Por Rubén Weinsteiner para "Brecha"
En los últimos dos meses existe una percepción bastante horizontal, acerca de que la imagen de los Kirchner ha mejorado. Algunos lo llamaron “efecto carótida”, otros lo atribuyen al repunte económico y a las perspectivas positivas para este año en materia de crecimiento, desde otro lado se señala a la movida mediática: “made in Gvirtz”, ya sea 678, Duro de domar y TVR, que rompe el círculo de silencio, en el cual se encontraban los que apoyaban al gobierno y no se animaban a decirlo, y ahora si.
Otra teoría desde cierta decepción, atribuye el crecimiento de la imagen del gobierno, a la ineficacia opositora para articular acciones que limiten, bloqueen y hasta torpedeen las iniciativas del ejecutivo.
En lo que fallan los diferentes espacios que componen la oposición, no es en el bloqueo, sino en la construcción de propuestas de política de poder, articuladas con una estrategia política y una estrategia comunicacional.
Hasta acá vemos una sociedad fracturada tanto a nivel de la clase política, como desde el tejido social. Están los que apoyan al gobierno de manera clara y apasionada, y los mas, que albergan sentimientos de rechazo que llegan hasta el odio hacia los Kirchner.
Observando el lunes el programa de Joaquín Morales Solá, el lenguaje gestual de la Diputada Giuduci, de Patricia Bullrich, y de Pepe Eliaschev, trasuntaba mas que cualquier idea en disidencia con el gobierno, un profundo e irracional enojo. No digo que este mal enojarse, cuando ese enojo sirve para canalizarlo a través de ideas que cambien las cosas que nos enojan, el problema es quedarse en el enojo, porque sostenido, se transforma en odio.
Ese odio quizás sea la pasión que les impide a los opositores ejercer la racionalidad y los prive de poder pensar, diseñar, construir y articular una alternativa sólida, viable y sostenible al Kirchnerismo.
La dificultad tiene su origen en esa mirada vacía de análisis, apoyada en esa pasión irracional, que no se toma el trabajo de analizar cada medida en particular, ningún gobierno hace todo bien o todo mal y cuando no hay análisis no hay construcción.
En un trabajo de campo que realizamos el año pasado en el CESS (Centro de estudios sociales y sindicales) observamos una paradoja interesante para volcarla en este análisis. Cuando le pedíamos a la gente en el norte de la Ciudad de Buenos Aires, barrios donde los cacerolazos pro-campo habían tenido un volumen importante, una valoración de la gestión de Néstor Kirchner, obteníamos un análisis objetivo señalando aspectos positivos y negativos, con un balance favorable. Cuando le pedíamos una opinión sobre Néstor Kirchner, las expresiones iban del odio al “que se vayan ya”. Cuando juzgaban los hechos de su gestión podían analizar bastante bien, cuando opinaban sobre la persona, ya no había análisis.
Durante la segunda presidencia de Perón, los opositores al gobierno fueron adquiriendo un odio hacia Perón, el peronismo y los peronistas que llegaba al “viva el cáncer” cuando la muerte de Eva Perón o a apoyar bombardeos masivos a la plaza de mayo que dejaban cientos de muertos como saldo.
El odio hacia Perón era naturalmente irracional y desmesurado, y la oposición al peronismo no pudo construir una alternativa de gobierno aun cuando construyó el soporte en términos de fuerza para dar el golpe.
La frase de Perón acerca de que no habían sido tan buenos, sino que los que habían venido después habían sido peores, resulta absolutamente gráfica. Después de la Revolución Libertadora salvo durante la presidencia de Arturo Frondizi, un hombre brillante y lleno de ideas, el país fue gobernado por personas que no entendieron el país, que fueron cómplices de la proscripción y que fracasaron. Los antiperonistas, no consiguieron construir en su cabeza, otro país diferente al que tanto les disgustaba, para gobernar no alcanza con la voluntad y el enojo, hacen falta ideas.
El primer error fue no reconocer a Perón, la oposición lo demonizó y acepto luego la proscripción, porque sentía que había alcanzado su objetivo. Y cuando una propuesta política es tan pobre como bloquearle a otro la llegada al gobierno, indefectiblemente fracasa.
El domingo en "La Nación", en el editorial de Mariano Grondona leemos:” ¿Qué sería "racional"? ¿Lo sería acaso, aceptar algunas cosas de los Kirchner mientras se rechazan otras, como si ellos no fueran más que una de las tantas alternativas electorales equivalentes que se les ofrecerán a los argentinos el año próximo? Aceptar esta premisa implicaría suponer que Kirchner es un candidato presidencial "normal" como los demás”. “La clave del éxito del antikirchnerismo no sería pasar simplemente a un manso "no kirchnerismo" sino formular en conjunto un proyecto nacional englobante como fueron el Acuerdo de San Nicolás o los Pactos de la Moncloa”
Reemplacemos las palabras Kirchner por Perón y antikirchnerismo por antiperonismo y seguramente obtendremos una nota que reflejaba lo que Grondona pensaba en Septiembre del 55. En 55 años no aprendió mucho.
Para poder construir una alternativa, primero hay que entender el país, incluir y aceptar al “otro”, que Sartre llamaba “el infierno”.
Contemplar y reconocer a los que piensan como nosotros es muy fácil, aceptar al que piensa diferente no es muy difícil, si se quiere pensar el país, hay que incluir y aceptar a aquellos cuyas ideas nos dan ganas de tirarlos por las escaleras.
Porque los Kirchner están y los apoya una parte importante de la población, en la última elección de 2009, a nivel nacional, un 35%. Es imposible hacerlos desaparecer, lo intentaron con Perón y los peronistas, y solo lograron que los hijos de clases medias antiperonistas se hicieran peronistas, y que Perón volviera en el 73 con una apoyo que no tuvo ni en el 52.
La Alianza UCR-Frepaso, se opuso al menemismo no por lo que estaba destruyendo al país, la convertibilidad, sino que organizó el debate de fondo en torno a la escandalosa corrupción menemista, pero nunca cuestionó el modelo.
El lema de campaña de De la Rúa, fue “conmigo un peso un dólar”, y una vez en el gobierno jamás amagaron a salir de la convertibilidad, de hecho convocaron al padre del modelo como ministro de economía.
Aquellos que organizaron el debate alrededor de la discusión del modelo, fueron los que finalmente desembarcaron en 2002 de la mano de Duhalde y luego se subieron al gobierno de Kirchner, y no me refiero ni a Duhalde ni a Kirchner. El planteo del clivaje: transparencia-corrupción, le dio a la Alianza y a sus componentes una victoria táctica de corto plazo, la victoria de mediano plazo fue para los que organizaron el debate alrededor del modelo, debatiendo acerca de lo que les permitiría construir un discurso eficaz de poder.
Para construir una victoria electoral hay que diseñar ese discurso de poder, plantear un clivaje eficaz tomando lo bueno que hizo este gobierno y hacer propuestas superadoras de lo malo. La marca política como tal debe ser una disparadora de significados, estos deben hablar mas de lo que el candidato va a hacer en la gestión, que de lo que es hoy como persona. Para eso hay que despojar el discurso de emotividad y entender que en el país hay sindicatos, hay organizaciones sociales que cortan las calles, hay “trapitos”, hay empresarios, iglesia, campo, clase media y también Kirchneristas, que no son pocos y no van cambiar de idea masivamente y de un día para el otro, solamente porque en TN muestren la casa de Ricardo Jaime, pronostiquen que la industria automotriz tendrá su peor año, o que el dólar subirá mañana a la tarde a 89 pesos.
En el 2011 si algún candidato opositor quiere ganarle a Kirchner y a su espacio, va a tener que reconocerlo, incluirlo y superarlo, con odiarlo no alcanza, hay que pensar y proponer ideas de porque y para que se quiere el poder, organizar el debate y ganarlo, porque las victorias intelectuales siempre anteceden a las victorias electorales.
Rubén Weinsteiner
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