martes, noviembre 13, 2007

Líbano: las divisiones internas y las injerencias extranjeras no ayudan a la estabilidad política

El Líbano se encuentra en una encrucijada decisiva para su historia: a menos de dos semanas de que finalice el mandato presidencial de Émile Lahoud, las distintas facciones políticas aún no han llegado a un compromiso para nombrar a su sucesor a causa de las tensiones existentes entre ellas y a las diferentes maneras de interpretar el procedimiento de voto del candidato a la presidencia.
En cualquier caso, el resultado de la votación, sea cual sea, difícilmente pondrá fin a la violencia interna y al estancamiento político. Mientras, Estados Unidos y Siria observan con atención todo el panorama, exigiéndose recíprocamente la no injerencia en la política del país.



Tras el cese de las hostilidades entre Líbano e Israel que puso fin a la guerra del verano de 2006, se desvaneció la presión para que las diversas facciones políticas internas libanesas actuaran unidas contra el enemigo común. La primera consecuencia de esto ha sido la reaparición en el complejo entramado político del país de las diferencias y las tensiones internas, responsables de la parálisis institucional que se vive desde hace meses y que amenaza con mantenerse.

Uno de los elementos que más condiciona la vida política libanesa es la actitud frente a Siria. El bloque pro-sirio, que actualmente representa la oposición al actual gobierno del primer ministro Fouad Siniora, está formada por los diputados de Hezbollah, por los del movimiento chiíta Amal y por los del mayor partido cristiano maronita del país, liderado por Michel Aoun, por el líder cristiano Suleiman Franjieh y por una pequeña parte de la comunidad drusa. La Coalición del 14 de Marzo actualmente en el gobierno, a la que pertenecen los partidos anti-sirios, está compuesta por el grupo suní Future Movement del actual primer ministro Siniora y de Saad Hariri, hijo del antiguo primer ministro Rafiq Hariri (asesinado en febrero de 2005), por el Druse Progressive Socialist Party liderado por Walid Jumblatt y por el Qornet Shehwan Gathering, formado por las facciones maronitas de la alianza.
La oposición pro-siria

El respaldo que Hezbollah obtiene de Siria y de Irán le ha concedido un papel clave en el escenario político. En primer lugar, ambos países le proporcionan apoyo financiero, que Hezbollah emplea en programas de asistencia social destinados a la población chiíta del sur del país; y en segundo lugar, Siria e Irán garantizan un cierto apoyo militar al grupo opositor. Por sus actividades sociales, comunes a muchos otros grupos extremistas de Oriente Medio (como Hamas en Palestina), Hezbollah ha conseguido convertirse en el único actor político capaz de movilizar a las masas y de utilizarlas como instrumento de presión contra el gobierno, sobre todo en un momento de dificultad económico como el actual. La guerra del año pasado y la incertidumbre política han originado una fuga de capitales al extranjero y un descenso del turismo, que ha perjudicado a importantes sectores de la economía libanesa basados precisamente en estas actividades.

La mayoría gubernamental es consciente de que su popularidad se encuentra en retroceso, cosa que se puso de manifiesto en la derrota electoral que sufrió en la consulta popular realizada en agosto de 2007, en la que se buscaba al sustituto de Pierre Amine Gemayel, el miembro de la coalición de gobierno asesinado en noviembre de 2006. En estas elecciones consiguió imponerse, sin embargo, el candidato de la oposición. La coalición también teme que el sector chiíta de la población, muy numeroso desde el punto de vista demográfico, pero escasamente representado a nivel político, pueda reivindicar mayores espacios de representación. Esta posibilidad no es bien vista ni siquiera por el resto de países árabes, preocupados por la posible amenaza que podría representar para Oriente Medio un eje chiíta asentado en el poder y encabezado por Irán.

Los asesinatos políticos, que se han hecho más frecuentes en el Líbano, simbolizan la violencia del enfrentamiento político: desde el homicidio de Rafiq Hariri en febrero de 2005, han sido asesinados seis miembros de la Coalición del 14 de Marzo, siendo el último de ellos el miembro del partido maronita Antoine Ghanem, asesinado el 19 de septiembre pasado, unos días antes de la sesión del parlamento libanés en la que se debía elegir al sucesor del actual presidente Émile Lahoud. Estos homicidios responden a dos objetivos: por un lado, sirven para desestabilizar y polarizar aún más el enfrentamiento político, imposibilitando cualquier tipo de compromiso; por otro lado, reducen el peso numérico de la coalición adversaria en la asamblea parlamentaria.
El nudo de las elecciones presidenciales

Los principales obstáculos a los que debe hacer frente este compromiso se derivan de la disputa que actualmente agita la vida política libanesa y ha llamado la atención de los observadores internacionales. El próximo 24 de noviembre el mandato del presidente Émile Lahoud llegará a su fin; para evitar la interrupción de la vida política y el caos que pudiera generarse, es probable que antes de que se cumpla ese plazo las distintas partes lleguen a un acuerdo, que pase por el nombramiento de un candidato de consenso a someter a votación parlamentaria. Sin embargo, el proceso de negociación entre los partidos se ha visto interrumpido por las diferentes interpretaciones de las previsiones constitucionales acerca del proceso de elección del presidente.

La constitución libanesa dice, en su art. 49 barra 2, que el presidente debe ser elegido por el parlamento con una mayoría de 2/3 de los votos; tras la primera ronda, será suficiente con una mayoría simple. La Coalición del 14 de Marzo sostiene que esta fórmula permitiría la elección del jefe del Estado sin necesidad del quorum de los 2/3, en el caso en que no se haya designado un sucesor del presidente en funciones en los 10 días anteriores a la fecha de finalización del mandato. Para la oposición, en cambio, seguiría siendo necesario dicho quorum. Como en Líbano no existe un Tribunal Supremo que pueda resolver este tipo de controversias, esta discusión permanece abierta a las interpretaciones que resulten más beneficiosas para cada una de las partes: la mayoría simple daría ventaja a la coalición de gobierno, que dispone de 68 de los 127 escaños del parlamento, mientras que la mayoría de 2/3 otorgaría de facto a la oposición un poder de veto.

El nombramiento del presidente de la república representa una oportunidad estratégica para que las fuerzas implicadas canalicen el poder en beneficio de una u otra facción. Por tradición y con el objeto de favorecer el equilibrio étnico y confesional del país, el presidente es siempre un cristiano maronita. Émile Lahoud ostenta este cargo desde 1998; según la constitución su mandato debería haber terminado a los seis años, pero una controvertida enmienda de la constitución permitió en ese año la prórroga de su mandato por tres años más. Lahoud es considerado por Siria como un hombre de confianza y está cercano a las posiciones de la oposición: tras las dimisiones presentadas por seis miembros de la oposición que formaban parte de la coalición de gobierno, Lahoud afirmó que el gobierno de Siniora era ilegítimo y que cualquier acción que adoptara o cualquier reunión que convocara era inconstitucional; además, ha adelantado que, en caso de no que no se llegue a encontrar un sucesor antes de que finalice su mandato, podría traspasar los poderes ejecutivos de la presidencia al jefe del ejército libanés, el general Michel Suleiman, que cuenta con el beneplácito tanto de Siria como de Irán, pero no con el de la Coalición del 14 de Marzo, contraria a designar para este cargo a un general actualmente en servicio. Tampoco Estados Unidos ve con buenos ojos este nombramiento y por ello ha prohibido a su embajador el reconocimiento del sucesor en esas condiciones.

A día de hoy, los nombres propuestos por la coalición mayoritaria para el cargo de presidente son los siguientes: el líder del Democratic Renewal Movement Nassid Lahoud, en su día embajador en los Estados Unidos, y el jefe del Rally of Independent Maronite Butros Harb. La oposición, en cambio, parece apoyar la candidatura de Michel Aoun, si bien Hezbollah aún no ha hecho públicas sus preferencias. Parece más bien que el grupo está valorando la posibilidad de un compromiso, que sería rechazado por Aoun y que en cualquier caso encontraría la reticencia del líder de la coalición mayoritaria Walid Jumblatt, que se ha negado a dar su apoyo a cualquier pacto que se realice con aquellos a los que considera responsables de delitos políticos. Entre los posibles nombramientos de compromiso hay algunos tecnócratas, como el gobernador del Banco Central Riad Salameh, el anterior ministro de Exteriores Jean Obeid, el diputado Robert Ghenem, los ex-diputados Fares Boueiz y Pierre Dakash y, por último, el octogenario Michel Edde, quien podría abandonar el cargo al cabo de dos años y, por tanto, mantener las ambiciones de Aoun.
Conclusiones

Las asambleas parlamentarias convocadas el pasado mes de septiembre y a finales de octubre para llegar a una solución acerca del nombramiento del presidente de la república, no han obtenido ningún resultado; ayer se reunió de nuevo el parlamento, tras lo cual se entrará en los últimos diez días de mandato presidencial. Tanto si se alcanza un compromiso en los términos establecidos, como si se elige a un candidato de la coalición gubernamental o de la oposición, es posible que se produzcan violentas represalias. En caso de que no se llegue a la votación en el parlamento, el gobierno en funciones podrá, según lo establecido por la constitución, ejercer los poderes del presidente de manera transitoria.

A nivel internacional, la atención es muy alta: un Líbano inestable, sin un poder ejecutivo legitimado por sus fuerzas políticas, se considera perjudicial para la seguridad regional. Por ello, la presión de la comunidad internacional occidental y de los países árabes pro-occidentales para que se alcance un compromiso es tan fuerte. Desde el punto de vista de Siria, la percepción podría ser la contraria, en la medida en que la debilidad política de su vecino le permitiría reafirmar su presencia en el país, a pesar de que en las últimas semanas Estados Unidos y Francia han reiterado su oposición.

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