viernes, noviembre 30, 2007

Arabia Saudita: el valor de la cooperación militar con Estados Unidos

La ayuda militar es considerada, por la política americana, como un medio para adquirir importancia en una región estratégicamente relevante. En verano, el anuncio de que la Administración Bush hubiese concedido apoyo militar a sus aliados en Oriente Medio y África del Norte no sorprendió, por lo tanto, a los conservadores internacionales, ni mucho menos estos fueron impresionados por la generosidad de Washington en la frontera de Arabia Saudí, donde será cedido un armamento por valor de 20.000 millones de US $: el reino saudí es un aliado en la región del que Estados Unidos no puede renunciar, a pesar de las dudas sobre su implicación en la desestabilización de Irak.


La cooperación militar entre Arabia Saudita y Estados Unidos

En las relaciones entre Washington y Riad, está reservado un puesto de primer orden a la cooperación militar, sobre todo después de los atentados perpetrados en años anteriores en Arabia Saudita, contra militares americanos y otros trabajadores civiles extranjeros, que motivaron al reino saudita a desempeñar un rol más decisivo en la lucha contra el terrorismo interno e internacional. Estados Unidos, además de constituir uno de los principales proveedores de armas y equipamientos bélicos de las fuerzas de seguridad saudí, mantiene en el territorio una misión permanente, la United States Military Training Mission (USMTM), en las mismas dependencias del embajador americano en Riad, con la obligación de adiestrar en el uso de las armas y otros servicios de seguridad de competencia para la Fuerzas Armadas Saudítas. Además de USMTM, están presentes otras empresas de la defensa americana que apoyan a las fuerzas saudíes, como el Office of the Program Manager of the Saudi Arabian National Guard Modernization Program, el Ordenance Program Division, y el Defense Contact Management Command.

Los paquetes de armamento se incluyen dentro la estrategia Defense Co-operation, una extensión de la política adoptada por Washington durante para Oriente Medio, seguida durante años tanto por las administraciones republicanas como por las democrátas: ayuda militar a cambio de peso regional. Desde 1998, esta estrategia ha rentado a Arabia Saudi más de 15.000 millones de dólares en armas y equipamiento estadounidense.

Según las estadísticas del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) en referencia 2006, Arabia Saudí es el país medioriental mayores gastos militares, aproximadamente 29.000 millones de dólares, con un incremento de más del 40% desde el año 2000; en relación a su poder adquisitivo, el gasto militar saudí es el séptimo en el mundo y representando el 8% del PIB del reino.
El papel de Arabia Saudí en los escenarios mediorientales

Arabia Saudi es un aliado fundamental para Estados Unidos en Oriente Medio. En primer lugar, por el rol que desempeña el reino en el mundo islámico, lugar de nacimiento del profeta Mahoma; en segundo lugar, por la posición geográfica del país y, finalmente, por sus riquezas petrolíferas, que constituyen para los americanos la segunda fuente de aprovisionamiento energético. Pero no sólo eso: como país sunita, Arabia Saudí representa una fuerza de contraste árabe en expansión por la influencia regional del Irán chiita.

Teniendo presente la percepción del peligro que representa Irán, el primer ministro israelí Ehud Olmert ha expresado su aprobación hacia la ayuda militar americana hacia Arabia Saudí, distanciándose de la histórica oposición mantenida por Israel durante años. Según Olmert, Israel no tendría nada que temer ante la potencia militar saudí, siendo sus propias fuerzas netamente superiores, además de contar, durante los próximos diez años, con un aumento de la ayuda militar por parte de Estados Unidos. Estas ayudas al Estado israelí pasrán de los 2.400 millones de dólares al año actuales a 3.000 millones. El peligro viene de Irán, y no de Arabia Saudí, según el Primer Ministro. Una postura no compartida por el resto de la clase política israelí, ta como referenciaba el Herald Tribune del 29 de julio, los dirigentes de la derecha ven con contrariedad el apoyo americano a las fuerzas saudíes, preocupadas por la posibilidad de que el Gobierno moderado –es decir, pro-occidental– del rey Abdullah pueda ser arruinado.

Arabia Saudí esta conquistando espacios autónomos de maniobra política respecto a las posiciones americanas y occidentales. En la cumbre de la Liga Árabe celebrada en Riad el pasado marzo, el rey Abdullah expresó su posición con respecto a la cuestión palestina, contra “el injusto asedio impuesto al pueblo”, y sobre la crisis libanesa sucesiva a la invasión militar israelí del verano de 2006, que “ha destruido las infraestructuras del país” y ha causado mayor inestabilidad política. La acalorada reacción de la administración americana ha surgido después de las referencias del rey Abdullah sobre la situación de Irak, donde “la sangre de los hermanos fluye bajo una ocupación extranjera ilegitima”. El rol de los saudíes en el conflicto iraquí es polémico: los oficiales americanos estiman que el reino es el origen del 45% de los combatientes extranjeros que luchan contra la coalición dirijida por los estadounidenses, asimismo, la mayoría de los terroristas suicidas y, también, considerables financiamientos a la resistencia sunita. El Gobierno saudí, que juzga negativamente al Gobierno de al-Maliki, niega cualquier implicación, rechazando las acusaciones provenientes de los políticos iraquíes, según las cuales los oficiales y la inteligencia saudí no patrullan las fronteras con el fin de mantener a Bagdad en el caos. Para los iraquíes además, el poder saudí no impediría a los imames en las mezquitas incitar continuamente a la yihad contra los iraquíes chiitas.

A la luz de las sospechas, pocos días antes de la aprobación de la cesión del armamento a Arabia Saudi, los oficiales americanos expresaron algunas dudas sobre la oportunidad del abastecimiento, aunque no incidieron de manera decisiva sobre su adopción. Los nuevos sistemas de armas y los últimos proyectos previstos en el programa militar serán implementados siguiendo modos y métodos todavía desconocidos, cuya puesta en practica seguramente se prolongará durante años, y engrosarán el arsenal de un país ya fuertemente militarizado, cuya democracia, dado que los Estados Unidos se declaran favorables al proceso, parece todavía lejana, considerados los resultados negativos atribuidos a la tutela de la libertad civil y política reconocidas por Freedom House en su último informe Freedom in the World.
Conclusiones

Sobre el papel de Arabia Saudí en el caso medioriental es necesario distinguir entre la percepción que el reino tiene de sí mismo y cómo es considerado en el extranjero y más allá de la región. Es indudable la voluntad de la clase política saudí de conquistar márgenes de una mayor independencia para su acción en Oriente Medio, respecto a la imposición americana y occidental, desprestigiada en los últimos años: la presencia en la cumbre de la Liga Árabe del Secretario de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, sería la prueba, así como la participación de un portavoz israelí en la misma reunión, y el discurso del rey Abdullah atestiguarían la disponibilidad saudí a desempeñar un papel más activo en la cuestión palestina. La creciente importancia que el reino saudí quiere adquirir no será opuesta a la labor de Estados Unidos: la cooperación militar y las relaciones comerciales y políticas que vinculan a los dos países hacen pensar que ninguno de los dos vaya a renunciar al otro para alcanzar sus respectivos objetivos en política exterior.

Desde el punto de vista americano e israelí, la importancia del rol que Arabia Saudi tiene en los escenarios mediorientales es más importante que otras amenazas percibidas. La implicación de los saudíes con la guerrilla sunita en Irak, así como la cesión de armas a un país autoritario y represivo, evidencian en menor medida un respeto al potencial poder de contraste con respecto a Irán; además, se trata de un aliado árabe de fuerte peso simbólico, gracias a su significado en la tradición religiosa islámica.

La fuga del país de los aspirantes a terroristas suicidas y los guerrilleros podría ser tolerada tanto por las fuerzas saudíes como por las mismas fuerzas americanas: en cierta medida, podría decirse que la amenaza terrorista se está desplazando de un contexto en el que la policía y los recursos locales tienen aún que hacer frente a fuertes carencias a la hora de controlar el territorio, a otro contexto, Irak, en el que actúan contingentes militares adiestrados para identificar el peligro y que poseen un mayor margen de intervención en las funciones de política interna. Sin embargo, las garantías para la seguridad y la estabilidad política y económica saudí son sólo provisionales: no existe certeza alguna de que los combatientes, adiestrados en Irak no vuelvan a Arabia Saudí con intenciones belicistas. Como última consideración, es necesario valorar el apoyo militar americano con los propios aliados mediorientales en la óptica de la carrera por los armamentos: esas ayudas podrían alarmar a los enemigos, entre ellos Irán, y estimularles a aumentar sus arsenales, en un continuo y nervioso impulso militar.

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