Con acuerdos propuestos por más de US$ 100.000 millones en los últimos dos años, las grandes eléctricas europeas protagonizan uno de los casos más agudos de fusión-manía del mundo. El martes, dos compañías concluyeron una engorrosa batalla y acordaron una oferta de US$ 58.270 millones por la española Endesa SA.
Detrás de la ola de acuerdos hay una gran colisión entre la ofensiva de las autoridades de Europa por crear un mercado unificado y el orgullo nacional de los políticos europeos. A partir del primero de julio, el sector energético de la Unión Europea estará totalmente abierto a la competencia, permitiendo que las compañías de servicios públicos de la UE vendan electricidad en cualquiera de los 27 países miembros. Al liberalizar el sector energético, los reguladores europeos esperaban impulsar la competencia y sentar las bases para un crecimiento mayor en el continente.
Querían que más empresas participaran en el mercado eléctrico de la región, lo que abarataría los precios de la energía. Sin embargo, esa visión chocó de bruces con una realidad complicada. Los políticos en las capitales europeas son reacios a aflojar su control sobre las empresas nacionales que dominan sectores estratégicos.
En vez de invertir en nueva capacidad, líneas de transmisión y otras actualizaciones, las grandes eléctricas se han estado fortaleciendo de cara a una ola de consolidación. Las grandes empresas de servicios públicos están en una loca carrera por comprar activos desde Bulgaria a Escocia, como parte de un esfuerzo para crecer y ser más fuertes cuando entre en efecto la plena liberalización del mercado.
El año pasado, París aceleró una fusión entre Suez SA y Gaz de France, aunque el pacto se ha topado con obstáculos legales y políticos y su desenlace es incierto. A principios de año, dos eléctricas holandesas, Essent NV y Nuon NV, anunciaron su fusión.
Este mes, la española Iberdrola SA completará su adquisición amistosa de la británica Scottish Power PLC por US$ 24.000 millones.
El acuerdo transforma a Iberdrola en el principal promotor de fuentes de energía renovable, como la eólica. A algunos les preocupa que los grandes jugadores privados simplemente reemplacen a los viejos monopolios estatales, creando una nueva raza de titanes corporativos. "Podíamos terminar igual, con un puñado de grandes empresas" dominando el sector, dice Malcolm Keay, director de investigaciones eléctricas del Instituto de Energía de Oxford, en el Reino Unido. "Podría terminar igual que en los viejos días de preliberalización." "La comisión está al tanto que lo que hemos hecho hasta ahora dista mucho de ser perfecto", reconoció en febrero en Madrid Andris Piebalgs, Comisionado Europeo de Energía, uno de los arquitectos de la desregulación.
La fiesta de fusiones y adquisiciones, dice, "no es el tipo de actividad que preferiría ver". La lucha por Endesa sirve para mostrar la nueva dinámica. Cuando la alemana E.on parecía contar con todas las de quedarse con Endesa, la italiana Enel SpA gastó cerca de US$ 12.000 millones para comprar un 24,9% de la eléctrica española en el mercado. Luego, en una decisión sorpresiva, Enel y Acciona, el grupo español que había acumulado una participación importante en Endesa, unieron fuerzas y lanzaron una oferta conjunta por Endesa, por cerca de US$ 55 la acción.
El gobierno español estimó que una empresa italiana parecía una mejor alternativa que una alemana. Los gobiernos de España e Italia, ambas coaliciones de centro izquierda, tienen una relación mucho más cercana que la que hay entre Madrid y Berlín. El gobierno español también podría obtener una victoria, puesto que, gracias al control de Acciona, Endesa seguiría estando en manos españolas.
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