La alianza con Egipto representa una de los puntos clave de la política en Oriente Medio de Estados Unidos. Desde el acercamiento con el Israel de Sadat, Egipto se ha beneficiado de los numerosos programas de ayuda económica y militar de la Administración Americana. Pero la relación entre Washington y El Cairo está levantando críticas en ambos lados. El siguiente análisis tiene como objetivo analizar la evolución de esta alianza intentando prever su desarrollo en el futuro.
Nacimiento y desarrollo de la alianza
Para describir las relaciones entre Egipto y Estados Unidos se debe empezar por el que sería el aspecto más destacado: la generosidad de Washington hacia El Cairo. Entre los datos publicados por el Departamento de Estado, destacan los 1.300 millones de dólares de asistencia al Ejército egipcio y los 25.000 millones de dólares de ayuda para el desarrollo, procedentes de la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional, entre 1975 y 2002. Para comprender este elevado número de ayudas, no podemos centrarnos en su proyecto “From Aid to Trade” – De la Ayuda al Comercio -, sino que es necesario referirse también al compromiso político que tiene la Administración estadounidense con Oriente Medio. Estados Unidos empezó a considerar a Egipto como un aliado estratégico a partir del trienio 1977-79, época en que se produjo el discurso de Sadat en Knéset, la firma de los acuerdos de Camp David y el tratado de Paz entre Israel y Egipto. Estos tres hechos convencieron a Estados Unidos de la posibilidad de convertir a Egipto en el modelo de estabilidad y seguridad de la región y en el encargado de coordinar el diálogo entre la totalidad del mundo árabe e Israel.
Egipto, que desde un principio pagó su acercamiento a Israel y a Estados Unidos con la expulsión de la Liga Árabe (donde fue readmitido en 1989), obtuvo como recompensa la confianza y la generosidad estadounidense. Ejemplos del activismo diplomático de El Cairo fueron las numerosas conferencias internacionales organizadas en Sharm El-Sheikh, lugar de celebración de numerosas cumbres para tratar cuestiones regionales. La última de ellas, celebrada en marzo de 2007, se centró en la cuestión nuclear iraní. Egipto e Israel firmaron una serie de acuerdos para controlar el tráfico de personas y armas a través de sus fronteras, esforzándose además, junto con la autoridad palestina, en la estabilización de la Franja de Gaza después de la retirada israelí en agosto de 2005.
La cooperación militar
El objetivo principal de la alianza es la cooperación estratégica y militar en la región de Oriente Medio. Con la finalidad de aumentar la capacidad de negociación y de presión del aliado, Estados Unidos ha invertido en Egipto una gran cantidad de armas y material bélico. Así, el viejo arsenal de origen soviético fue rápidamente sustituido por las últimas novedades de la industria bélica estadounidense, a veces construidas en el mismo Egipto.
El nuevo potencial bélico egipcio fue utilizado como bandera para su misión de estabilización. Más allá de los acuerdos militares con Israel, Egipto tomó parte regularmente en diversas operaciones de la ONU para el mantenimiento de la paz, entre las que destaca Timor Oriental, Sierra Leona y Liberia, y ha organizado programas de asistencia militar y entrenamiento en numeroso países árabes y africanos. Gracias al empuje estadounidense, el ejército egipcio e israelí, participan desde 1980 en unas maniobras conjuntas conocidas con el evocativo nombre de “Estrella Brillante”. Éstas, que en 1996 incluyeron a otros ejércitos, se han repetido regularmente cada dos años excepto en 2003, por el inicio de la campaña de Estados Unidos en Irak. En su próxima edición acogerá a más de 7.000 soldados procedentes de 13 Naciones, con un protagonismo creciente de los nuevos instrumentos informáticos de exploración del territorio. Además de en estas operaciones, la presencia militar estadounidense se aprecia sobre todo en los puertos egipcios, que en ocasiones acoge a unidades de la Sexta Flota de la Marina Militar de Estados Unidos.
Además, Egipto jugó un papel fundamental durante la Primera Guerra del Golfo. Los 35.000 soldados egipcios (el tercer contingente más numeroso después de Estados Unidos y Reino Unido) fueron de los primeros en desembarcar en Kuwait. Después de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos ha igualado a Egipto en la lista de países víctima de atentados terroristas por parte de extremistas. Éstos se se acogen a la fe musulmana para justificar objetivos meramente políticos. La colaboración de los dos países en la lucha contra el terrorismo dio lugar al polémico episodio de las “entregas extraordinarias”. A pesar de todo esto, Mubarak criticó la intervención en Irak sosteniendo que lo primordial era resolver el problema palestino, aunque no dudó en apoyar a los nuevos dirigentes iraquíes.
A pesar de que la Administración de Estados Unidos se considera satisfecha de la acción egipcia, no faltan las críticas. Las presiones por parte de los grupos de presiónhebreos se concentran en el escaso control que el gobierno egipcio establece en sus fronteras. Esto permite un enorme flujo de armas y dinero hacia la Franja de Gaza (unos 20 millones de dólares), directamente a las manos de Hamás. Estas preocupaciones han encontrado el apoyo de algunos miembros importantes del Congreso, como el presidente de la subcomisión para Oriente Medio, Gary Ackerman, autor de la reciente propuesta de congelar 200 de los 1.300 millones de ayuda destinada al ejército egipcio con el objetivo de solicitar medidas de control más rigurosas.
El camino hacia el libre comercio
A pesar de que Egipto es, desde hace tiempo, uno de los principales beneficiarios de las ayudas económicas estadounidenses, y el intercambio comercial entre ambos está en alza - aumento del 19% en 12 meses -, el esperado acuerdo bilateral de libre comercio no ha visto aún la luz. En cambio existen ya acuerdos de libre comercio entre Estados Unidos e Israel, Marruecos, Jordania, Bahréin y Omán. Por ahora quedan libres de aranceles los productos que contengan, al menos, un 11,7% de material procedente de Israel. Una medida destinada a aumentar el intercambio regional, pero de poca utilidad.
Las importantes reformas económicas realizadas por la administración Mubarak y las presiones por parte de los inversores egipcios y americanos, no han bastado para convencer a Estados Unidos. Estados Unidos mantiene un nivel alto de espectativas, aunque en ocasiones hace declaraciones favorables al proyecto: la pasada primavera, el ministro de Comercio estadounidense, Carlos Gutiérrez, afirmó que los dos países están destinados a firmar el acuerdo, al que califica como un paso fundamental hacia el proyecto de libre comercio con Oriente Medio, que entraría en vigor, siempre según Gutiérrez, en 2013. El motivo principal del retraso de las negociaciones, que deberían haberse cerrado a finales de 2005, fue la represión por parte del Gobierno de Mubarak a la oposición liberal, que concluyó con el encarcelamiento, definido por Bush como “injusto”, del ex candidato presidencial Ayman Tour.
El problema de los derechos humanos
La nota negativa de la relación entre Estados Unidos y Egipto parece ser la calidad de la democracia en Egipto. Hace dos años, la Administración Bush anunció claramente, a través de la secretaria de Estado Condoleezza Rice de visita en el Cairo, su voluntad de impulsar la lucha contra la autocracia en Oriente Medio, apoyando activamente “las aspiraciones de cada uno de los pueblos”. Pero, el propio Egipto está aún lejos de conseguir la democracia anhelada por Estados Unidos. Las últimas críticas hacían referencia a las reducción de la libertad de prensa que ha afectado directamente a la oposición y a las asociaciones pro derechos humanos. Según la asociación Reporteros Sin Fronteras, Egipto ha pasado, entre el 2006 y el 2007, de ocupar el puesto número 133 e cuanto a la libertad de prensa, al puesto número 169.
Algunas asociaciones americanas y egipcianas pro derechos humanos han incentivado a la Administración Federal para que vincule las ayudas económicas a la mejora de la situación de las minorías religiosas y de la oposición política. Pero todavía no se han obtenido los resultados esperados. Las dudas de Washington para sancionar las violaciones de los derechos humanos parecen compresibles en el marco de las famosas “entregas” a la CIA. Según las indagaciones de la Comisión de Investigación del Consejo de Europa, presidida por el senador suizo Dick Marty, se constató que diversos terroristas detenidos en territorio europeo por agentes de los servicios secretos americanos fueron interrogados, con métodos poco democráticos, en territorio egipcio.
Por otro lado, la represión política en Egipto parece que resulta funcional a la política de Bush, en su intento de contener el mensaje del presidente Ahmadinejad. La ambiciosa política exterior del presidente iraní parece ser bien acogida por parte de la opinión pública egipcia. Aquellos que critican las relaciones del gobierno egipcio con Washington ven en el ex pasdaran (guardián de la revolución, ndt) a un nuevo Nasser, capaz de defender los intereses nacionales, oponiéndose incluso a Occidente. Aunque esta comparación pueda parecer forzada - la crisis del canal de Suez fue jurídica y estratégicamente diferente al problema nuclear iraní -, la fascinación que Ahmadinejad despierta en Egipto es tan fuerte que se sobrepone a su naturaleza de portavoz de un país chiita, y por lo tanto herético, a los ojos de una población sunita.
¿Egipto nuclear?
El eco de la política del presidente Ahmadinejad es probablemente una de las causas de las recientes declaraciones de Mubarak sobre su intención de querer retomar el programa nuclear egipcio, interrumpido después del incidente de Chernóbil. Desde 1986, Egipto sólo se había limitado a realizar algunos experimentos en el reactor del noreste de El Cairo, sin enriquecer uranio. A pesar de que Mubarak haya presentado el proyecto como un medio para conservar las numerosas reservas de gas y petróleo, parece evidente que esta decisión ha sido promovida por las proliferaciones nucleares en la zona – recordar los recientes anuncios de Jordania, Turquía, Yemen, Algeria y Marruecos – destinadas a contrastar la creciente influencia regional del país de los Ayatolás. El mismo Mubarak declaró que el proyecto forma parte de “el sistema de seguridad nacional de Egipto”. La Administración Estadounidense, como era previsible, anunció que no se opone a este proyecto: Estados Unidos, tal como declaró el portavoz del Departamento de Estado Sean McCormack, está dispuesto a colaborar con todos los Estados que desarrollen programas pacíficos de energía nuclear y que no se dejen “engañar” por Irán.
Conclusiones
Las citadas diferencias entre Egipto y Estados Unidos no parecen crear problemas serios a la estable alianza estratégica entre ambos países. Por ahora, contener la amenaza chiita forma parte de las prioridades de Egipto y Estados Unidos, contribuyendo así a reforzar los lazos históricos entre los dos aliados, allanando el camino hacia nuevos acuerdos.
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