Por Julio Burdman
Algunos se mostraron sorprendidos por los movimientos que viene realizando Hermes Binner hacia una candidatura por un frente que agrupe a los partidos de centroizquierda opositora. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el análisis político que realiza este sector no mira solamente las encuestas y la coyuntura de 2011. Se trata, más bien, de una apuesta hacia la consolidación de un nuevo espacio nacional en un mapa partidario en transformación.
Los partidos de centroizquierda enfrentan una oportunidad electoral histórica, inédita. Siempre sufrieron el problema de la falta de implantación territorial. El progresismo fue un fenómeno metropolitano. Hoy, en cambio, cuenta con presencia real en los principales distritos del país. Partido Socialista santafesino, Partido Nuevo cordobés, Proyecto Sur porteño y GEN bonaerense, más el Nuevo Espacio Entrerriano y desprendimientos afines en San Juan, Mendoza y otras provincias, hoy compiten seriamente por gobernaciones e intendencias importantes. A la inversa de la experiencia frepasista, construida a partir de liderazgos porteños mediáticos que aspiraban la presidencia. Es la primera vez en la historia democrática reciente que una fuerza progresista tiene condiciones reales de establecerse como alternativa al bipartidismo en el país federal.
En particular, este espacio tiene altas probabilidades de que sus candidatos a gobernador de Córdoba y Santa Fe, Luis Juez y Antonio Bonfatti, se impongan en las elecciones de julio y agosto. Ambas provincias concentran el 20% de la población, una proporción aún mayor del PBI nacional, y tienen una agenda económica propia. Una región centroprogresista constituiría un polo verdaderamente interesante para debatir la matriz bonaerense y centralista de la Argentina a partir de la reforma constitucional de 1994, y construir una nueva identidad política.
Este espacio de centroizquierda que está surgiendo en Argentina, desde las provincias hacia la Nación, necesita una propuesta presidencial para crecer. La candidatura de Binner, quien cuenta con el cursus honorum de su experiencia de gestión, es necesaria para ello: además de competir en la carrera presidencial, apuntalaría a los candidatos a gobernadores, intendentes y legisladores nacionales. Como en tres de los cuatro distritos principales las elecciones provinciales están desdobladas (CABA, Santa Fe y Córdoba), sin una oferta presidencial el incipiente espacio progresista tiene pocas chances de formar un bloque legislativo fuerte para el período 2011-2015.
Todo lo anterior, asimismo, debe ser entendido en el siguiente contexto: mientras que los partidos de centroizquierda tienen excelentes razones para querer lanzarse solos al plano nacional, la alternativa de reeditar el Acuerdo Cívico y Social de 2009 con el radicalismo es poco atractiva en más de un sentido. Aunque más de la mitad de los votos del ACyS correspondió a los aliados de la UCR –la centroizquierda y la Coalición Cívica–, el partido centenario está empecinado en liderar la oposición. Tienen un candidato con potencial electoral –Ricardo Alfonsín– pero vienen de pobres rendimientos en las elecciones provinciales y no tienen triunfos a la vista ni candidatos fuertes en los distritos. La familia panradical carece de liderazgo y coordinación. Una de las fortalezas de Alfonsín es su presencia mediática, pero ésta algo puede cambiar una vez que Binner logre instalarse –pese a que su sector apoyó en general la Ley de Medios.
La alianza con Francisco de Narváez sin dudas ofrece a Alfonsín una plataforma interesante para la provincia de Buenos Aires, pero la agenda del incipiente Frente Progresista apunta a otra dirección ideológica y también geográfica. Algunos votantes y dirigentes radicales, confía Binner, terminarán apoyando a su coalición si Alfonsín profundiza su alianza con sectores del peronismo federal. Ello, junto al aporte que puede recibir de los partidos progresistas en los cuatro distritos principales que representan el 70% de los votos, agrega razones a una decisión con horizonte de mediano plazo.
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