lunes, noviembre 05, 2007

Petróleo apogeo y caída

Algunos países desperdiciaron otras épocas de auge y fueron a crisis profundas apenas la tendencia pasó



Por Francisco Olivera

El razonamiento podrá resultar retorcido o paradójico, pero tiene ya varios adeptos en los países desarrollados: hay quienes piensan que, cual herencia millonaria en manos de un despilfarrador inexperto, el petróleo a buen precio puede resultar una verdadera maldición para algunas naciones de América latina.

El ejemplo preferido es la Venezuela de Hugo Chávez. A pesar de tener la tercera petrolera más importante del mundo (la estatal Pdvsa) y de atravesar el período de precios altos más extenso de la historia, el país caribeño produce exactamente la misma cantidad de petróleo que en 1997. Unos 3,2 millones de barriles diarios, según el gobierno local. Y algo menos, alrededor de 2,2 millones, de acuerdo con datos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

El contraejemplo es Brasil, con Petrobras, que quintuplicó sus reservas en dos décadas y ha logrado autoabastecerse. O Perú, con su desarrollo del yacimiento Camisea, y Colombia, un país sin tradición petrolera que sorprendió al mercado regional con incentivos que atrajeron a varias compañías que se asocian hoy con la estatal Ecopetrol.

El universo parece sometido, una vez más, a una conjura de los astros petroleros. Explotan de consumo China e India, no afloja la tensión política en medio Oriente, se deprecia el dólar –por lo que muchos inversores buscan refugio en el crudo– y falta refinación en Estados Unidos: todo empuja a los precios del barril, que han superado en las últimas semanas varios récords nominales, hasta los 96 dólares, y se acercan, sin aparentes escollos, a la mejor marca real, que tuvieron en 1980, tras la revolución iraní, por sobre los 100 dólares.

¿Habrá líder político en el mundo, civilizado o no, capaz de resistirse a la caja fácil y trabajar para el futuro, es decir, no para sí mismo sino para los demás? Hay quienes creen que la tentación es demasiado grande. “El precio benefició a los países exportadores, pero facilitó el renacimiento de políticas populistas y nacionalistas”, dice a LA NACION el analista Roger Tissot, que vive en Canadá y es director para América latina de PFC Energy. Tissot podría escandalizar a Chávez, a Evo Morales y hasta al presidente Néstor Kirchner –uno de los gobernadores que más pugnó por la privatización de YPF a principios de la década pasada- con el siguiente argumento: "El petróleo a precios elevados redujo la necesidad de continuar con el proceso de reformas económicas que se habían iniciado en 1990, en el Consenso de Washington. En ciertos países, incluso, se revirtió, como en Venezuela, Bolivia y Ecuador", suelta Tissot.

Algunos analistas advierten también un segundo peligro para quienes lleguen a embriagarse con petróleo, y es aquel conocido como la enfermedad holandesa : que economías exportadoras se vuelvan excesivamente dependientes de un solo producto en detrimento de los demás. Algo similar a lo que podría ocurrirle a la Argentina con la soja.

Pero aquí se ha soñado alguna vez, desde que se descubrió el primer pozo significativo de hidrocarburos, hace exactamente 100 años, con que el país llegara a ser un gran productor de petróleo. Aunque la extracción general caiga de manera ininterrumpida desde 1998. Algo tendrán que ver retenciones que aplica el Gobierno: un 45% del precio de cada barril que se exporta queda para el Estado.

¿Habrá política oficial o empresaria capaz de revertir la tendencia, mientras las principales cuencas de la Argentina muestran un grado de agotamiento con escaso margen para ejercitar el optimismo? Tal vez todo no esté perdido. Como el hombre maduro que, tras algunos años de bonanza laboral, descubre que sería mejor estudiar una carrera y asegurarse el futuro, el país buscará en las próximas semanas recuperar terreno con la exploración. Enarsa, la estatal creada por Kirchner, licitará en estos días 15 bloques en la plataforma marítima, la única zona del territorio que ha escapado, hasta ahora, al escepticismo de los geólogos. "El futuro está en el mar -dijo hace diez días a LA NACION Oscar Vicente, presidente del Club del Petróleo-. Si renuevan los contratos, con este precio vamos todos."

Hay que decir que el mar ha tenido, hasta el momento, más amagos que inversiones reales. En noviembre de 2004, la Argentina se ilusionaba con una promesa tras la visita del presidente chino, Hu Jintao: inversores asiáticos desembolsarían, según se encargó de difundir la Casa Rosada, 20.000 millones de dólares en el país, de los cuales 5000 millones de destinarían a la exploración en la plataforma off shore .

Apenas conocida la noticia, LA NACION se comunicó entonces con el máximo ejecutivo de operaciones de una de las petroleras líderes de la Argentina. "Yo espero que usted no crea semejante cosa -se sinceró el directivo-. Nadie entierra 5000 millones en el mar. Se invierten 100 millones, 150, 200..., hasta descubrir si hay algo. Si se encuentra, se empieza entonces a desembolsar. Quizás, al cabo de muchos años, la cifra sea alta. Pero nadie mete 5000 millones de golpe ni en la Argentina ni en ningún lugar del mundo." Tres años después, el mar argentino no ha recibido más de 100 millones.

El Gobierno se muestra ahora dispuesto a modificar la tendencia. Y algo parecen intuir algunos operadores del mercado. Petroleras rusas se contactaron, hace dos semanas, en Moscú, con representantes de un estudio de abogados de primera línea local. Querían saber todo sobre el país. Preguntaron por las retenciones, por las tarifas, por Cristina, por las concesiones y hasta por los precios de la nafta y del gasoil.

Menos pozos, altos precios

El actual jolgorio energético nacional, con precios significativamente alejados de lo que ocurre en la región y en el mundo, tuvo un costo. Según datos del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG), aun a valores atractivos, durante el lapso comprendido entre 2000 y 2006, la relación entre pozos exploratorios y el total de pozos petroleros de la Argentina fue del 2,8%. Y entre 1994 y 1999, durante un período de precios significativamente menores -en el que incluso se llegó a los más bajos de los últimos 30 años-, el indicador fue de casi del doble: 4,5 por ciento.

La situación argentina es, pues, exactamente la opuesta a la de Venezuela. Mientras la tierra de Chávez ha decidido producir para el mercado externo y vender sus excedentes para el consumo local, la Argentina extrae principalmente para su mercado interno y destina el sobrante al exterior.

"Si la Argentina tuviera política de largo plazo, tendría que estar maximizando su política exploratoria -dice Daniel Montamat, ex presidente de YPF-. Porque, de lo contrario, vamos a tener que importar petróleo y eso nos perjudica, porque es mucho más caro."

¿Podrá la Argentina pensar en el largo plazo? Si hablamos de energía, un antecedente cercano puede servir de lección: durante el último invierno, la pelea entre el secretario de Energía, Daniel Cameron, y el de Comercio Interior, Guillermo Moreno, terminó con un abrumador triunfo del custodio del Indec. Así lo decidió Kirchner. Se hizo, entonces, lo que Moreno pretendía, y se utilizó todo el agua de la región del Comahue, el área hidroeléctrica por excelencia, para evitar cortes de luz domiciliarios durante el año electoral. De esta manera, contra lo que quería Cameron, se consumieron las reservas y algunos efectos empezaron a sentirse la semana pasada, con síntomas de escasez de agua potable en Picún Leufú, un pueblo neuquino de 6000 habitantes ubicado cerca del embalse de la central de El Chocón, sobre el río Limay. Dos escuelas primarias y un hospital estaban el martes pasado en estado de alerta. "Acá no se consigue ni un litro de agua mineral", se quejaron vecinos, según reprodujo el diario Río Negro.

¿Quiénes han sido los ganadores de la política energética de Kirchner? Dice Tissot: "En la Argentina, las empresas no han podido capturar las ganancias extraordinarias por el alza de precios debido a los controles. Las empresas ganan dinero, pero no tanto como si lo exportaran. El que más se beneficia es el consumidor de Buenos Aires, y obvio, el Gobierno. Pero el costo es alto, ya que las reservas se acaban".

En efecto, los automovilistas de la Capital Federal casi no han percibido aumentos, con precios de naftas y de gasoil que son hasta un 50% inferiores a los de Brasil, Uruguay, Chile o Paraguay. La contracara es la escasez de gasoil y la caída en las reservas.

En ese contexto, las grandes compañías optan por extraer lo existente de los pozos, sin hacer exploración de riesgo, y destinan los recursos que obtienen de la Argentina a lugares como Africa, Oriente Medio o el Golfo de México. Eso no las priva de ganancias, pero sí de riesgos. Un informe de la Comisión Económica para América latina y el Caribe (Cepal), elaborado por el economista argentino Sebastián Scheimberg es terminante: la renta petrolera, que era de 1732 millones de dólares en 1999, fue de 12.341 millones en 2006.

El trabajo agrega que otro punto flojo argentino son las estadísticas. No ya las del cuestionado Indec, sino las de otras áreas, públicas o privadas. "Otra de las deficiencias que debe atacar un Estado dinámico está en la elaboración y actualización de la información estadística -dice-. Actualmente, la información que publica la Secretaría de Energía es poco confiable, rezagada y carece de consistencia."

El texto extiende la responsabilidad al sector privado. "No toda la culpa es de los entes oficiales -advierte-. El problema de asimetría en la información es que no todas las empresas brindan la información en tiempo y forma, con lo que el grado de confiabilidad de los datos agregados se va deteriorando."

Por Francisco Olivera

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