Convencido de que las ideas no tienen que esperar —o incluso perderse— en los años que toma completar la educación universitaria, Peter Thiel apostó por una opción radical: animar a los jóvenes a que dejen la universidad.
Thiel, cofundador de PayPal, inversionista temprano en Facebook y apasionado defensor de las innovaciones tecnológicas, creo a través de la fundación que lleva su nombre, 20 becas de $100,000 para estimular a empresarios menores de 20 años a que desarrollen sus ideas más allá de las aulas.
"Algunas de las tecnologías más transformadoras se crearon por quienes dejaron la escuela porque tenían ideas que no podían esperar hasta que se graduaran", dijo Thiel, cuando anunció las becas en el otoño pasado.
Ahora, los 24 brillantes y jóvenes cerebros —aunque son sólo 20 becas algunos forman partes de equipos— están ya seleccionados de entre los más de 400 solicitantes.
"La escuela y la universidad están diseñados para crear ‘seguidores de normas’", dice Dale Stephens, uno de los ganadores de la beca.
Desde el sexto grado Stephens decidió —él, no sus padres— educarse en casa, y aunque luego asistió a la universidad por ocho meses, optó por abandonarla.
"Hay una brecha tremenda entre la vida académica y la realidad", comentó Stephens a La Opinión, enfatizando que las rigideces del sistema educativo dejan poco margen para la creatividad.
El joven —quién se da a sí mismo el título de Director de desviación educativa—, planea dedicar los próximos dos años a alentar el proyecto en el que ya trabaja como líder del movimiento UnCollege, que busca introducir en el sistema de educación superior los métodos de autoeducación que él ha practicado buena parte de su vida.
Los ejemplos de éxito entre personas que abandonaron o no fueron la universidad abundan. Desde Elon Musk, cofundador de Tesla Motors —quién vendió su primera compañía, Zip2 a Compaq por $307 millones—, hasta William Andregg, director ejecutivo de Halcyon Molecular —una compañía dedicada a la investigación del ADN con el fin de prolongar la vida con un alto nivel de salud—, son muchos los que han destacado sin un título colgado a sus espaldas.
Sin embargo, John Rogers, director del Instituto para la democracia y el acceso a la educación, de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA-IDEA), advierte que el efecto de una educación formal varía según el entorno socioeconómico de la persona.
"Bill Gates era el hijo de un próspero abogado, dejó Harvard para crear su empresa y triunfó. Sin embargo, el hijo de una familia pobre hubiera tenido menos posibilidades de conseguirlo", comenta Rogers, subrayando que para muchos la educación universitaria sigue siendo el pasaporte hacia un futuro mejor.
En puros términos económicos, el costo de los estudios superiores, que ha llevado a los estudiantes ha acumular, en conjunto, un billón de deuda, sigue teniendo sentido para muchos.
Según un estudio realizado por The Economist los salarios promedio de aquellos con educación superior son entre $20 y $30 mil anuales más altos por cada nivel educativo por encima de la secundaria.
"Y el desempleo también es más bajo, aún en las recesiones" dice Rogers, quien también cree que la educación formal tiene que cambiar y asumir los retos de los pensadores y líderes que pueden sentirse limitados dentro del sistema educativo.
Y no es el único.
"Como administrador universitario, podría asumirse que me disgusta la idea", dice Eric Clark, director asistente de servicios académicos en Eastern Nazarene College, en Quincy (Massachusettss), refiriéndose a la posibilidad de interrumpir o abandonar la educación formal en pos de otra más práctica.
"Pero el aprendizaje real ocurre cuando los estudiantes pueden ver el efecto de lo que están aprendiendo en una experiencia real", dice Clark, quien predicando con el ejemplo fundó en 2007 la compañía Quincy Tutoring.
Más información en:thielfoundation.org
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