Por ALEJANDRO CASTAÑEDA
Que Charly García haya pedido un servicio de acompañantes en un hotel de Mendoza, es raro. Pero que esa velada haya terminado en un escándalo, es menos raro. Después de estar nueve horas con cinco chicas VIP, adiestradas para todo servicio, Charly se habría negado a pagarles.
Los caminos del rock y los delivery son inciertos. El sexo tiene sus rarezas, es cierto, pero cinco mendocinas para un cuerpo tan estropeado, suena como abuso feminista. Con tanto servicio a domicilio, con tanta hotelería sofisticada, el pobre Charly seguramente buscó en esa aburrida tarde del domingo el auxilio de la conserjería para aliviar la soledad. Pidió cinco de las mejores y llegaron. Estuvo con ellas desde las 11 hasta las 20, en un clima cordial, pero al recibir la factura dio un salto: le querían cobrar 10 mil pesos por esos multiplicados mimos cuyanos. Charly, por supuesto, no pagó. La gente famosa no se detiene en esas minucias. Quizá imaginó que la visita era parte de la producción o una promoción hotelera. Ahora, entre nosotros, la tarifa mendocina en sexo colectivo es altísima y habría que avisarle de este aumento a la gente del INDEC, cosa que cuando llegue la hora de medir la canasta familiar ponga este servicio entre las cosas que más se han incrementado.
Andar sin nadie en el otoño mendocino, es bravo, pero a dos mil pesos la compañía, los solitarios andinos ya no tienen esperanza. El oficio de las acompañantes con el tiempo se ha ido desnaturalizando. Primero fue como una encomienda portátil para terminar con la soledad, que duele, no vaya a creer, y mucho más en la Cordillera. Detrás del amable nombre de buenas compañías, más de un viajero encontró sosiego en noches de insomnios y ojeras. Después, las visitas incluyeron el deseo como algo opcional y las acompañantes ampliaron su currícula para ofrecer otro tipo de esparcimiento. Se fueron capacitando y aprendieron a diferenciar la camaradería de los mimos y a poner el tarifario a la altura de esos esfuerzos. Los que lo conocen saben que Charly está más allá del deseo, que sus ganas no son como la de los demás mortales, que el fuerte de él nunca fue la cama y que quizá reclamó, en el apacible mediodía cuyano, una niña de turno para esperar juntos el atardecer. Si Sandro se casó y alguien puede soñar junto a Silvia Suller, pensó Charly, por qué no buscar unas quintillizas cuyanas para pasar la tardecita. En eso estaba cuando la más amable de las visitantes le mostró la factura: 300 pesos la hora. Charly, un experto en terminar la función antes de tiempo, empezó a gritar y el sexteto se bajó del escenario a puro escándalo. Ahora la juisticia cuyana le dio la razón al artista: como la prostitución está prohibida, no se puede tratar de cobrar por una actividad ilegal.
No es fácil tocar en el interior. Como las distancias duelen, en los hoteles cinco estrellas las buenas muchachas son parte de la media pensión. Los artistas de rock siempre tienen permiso para usar gente y extravagancias como si fueran parte del frigobar. El turismo se ha potenciado tanto que el vaucher de algunos residenciales incluye alguna pelirroja de trasnoche como copa de gentileza. Es -dicen las guías de turismo- para que el viajero no extrañe el hogar. Son chicas que estudiaron para amas de casa y van a dormir a domicilio, sin otro opcional, dulces compañías que desembarcan hasta con un repasador bajo el brazo, como para que el cliente no extrañe la vida hogareña. El marido distante levanta el teléfono, llama y al rato entra una señora que cumple a la perfección el rol de la patrona: se demora en el baño, discute con el fulano por el precio de las góndolas y no apaga el velador hasta que el visitante se duerme. Son costosas, es cierto, pero hay veces que las pesadillas se ponen tan insistentes, que no estaría mal pedir a una de esas chicas para que venga a dormir con uno, sin maldades ni mala intención, que estén allí, perfumadas y listas, a la hora del sueño. Y que nos digan las buenas noches con dulzura y a precio de costo.
En una semana en que desde el Vaticano se abolió el limbo y se relanzó el infierno, en una semana con mucho 'ocupa' buscando en el loteo celestial un lugar para la posteridad, lo de Charly en el purgatorio mendocino fue una celebración pagana. Es que él siempre vivió en el limbo y de golpe el Vaticano dio la orden de desalojo. La noticia lo sorprendió solito y en tierras de vendimia. Al quedarse sin espacio, Charly buscó entre los ángeles mendocinos un nuevo sitial para acomodar su existencia. No preguntó el costo porque esta gente nunca pregunta esas cosas. Pero los diez mil pesos que le facturaron hablan de una carestía mendocina que amerita la presencia de Guillermo Moreno, para que fiel a su estilo negociador, vaya, patotee al gremio de las acompañantes y fije de prepo un arancel que no desaliente ni el turismo ni el amor.
Ahora que se cerró el limbo, ¿donde irá a pernoctar De la Rúa? Mientras no se le dé por ir a Mendoza y pedir acompañantes, está todo bien.
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