El pasado 29 de octubre el ministro de Seguridad Nacional de Azerbaiyán declaró que las fuerzas de policía del país habían evitado un atentado contra la embajada inglesa organizado por un grupo de militantes islámicos. Según las autoridades de Bakú se trataba de terroristas wahhabita instruidos en la escuela salafita saudí. La mayoría de los azerbaiyanos profesan la fe chiita, aunque la definición de wahhabita más común en la república ex soviética no alude a una doctrina islámica en concreto sino a cualquier ciudadano de fe musulmana que no reconozca la autoridad estatal. De hecho se trata de una definición acuñada durante el régimen soviético. El fracaso del atentado reabre no sólo la cuestión de la relación entre Estado y religión dentro del país, sino que plantea nuevos interrogantes, por ejemplo, la influencia que los países vecinos tienen sobre Azerbaiyán y el papel que éste juega en el tablero internacional.
Atentados frustrados, verdaderos o presuntos
El atentado frustrado contra la embajada inglesa de Bakú reabre en Azerbaiyán el debate sobre la relación entre Estado y religión. De los 8 millones y medio de habitantes que posee Azerbaiyán, la mayoría se declara chiita. El Estado se encuentra fuertemente secularizado y, en herencia del periodo soviético, la administración estatal se encarga de controlar todos los aspectos de la vida religiosa. Los acontecimientos de las últimas semanas parecen confirmar el descontento creciente de la población hacia la autoridad política, que podría estar apoyando al fundamentalismo islámico. Por otro lado, han aumentado los intentos por parte de militantes procedentes de los países vecinos de influir en los movimientos religiosos del país. De hecho, el pasado mes de octubre se celebró un proceso contra un grupo de extremistas chiítas acusados de querer instaurar una república islámica.Para las autoridades de Bakú se trata de milicianos pagados y sostenidos desde Irán. Y, a pesar de que los altos mandatarios de Teherán han desmentido su participación, las relaciones entre los dos países se han deteriorado tanto en los últimos tiempos que no es posible pensar que este último episodio no vaya a tener consecuencias importantes. En cualquier caso, de confirmarse que los servicios de inteligencia iraníes están involucrados en los acontecimientos, no sería la primera vez que un país extranjero intenta influir en el ambiente religioso azerbaiyano con fines políticos. Desde la caída de la Unión Soviética, las mezquitas y las madrazas se han multiplicado en el norte del país, siendo gestionadas por religiosos procedentes de Turquía, Arabia Saudí y Kuwait. En cambio, en la zona meridional proliferan los imanes procedentes de Irán. El intenso flujo de religiosos en la zona caucásica ha hecho aumentar el número de mezquitas en Azerbaiyán, pasando de las 40 que existían en 1991 a las más de 1.700 que operan hoy en día.
La fuerte presencia de religiosos extranjeros, generalmente sunitas, ha provocado que los chiitas (mayoritarios en el resto del país) estén en minoría en el Norte de Azerbaiyán. A pesar de la radicalización en el Norte, queda descartado que los grupos terroristas sunitas puedan pasar desapercibidos en el resto del país, aunque en los últimos años se ha registrado un aumento de combatientes extranjeros que han utilizado este territorio para circular, abastecerse o recaudar fondos. Esta situación ha permitido a Azerbaiyán estar a salvo de ataques en el propio territorio. Ello hace pensar que las alarmas que han saltado en los últimos meses sean el resultado de la actividad de los combatientes extranjeros que no han utilizado el territorio azerbaiyano exclusivamente para circular. Se cree que fue precisamente un ciudadano de origen árabe el que proyectó un atentado terrorista en la ciudad de Sumgait, al norte de Bakú. El objetivo del ataque eran las instalaciones químicas presentes en la zona.
El atentado frustrado a la embajada británica reforzaría la tesis que mantiene que el ataque lo habrían planeado un grupo de militantes extranjeros. Esta hipótesis excluye la posibilidad de que se trate de militantes chechenios, que probablemente se habrían centrado en objetivos rusos. A causa de los pocos datos que el Ministerio de Seguridad ha proporcionado, es complicado establecer si, además del ex Teniente del ejército Kamran Asadov, había más ciudadanos azerbaiyanos implicados en el atentado, como tampoco es posible conocer la nacionalidad de los otros miembros del comando. No debemos olvidar que la operación era una respuesta a la prohibición, en la provincia septentrional de Zakatala, de vestir el velo en las escuelas.
Implicaciones
Los dos atentados fallidos del último mes ponen de manifiesto el riesgo de que un aumento del descontento hacia la autoridad política pueda desembocar en una mayor adhesión al terrorismo islámico. Este riesgo es especialmente significativo en las franjas más jóvenes de la población. Durante los últimos meses, en Azerbaiyán se ha registrado un aumento de la represión estatal contra toda forma de vida democrática, contra la libertad de prensa y contra las manifestaciones religiosas que se alejan de la fe chiita, aprobada por el Estado.
Cada manifestación religiosa en el país debe ser aprobada por el consejo musulmán del Cáucaso. A pesar de esto, en los últimos años se ha registrado un aumento de los centros de culto y enseñanza sunita, lo que convierte a los que profesan esta fe en una minoría en expansión. Esto es consecuencia de que Azerbaiyán carezca de una institución centralizada para el culto religioso, lo que expone al país a la influencia de los misionarios religiosos extranjeros. Para impedir que las crecientes tendencias en el ambiente religioso azerbaiyano puedan causar problemas de estabilidad, se han incrementado las actividades de control del consejo musulmán del Cáucaso en mezquitas y escuelas coránicas. De hecho, se ha dedicado especial atención a la educación religiosa y los programas educativos. Las madrazas deben someterse a un cauteloso examen del consejo musulmán antes de ser aprobados.El control de la religión por parte del Estado tiene dos posibles objetivos: o bien encaminar al país hacia la democracia, o bien, todo lo contrario, esto es, reforzar el autoritarismo. Esta evolución dependerá de cómo se desarrolle la situación económica del país. La fractura entre ricos y pobres ha aumentado, al igual que la corrupción en la clase dirigente, por lo que un empeoramiento de la situación económica impulsaría a un número siempre mayor de jóvenes a unirse a las filas del integrismo islámico. De esta forma, el vacío social acabaría por llenarse con un islamismo cada vez más politizado. Paralelamente, las autoridades azerbaiyanas temen que la liberalización incontrolada de la economía y el aumento de las libertades civiles pueda desestabilizar el gobierno central, porque, según los dirigentes de Bakú, una mayor libertad civil beneficiaría a la parte más radical de la comunidad religiosa.
La resolución de la cuestión de la relación entre Estado y religión en Azerbaiyán tendrá consecuencias en otros países y afectará al rol que Azerbaiyán pretende jugar en el escenario internacional. De hecho, Estados Unidos y la Unión Europea podrían aumentar su presión sobre las autoridades de Bakú para que éstas concedan un mayor número de derechos civiles a la población. O por el contrario, podrían decantarse por apuntalar la estabilidad del país, lo que garantizaría una mayor seguridad en el abastecimiento energético procedente de la ex república soviética.Contemporáneamente, la disponibilidad de Aliyev para negociar con Estados Unidos sobre la concesión de la “posición radar" de Qabala, a pesar de haberles permitido mantener sus relaciones con Moscú, ha acabado por empeorar la relación entre Bakú y Teherán. De hecho, Estados Unidos ve en Azerbaiyán un aliado en el conflicto con Irán. Aunque servirse de la posición estratégica azerbaiyana en el proyecto de escudo espacial no tendría implicaciones directas en la estrategia militar de Teherán (debido a la cercanía entre los dos países, el radar no podría interceptar un misil procedente de la república islámica), los líderes iraníes no ven con buenos ojos las relaciones entre Bakú y Washington.
El proceso en curso contra el presunto comando terrorista que habría recibido el apoyo de los servicios secretos iranianos, podría interpretarse como el enésimo problema que afecta a las atormentadas relaciones entre los dos países. Desde hace meses, Irán ha cerrado un acuerdo con Armenia para abastecer de gas al país, ayudándolo a superar el embargo que Turquía y Azerbaiyán le han impuesto. Yerevan y Bakú compiten por el Nagorno Karabakh, por lo que un acercamiento entre los dos países podría impulsar a Irán a intentar influir en los ambientes religiosos chiitas azerbaiyanos a través de los numerosos imanes iraníes que residen en el país. Por otro lado, no debemos olvidar la influencia que los extremistas sunitas podrían tener en el norte del país. La región que limita con la república del Daguestán parece haberse vuelto mucho más sensible a los estímulos procedentes de los ambientes saudíes.
Conclusiones
El desarrollo de la situación dependerá casi por completo de las políticas que la clase dirigente azerbaiyana lleve a cabo en los próximos meses. Si el país se sumerge en un creciente autoritarismo, escogiendo el camino de la opresión islamista, se podría producir una radicalización de los ambientes religiosos. De esta situación podrían beneficiarse Irán y los extremistas sunitas. En cambio, una apertura democrática del país que garantice los derechos civiles de la población podría contribuir a evitar que un estado secularizado abastezca al extremismo islámico con nuevos militantes, gracias a la frustración ciudadana consecuente a toda política autoritaria.
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