lo que aprendemos de los casos Mockus- De Narváez, es que un equipo de militantes sin marco teórico, sin estrategias ni tácticas, puede hacer ruido pero no ganar la guerra, y un equipo exclusivamente apoyado en el marketing y en empleados como fue la campaña de De Narváez, pero sin un marco teórico político y económico, sin ideología, sin militantes, sin compromiso ni convocatoria, puede ganar una batalla como una elección parlamentaria, pero esa victoria parcial lo expone a futuro, desnudando su vacio, y agrandando a su oponente de cara a la próxima elección. Es muy difícil venderle una joya falsa dos veces a la misma persona, el que lo intente no solo destruirá su marca sino que cargará de significación positiva a la marca del competidor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)