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viernes, febrero 20, 2009
Davos: como cerrar Doha, de manera sostenible
En Davos se plantearon algunas líneas interesantes con la idea de abrir canales que permitan cerrar Doha, y dar un salto importante en materia ambiental, énérgetica e hídrica, vitales para hacer sostenible cualqueir modelo post crisis.
El compromiso principal de los ministros que participaron (Australia, Brasil, China, India, Japón, Sudáfrica, el Comisario europeo de Comercio, Estados Unidos entre otros) ha sido el frenar la corriente de pensamiento proteccionista, cuyo punto mas visible es la cláusula americana del “buy american” en referencia a la utilización del acero americano para estimular la economía estadounidense y la decisión europea de conceder subsidios para la exportación de la leche.
El espíritu de la propuesta es evitar que se levanten nuevas barreras sobre los intercambios y generar reglas de juego que se ajusten a los principios de la OMC, con el objetivo de estimular los intercambios bilaterales. Es allí en el comercio donde la crisis económica global encunetra su traducción mas fiel en el terreno. Sin embargo, no se pudo establecer una fecha para una reunión ministerial para terminar la Ronda de Doha . El proceso negociador iniciado en Qatar en 2001, desde hace años está en una situación de estancamiento por las diferencias entre países emergentes y los países ricos , basada esencialmente en cuestiones ligadas a las modalidades de los recortes en los aranceles y subsidios para los productos agrícolas e industriales. Los paises centrales no quieren recortar subsidios y los emergentes no quieren recortar aranceles.
Los conflictos podriamos situarlos en tres niveles y tienen a EE.UU como eje en todos los casos
Las diferencias acerca del tipo de cambio Yuan-Dólar, Washington acusa a Pekín de desarrollar intencionalmente una política de devaluación de la moneda local para favorecer sus exportaciones, y amenaza con la ley americana que garantiza a Washington la facultad de iniciar un procedimiento sancionador (aranceles sobre las importaciones), en el caso de que hubiese una manipulación del tipo de cambio .
El conflicto generado por la nuclearización de Irán, y las alternativas de disuasión económica, diplomatica y de canales de dialogo antes de llegar a la opción militar.
Advertencia por parte de la UE hacia Estados Unidos, presionando para un “no” categórico a cada forma de proteccionismo.
La sensación general es que China y Europa están preocupadas por las decisiones sobre política económica americana, situándolas como determinantes para el desarrollo de la situación económica global. Tanto Pekín como Bruselas son muy pesimistas. Una ley que prohíba la venta o compra de productos europeos en territorio estadounidense conllevaría una dura reacción europea. La misma “Buy America”, que limita las financiaciones a las obras públicas a las empresas que utilizan acero americano, está llevando a Europa hacia una iniciativa oficial recurriendo al OMC.
Los macro-objetivos
El encuentro de Davos ha hecho surgir la voluntad de tomar decisiones que garanticen soluciones comunes a la crisis mundial. El objetivo a corto plazo es el de acordar entre ellos las prioridades y las agendas económicas y climáticas durante 2009, con el fin de crear oportunidades.
Entre los puntos principales expresados en Davos:
La idea de utilizar los fondos anticiclicos para estimular la demanda, con el fin de generando empleos con la idea de reducir las emisiones de carbono y ya que se invierte hacerlo verde.
La petición a las industrias, gobiernos y a la sociedad en general de emprender proyectos que sean aplicables a la economía a corto plazo, así como para hacer frente al cambio climático a largo plazo.
Energía, agua, alimentación y clima
Según el informe presentado en Davos, a menos que se inviertan unos 515.000 millones de dólares al año en energía limpia hasta 2030, las emisiones de carbono alcanzarán un nivel considerado como insostenible por la comunidad científica. Más allá del énfasis impuesto en el problema del calentamiento global, cuestión aún debatida en la comunidad científica, la cuestión es la de elaborar un gran proceso de reconversión de la industria global, en concreto, la de las grandes potencias occidentales, de China y de otras economías emergentes, que deberán desvincularse de la dependencia del combustible fósil.
En el informe se identifican ocho sectores para invertir en energías alternativas: eólica terrestre, eólica marítima, solar fotovoltaica, generación de electricidad con energía solar térmica, energía con los desechos, etanol con remolacha de azúcar, biocombustibles y energía geotérmica. Adaptar cada una de las legislaciones nacionales a estos ocho sectores de desarrollo representaría el paso decisivo para impulsar la economía, con empresas listas para invertir y nuevos puestos de trabajo, muchos de ellos especializados.
El segundo informe presentado es el vinculado a los escenarios económicos y geopolíticos, ligados a los recursos hídricos. En los próximos veinte años, el agua será el eje entre alimentación, energía, clima, crecimiento económico y seguridad. En Estados Unidos, el 39% de los recursos hídricos es utilizado por el sector energético, mientras que en Europa se usa el 31%.
Para 2030 el consumo de agua en el sector energético americano crecerá en un 165%.
Sin agua no hay agro, la estimación de un aumento para 2025 de la demanda global de cereales en 828 millones de toneladas (+42% respecto a la actual), incrementará el consumo de agua principalmente en el sector agrícola. A esto se suma la seguridad interna ligada a la escasez de agua, tanto en el sentido de aprovisionamiento para el consumo doméstico como en términos sanitarios.
Este documento presentado en Davos está compuesto por 12 puntos que giran en torno a la necesidad de encontrar inversores privados o públicos que sostengan las previsiones hechas en el documento, abrir un proceso de esclarecimiento acerca del problema del agua, mostrando al mundo que la escasez del agua es un problema real y que tendrá repercusiones dramáticas sobre la economía y sobre la alimentación de muchas regiones del mundo.
El aumento de la población incrementará la presión sobre la agricultura que pedirá mas agua, y el crecimiento económico que el mundo retomara despues de esta crisis exigirá mayor cantidad de agua para las industrias y para las zonas urbanas.
El encuentro de Davos empuja a los gobiernos a modificar las legislaciones internas en materia agrícola e incrementar el comercio internacional, y les plantea a Estados Unidos y a Europa trabajar mas sobre la certidumbre energética, la cual tiene un impacto muy fuerte sobre el problema del agua y el agro.
Hacen falta inversiones en los paises centrales en infraestructuras hídricas para ganar eficacia, hacen falta creditos blandos del sector público o subsidios al sector financiero privado para que se involucren en estos temas como fondeadores.
Rubén Weinsteiner
Davos: como cerrar Doha, de manera sostenible
En Davos se plantearon algunas líneas interesantes con la idea de abrir canales que permitan cerrar Doha, y dar un salto importante en materia ambiental, énérgetica e hídrica, vitales para hacer sostenible cualqueir modelo post crisis.
El compromiso principal de los ministros que participaron (Australia, Brasil, China, India, Japón, Sudáfrica, el Comisario europeo de Comercio, Estados Unidos entre otros) ha sido el frenar la corriente de pensamiento proteccionista, cuyo punto mas visible es la cláusula americana del “buy american” en referencia a la utilización del acero americano para estimular la economía estadounidense y la decisión europea de conceder subsidios para la exportación de la leche.
El espíritu de la propuesta es evitar que se levanten nuevas barreras sobre los intercambios y generar reglas de juego que se ajusten a los principios de la OMC, con el objetivo de estimular los intercambios bilaterales. Es allí en el comercio donde la crisis económica global encunetra su traducción mas fiel en el terreno. Sin embargo, no se pudo establecer una fecha para una reunión ministerial para terminar la Ronda de Doha . El proceso negociador iniciado en Qatar en 2001, desde hace años está en una situación de estancamiento por las diferencias entre países emergentes y los países ricos , basada esencialmente en cuestiones ligadas a las modalidades de los recortes en los aranceles y subsidios para los productos agrícolas e industriales. Los paises centrales no quieren recortar subsidios y los emergentes no quieren recortar aranceles.
Los conflictos podriamos situarlos en tres niveles y tienen a EE.UU como eje en todos los casos
Las diferencias acerca del tipo de cambio Yuan-Dólar, Washington acusa a Pekín de desarrollar intencionalmente una política de devaluación de la moneda local para favorecer sus exportaciones, y amenaza con la ley americana que garantiza a Washington la facultad de iniciar un procedimiento sancionador (aranceles sobre las importaciones), en el caso de que hubiese una manipulación del tipo de cambio .
El conflicto generado por la nuclearización de Irán, y las alternativas de disuasión económica, diplomatica y de canales de dialogo antes de llegar a la opción militar.
Advertencia por parte de la UE hacia Estados Unidos, presionando para un “no” categórico a cada forma de proteccionismo.
La sensación general es que China y Europa están preocupadas por las decisiones sobre política económica americana, situándolas como determinantes para el desarrollo de la situación económica global. Tanto Pekín como Bruselas son muy pesimistas. Una ley que prohíba la venta o compra de productos europeos en territorio estadounidense conllevaría una dura reacción europea. La misma “Buy America”, que limita las financiaciones a las obras públicas a las empresas que utilizan acero americano, está llevando a Europa hacia una iniciativa oficial recurriendo al OMC.
Los macro-objetivos
El encuentro de Davos ha hecho surgir la voluntad de tomar decisiones que garanticen soluciones comunes a la crisis mundial. El objetivo a corto plazo es el de acordar entre ellos las prioridades y las agendas económicas y climáticas durante 2009, con el fin de crear oportunidades.
Entre los puntos principales expresados en Davos:
La idea de utilizar los fondos anticiclicos para estimular la demanda, con el fin de generando empleos con la idea de reducir las emisiones de carbono y ya que se invierte hacerlo verde.
La petición a las industrias, gobiernos y a la sociedad en general de emprender proyectos que sean aplicables a la economía a corto plazo, así como para hacer frente al cambio climático a largo plazo.
Energía, agua, alimentación y clima
Según el informe presentado en Davos, a menos que se inviertan unos 515.000 millones de dólares al año en energía limpia hasta 2030, las emisiones de carbono alcanzarán un nivel considerado como insostenible por la comunidad científica. Más allá del énfasis impuesto en el problema del calentamiento global, cuestión aún debatida en la comunidad científica, la cuestión es la de elaborar un gran proceso de reconversión de la industria global, en concreto, la de las grandes potencias occidentales, de China y de otras economías emergentes, que deberán desvincularse de la dependencia del combustible fósil.
En el informe se identifican ocho sectores para invertir en energías alternativas: eólica terrestre, eólica marítima, solar fotovoltaica, generación de electricidad con energía solar térmica, energía con los desechos, etanol con remolacha de azúcar, biocombustibles y energía geotérmica. Adaptar cada una de las legislaciones nacionales a estos ocho sectores de desarrollo representaría el paso decisivo para impulsar la economía, con empresas listas para invertir y nuevos puestos de trabajo, muchos de ellos especializados.
El segundo informe presentado es el vinculado a los escenarios económicos y geopolíticos, ligados a los recursos hídricos. En los próximos veinte años, el agua será el eje entre alimentación, energía, clima, crecimiento económico y seguridad. En Estados Unidos, el 39% de los recursos hídricos es utilizado por el sector energético, mientras que en Europa se usa el 31%.
Para 2030 el consumo de agua en el sector energético americano crecerá en un 165%.
Sin agua no hay agro, la estimación de un aumento para 2025 de la demanda global de cereales en 828 millones de toneladas (+42% respecto a la actual), incrementará el consumo de agua principalmente en el sector agrícola. A esto se suma la seguridad interna ligada a la escasez de agua, tanto en el sentido de aprovisionamiento para el consumo doméstico como en términos sanitarios.
Este documento presentado en Davos está compuesto por 12 puntos que giran en torno a la necesidad de encontrar inversores privados o públicos que sostengan las previsiones hechas en el documento, abrir un proceso de esclarecimiento acerca del problema del agua, mostrando al mundo que la escasez del agua es un problema real y que tendrá repercusiones dramáticas sobre la economía y sobre la alimentación de muchas regiones del mundo.
El aumento de la población incrementará la presión sobre la agricultura que pedirá mas agua, y el crecimiento económico que el mundo retomara despues de esta crisis exigirá mayor cantidad de agua para las industrias y para las zonas urbanas.
El encuentro de Davos empuja a los gobiernos a modificar las legislaciones internas en materia agrícola e incrementar el comercio internacional, y les plantea a Estados Unidos y a Europa trabajar mas sobre la certidumbre energética, la cual tiene un impacto muy fuerte sobre el problema del agua y el agro.
Hacen falta inversiones en los paises centrales en infraestructuras hídricas para ganar eficacia, hacen falta creditos blandos del sector público o subsidios al sector financiero privado para que se involucren en estos temas como fondeadores.
Rubén Weinsteiner
sábado, septiembre 27, 2008
China e India aumentan las emisiones de carbono
El informe, titulado "Carbon Budget and Trends 2007" y preparado por la organización Global Carbon Project, señaló que el año pasado la concentración de CO2 se situó en 2,2 partes por millón (ppm) cuando en 2006 había sido de 1,8 ppm, por encima del 2 ppm de media del periodo 2000-2007.
"La actual concentración es la mayor durante los pasados 650.000 años y probablemente durante los últimos 20 millones de años" afirmaron los autores del estudio.
China e India fueron los países donde más aumentaron las emisiones de CO2, uno de los gases responsables del calentamiento global.
El informe constató que en 2006 China sobrepasó a Estados Unidos como el mayor emisor de CO2 del planeta y que India pronto se convertirá en el tercer emisor global al sobrepasar a Rusia.
Más de la mitad de las emisiones actuales de CO2 provienen de los países menos desarrollados, pero el informe destacó que desde una perspectiva histórica, los países en desarrollo que representan en el 80 por ciento de la población mundial solo suman el 20 por ciento de las emisiones totales realizadas desde 1751.
De hecho, los países más pobres del mundo, con una población de 800 millones de personas, "han contribuido con menos del 1 por ciento de estas emisiones acumulativas".
El informe señaló que océanos y tierra han acumulado el 54 por ciento de las emisiones humanas de CO2 realizadas entre 2000 y 2007, pero también constató que "la eficiencia de estos sumideros para recoger CO2 se ha reducido un 5 por ciento en los últimos 50 años", tendencia que continuará en el futuro.
Otro dato destacado por el estudio es que la deforestación es responsable de las emisiones netas de 1.500 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. La deforestación en Suramérica y Centroamérica fue responsable del 41% de esta cifra, mientras que otro 43% procedió de Asia y un 17% de África.
"La actual concentración es la mayor durante los pasados 650.000 años y probablemente durante los últimos 20 millones de años" afirmaron los autores del estudio.
China e India fueron los países donde más aumentaron las emisiones de CO2, uno de los gases responsables del calentamiento global.
El informe constató que en 2006 China sobrepasó a Estados Unidos como el mayor emisor de CO2 del planeta y que India pronto se convertirá en el tercer emisor global al sobrepasar a Rusia.
Más de la mitad de las emisiones actuales de CO2 provienen de los países menos desarrollados, pero el informe destacó que desde una perspectiva histórica, los países en desarrollo que representan en el 80 por ciento de la población mundial solo suman el 20 por ciento de las emisiones totales realizadas desde 1751.
De hecho, los países más pobres del mundo, con una población de 800 millones de personas, "han contribuido con menos del 1 por ciento de estas emisiones acumulativas".
El informe señaló que océanos y tierra han acumulado el 54 por ciento de las emisiones humanas de CO2 realizadas entre 2000 y 2007, pero también constató que "la eficiencia de estos sumideros para recoger CO2 se ha reducido un 5 por ciento en los últimos 50 años", tendencia que continuará en el futuro.
Otro dato destacado por el estudio es que la deforestación es responsable de las emisiones netas de 1.500 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. La deforestación en Suramérica y Centroamérica fue responsable del 41% de esta cifra, mientras que otro 43% procedió de Asia y un 17% de África.
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Cambio climático,
Emisiones,
Medio ambiente
China e India aumentan las emisiones de carbono
El informe, titulado "Carbon Budget and Trends 2007" y preparado por la organización Global Carbon Project, señaló que el año pasado la concentración de CO2 se situó en 2,2 partes por millón (ppm) cuando en 2006 había sido de 1,8 ppm, por encima del 2 ppm de media del periodo 2000-2007.
"La actual concentración es la mayor durante los pasados 650.000 años y probablemente durante los últimos 20 millones de años" afirmaron los autores del estudio.
China e India fueron los países donde más aumentaron las emisiones de CO2, uno de los gases responsables del calentamiento global.
El informe constató que en 2006 China sobrepasó a Estados Unidos como el mayor emisor de CO2 del planeta y que India pronto se convertirá en el tercer emisor global al sobrepasar a Rusia.
Más de la mitad de las emisiones actuales de CO2 provienen de los países menos desarrollados, pero el informe destacó que desde una perspectiva histórica, los países en desarrollo que representan en el 80 por ciento de la población mundial solo suman el 20 por ciento de las emisiones totales realizadas desde 1751.
De hecho, los países más pobres del mundo, con una población de 800 millones de personas, "han contribuido con menos del 1 por ciento de estas emisiones acumulativas".
El informe señaló que océanos y tierra han acumulado el 54 por ciento de las emisiones humanas de CO2 realizadas entre 2000 y 2007, pero también constató que "la eficiencia de estos sumideros para recoger CO2 se ha reducido un 5 por ciento en los últimos 50 años", tendencia que continuará en el futuro.
Otro dato destacado por el estudio es que la deforestación es responsable de las emisiones netas de 1.500 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. La deforestación en Suramérica y Centroamérica fue responsable del 41% de esta cifra, mientras que otro 43% procedió de Asia y un 17% de África.
"La actual concentración es la mayor durante los pasados 650.000 años y probablemente durante los últimos 20 millones de años" afirmaron los autores del estudio.
China e India fueron los países donde más aumentaron las emisiones de CO2, uno de los gases responsables del calentamiento global.
El informe constató que en 2006 China sobrepasó a Estados Unidos como el mayor emisor de CO2 del planeta y que India pronto se convertirá en el tercer emisor global al sobrepasar a Rusia.
Más de la mitad de las emisiones actuales de CO2 provienen de los países menos desarrollados, pero el informe destacó que desde una perspectiva histórica, los países en desarrollo que representan en el 80 por ciento de la población mundial solo suman el 20 por ciento de las emisiones totales realizadas desde 1751.
De hecho, los países más pobres del mundo, con una población de 800 millones de personas, "han contribuido con menos del 1 por ciento de estas emisiones acumulativas".
El informe señaló que océanos y tierra han acumulado el 54 por ciento de las emisiones humanas de CO2 realizadas entre 2000 y 2007, pero también constató que "la eficiencia de estos sumideros para recoger CO2 se ha reducido un 5 por ciento en los últimos 50 años", tendencia que continuará en el futuro.
Otro dato destacado por el estudio es que la deforestación es responsable de las emisiones netas de 1.500 millones de toneladas de dióxido de carbono al año. La deforestación en Suramérica y Centroamérica fue responsable del 41% de esta cifra, mientras que otro 43% procedió de Asia y un 17% de África.
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domingo, junio 01, 2008
La ecología cambió la visión del mundo
Desde hace por lo menos diez años, los problemas del medio ambiente son patrimonio de las agendas gubernativas, de la vida diaria, de los movimientos sociales. Constituyen un nueva cultura. Acompañan este informe una entrevista al filósofo Gianni Vattimo y la opinión del prestigioso biólogo Edward Wilson.
Por: Héctor Pavón
"La 'contaminación' está de moda hoy en día..." Esa moda intolerable, era la que denunciaba Guy Debord ya en 1971. En nuestro presente la contaminación traspasó los límites de la moda y se instaló como uno de los pilares fundamentales de la problemática ecológica global. El título del ensayo de Debord era El planeta enfermo. Eso no ha cambiado, el paciente sigue con diagnóstico reservado, pero ya no es posible ser indiferente. Sigue Debord: "La época que posee todos los medios técnicos para alterar totalmente las condiciones de vida sobre la Tierra es también la época que, en virtud del mismo desarrollo técnico y científico separado, dispone de todos los medios de control y previsión matemáticamente indudable para medir por adelantado adónde lleva –y hacia qué fecha– el crecimiento automático de las fuerzas productivas alienadas de la sociedad de clases: es decir, para medir el rápido deterioro de las condiciones mismas de la superviviencia, en el sentido más general y más trivial de la palabra".
Muestras. El Protocolo de Kyoto se ha transformado en un tema de conversación que puede instalarse en cualquier mesa de bar. Pocos sabrán lo que implican esas tres palabras, pero todos alguna vez habrán oído esa expresión que se enlaza directamente con una palabra que tampoco nadie desconoce: ecología. Por supuesto, sabemos que la Tierra se está calentando, y que por consiguiente el cambio climático está transformando nuestras vidas. Y este nuevo estilo de vida se evidencia con la aparición de tsunamis, terremotos, huracanes, inundaciones, pero también sequías, escasez de agua. Allí, el hombre actúa indirectamente, pero en otros casos lo hace con todo el peso de su protagonismo como cuando dinamita montañas en busca de metales o elige semillas modificadas genéticamente que alteran la alimentación de toda la humanidad, por ejemplo.
La ecología, el estudio de la relación entre los seres vivos y su ambiente, del planeta, ya dejó de ser una bandera defendida solamente por pioneros, y también por esnobs, partidos "verdes" y biólogos, especialistas, para convertirse en una parte importante de la educación, un paquete de medidas propuesto por casi todos los partidos políticos, un lugar importante en la organización del Estado, y en algunas empresas, y un espacio definido en las agendas de negociaciones internacionales. Las iglesias se preocupan por el futuro del mundo, las maestras tratan de concientizar a sus alumnos del cuidado del agua, las advertencias circulan en cadenas interminables por Internet para advertir que una gran extinción de especies está en marcha. Olores, humos, esmog, olas desorbitadas, temperaturas insólitas, enfermedades, escasez de agua, inundaciones, sequías... Los males producidos por el calentamiento global están asolando el planeta y son muy pocos los que desarrollan políticas concretas para detener o cambiar esta situación.
"El precio de la civilización fue la traición a la naturaleza" dice el biólogo estadounidense Edward Wilson en su libro La creación y agrega que la revolución neolítica, caracterizada por la aparición de la agricultura y de las primeras aldeas, se nutrió de la prodigalidad de la naturaleza. Esa revolución del neolítico abonó la ilusión de que una pequeña proporción de plantas y animales domesticados podía sustentar indefinidamente la expansión humana. Hasta no hace muchos siglos, el empobrecimiento de la fauna y la flora parecía un precio aceptable, pero borrar la naturaleza es una estrategia muy peligrosa. "Tenemos por delante un largo camino que habrá que recorrer para hacer las paces con el planeta y entre nosotros. Equivocamos el rumbo cuando nos lanzamos a la revolución neolítica. Desde entonces, siempre seguimos una dirección ascendente desde la naturaleza, en lugar de elevarnos hacia ella", advierte el biólogo.
Cuento japonés
El Protocolo de Kyoto fue firmado en 1997 y exige que 37 naciones industrializadas reduzcan sus emisiones de gas de invernadero entre 2008 y 2012 en un promedio de 5% por debajo de los niveles de 1990. La intención es lograr que el próximo tratado genere mayores reducciones a partir de 2013. La Unión Europea ha propuesto que para 2020, los países industrializados reduzcan sus emisiones entre 25% y 40% por debajo de los niveles de 1990. En tanto, Estados Unidos ha rechazado las metas nacionales obligatorias de reducción de contaminantes, como las que fueron convenidas durante el Protocolo de Kyoto. Esta semana el presidente brasileño Lula da Silva dijo: "El Protocolo de Kyoto fracasó, fue bonito firmar. Todo el mundo firmó, pero quien tenía que tomar medidas para cumplir el Protocolo no lo refrendó, somos nosotros quienes refrendamos".
De este modo, Lula se refería al uso de etanol de caña de azúcar con que Brasil redujo en 800 millones de toneladas sus emisiones de CO2. No ocurrió lo mismo con la actitud de Estados Unidos, o el resto de los países del llamado Primer Mundo.
El medio ambiente se transformó en un peligroso ring donde se enfrentan el mundo desarrollado contra el subdesarrollado y donde, consecuencia de la globalización, los humos que se emiten en Estados Unidos, el calor de las fábricas chinas, la radiación de los arsenales nucleares soviéticos, los basurales de Nápoles, los ríos contaminados de la India, expanden hedores por todo el planeta, elevan su temperatura y son capaces de torcer el rumbo y la intensidad de los fenómenos naturales.
Hacia el año 2001, el programa de Medio Ambiente de la ONU sostenía que algunos de los cambios climáticos se podían atribuir a la interferencia del hombre. Seis años después los especialistas concluyeron que existen muchas más evidencias de que el hombre es el responsable por la emisión de los gases de carbono que aumentan el natural "efecto invernadero" en la atmósfera. "Se acerca el día en que el calentamiento climático escapará de todo control: estamos en las puertas de lo irreversible en un límite donde no se puede dar marcha atrás", dijo Jacques Chirac, ex presidente de Francia. "Este siglo puede ser el siglo final de la civilización como la conocemos. La civilización deberá adaptarse a vivir en un ciclo distinto de alimentos, tormentas, altas temperaturas, desertificación y disminución drástica de los estándares de confort a los que se había habituado gran parte de ella", opinó el antropólogo español Juan Reinoso.
La globalización no trae buenas noticias, sino los humos y la basura del vecino. "Los peligros medioambientales y técnicos provienen ante todo de las victorias imparables de una industrialización lineal y ciega a sus consecuencias que devora sus propios fundamentos naturales y culturales", dice el sociólogo alemán Ulrich Beck en su último libro La sociedad del riesgo mundial. También sostiene que los peligros medioambientales son, por lo tanto, constructos de "consecuencias directas latentes de decisiones industriales" (de las empresas y de los Estados y evidentemente, también de los consumidores y los individuos particulares). En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX la atención de los estados se dirigió a problemas cotidianos "visibles" como el esmog que provocaban las chimeneas y los escapes de los autos. De forma lenta se fueron incorporando otros temas a la agenda de discusión. Las empresas se concentraron primero en los riesgos de seguridad de sus propias fábricas y trabajadores y con el tiempo empezaron a percibir los problemas del ambiente exterior como propios, es decir los efectos a largo plazo que las llamadas infracciones de las normas sanitarias tenía sobre poblaciones lejanas. En cuestión de peligros ecológicos globales –explica Beck–, vuelve a ser sobre todo el progreso científico el que coloca en el campo visual de la percepción colectiva la invisibilidad y el (des)acoplamiento espaciotemporal de decisiones y consecuencias. "Cuanto más nuevos, más inabarcables son los problemas y globales los peligros que plantean, caracterizados por: la complejidad de las interacciones entre Estados nacionales, el alcance especialmente difícil de concebir de las causas, las dinámicas y los efectos, la gran distancia temporal entre actividad y transformación del contexto global de la energía y las materias primas, la separación geográfica entre las regiones que causan los problemas y aquellas donde se manifiestan las consecuencias, la complejidad de los efectos recíprocos entre sistemas humanos y físicos o la lenta acumulación de alteraciones y daños materiales". Probablemente, dice el sociólogo alemán, las crisis del futuro –y la dinámica política de su superación– se deberán menos a los peligros locales que a estos peligros globales. Por esto último, ya existen proyectos que hablan de un "derecho cosmopolita del riesgo" para referirse a acuerdos y pactos entre estados que sometan a denuncia y penalización, por encima de las fronteras, a los causantes de lesiones y destrozos. El riesgo es mundial.
¿Cómo puede llamarse la atención global sobre esos problemas, especialmente la atención del mundo en vías de desarrollo?, se pregunta Beck y dice: en lo que respecta al papel más bien irrelevante de las ciencias sociales, no podrá consistir ni en analizar comparativamente las diversas constelaciones de riesgos transnacionalregionales así como su dependencia inmanente de la posición que ocupan en la sociedad del riesgo mundial; es decir, en institucionalizar una mirada cosmopolita sobre la dinámica de conflicto y desigualdad que se despliega a la par que los riesgos globales.
¿Sin futuro?
"Es verdad que la tala de bosques o la transformación de bosques naturales en monocultivos de pino y eucalipto para materia prima industrial generan ingresos y crecimiento. Pero ese crecimiento se fundamenta en robar a los bosques su biodiversidad y su capacidad para conservar suelos y agua. Ese crecimiento se basa en el robo de las fuentes de alimento, forraje, combustible, fibra textil, medicinas y protección contra las inundaciones y la sequía que tienen las comunidades forestales. " La argumentación es de la ecologista y física india Vandana Shiva quien se ha puesto al frente de la lucha contra los alimentos y cultivos transgénicos, como los de la soja, productos de una agricultura globalizada e industrial que se basa en el uso de semillas modificadas genéticamente y los cambios que esto ha implicado en la vida de los campesinos de todo el mundo y consiguientemente con el medio ambiente.
Los defensores de las semillas transgénicas sostienen que "preocuparse por el hambre de las generaciones venideras no les dará de comer. La biotecnología de los alimentos, sí. Habrá que labrar tierrras como las de las selvas tropicales. El empleo de fertilizantes, insecticidas y herbicidas aumentará a escala mundial". Shiva acusa y dice que la agricultura industrial no ha producido más comida, que ha destruido fuentes de comida diversas y ha robado alimentos de otras especies para aportar mayores cantidades de productos específicos al mercado, utilizando en el proceso enormes cantidades de combustibles fósiles, de agua y de productos químicos tóxicos.
Por: Héctor Pavón
"La 'contaminación' está de moda hoy en día..." Esa moda intolerable, era la que denunciaba Guy Debord ya en 1971. En nuestro presente la contaminación traspasó los límites de la moda y se instaló como uno de los pilares fundamentales de la problemática ecológica global. El título del ensayo de Debord era El planeta enfermo. Eso no ha cambiado, el paciente sigue con diagnóstico reservado, pero ya no es posible ser indiferente. Sigue Debord: "La época que posee todos los medios técnicos para alterar totalmente las condiciones de vida sobre la Tierra es también la época que, en virtud del mismo desarrollo técnico y científico separado, dispone de todos los medios de control y previsión matemáticamente indudable para medir por adelantado adónde lleva –y hacia qué fecha– el crecimiento automático de las fuerzas productivas alienadas de la sociedad de clases: es decir, para medir el rápido deterioro de las condiciones mismas de la superviviencia, en el sentido más general y más trivial de la palabra".
Muestras. El Protocolo de Kyoto se ha transformado en un tema de conversación que puede instalarse en cualquier mesa de bar. Pocos sabrán lo que implican esas tres palabras, pero todos alguna vez habrán oído esa expresión que se enlaza directamente con una palabra que tampoco nadie desconoce: ecología. Por supuesto, sabemos que la Tierra se está calentando, y que por consiguiente el cambio climático está transformando nuestras vidas. Y este nuevo estilo de vida se evidencia con la aparición de tsunamis, terremotos, huracanes, inundaciones, pero también sequías, escasez de agua. Allí, el hombre actúa indirectamente, pero en otros casos lo hace con todo el peso de su protagonismo como cuando dinamita montañas en busca de metales o elige semillas modificadas genéticamente que alteran la alimentación de toda la humanidad, por ejemplo.
La ecología, el estudio de la relación entre los seres vivos y su ambiente, del planeta, ya dejó de ser una bandera defendida solamente por pioneros, y también por esnobs, partidos "verdes" y biólogos, especialistas, para convertirse en una parte importante de la educación, un paquete de medidas propuesto por casi todos los partidos políticos, un lugar importante en la organización del Estado, y en algunas empresas, y un espacio definido en las agendas de negociaciones internacionales. Las iglesias se preocupan por el futuro del mundo, las maestras tratan de concientizar a sus alumnos del cuidado del agua, las advertencias circulan en cadenas interminables por Internet para advertir que una gran extinción de especies está en marcha. Olores, humos, esmog, olas desorbitadas, temperaturas insólitas, enfermedades, escasez de agua, inundaciones, sequías... Los males producidos por el calentamiento global están asolando el planeta y son muy pocos los que desarrollan políticas concretas para detener o cambiar esta situación.
"El precio de la civilización fue la traición a la naturaleza" dice el biólogo estadounidense Edward Wilson en su libro La creación y agrega que la revolución neolítica, caracterizada por la aparición de la agricultura y de las primeras aldeas, se nutrió de la prodigalidad de la naturaleza. Esa revolución del neolítico abonó la ilusión de que una pequeña proporción de plantas y animales domesticados podía sustentar indefinidamente la expansión humana. Hasta no hace muchos siglos, el empobrecimiento de la fauna y la flora parecía un precio aceptable, pero borrar la naturaleza es una estrategia muy peligrosa. "Tenemos por delante un largo camino que habrá que recorrer para hacer las paces con el planeta y entre nosotros. Equivocamos el rumbo cuando nos lanzamos a la revolución neolítica. Desde entonces, siempre seguimos una dirección ascendente desde la naturaleza, en lugar de elevarnos hacia ella", advierte el biólogo.
Cuento japonés
El Protocolo de Kyoto fue firmado en 1997 y exige que 37 naciones industrializadas reduzcan sus emisiones de gas de invernadero entre 2008 y 2012 en un promedio de 5% por debajo de los niveles de 1990. La intención es lograr que el próximo tratado genere mayores reducciones a partir de 2013. La Unión Europea ha propuesto que para 2020, los países industrializados reduzcan sus emisiones entre 25% y 40% por debajo de los niveles de 1990. En tanto, Estados Unidos ha rechazado las metas nacionales obligatorias de reducción de contaminantes, como las que fueron convenidas durante el Protocolo de Kyoto. Esta semana el presidente brasileño Lula da Silva dijo: "El Protocolo de Kyoto fracasó, fue bonito firmar. Todo el mundo firmó, pero quien tenía que tomar medidas para cumplir el Protocolo no lo refrendó, somos nosotros quienes refrendamos".
De este modo, Lula se refería al uso de etanol de caña de azúcar con que Brasil redujo en 800 millones de toneladas sus emisiones de CO2. No ocurrió lo mismo con la actitud de Estados Unidos, o el resto de los países del llamado Primer Mundo.
El medio ambiente se transformó en un peligroso ring donde se enfrentan el mundo desarrollado contra el subdesarrollado y donde, consecuencia de la globalización, los humos que se emiten en Estados Unidos, el calor de las fábricas chinas, la radiación de los arsenales nucleares soviéticos, los basurales de Nápoles, los ríos contaminados de la India, expanden hedores por todo el planeta, elevan su temperatura y son capaces de torcer el rumbo y la intensidad de los fenómenos naturales.
Hacia el año 2001, el programa de Medio Ambiente de la ONU sostenía que algunos de los cambios climáticos se podían atribuir a la interferencia del hombre. Seis años después los especialistas concluyeron que existen muchas más evidencias de que el hombre es el responsable por la emisión de los gases de carbono que aumentan el natural "efecto invernadero" en la atmósfera. "Se acerca el día en que el calentamiento climático escapará de todo control: estamos en las puertas de lo irreversible en un límite donde no se puede dar marcha atrás", dijo Jacques Chirac, ex presidente de Francia. "Este siglo puede ser el siglo final de la civilización como la conocemos. La civilización deberá adaptarse a vivir en un ciclo distinto de alimentos, tormentas, altas temperaturas, desertificación y disminución drástica de los estándares de confort a los que se había habituado gran parte de ella", opinó el antropólogo español Juan Reinoso.
La globalización no trae buenas noticias, sino los humos y la basura del vecino. "Los peligros medioambientales y técnicos provienen ante todo de las victorias imparables de una industrialización lineal y ciega a sus consecuencias que devora sus propios fundamentos naturales y culturales", dice el sociólogo alemán Ulrich Beck en su último libro La sociedad del riesgo mundial. También sostiene que los peligros medioambientales son, por lo tanto, constructos de "consecuencias directas latentes de decisiones industriales" (de las empresas y de los Estados y evidentemente, también de los consumidores y los individuos particulares). En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX la atención de los estados se dirigió a problemas cotidianos "visibles" como el esmog que provocaban las chimeneas y los escapes de los autos. De forma lenta se fueron incorporando otros temas a la agenda de discusión. Las empresas se concentraron primero en los riesgos de seguridad de sus propias fábricas y trabajadores y con el tiempo empezaron a percibir los problemas del ambiente exterior como propios, es decir los efectos a largo plazo que las llamadas infracciones de las normas sanitarias tenía sobre poblaciones lejanas. En cuestión de peligros ecológicos globales –explica Beck–, vuelve a ser sobre todo el progreso científico el que coloca en el campo visual de la percepción colectiva la invisibilidad y el (des)acoplamiento espaciotemporal de decisiones y consecuencias. "Cuanto más nuevos, más inabarcables son los problemas y globales los peligros que plantean, caracterizados por: la complejidad de las interacciones entre Estados nacionales, el alcance especialmente difícil de concebir de las causas, las dinámicas y los efectos, la gran distancia temporal entre actividad y transformación del contexto global de la energía y las materias primas, la separación geográfica entre las regiones que causan los problemas y aquellas donde se manifiestan las consecuencias, la complejidad de los efectos recíprocos entre sistemas humanos y físicos o la lenta acumulación de alteraciones y daños materiales". Probablemente, dice el sociólogo alemán, las crisis del futuro –y la dinámica política de su superación– se deberán menos a los peligros locales que a estos peligros globales. Por esto último, ya existen proyectos que hablan de un "derecho cosmopolita del riesgo" para referirse a acuerdos y pactos entre estados que sometan a denuncia y penalización, por encima de las fronteras, a los causantes de lesiones y destrozos. El riesgo es mundial.
¿Cómo puede llamarse la atención global sobre esos problemas, especialmente la atención del mundo en vías de desarrollo?, se pregunta Beck y dice: en lo que respecta al papel más bien irrelevante de las ciencias sociales, no podrá consistir ni en analizar comparativamente las diversas constelaciones de riesgos transnacionalregionales así como su dependencia inmanente de la posición que ocupan en la sociedad del riesgo mundial; es decir, en institucionalizar una mirada cosmopolita sobre la dinámica de conflicto y desigualdad que se despliega a la par que los riesgos globales.
¿Sin futuro?
"Es verdad que la tala de bosques o la transformación de bosques naturales en monocultivos de pino y eucalipto para materia prima industrial generan ingresos y crecimiento. Pero ese crecimiento se fundamenta en robar a los bosques su biodiversidad y su capacidad para conservar suelos y agua. Ese crecimiento se basa en el robo de las fuentes de alimento, forraje, combustible, fibra textil, medicinas y protección contra las inundaciones y la sequía que tienen las comunidades forestales. " La argumentación es de la ecologista y física india Vandana Shiva quien se ha puesto al frente de la lucha contra los alimentos y cultivos transgénicos, como los de la soja, productos de una agricultura globalizada e industrial que se basa en el uso de semillas modificadas genéticamente y los cambios que esto ha implicado en la vida de los campesinos de todo el mundo y consiguientemente con el medio ambiente.
Los defensores de las semillas transgénicas sostienen que "preocuparse por el hambre de las generaciones venideras no les dará de comer. La biotecnología de los alimentos, sí. Habrá que labrar tierrras como las de las selvas tropicales. El empleo de fertilizantes, insecticidas y herbicidas aumentará a escala mundial". Shiva acusa y dice que la agricultura industrial no ha producido más comida, que ha destruido fuentes de comida diversas y ha robado alimentos de otras especies para aportar mayores cantidades de productos específicos al mercado, utilizando en el proceso enormes cantidades de combustibles fósiles, de agua y de productos químicos tóxicos.
La ecología cambió la visión del mundo
Desde hace por lo menos diez años, los problemas del medio ambiente son patrimonio de las agendas gubernativas, de la vida diaria, de los movimientos sociales. Constituyen un nueva cultura. Acompañan este informe una entrevista al filósofo Gianni Vattimo y la opinión del prestigioso biólogo Edward Wilson.
Por: Héctor Pavón
"La 'contaminación' está de moda hoy en día..." Esa moda intolerable, era la que denunciaba Guy Debord ya en 1971. En nuestro presente la contaminación traspasó los límites de la moda y se instaló como uno de los pilares fundamentales de la problemática ecológica global. El título del ensayo de Debord era El planeta enfermo. Eso no ha cambiado, el paciente sigue con diagnóstico reservado, pero ya no es posible ser indiferente. Sigue Debord: "La época que posee todos los medios técnicos para alterar totalmente las condiciones de vida sobre la Tierra es también la época que, en virtud del mismo desarrollo técnico y científico separado, dispone de todos los medios de control y previsión matemáticamente indudable para medir por adelantado adónde lleva –y hacia qué fecha– el crecimiento automático de las fuerzas productivas alienadas de la sociedad de clases: es decir, para medir el rápido deterioro de las condiciones mismas de la superviviencia, en el sentido más general y más trivial de la palabra".
Muestras. El Protocolo de Kyoto se ha transformado en un tema de conversación que puede instalarse en cualquier mesa de bar. Pocos sabrán lo que implican esas tres palabras, pero todos alguna vez habrán oído esa expresión que se enlaza directamente con una palabra que tampoco nadie desconoce: ecología. Por supuesto, sabemos que la Tierra se está calentando, y que por consiguiente el cambio climático está transformando nuestras vidas. Y este nuevo estilo de vida se evidencia con la aparición de tsunamis, terremotos, huracanes, inundaciones, pero también sequías, escasez de agua. Allí, el hombre actúa indirectamente, pero en otros casos lo hace con todo el peso de su protagonismo como cuando dinamita montañas en busca de metales o elige semillas modificadas genéticamente que alteran la alimentación de toda la humanidad, por ejemplo.
La ecología, el estudio de la relación entre los seres vivos y su ambiente, del planeta, ya dejó de ser una bandera defendida solamente por pioneros, y también por esnobs, partidos "verdes" y biólogos, especialistas, para convertirse en una parte importante de la educación, un paquete de medidas propuesto por casi todos los partidos políticos, un lugar importante en la organización del Estado, y en algunas empresas, y un espacio definido en las agendas de negociaciones internacionales. Las iglesias se preocupan por el futuro del mundo, las maestras tratan de concientizar a sus alumnos del cuidado del agua, las advertencias circulan en cadenas interminables por Internet para advertir que una gran extinción de especies está en marcha. Olores, humos, esmog, olas desorbitadas, temperaturas insólitas, enfermedades, escasez de agua, inundaciones, sequías... Los males producidos por el calentamiento global están asolando el planeta y son muy pocos los que desarrollan políticas concretas para detener o cambiar esta situación.
"El precio de la civilización fue la traición a la naturaleza" dice el biólogo estadounidense Edward Wilson en su libro La creación y agrega que la revolución neolítica, caracterizada por la aparición de la agricultura y de las primeras aldeas, se nutrió de la prodigalidad de la naturaleza. Esa revolución del neolítico abonó la ilusión de que una pequeña proporción de plantas y animales domesticados podía sustentar indefinidamente la expansión humana. Hasta no hace muchos siglos, el empobrecimiento de la fauna y la flora parecía un precio aceptable, pero borrar la naturaleza es una estrategia muy peligrosa. "Tenemos por delante un largo camino que habrá que recorrer para hacer las paces con el planeta y entre nosotros. Equivocamos el rumbo cuando nos lanzamos a la revolución neolítica. Desde entonces, siempre seguimos una dirección ascendente desde la naturaleza, en lugar de elevarnos hacia ella", advierte el biólogo.
Cuento japonés
El Protocolo de Kyoto fue firmado en 1997 y exige que 37 naciones industrializadas reduzcan sus emisiones de gas de invernadero entre 2008 y 2012 en un promedio de 5% por debajo de los niveles de 1990. La intención es lograr que el próximo tratado genere mayores reducciones a partir de 2013. La Unión Europea ha propuesto que para 2020, los países industrializados reduzcan sus emisiones entre 25% y 40% por debajo de los niveles de 1990. En tanto, Estados Unidos ha rechazado las metas nacionales obligatorias de reducción de contaminantes, como las que fueron convenidas durante el Protocolo de Kyoto. Esta semana el presidente brasileño Lula da Silva dijo: "El Protocolo de Kyoto fracasó, fue bonito firmar. Todo el mundo firmó, pero quien tenía que tomar medidas para cumplir el Protocolo no lo refrendó, somos nosotros quienes refrendamos".
De este modo, Lula se refería al uso de etanol de caña de azúcar con que Brasil redujo en 800 millones de toneladas sus emisiones de CO2. No ocurrió lo mismo con la actitud de Estados Unidos, o el resto de los países del llamado Primer Mundo.
El medio ambiente se transformó en un peligroso ring donde se enfrentan el mundo desarrollado contra el subdesarrollado y donde, consecuencia de la globalización, los humos que se emiten en Estados Unidos, el calor de las fábricas chinas, la radiación de los arsenales nucleares soviéticos, los basurales de Nápoles, los ríos contaminados de la India, expanden hedores por todo el planeta, elevan su temperatura y son capaces de torcer el rumbo y la intensidad de los fenómenos naturales.
Hacia el año 2001, el programa de Medio Ambiente de la ONU sostenía que algunos de los cambios climáticos se podían atribuir a la interferencia del hombre. Seis años después los especialistas concluyeron que existen muchas más evidencias de que el hombre es el responsable por la emisión de los gases de carbono que aumentan el natural "efecto invernadero" en la atmósfera. "Se acerca el día en que el calentamiento climático escapará de todo control: estamos en las puertas de lo irreversible en un límite donde no se puede dar marcha atrás", dijo Jacques Chirac, ex presidente de Francia. "Este siglo puede ser el siglo final de la civilización como la conocemos. La civilización deberá adaptarse a vivir en un ciclo distinto de alimentos, tormentas, altas temperaturas, desertificación y disminución drástica de los estándares de confort a los que se había habituado gran parte de ella", opinó el antropólogo español Juan Reinoso.
La globalización no trae buenas noticias, sino los humos y la basura del vecino. "Los peligros medioambientales y técnicos provienen ante todo de las victorias imparables de una industrialización lineal y ciega a sus consecuencias que devora sus propios fundamentos naturales y culturales", dice el sociólogo alemán Ulrich Beck en su último libro La sociedad del riesgo mundial. También sostiene que los peligros medioambientales son, por lo tanto, constructos de "consecuencias directas latentes de decisiones industriales" (de las empresas y de los Estados y evidentemente, también de los consumidores y los individuos particulares). En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX la atención de los estados se dirigió a problemas cotidianos "visibles" como el esmog que provocaban las chimeneas y los escapes de los autos. De forma lenta se fueron incorporando otros temas a la agenda de discusión. Las empresas se concentraron primero en los riesgos de seguridad de sus propias fábricas y trabajadores y con el tiempo empezaron a percibir los problemas del ambiente exterior como propios, es decir los efectos a largo plazo que las llamadas infracciones de las normas sanitarias tenía sobre poblaciones lejanas. En cuestión de peligros ecológicos globales –explica Beck–, vuelve a ser sobre todo el progreso científico el que coloca en el campo visual de la percepción colectiva la invisibilidad y el (des)acoplamiento espaciotemporal de decisiones y consecuencias. "Cuanto más nuevos, más inabarcables son los problemas y globales los peligros que plantean, caracterizados por: la complejidad de las interacciones entre Estados nacionales, el alcance especialmente difícil de concebir de las causas, las dinámicas y los efectos, la gran distancia temporal entre actividad y transformación del contexto global de la energía y las materias primas, la separación geográfica entre las regiones que causan los problemas y aquellas donde se manifiestan las consecuencias, la complejidad de los efectos recíprocos entre sistemas humanos y físicos o la lenta acumulación de alteraciones y daños materiales". Probablemente, dice el sociólogo alemán, las crisis del futuro –y la dinámica política de su superación– se deberán menos a los peligros locales que a estos peligros globales. Por esto último, ya existen proyectos que hablan de un "derecho cosmopolita del riesgo" para referirse a acuerdos y pactos entre estados que sometan a denuncia y penalización, por encima de las fronteras, a los causantes de lesiones y destrozos. El riesgo es mundial.
¿Cómo puede llamarse la atención global sobre esos problemas, especialmente la atención del mundo en vías de desarrollo?, se pregunta Beck y dice: en lo que respecta al papel más bien irrelevante de las ciencias sociales, no podrá consistir ni en analizar comparativamente las diversas constelaciones de riesgos transnacionalregionales así como su dependencia inmanente de la posición que ocupan en la sociedad del riesgo mundial; es decir, en institucionalizar una mirada cosmopolita sobre la dinámica de conflicto y desigualdad que se despliega a la par que los riesgos globales.
¿Sin futuro?
"Es verdad que la tala de bosques o la transformación de bosques naturales en monocultivos de pino y eucalipto para materia prima industrial generan ingresos y crecimiento. Pero ese crecimiento se fundamenta en robar a los bosques su biodiversidad y su capacidad para conservar suelos y agua. Ese crecimiento se basa en el robo de las fuentes de alimento, forraje, combustible, fibra textil, medicinas y protección contra las inundaciones y la sequía que tienen las comunidades forestales. " La argumentación es de la ecologista y física india Vandana Shiva quien se ha puesto al frente de la lucha contra los alimentos y cultivos transgénicos, como los de la soja, productos de una agricultura globalizada e industrial que se basa en el uso de semillas modificadas genéticamente y los cambios que esto ha implicado en la vida de los campesinos de todo el mundo y consiguientemente con el medio ambiente.
Los defensores de las semillas transgénicas sostienen que "preocuparse por el hambre de las generaciones venideras no les dará de comer. La biotecnología de los alimentos, sí. Habrá que labrar tierrras como las de las selvas tropicales. El empleo de fertilizantes, insecticidas y herbicidas aumentará a escala mundial". Shiva acusa y dice que la agricultura industrial no ha producido más comida, que ha destruido fuentes de comida diversas y ha robado alimentos de otras especies para aportar mayores cantidades de productos específicos al mercado, utilizando en el proceso enormes cantidades de combustibles fósiles, de agua y de productos químicos tóxicos.
Por: Héctor Pavón
"La 'contaminación' está de moda hoy en día..." Esa moda intolerable, era la que denunciaba Guy Debord ya en 1971. En nuestro presente la contaminación traspasó los límites de la moda y se instaló como uno de los pilares fundamentales de la problemática ecológica global. El título del ensayo de Debord era El planeta enfermo. Eso no ha cambiado, el paciente sigue con diagnóstico reservado, pero ya no es posible ser indiferente. Sigue Debord: "La época que posee todos los medios técnicos para alterar totalmente las condiciones de vida sobre la Tierra es también la época que, en virtud del mismo desarrollo técnico y científico separado, dispone de todos los medios de control y previsión matemáticamente indudable para medir por adelantado adónde lleva –y hacia qué fecha– el crecimiento automático de las fuerzas productivas alienadas de la sociedad de clases: es decir, para medir el rápido deterioro de las condiciones mismas de la superviviencia, en el sentido más general y más trivial de la palabra".
Muestras. El Protocolo de Kyoto se ha transformado en un tema de conversación que puede instalarse en cualquier mesa de bar. Pocos sabrán lo que implican esas tres palabras, pero todos alguna vez habrán oído esa expresión que se enlaza directamente con una palabra que tampoco nadie desconoce: ecología. Por supuesto, sabemos que la Tierra se está calentando, y que por consiguiente el cambio climático está transformando nuestras vidas. Y este nuevo estilo de vida se evidencia con la aparición de tsunamis, terremotos, huracanes, inundaciones, pero también sequías, escasez de agua. Allí, el hombre actúa indirectamente, pero en otros casos lo hace con todo el peso de su protagonismo como cuando dinamita montañas en busca de metales o elige semillas modificadas genéticamente que alteran la alimentación de toda la humanidad, por ejemplo.
La ecología, el estudio de la relación entre los seres vivos y su ambiente, del planeta, ya dejó de ser una bandera defendida solamente por pioneros, y también por esnobs, partidos "verdes" y biólogos, especialistas, para convertirse en una parte importante de la educación, un paquete de medidas propuesto por casi todos los partidos políticos, un lugar importante en la organización del Estado, y en algunas empresas, y un espacio definido en las agendas de negociaciones internacionales. Las iglesias se preocupan por el futuro del mundo, las maestras tratan de concientizar a sus alumnos del cuidado del agua, las advertencias circulan en cadenas interminables por Internet para advertir que una gran extinción de especies está en marcha. Olores, humos, esmog, olas desorbitadas, temperaturas insólitas, enfermedades, escasez de agua, inundaciones, sequías... Los males producidos por el calentamiento global están asolando el planeta y son muy pocos los que desarrollan políticas concretas para detener o cambiar esta situación.
"El precio de la civilización fue la traición a la naturaleza" dice el biólogo estadounidense Edward Wilson en su libro La creación y agrega que la revolución neolítica, caracterizada por la aparición de la agricultura y de las primeras aldeas, se nutrió de la prodigalidad de la naturaleza. Esa revolución del neolítico abonó la ilusión de que una pequeña proporción de plantas y animales domesticados podía sustentar indefinidamente la expansión humana. Hasta no hace muchos siglos, el empobrecimiento de la fauna y la flora parecía un precio aceptable, pero borrar la naturaleza es una estrategia muy peligrosa. "Tenemos por delante un largo camino que habrá que recorrer para hacer las paces con el planeta y entre nosotros. Equivocamos el rumbo cuando nos lanzamos a la revolución neolítica. Desde entonces, siempre seguimos una dirección ascendente desde la naturaleza, en lugar de elevarnos hacia ella", advierte el biólogo.
Cuento japonés
El Protocolo de Kyoto fue firmado en 1997 y exige que 37 naciones industrializadas reduzcan sus emisiones de gas de invernadero entre 2008 y 2012 en un promedio de 5% por debajo de los niveles de 1990. La intención es lograr que el próximo tratado genere mayores reducciones a partir de 2013. La Unión Europea ha propuesto que para 2020, los países industrializados reduzcan sus emisiones entre 25% y 40% por debajo de los niveles de 1990. En tanto, Estados Unidos ha rechazado las metas nacionales obligatorias de reducción de contaminantes, como las que fueron convenidas durante el Protocolo de Kyoto. Esta semana el presidente brasileño Lula da Silva dijo: "El Protocolo de Kyoto fracasó, fue bonito firmar. Todo el mundo firmó, pero quien tenía que tomar medidas para cumplir el Protocolo no lo refrendó, somos nosotros quienes refrendamos".
De este modo, Lula se refería al uso de etanol de caña de azúcar con que Brasil redujo en 800 millones de toneladas sus emisiones de CO2. No ocurrió lo mismo con la actitud de Estados Unidos, o el resto de los países del llamado Primer Mundo.
El medio ambiente se transformó en un peligroso ring donde se enfrentan el mundo desarrollado contra el subdesarrollado y donde, consecuencia de la globalización, los humos que se emiten en Estados Unidos, el calor de las fábricas chinas, la radiación de los arsenales nucleares soviéticos, los basurales de Nápoles, los ríos contaminados de la India, expanden hedores por todo el planeta, elevan su temperatura y son capaces de torcer el rumbo y la intensidad de los fenómenos naturales.
Hacia el año 2001, el programa de Medio Ambiente de la ONU sostenía que algunos de los cambios climáticos se podían atribuir a la interferencia del hombre. Seis años después los especialistas concluyeron que existen muchas más evidencias de que el hombre es el responsable por la emisión de los gases de carbono que aumentan el natural "efecto invernadero" en la atmósfera. "Se acerca el día en que el calentamiento climático escapará de todo control: estamos en las puertas de lo irreversible en un límite donde no se puede dar marcha atrás", dijo Jacques Chirac, ex presidente de Francia. "Este siglo puede ser el siglo final de la civilización como la conocemos. La civilización deberá adaptarse a vivir en un ciclo distinto de alimentos, tormentas, altas temperaturas, desertificación y disminución drástica de los estándares de confort a los que se había habituado gran parte de ella", opinó el antropólogo español Juan Reinoso.
La globalización no trae buenas noticias, sino los humos y la basura del vecino. "Los peligros medioambientales y técnicos provienen ante todo de las victorias imparables de una industrialización lineal y ciega a sus consecuencias que devora sus propios fundamentos naturales y culturales", dice el sociólogo alemán Ulrich Beck en su último libro La sociedad del riesgo mundial. También sostiene que los peligros medioambientales son, por lo tanto, constructos de "consecuencias directas latentes de decisiones industriales" (de las empresas y de los Estados y evidentemente, también de los consumidores y los individuos particulares). En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX la atención de los estados se dirigió a problemas cotidianos "visibles" como el esmog que provocaban las chimeneas y los escapes de los autos. De forma lenta se fueron incorporando otros temas a la agenda de discusión. Las empresas se concentraron primero en los riesgos de seguridad de sus propias fábricas y trabajadores y con el tiempo empezaron a percibir los problemas del ambiente exterior como propios, es decir los efectos a largo plazo que las llamadas infracciones de las normas sanitarias tenía sobre poblaciones lejanas. En cuestión de peligros ecológicos globales –explica Beck–, vuelve a ser sobre todo el progreso científico el que coloca en el campo visual de la percepción colectiva la invisibilidad y el (des)acoplamiento espaciotemporal de decisiones y consecuencias. "Cuanto más nuevos, más inabarcables son los problemas y globales los peligros que plantean, caracterizados por: la complejidad de las interacciones entre Estados nacionales, el alcance especialmente difícil de concebir de las causas, las dinámicas y los efectos, la gran distancia temporal entre actividad y transformación del contexto global de la energía y las materias primas, la separación geográfica entre las regiones que causan los problemas y aquellas donde se manifiestan las consecuencias, la complejidad de los efectos recíprocos entre sistemas humanos y físicos o la lenta acumulación de alteraciones y daños materiales". Probablemente, dice el sociólogo alemán, las crisis del futuro –y la dinámica política de su superación– se deberán menos a los peligros locales que a estos peligros globales. Por esto último, ya existen proyectos que hablan de un "derecho cosmopolita del riesgo" para referirse a acuerdos y pactos entre estados que sometan a denuncia y penalización, por encima de las fronteras, a los causantes de lesiones y destrozos. El riesgo es mundial.
¿Cómo puede llamarse la atención global sobre esos problemas, especialmente la atención del mundo en vías de desarrollo?, se pregunta Beck y dice: en lo que respecta al papel más bien irrelevante de las ciencias sociales, no podrá consistir ni en analizar comparativamente las diversas constelaciones de riesgos transnacionalregionales así como su dependencia inmanente de la posición que ocupan en la sociedad del riesgo mundial; es decir, en institucionalizar una mirada cosmopolita sobre la dinámica de conflicto y desigualdad que se despliega a la par que los riesgos globales.
¿Sin futuro?
"Es verdad que la tala de bosques o la transformación de bosques naturales en monocultivos de pino y eucalipto para materia prima industrial generan ingresos y crecimiento. Pero ese crecimiento se fundamenta en robar a los bosques su biodiversidad y su capacidad para conservar suelos y agua. Ese crecimiento se basa en el robo de las fuentes de alimento, forraje, combustible, fibra textil, medicinas y protección contra las inundaciones y la sequía que tienen las comunidades forestales. " La argumentación es de la ecologista y física india Vandana Shiva quien se ha puesto al frente de la lucha contra los alimentos y cultivos transgénicos, como los de la soja, productos de una agricultura globalizada e industrial que se basa en el uso de semillas modificadas genéticamente y los cambios que esto ha implicado en la vida de los campesinos de todo el mundo y consiguientemente con el medio ambiente.
Los defensores de las semillas transgénicas sostienen que "preocuparse por el hambre de las generaciones venideras no les dará de comer. La biotecnología de los alimentos, sí. Habrá que labrar tierrras como las de las selvas tropicales. El empleo de fertilizantes, insecticidas y herbicidas aumentará a escala mundial". Shiva acusa y dice que la agricultura industrial no ha producido más comida, que ha destruido fuentes de comida diversas y ha robado alimentos de otras especies para aportar mayores cantidades de productos específicos al mercado, utilizando en el proceso enormes cantidades de combustibles fósiles, de agua y de productos químicos tóxicos.
lunes, septiembre 03, 2007
Hacia Kyoto II para reducir hasta un 40% las emisiones
Los representantes de 158 países participantes en una conferencia de la ONU sobre el clima llegaron ayer a un acuerdo básico para limitar la emisión de gases que producen el llamado efecto invernadero, en un pequeño avance hacia un pacto climático para reemplazar al vigente Protocolo de Kyoto, que expira en 2012.
Después de largos debates en la conferencia celebrada en Viena, los países participantes reconocieron oficialmente la necesidad de recortar antes de 2020 entre un 25 un 40 por ciento las emisiones contaminantes en los países industrializados antes con respecto a 1990.
Según el documento elaborado por los participantes, ese rango, que había sido propuesto por científicos expertos en cambio climático, "ofrecerá parámetros iniciales útiles para el nivel conjunto de búsqueda de mayores reducciones de emisiones".
Sin embargo, no se acordó, tal como querían la Unión Europea y los países en vías de desarrollo, que la reducción de entre el 25 y el 40 por ciento fuera considerada una guía indicativa más fuerte para un pacto climático futuro.
"Esto es un pequeño paso", dijo Arthur Runge-Metzerm jefe de la delegación de la Unión Europea. "Queremos pasos más grandes. Pero creo que el rango del 25 al 40 por ciento será visto como un punto de partida, una base para el trabajo posterior."
Países como Japón, Suiza, Nueva Zelanda, Canadá y Rusia objetaron la idea de fijar un valor concreto de reducción de emisión de gases, considerando que ésta podría terminar obligándolos a hacer radicales cambios en sus economías.
De todos modos, aunque los objetivos fijados por el acuerdo de ayer no son obligatorios, se los considera una señal importante de que las naciones industrializadas se proponen seriamente reducir la cantidad de gases peligrosos, en un esfuerzo por evitar las consecuencias más catastróficas del calentamiento terrestre.
El acuerdo deja en claro que las emisiones deben ser reducidas a "niveles muy bajos" para prevenir devastadoras inundaciones, sequías y otros fenómenos extremos.
El congreso de Viena, que tuvo lugar entre el 27 y el 31 de agosto, tenía como objetivo preparar la conferencia de diciembre de Bali, que definirá qué pasará con los compromisos frente al calentamiento global una vez que expire el Protocolo de Kyoto, en 2012. La ONU ha subrayado que para que pueda aplicarse un pacto posterior a Kyoto es necesario que, como máximo, se alcance un acuerdo en 2009.
En ese sentido, el recorte del 25 al 40 por ciento por debajo de los niveles de emisión de 1990 es un objetivo ambicioso, si se tiene en cuenta que el acuerdo de Kyoto establecía una disminución del 5 por ciento con respecto al mismo año.
Además, la ONU está haciendo esfuerzos para que un nuevo acuerdo climático incluya a grandes contaminantes que no firmaron el Protocolo de Kyoto, como Estados Unidos, Australia, China y la India.
Después de largos debates en la conferencia celebrada en Viena, los países participantes reconocieron oficialmente la necesidad de recortar antes de 2020 entre un 25 un 40 por ciento las emisiones contaminantes en los países industrializados antes con respecto a 1990.
Según el documento elaborado por los participantes, ese rango, que había sido propuesto por científicos expertos en cambio climático, "ofrecerá parámetros iniciales útiles para el nivel conjunto de búsqueda de mayores reducciones de emisiones".
Sin embargo, no se acordó, tal como querían la Unión Europea y los países en vías de desarrollo, que la reducción de entre el 25 y el 40 por ciento fuera considerada una guía indicativa más fuerte para un pacto climático futuro.
"Esto es un pequeño paso", dijo Arthur Runge-Metzerm jefe de la delegación de la Unión Europea. "Queremos pasos más grandes. Pero creo que el rango del 25 al 40 por ciento será visto como un punto de partida, una base para el trabajo posterior."
Países como Japón, Suiza, Nueva Zelanda, Canadá y Rusia objetaron la idea de fijar un valor concreto de reducción de emisión de gases, considerando que ésta podría terminar obligándolos a hacer radicales cambios en sus economías.
De todos modos, aunque los objetivos fijados por el acuerdo de ayer no son obligatorios, se los considera una señal importante de que las naciones industrializadas se proponen seriamente reducir la cantidad de gases peligrosos, en un esfuerzo por evitar las consecuencias más catastróficas del calentamiento terrestre.
El acuerdo deja en claro que las emisiones deben ser reducidas a "niveles muy bajos" para prevenir devastadoras inundaciones, sequías y otros fenómenos extremos.
El congreso de Viena, que tuvo lugar entre el 27 y el 31 de agosto, tenía como objetivo preparar la conferencia de diciembre de Bali, que definirá qué pasará con los compromisos frente al calentamiento global una vez que expire el Protocolo de Kyoto, en 2012. La ONU ha subrayado que para que pueda aplicarse un pacto posterior a Kyoto es necesario que, como máximo, se alcance un acuerdo en 2009.
En ese sentido, el recorte del 25 al 40 por ciento por debajo de los niveles de emisión de 1990 es un objetivo ambicioso, si se tiene en cuenta que el acuerdo de Kyoto establecía una disminución del 5 por ciento con respecto al mismo año.
Además, la ONU está haciendo esfuerzos para que un nuevo acuerdo climático incluya a grandes contaminantes que no firmaron el Protocolo de Kyoto, como Estados Unidos, Australia, China y la India.
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