RADIOGRAFIA DE LA BASURA: UN ESTUDIO DE LA UBA QUE REFLEJA HABITOS DE CONSUMO
Los vecinos de la Ciudad arrojan un 20% más de residuos que hace 5 años. Sólo se ha reducido en los barrios más pobres. Esto tiene un fuerte impacto ambiental, ya que escasean los rellenos sanitarios. Los cartoneros reciclan un 12% y evitan que el problema sea mayor. Cómo se compone la basura.
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Gerardo Young.
gyoung@clarin.com
La basura dice de nosotros mucho más de lo que imaginamos. Dice que comemos alimentos cada vez menos elaborados, que tomamos más gaseosas en verano, que no paramos de sumar productos de limpieza, que usamos mucho la impresora; dice cómo marcha la economía del hogar y hasta nos habla de cómo andan las grandes industrias. Todo eso dice la basura porteña, pero también nos da una señal de alarma: mientras aumenta la cantidad de residuos, se demoran los planes de reciclado y se agotan los rellenos donde depositarla.
En la Ciudad de Buenos Aires se producen 4.200 toneladas de basura por día, que precisan para su traslado de mil camiones de recolección. Eso sin contar las más de 400 toneladas que alcanzan a reciclar los cartoneros cada noche, ni lo que se arroja en los basurales clandestinos. En promedio, cada porteño arroja hoy 1,10 kilos de basura por día, algo más de un 20 por ciento más que en el 2001, cuando el promedio por habitante no llegaba a los 900 gramos. Se acumulan así montañas y montañas con restos de comida, de pañales, chatarra, plásticos de todo tipo, que dan cuenta de la reactivación económica en amplios sectores de la sociedad, menos en el de los más carenciados. Hasta de diferencias sociales habla la basura: en Recoleta hoy se desecha más del doble que en Pompeya.
Para que la basura diga y refleje los hábitos de consumo de las ciudades, sólo hace falta abrir bolsas, separar y clasificar los restos de cada día. Eso es lo que hicieron expertos de la Facultad de Ingeniería de la UBA, que acaban de terminar, a pedido del Ceamse (el organismo encargado del depósito final de los residuos), un estudio cualitativo sobre los residuos de la Capital. Los resultados han sido cotejados con investigaciones similares de otros años —la primera es de 1972— generando una radiografía de los desechos porteños a través de más de treinta años. Ya se sabe, como dicen los escultores, que lo que sobra hace la forma. También la basura.
La primera conclusión del estudio al que accedió Clarín es que el aumento de la basura de los porteños es una tendencia histórica que seguirá su camino ascendente. Sólo la acción de los cartoneros evita que este crecimiento sea un problema aún mayor. Pero lo es, a tal punto que el Ceamse ha declarado el estado de crisis del sistema. Las razones son claras: hay más desechos, pero menos lugares donde colocarlos, ya que de los tres rellenos sanitarios que existen en el área metropolitana, dos se cerrarán a fin de año. Sólo quedará uno en el Camino del Buen Ayre, con una proyección de vida útil, si no se habilita otro, de apenas cinco años.
El estudio se hizo en dos etapas. La primera en el verano del 2005-2006 y la última entre julio y setiembre pasado. La intención fue detectar cuánto de la basura actual es reciclable, que es en todo el mundo la única manera de reducir los residuos que de otro modo deben ser puestos bajo la tierra o eliminados. Se sabe que cualquier método que no sea el reciclado daña al medio ambiente. Por eso el Gobierno de la Ciudad se comprometió, a fines de 2005, a impulsar un plan de reducción de la basura, aunque recién ahora parece ponerse en marcha (ver Promesas...)
¿Qué cosas se tiran a la calle? ¿Y qué nos dicen esas cosas?
Los porteños arrojan cada vez menos restos de comida. En 1972, el 63% de la basura estaba compuesta por restos alimenticios, mientras que en setiembre del 2006 sólo el 41%. Esto no responde a espíritus ahorrativos ni a ningún comportamiento consciente. El informe explica esta evolución en "la extensión de la utilización de alimentos preelaborados y congelados, y el mayor consumo de alimentos preparados" (en supermercados o delivery), más la masificación del freezer, que permite guardar la cena para otro día. Todo eso genera menos desperdicios de alimentos, aunque, se advierte, aumenta los residuos "de packaging", como bandejas plásticas o bolsas.
Del progreso en la elaboración y conservación de la comida, la basura nos lleva a un certero retrato social. Al analizar la cantidad de residuos que se producen de acuerdo al patrón económico de cada barrio, los ingenieros detectaron una importante fluctuación. Aquellos sectores altos, medios y medios bajos de la sociedad fueron los que aumentaron su producción de basura. Pero sucedió lo inverso en los grupos sociales más bajos, donde los residuos disminuyeron desde el 2001 en un 8%. Hoy, una persona de clase alta arroja hasta 1,3 kilo de basura por día, mientras que uno de clase baja apenas acaricia los 500 gramos. Este dato cobra vitalidad cuando se lo cruza con los índices de pobreza del INDEC, que reflejan que el núcleo más duro de la pobreza es el único que aún no se recuperó de la crisis que nos golpeó hace poco más de cinco años.
Los barrios con características de mayor pobreza son los que menos residuos producen por habitante. Encabezan la lista Nueva Pompeya (479 gramos por persona al día), Mataderos (570) y Villa Soldati (671), mientras que los que más producen por habitante son Barrio Norte (1,295 kilo), Retiro (1,138 kilo) y Recoleta (1,057). Esto sin contar lo que se llevan los cartoneros.
De los componentes de la basura, el más notable es el aumento "exponencial" —dice el informe— de los plásticos, residuos que afectan mucho al medio ambiente sobre todo porque ocupan mucho lugar en los rellenos sanitarios. La basura habla, en este caso, de los procesos industriales de productos para el consumo. Gaseosas, agua, leche y hasta productos de limpieza que antes eran envasados en vidrio y hoy lo son en plástico.
En 1972, los plásticos ocupaban apenas el 3% de la basura. Hoy representan un 19% en verano y un 13% en invierno, cuando se reduce el consumo de bebidas. De los plásticos hallados en la basura, se comprobó que el 54% corresponde a bebidas (agua mineral y gaseosas); un 24%, a alimentos y 17%, a productos de limpieza y tocador.
"El plástico representa un crecimiento sostenido durante los últimos 33 años, reemplazando materiales de embalaje y envases como metales y vidrios, debido a su menor peso, mayor versatilidad y condiciones de seguridad", cita el informe. Este proceso es visto con preocupación por los ambientalistas. La Secretaría de Ambiente de la Nación y el Ceamse están trabajando en el proyecto de una Ley de Envase, para intentar ponerles un freno a los envases plásticos o al menos para que no sean descartables. Una de las que trabaja en ese proyecto es Graciela Gerola, de la Asociación de Ingeniería Sanitaria y Ciencias Ambientales:
"En toda Europa existen leyes de este tipo y hace poco Uruguay sancionó una. La idea es que los fabricantes hagan envases retornables, para que los vecinos no tiren las botellas a la basura. Se puede hacer un acuerdo con los supermercados para que se ocupen de recibir los envases. Es complicado pero hay que hacerlo. El principal problema del plástico —explica Gerola— es que ocupa mucho lugar en los rellenos". Y por muchos años: el plástico puede tardar hasta 600 años en biodegradarse.
Los papeles y cartones también aumentan en las bolsas de basu ra, pero su evolución no incide en el relleno sanitario ya que su crecimiento es "detenido" por la recuperación que hacen los cartoneros, gracias al elevado valor del papel en el mercado. Aquí, lo curioso es el crecimiento en la basura de los papeles de alta calidad. El informe explica esto en "el uso generalizado de computadoras e impresoras en el hogar en los últimos 5 o 10 años".
Los vidrios inciden también en la basura y lo hacen a través de las bebidas alcohólicas. Los envases de vino, espumantes y cerveza representan el 63% del vidrio que se arroja. En los últimos cinco años han tomado protagonismo, también, las botellitas de 330 centímetros cúbicos de gaseosa. También de eso habla la basura.
El informe elaborado por la UBA se hizo sobre dos puntos de observación. Por un lado, se analizó la basura ya recolectada por los camiones. Pero también se tomaron muestras de bolsas de basura recién sacadas por los vecinos, antes de ser revisada por los cartoneros. Esto se hizo para medir la incidencia de los "recicladores urbanos" en el proceso de la basura. La sorpresa fue notable. Y la basura habla de ellos.
Los cartoneros tienen hoy una influencia decisiva en el "equilibrio" ecológico, según reconocieron a Clarín el titular del Ceamse, Carlos Hurst, y el flamante secretario de Medio Ambiente de la Ciudad, Juan Manuel Velasco. Los dos, claro, leyeron el informe de la UBA y saben que los cartoneros reciclan ya "entre el 11 y el 13 por ciento" de la basura. Eso significa que la recuperan y evitan que ocupen espacio en los rellenos sanitarios.
Y no es poco. Se calcula que hay unos 6.000 cartoneros —al menos son los inscriptos en el registro oficial de la Ciudad— y recuperan unas 300 toneladas de papel y cartón por día, además de 40 toneladas de envases plásticos y no menos de 3 toneladas de productos de limpieza y perfumería, entre otras cosas.
Los cartoneros tienen, claro, sus zonas de preferencia. Es en el microcentro donde obtienen mayor rédito —reciclan hasta el 14% de la basura— y la zona sur de la Ciudad donde menos, con apenas un 8% de recupero.
Plásticos, productos de limpieza, vidrio, hierros. Todo eso es reciclable y el estudio apuntó a saber sobre ellos. La conclusión no fue muy auspiciosa. Hoy apenas "el 19,52% de la basura porteña es reciclable". Este dato contrasta con los objetivos planteados por la Ciudad de Buenos Aires, que en diciembre de 2005 sancionó la Ley de Basura Cero, con la que proyectó un reciclado de hasta el 30% para el 2012. Los ambientalistas consideraron que era una ley demasiado ambiciosa. Y parece que tenían razón.
La basura también habla del clima y las costumbres según las estaciones del año. El sentido común cobra certeza dentro de las bolsas de residuos. Se comparó la basura arrojada en el verano del 2006 con la del invierno de ese año. Las conclusiones: en invierno se come más (hay más desechos de alimentos), pero se consumen menos gaseosas, menos lácteos, cerveza y jugos. En invierno se detecta además una mayor actividad administrativa y comercial, lo que se refleja en un aumento de papeles de oficinas. Y en el invierno pasado, en particular, también se hallaron muchos restos de materiales de obra —escombros, latas de aguarrás—, eco del boom de la construcción durante el 2006.
Hábitos, costumbres, tendencias en la industria, avances tecnológicos y diferencias sociales. Todo eso dice la basura que arrojamos a la calle con la pretensión de no verla más y sin saber que puede hablar por nosotros.
http://www.clarin.com/suplementos/zona/2007/05/06/z-04015.htm
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