miércoles, octubre 31, 2007

Berlín: dialogo estrategico con Moscú

A mediados de octubre, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente ruso Vladimir Putin se reunieron en Wiesbaden, en el suroeste de Alemania, con ocasión del Diálogo de San Petersburgo, foro abierto en 2001 y aún vigente. El tono del diálogo fue cordial, pero no estuvo exento de algunos momentos de tensión. Las respectivas visiones en política exterior evidencian perspectivas diferentes e intereses divergentes; Irán, Kosovo y democracia son las palabras que mejor ilustran esta discordia. Únicamente el tema del suministro energético tiene ante sí un escenario concreto de cooperación. La amistad privilegiada entre Rusia y Alemania parece estar convirtiéndose en una relación fluida entre potencias normales que buscan un camino para la colaboración internacional, basada en el interés mutuo y guiada por las exigencias de seguridad energética.


Suministro energético y relaciones comerciales

La construcción de la North European Gas Pipeline es un tema en el que todos están de acuerdo, excepto la franja de países compuesta por Estonia, Letonia, Lituania y Polonia, apartada de las nuevas conexiones energéticas. En 2005, año de la firma del acuerdo, los gobiernos de esos cuatro nuevos estados de la UE habían llegado a comparar el proyecto ruso-alemán con el pacto Ribentropp-Molotov, al prever que dificultaría sus posibilidades de desarrollo como zonas de tránsito energético. Sin embargo, se ha confirmado el entusiasmo de rusos y alemanes por la ruta marina que unirá los puertos de Vyborg, cerca de San Petersburgo, y Greifswald, en el estado de Mecklemburgo-Pomerania. El gasoducto debería estar completado en 2010 y será capaz de satisfacer más de la mitad de la demanda europea, poniendo en circulación nuevas fuerzas de producción vinculadas al mercado energético. Gracias a esta vía marina, Alemania y Rusia vuelven a ser países vecinos.

Las relaciones comerciales han sido definidas como el corazón del diálogo ruso-alemán, y han registrado un aumento del 35% respecto al año pasado. A pesar de ello, Putin insiste en la necesidad de aumentar las inversiones alemanas en Rusia. La proyección de las inversiones por parte de las empresas automovilísticas destinadas a proyectos energéticos es de siete mil millones de euros. Ante una suma así, el presidente de la Federación Rusa no ha mostrado ninguna sorpresa, mientras que la canciller alemana ha dado rodeos a esa petición haciendo referencia a las dificultades de inversión en Rusia.

La necesidad rusa de know how es tan patente como la necesidad alemana de recursos energéticos. En el campo monetario, se abre la posibilidad de conseguir un intercambio equitativo, aunque, en lo que respecta al valor de dicho intercambio, parece que es Rusia quien consigue una mayor ventaja, ya que el know how tiene un potencial de productividad inagotable, cosa que no es aplicable a la energía. Sobre estas premisas, Alemania podría pedir contrapartidas en forma de alineamiento político de Rusia. A Alemania le interesa que Rusia adopte una postura favorable a una nueva ronda de sanciones ante la intratabilidad iraní, una postura más abierta ante las demandas de Kosovo y una mejora en las condiciones democráticas y de transparencia en el país. Estos puntos se consideran indispensables para fomentar la confianza hacia el socio comercial, una confianza por lo demás fundamental de cara a la transferencia tecnológica, cuyas condiciones aún no se dan a día de hoy.
Política exterior y democracia en Rusia. Las notas discordantes

Ante la prensa, los dos estadistas se mostraron como dos buenos amigos deseosos de tener vínculos cada vez más estrechos, sin dejar por ello de manifestar abiertamente sus intereses. Fueron muchas las referencias a las relaciones privilegiadas del pasado. Unas referencias que, en cierto modo, restaron espacio a las declaraciones sobre la cooperación futura, ya que los temas más delicados se hablaron a puerta cerrada y no trascendieron mucho.

Durante la reunión, Angela Merkel mencionó y mostró su desacuerdo con la ley que impone el registro de las ONG a las organizaciones no regionales. Por lo demás, las cuestiones de democracia y transparencia en Rusia no fueron abordadas.

Otro punto complicado de la discusión fue la definición del estatus de Kosovo. El comienzo de las negociaciones entre serbios y kosovares bajo la dirección de la troika no da muchas esperanzas. La postura rusa al respecto es clara: nada de independencia para Kosovo sin el consentimiento de Serbia. Un alargamiento excesivo de las negociaciones podría llevar aKosovo a declarar unilateralmente su independencia, declaración que recibiría el apoyo de Estados Unidos, mientras que tanto la UE como la misma Alemania se muestran divididas a este respecto. Se trata de un escenario arriesgado que sitúa a Rusia ante un actor supranacional, la Unión Europea, débil e incapaz de adoptar una posición única sobre la que construir un compromiso.

Las posturas se mostraron claramente incompatibles en el caso de la cuestión nuclear iraní. La Alemania de Merkel quiere someter a Irán a una nueva ronda de sanciones por parte de la ONU. Putin, en cambio, está tratando de ganar tiempo, afirmando que es necesario instaurar un diálogo de distensión con Irán, en una línea que deja entrever las intenciones estratégicas de la Federación Rusa.En primer lugar, la tensión por la cuestión nuclear iraní es un instrumento de presión sobre Occidente. De esta manera tiene la posibilidad de ejercer el rol de interlocutor y mediador clave. Otro objetivo ruso es el de volver a ganar influencia en la región de Oriente Medio, apoyándose en las relaciones con Siria e Irán.

Una posible interpretación para estas declaraciones podría venir de la proximidad de la cumbre de los países del mar Caspio, a donde Putin se dirigió inmediatamente después del encuentro de Wiesbaden, a pesar de las voces que alertaban de un posible atentado contra el presidente.El tema principal de la cumbre fue la discusión sobre la figura jurídica de aplicación para el mar y el consiguiente reparto de sus aguas y recursos. Ésta es una discusión que se ha mantenido abierta desde el colapso de la Unión Soviética, que causó la fragmentación de las costas del Caspio ya no entre dos estados (URSS e Irán), sino entre cinco: Rusia, Azerbaiyán, Irán, Turkmenistán y Kazajistán. La cumbre de octubre también se cerró sin acuerdos relevantes y con el emplazamiento a una nueva cumbre para el año siguiente. La cuestión que se trata es muy importante, no sólo por la división de las aguas territoriales y de los espacios comunes, sino sobre todo por los abundantes recursos petrolíferos tanto en la zona azerí como en la kazaja.

La postura inicial rusa era la de considerar al Caspio como un mar y, en consecuencia, proceder al reparto de sus aguas territoriales según el principio de las líneas de equidistancia. De esta manera, la superficie bajo su control sólo sería menor a la de Kazajistán, país sobre el cual mantiene una cierta influencia. Esa propuesta era inaceptable para Irán, que, debido a la forma cóncava de su línea costera, vería reducidas sus aguas territoriales a una extensión menor.

Ante la dificultad de la cuestión y a falta de una alternativa mejor, Rusia tuvo que modificar su posición al respecto. La idea actual es la de crear un espacio común, de manera que el uso de las aguas y de los recursos del mar se convertiría en objeto de concertación. En su papel de moderadora, la Federación Rusa podría continuar manteniendo e incluso reforzar su influencia y dominio en la región y obstaculizar la prolongación del conducto Bakú-Tiflis-Ceyan hacia el este, lo que representa una directriz de desarrollo vertical que la excluiría del suministro energético.

Por esta razón, también era necesario preparar un clima distendido para la discusión en Teherán, sobre todo en relación al interlocutor iraní. Unas declaraciones negativas con respecto a Irán en Alemania habrían sido un error diplomático que habría tenido que pagar en el debate sobre el Caspio.

Este es el ejemplo más claro de que Rusia juega en un doble terreno y con unos intereses estratégicos propios. Una concesión de más a Europa, y en especial a Alemania, significaría una derrota en un frente sin ni siquiera haber jugado. La cooperación en política exterior no es conveniente para Rusia sin la presencia de una recompensa política creíble.
Conclusiones

En principio, las relaciones entre Rusia y Alemania siguen siendo positivas. Alemania es el único país europeo que consigue tener un diálogo fluido con Rusia y que pone sobre la mesa, aunque posiblemente sin la fuerza necesaria, cuestiones de política exterior. Sin embargo, lo positivo de las relaciones económicas y comerciales entre ambas no se traslada del todo al plano político y de coordinación estratégica. Como portavoz europeo, Alemania juega un papel solitario, olvidándose a menudo de involucrar a los vecinos de Europa Oriental tal y como éstos esperarían a raíz de su integración en la UE. Por sí sola, no es capaz, hoy por hoy, de defender los puntos inamovibles de la política exterior europea.

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