lunes, octubre 01, 2007

La capital del narcotráfico


Desde el año pasado, la capital de Myanmar es la remota Naypyidaw, ciudad situada a unos 400 kilómetros de la antigua capital, Rangún, que fue construida en medio de la nada por las empresas cercanas al poder que prosperaron gracias al narcotráfico y a turbias operaciones de venta de armas al ejército birmano.

Asia World, compañía propiedad del birmano de origen chino Lo Hsing Han -condenado a muerte por tráfico de drogas y luego amnistiado y uno de los mayores narcotraficantes del sudeste asiático según la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA)- recibió por parte de la junta militar la mayor parte de los contratos de construcción.

Este empresario de dudosa reputación juega a menudo al golf en un exclusivo club militar de las afueras de Rangún, al que acuden altos funcionarios y también Khun Sa, a quien la DEA bautizó como el "Pablo Escobar" del sudeste asiático.

Khun Sa se encuentra bajo protección de los militares desde que en 1996 pactó en secreto con la junta militar la entrega de su cuartel general en Hmong, y de su "ejército" particular, integrado por unos 30.000 guerrilleros. Desde entonces, Khun Sa reside en una lujosa mansión de las afueras de Rangún.

Otra de las empresas birmanas que participaron en la construcción de infraestructura bélica y civil que la junta militar encargó para instalarse en Naypyidaw es Htoo Trading Company, la principal suministradora de material militar del régimen.

El jefe de la junta, el general Than Shwe, tiene predilección por esta empresa cuyos propietarios, los hermanos Htoo, participan de casi todos los banquetes privados y las fiestas que celebra la familia Shwe.

Los Htoo, que tienen negocios relacionados con la hotelería y la exportación de madera de teca, jade y piedras preciosas, han intervenido en las mayores operaciones comerciales de compra de armas llevadas a cabo por la junta militar desde 2002, incluida la compra de aviones de combate MiG-29 y helicópteros rusos.

La producción y el tráfico de heroína en la región montañosa de Myanmar ha resurgido con brío desde que subió el precio de la droga, después de varios años de escasa demanda internacional.

En los laboratorios clandestinos situados en la frondosa jungla del norte y nordeste de Birmania, el precio de la heroína es ahora diez veces superior al de hace una década, cuando los "ejércitos" del narcotráfico habían optado por buscar mayores beneficios económicos con la fabricación de anfetaminas.

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