sábado, diciembre 01, 2007

Venezuela: cruce de caminos histórico


Venezuela vive este fin de semana horas muy difíciles: el régimen revolucionario chavista ha provocado una situación en la que todas las alternativas posibles parecen conducir a una grave crisis nacional, hasta el punto de que sólo una conjunción de circunstancias favorables podría evitar que el país amanezca el lunes en una situación extraordinariamente delicada, sea cual sea el resultado del referéndum de mañana.

Hugo Chávez quiere imponer a los venezolanos una reforma constitucional a todas luces inaceptable, que es sencillamente la institucionalización de una dictadura y que sólo serviría para colmar las ambiciones personalistas de un presidente al que ciertos columnistas ingeniosos llaman con razón «Ego» Chávez.

Se trata de un paso más en la dirección del socialismo cubano, la mejor prueba -si hiciera falta probarlo-de que el caudillo conducirá inevitablemente a la catástrofe económica y social a un país inmensamente rico, por no hablar de que su consolidación como dictador perpetuo representaría casi automáticamente la aceleración de sus planes de expansión por todo el continente, donde ya ha logrado provocar una profunda división con la ayuda de países en cuyos gobiernos ya ha logrado situar a algunos de sus aliados.

Esta es la segunda constitución que Chávez ha redactado en ocho años, y no hay ninguna razón para pensar que su nuevo proyecto, todavía mas insensato que el primero, pudiera tener más éxito que el que con tanto entusiasmo como desatino hizo aprobar en su día. Ni los millones de copias que hizo imprimir y distribuir entre los venezolanos, ni los que ya tiene dispuestos con el texto de la nueva ley, lograrán que sus ensoñaciones y excentricidades se hagan realidad.

Después de las manifestaciones multitudinarias, Chávez sabe al menos que la reforma que ha emprendido no puede tener un apoyo claro de la sociedad y, por este motivo, para intentar ganar el referéndum del domingo, ha utilizado a su antojo todas las palancas del poder, sin ningún sonrojo: radios, televisiones, Ejército, Policía, autoridad electoral...

Para Chávez no ha habido mecanismo público a su alcance que no haya sido aprovechado a su favor en la campaña electoral, entre ellos la propuesta de mediación con la guerrilla colombiana, cuya verdadera dimensión moral acaba de ser puesta al descubierto con la aparición de las imágenes de los rehenes cuya liberación pretendía negociar. Esas fotografías y vídeos ilustran tanto la catadura de quienes los mantienen prisioneros, en condiciones que recuerdan a los peores campos de concentración del siglo pasado, como de quienes, como Chávez, intentaban legitimarlos a través de una negociación con objetivos propagandísticos.

Hasta ahora, Chávez no ha sido capaz de condenar esta situación inhumana, o de ponerse del lado de las autoridades colombianas, a las que -al contrario- ha llegado a responsabilizar de que se prolongue este cautiverio indecente.

La oposición ha sido liderada en esta ocasión por una formación ajena al mundo político tradicional, los estudiantes universitarios, lo que explica que las tradicionales divisiones que se producían entre partidos y dirigentes históricos hayan sido menos evidentes. La denuncia del proyecto totalitario por parte de personalidades clave del chavismo, como el general Baduel, representa un aporte de legitimidad a los partidarios del «no» y abre una incógnita sobre el comportamiento de las Fuerzas Armadas en las próximas horas.

En este contexto, la discusión sobre si los que se oponen al proyecto revolucionario debían o no ir a votar se ha decantado afortunadamente a favor de acudir a las urnas. A pesar de las evidentes sospechas de que el régimen chavista manipulará los datos de la votación, los ciudadanos que quieran dejar constancia de su voluntad de evitar que sus libertades sean pisoteadas no pueden quedarse en casa, porque lo que se decide el domingo es demasiado importante para el futuro del país.

Chávez ha dicho claramente que, si pierde el referéndum, dejará el poder, lo que muy probablemente sólo habla de su confianza absoluta en que, pase lo que pase, podrá decir que lo ha ganado. En las manos de los venezolanos está darle la razón o desmentirlo.

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