Desde España y Kosovo hasta Sri Lanka y Senegal, los reclamos de independencia parecen tomar un renovado impulso
Un fantasma recorre el mundo: el separatismo", afirmó hace algunas semanas Daniel Cohn-Bendit en el Parlamento Europeo.
El ex líder de la rebelión juvenil francesa de mayo de 1968 parafraseó a Karl Marx para mostrar hasta qué punto las ideas independentistas se han convertido en una pesadilla en la Europa siglo XXI y -en forma más general- en el resto del mundo.
En un mundo globalizado, paradójicamente, los pueblos parecen cada vez más tentados por expresiones políticas de reafirmación de sus identidades. El ejemplo más elocuente es la reciente victoria electoral del líder separatista Hashim Thaci, que abrió las puertas a la independencia de Kosovo, una región bajo soberanía serbia, pero habitada por una minoría de origen albanés.
Ese proceso aparentemente insignificante se está convirtiendo en un peligroso punto de fricción entre Rusia y Estados Unidos, capaz de "desestabilizar" la sensible región de los Balcanes, según Alex Anderson, encargado del proyecto Kosovo en el International Crisis Group.
Thaci afirmó ayer que no esperaba ningún resultado en la última ronda de negociaciones con la "troika" formada por la Unión Europea (UE), Estados Unidos y Rusia, que comenzará mañana en Austria y que el 10 de diciembre deberá dar un informe a la ONU. "No aceptaremos nada que esté por debajo de la independencia", reiteró Thaci.
El desenlace de ese proceso podría incidir en el comportamiento de otros movimientos que están incubando sus ilusiones de independencia en Montenegro, Macedonia y Voivodina.
En Europa, Chipre se encuentra separada tras ser mutilada durante la invasión del norte de la isla por parte de Turquía en de 1974. Turquía prepara ahora una intervención militar para reprimir -una vez más- las tentaciones separatistas de los kurdos, un pueblo que vive diseminado en el llamado Kurdistán, una zona que abarca regiones de Irak, Irán, Siria y Turquía.
Otra enorme amenaza de escisión pesa sobre Bélgica. El país donde se encuentra la sede de la UE, símbolo del proceso de unificación continental, está amenazado por la rivalidad entre valones (de lengua francesa) y flamencos (más afines culturalmente con los holandeses). Esa división germinó gracias a las diferencias de orden socioeconómico que existen entre las dos comunidades. "Detrás de cada corriente separatista hay siempre una discriminación o un sentimiento de injusticia", asegura el analista Gérard Filteau.
Aunque no todo el mundo usa el mismo léxico, actualmente existen tentaciones nacionalistas, separatistas, independentistas o autonómicas de diferente magnitud en España (País Vasco, Cataluña y la región valenciana, y Andalucía), Francia (Córcega y Bretaña), Italia (Tirol del Sur y Lombardía) y en Gran Bretaña (Escocia, Irlanda del Norte y, con menos intensidad, Gales). También en Eslovaquia, Grecia, Georgia, Rumania y República Checa hay grupos que se sienten marginados y se ilusionan con un Estado independiente.
El fenómeno que pugna con mayor vigor en Europa es el proceso de independencia que reclama el movimiento separatista vasco ETA. A fuerza de bombas, amenazas y extorsiones desde la época de la dictadura franquista, ETA consiguió crear una base política que se proclama dispuesta a separarse de España para crear una federación entre las tres provincias del sur (Alava, Guipúzcoa y Vizcaya con el apoyo tal vez de Navarra) y las tres provincias del norte (Labourd, Soule y Baja Navarra).
La autonomía que reclama Cataluña está más bien orientada a recuperar los recursos financieros que, a su juicio, les arrebatan las otras regiones de España. Ese proceso, en ese sentido se parece a la plataforma de la Liga del Norte, que lidera Umberto Bossi en Italia.
La amenaza corsa
La principal preocupación de Francia es la amenaza corsa. La isla natal de Napoleón, francesa desde el siglo XVIII, está lanzada desde hace años en una difícil pulseada con París para tratar de obtener un estatuto de autonomía que podría llevar a la independencia. Los corsos no ignoran que su región es poco viable económicamente. Francia también enfrenta las amenazas, menos tenaces, de los movimientos separatistas de sus colonias en Nueva Caledonia y Tahití (Pacífico), Guadalupe y Martinica (Caribe), Mayotte (Indico) y la región de Bretaña, que sueña con integrar una federación céltica.
Más coherente y más ordenado es el proceso de devolution lanzado desde hace años en Escocia. Después de un Parlamento y un gobierno autónomo, ahora se dirige lenta pero seguramente hacia una forma de independencia más o menos inspirada de Canadá u otro país del Commonwealth.
La dificultad de vivir juntos, propia del ser humano, es todavía más fuerte en los países recién independizados o de corta historia política.
Actualmente hay más de 150 movimientos independentistas activos en el mundo, según Jean-Sylvestre Mongrenier, especialista en separatismos.
Las situaciones más explosivas aparecen en los países de la ex URSS, sobre todo en Chechenia, Abjazia y Osetia del Sur (Georgia). En Africa, los rebeldes de Casamancia (Senegal) y del Delta del Níger (Nigeria) comienzan a convertirse en una amenaza para las inversiones extranjeras y los extranjeros que trabajan en esas zonas. Desde hace más de 30 años, Marruecos no consigue sofocar a los rebeldes que reclaman la independencia del Sahara Occidental.
En Asia, las guerrillas tamiles siguen amenazando la unidad de Sri Lanka, mientras que en la frontera entre India y Paquistán se intensifica el conflicto de Cachemira, donde se cruzan tensiones de orden nacionalistas, religiosas, económicas y rencores que se pierden en la noche de los tiempos.
En un mundo que tiende a convertirse en una aldea global, los separatismos reaparecen por momentos como espectros del pasado, para recordar que la historia no está petrificada y suele resucitar por los resquicios más inesperados.
Por Luisa Corradini
Un fantasma recorre el mundo: el separatismo", afirmó hace algunas semanas Daniel Cohn-Bendit en el Parlamento Europeo.
El ex líder de la rebelión juvenil francesa de mayo de 1968 parafraseó a Karl Marx para mostrar hasta qué punto las ideas independentistas se han convertido en una pesadilla en la Europa siglo XXI y -en forma más general- en el resto del mundo.
En un mundo globalizado, paradójicamente, los pueblos parecen cada vez más tentados por expresiones políticas de reafirmación de sus identidades. El ejemplo más elocuente es la reciente victoria electoral del líder separatista Hashim Thaci, que abrió las puertas a la independencia de Kosovo, una región bajo soberanía serbia, pero habitada por una minoría de origen albanés.
Ese proceso aparentemente insignificante se está convirtiendo en un peligroso punto de fricción entre Rusia y Estados Unidos, capaz de "desestabilizar" la sensible región de los Balcanes, según Alex Anderson, encargado del proyecto Kosovo en el International Crisis Group.
Thaci afirmó ayer que no esperaba ningún resultado en la última ronda de negociaciones con la "troika" formada por la Unión Europea (UE), Estados Unidos y Rusia, que comenzará mañana en Austria y que el 10 de diciembre deberá dar un informe a la ONU. "No aceptaremos nada que esté por debajo de la independencia", reiteró Thaci.
El desenlace de ese proceso podría incidir en el comportamiento de otros movimientos que están incubando sus ilusiones de independencia en Montenegro, Macedonia y Voivodina.
En Europa, Chipre se encuentra separada tras ser mutilada durante la invasión del norte de la isla por parte de Turquía en de 1974. Turquía prepara ahora una intervención militar para reprimir -una vez más- las tentaciones separatistas de los kurdos, un pueblo que vive diseminado en el llamado Kurdistán, una zona que abarca regiones de Irak, Irán, Siria y Turquía.
Otra enorme amenaza de escisión pesa sobre Bélgica. El país donde se encuentra la sede de la UE, símbolo del proceso de unificación continental, está amenazado por la rivalidad entre valones (de lengua francesa) y flamencos (más afines culturalmente con los holandeses). Esa división germinó gracias a las diferencias de orden socioeconómico que existen entre las dos comunidades. "Detrás de cada corriente separatista hay siempre una discriminación o un sentimiento de injusticia", asegura el analista Gérard Filteau.
Aunque no todo el mundo usa el mismo léxico, actualmente existen tentaciones nacionalistas, separatistas, independentistas o autonómicas de diferente magnitud en España (País Vasco, Cataluña y la región valenciana, y Andalucía), Francia (Córcega y Bretaña), Italia (Tirol del Sur y Lombardía) y en Gran Bretaña (Escocia, Irlanda del Norte y, con menos intensidad, Gales). También en Eslovaquia, Grecia, Georgia, Rumania y República Checa hay grupos que se sienten marginados y se ilusionan con un Estado independiente.
El fenómeno que pugna con mayor vigor en Europa es el proceso de independencia que reclama el movimiento separatista vasco ETA. A fuerza de bombas, amenazas y extorsiones desde la época de la dictadura franquista, ETA consiguió crear una base política que se proclama dispuesta a separarse de España para crear una federación entre las tres provincias del sur (Alava, Guipúzcoa y Vizcaya con el apoyo tal vez de Navarra) y las tres provincias del norte (Labourd, Soule y Baja Navarra).
La autonomía que reclama Cataluña está más bien orientada a recuperar los recursos financieros que, a su juicio, les arrebatan las otras regiones de España. Ese proceso, en ese sentido se parece a la plataforma de la Liga del Norte, que lidera Umberto Bossi en Italia.
La amenaza corsa
La principal preocupación de Francia es la amenaza corsa. La isla natal de Napoleón, francesa desde el siglo XVIII, está lanzada desde hace años en una difícil pulseada con París para tratar de obtener un estatuto de autonomía que podría llevar a la independencia. Los corsos no ignoran que su región es poco viable económicamente. Francia también enfrenta las amenazas, menos tenaces, de los movimientos separatistas de sus colonias en Nueva Caledonia y Tahití (Pacífico), Guadalupe y Martinica (Caribe), Mayotte (Indico) y la región de Bretaña, que sueña con integrar una federación céltica.
Más coherente y más ordenado es el proceso de devolution lanzado desde hace años en Escocia. Después de un Parlamento y un gobierno autónomo, ahora se dirige lenta pero seguramente hacia una forma de independencia más o menos inspirada de Canadá u otro país del Commonwealth.
La dificultad de vivir juntos, propia del ser humano, es todavía más fuerte en los países recién independizados o de corta historia política.
Actualmente hay más de 150 movimientos independentistas activos en el mundo, según Jean-Sylvestre Mongrenier, especialista en separatismos.
Las situaciones más explosivas aparecen en los países de la ex URSS, sobre todo en Chechenia, Abjazia y Osetia del Sur (Georgia). En Africa, los rebeldes de Casamancia (Senegal) y del Delta del Níger (Nigeria) comienzan a convertirse en una amenaza para las inversiones extranjeras y los extranjeros que trabajan en esas zonas. Desde hace más de 30 años, Marruecos no consigue sofocar a los rebeldes que reclaman la independencia del Sahara Occidental.
En Asia, las guerrillas tamiles siguen amenazando la unidad de Sri Lanka, mientras que en la frontera entre India y Paquistán se intensifica el conflicto de Cachemira, donde se cruzan tensiones de orden nacionalistas, religiosas, económicas y rencores que se pierden en la noche de los tiempos.
En un mundo que tiende a convertirse en una aldea global, los separatismos reaparecen por momentos como espectros del pasado, para recordar que la historia no está petrificada y suele resucitar por los resquicios más inesperados.
Por Luisa Corradini
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